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domingo, 20 de octubre de 2013

Capitulo 26 (Tercera Temporada)

-¿Y tú? Te juro que estoy empezando a pensar en que tenemos una conexión telepática o una especie de sexto sentido que te hace saber donde estoy.

-No te seguí, soy amiga de Grace –sonrió divertida ante mi teoría propia de una película de ciencia ficción-. Pensé que no asistías a fiestas estudiantiles.

-Matt dijo que estaría buena.

-Bueno, Matthew Viviani tiene un concepto bizarro sobre lo bueno.

Coincidía plenamente con ella. La gran mayoría de chicas estaban vestidas como zorras, aunque eso no fuese extraño de ver. Los chicos por otra parte, parecían estar viciados a tomar y fumar todo lo que no se permitía en el instituto. Me recordaba a unos evangélicos con las trenzas sueltas y olvidando comportarse como niños de bien.

Concluí que he ido a fiestas peores. Fiestas en donde todo el mundo follaba en el primer rincón disponible que encontrara, las drogas pasaban de mano en mano para ser ingeridas por una persona, los teléfonos no paraban de sonar, y la música estaba a punto de romper los vidrios y quebrantar los muros. Esto, era un tanto más civilizado porque era Alemania, no Norteamérica.

-Pensé que tu papi no te dejaba salir a fiestas de éste calibre.

-Sabe dónde estoy, y eso es más que suficiente para él. Además, no puede negarse demasiado a que asista a fiestas cuando él a mi edad iba a antros y discos de mala reputación a pesar de su fama a nivel europeo.

-De tal palo, tal astilla –cité un dicho popular español.

Me observó directamente con una sonrisa en su rostro como si hubiese dicho algo que de verdad le hizo mucha gracia.

-Desde mi infancia que no oía esa frase –su mirada se volvió melancólica y volvió a apoyarse en la baranda de la piscina de los Hamilton-. Realmente es una maravilla volverla a oír.

-No hablas mucho español, ¿verdad?

-Cierto. Como podrás notar, crecí acá en Alemania ya que mamá quería olvidar su pasado.

-Pero entendiste lo que dije.

-Me enseñó muy poco de su lengua madre. Traté de aprender por internet un poco de español, pero… mis intentos fueron en vano.

-¿Te rendiste tan fácilmente? –asintió muy a su pesar y observé cómo un chico flirteaba con una tetona-. Debiste insistirle a tu padre, él entendería y te habría pagado un curso para que aprendieras.

-Pero así perdería la magia –murmuró a un nivel casi inaudible.

-¿Magia?

-Sí. La magia de que tus padres te enseñen sus orígenes. No tengo nada en contra de mi madre, sin embargo me habría gustado aprender a hablar con fluidez la lengua con la que nació como lo haces tú.

-Hm.

No podía decir algo ante eso sabiendo que tuve un privilegio al que no cualquiera tiene derecho por naturaleza. Mamá me crió enseñándome los idiomas de una manera estricta. De hecho, a los doce años ya manejaba el inglés, el español y el alemán.

-Oye, ¿por qué no vamos a mi casa? Estará la banda ensayando y grabando nuevas canciones, sin pelirrojas zorras ni novias falsas celosas.

-¿Ria y Lena? –adiviné riéndome ante la evidencia de sus gustos.

-¿A quién más? Le dije a papá que volvería temprano y la verdad es que me aburro cuando se ponen a grabar y componer canciones.

-¡Qué obediente!

-Da igual. Esta fiesta está de lo peor y estoy segura que Grace debe estar montando a alguien del equipo de fútbol en el cuarto de sus padres, así que no hay mucho que hacer.

-Vine con Matt y los…

-Ellos están buscando agujeros que penetrar, y tú estás más aburrido que una ostra.

-¿Acaso tu casa es un circo para divertirme?

-Bueno, es algo parecido a eso cuando están las barbies presentes.

Accedí a irme con ella de vuelta a su casa aún sabiendo que todo había terminado entre nosotros. No es como si tuviéramos una relación sentimental, sino que el asunto que nos unía se hacía cada vez más cerrado.Fuimos a su casa en taxi, bajándonos unas cuadras antes lo que me dio tiempo de llamar a Matt e informarle que ya no estaba en la fiesta.

-No quiero no seguir con el plan inicial, Alexander –confesó de repente cuando estábamos a unos metros de la puerta de entrada.

-¿Qué? –me detuve en seco sin comprender sus palabras.

-Quiero saber quién es tu padre, saber si eres mi hermano o mi primo y descubrir el secreto que tanto se empeña en silenciar nuestras familias.

-Cassie, sabes que nadie va a…

-Pero no es necesario que alguien ceda. Pensé que eras más inteligente –me miró de reojo con una sonrisa triunfante mientras retomaba el paso.

-¿Tienes algún plan, sabia Cassandra?

-La verdad es que pensé en adivinar por comportamientos.

-¿Por comportamientos? Bueno, ya sabemos que Tom es más amigable que Bill. Así que…

-El tío Bill es muy amigable y dulce cuando no está amargado, enserio.

-¿Y eso cuándo pasa?

-Bueno, recuerdo que cuando era niña y se quedaba cuidando de mí cuando papá no estaba y mamá estaba ocupada, realmente era muy amoroso.

-Pero de eso ya es mucho tiempo así que dudo que…

-No es que sea muy amigable últimamente cuando Lena se mete en sus economías, el trabajo y su tiempo libre. Por eso se mantiene constantemente con un humor de perros.

Frente a la casa, marcó un código n el teclado numérico que memoricé con facilidad y la puerta cedió con un impulso eléctrico. Escuché a uno de los perros ladrar entre la oscuridad. Que yo recuerde, no había entrado jamás por la entrada principal ya que siempre ingresaba en el auto de uno de sus dueños. Un camino de piedra entre flores y la hierba del jardín se abría paso hasta la entrada principal de puertas anchas. Noté a un gnomo sonriente con una flor en sus manos puesto junto al camino. Nunca en mi vida había visto uno en una casa, de hecho me recordaba a los cuentos infantiles.

-Es una pillería –comentó al ver que me detuve a ver a la figurita multicolor.

-¿Pillería?

-Sí. Los ladrones evitan las casas con gnomos en los jardines porque suelen atraparlos inmediatamente.

-¿Y realmente sirve?

-Bueno, éste era de mi abuela y que yo sepa nunca le han robado en su vida. Se los dio a sus hijos porque cuando eran jóvenes solían entrar a su casa cuando estaban de gira.

-¿Enserio? Pensé que Alemania era segura.

-Ningún lugar es seguro.

-A no ser que tenga un gnomo sonriente en su entrada –sugerí y ella sonrió divertida.

-Exacto –dijo retomando la caminata a la entrada.

-¿No eran estas figuritas las que tenían cierta reputación espiritual?

-¿De verdad?

-Ajá –asentí yendo tras ella-. Dicen que esconden las cosas, mueven objetos y se pasean como dueños por las casas. De hecho suelen ser muy traviesos.

-No lo sabía… bueno, se lo mencionaré a los dueños de casa

Abrió la puerta y entramos a la ya conocida casa de los Kaulitz. Pero el aroma en el aire era diferente; una rica mezcla de canela, manzanas, frutos silvestres… ¿de dónde provenía ese olor? Divisé unos bolsos a los pies de la escalera que daba a los cuartos de arriba. Y no fue hasta que Cassandra chilló de la emoción que reaccioné ante el nuevo invitado de la familia.

-¡ABUELAAAAAAA!

Cerré la puerta a mis espaldas para impedir que el exquisito aroma se perdiera en la fría noche de Berlín y oí risas acercarse desde algún lugar. Una señora de avanzada edad (fácilmente unos cincuenta o sesenta pero nada más que eso) apareció vestida con colores cremas y un collar de perlas. Su sonrisa dulce se dirigió a Cassandra, quién la abrazó a penas apareció ante sus ojos. Tenía los mismos ojos que los gemelos y ninguna arruga invadía su piel blanca. A penas se separó de su nieta fijó sus ojos en mí con una sonrisa cómplice y se acercó.

-Abuela, él es Alexander.

-Un gusto conocerte al fin, Sascha.

-¿Cómo…?

-Bueno, puede que hablé un poquito más de la cuenta –confesó Cassie.

-No te preocupes, querido. A esta vieja no le sacan los secretos de la tumba –guiñó un ojo mientras sus dedos pasaban por su boca como un cierre.

-Yo... –vale, ésta vez me sorprendió más de lo que esperaba-. El placer de conocerla es mío…

-Simone. Sólo dime Simone o abuela.

-Simone –asentí con solemnidad.

-¿Qué hacen en la entrada? ¡Vamos, pasen a la cocina que horneé unas pasteles exquisitos!... ya le hacía falta el toque femenino a esta casa con tanto hombre rondando por estos lugares, ¡si hasta huelen a testosterona las paredes!

Me reí junto a Cassandra mientras avanzábamos por el pasillo hasta la cocina tras los pasos de Simone. Dios, ¿por qué no tuve una abuela como ella? Realmente era como una especie de mujer que solo irradiaba simpatía y dulzura. Sobre la mesa de la cocina, podía ver tartas y pasteles de esos que sólo ves en los canales culinarios de la televisión. Se me hacía agua la boca de sólo percibir todo aquel aroma dulzón proveniente de ellos. Nos sirvió un trozo exagerado de tarta de frambuesas con un té de canela. Seriamente pensaba en sugerirle a mamá que aprendiera a cocinar delicatesen.

-¿Y el abuelo?

-A Gordon decidí dejarlo solo por unos cuantos días. Ahora le dio por arreglar la terraza y el garaje, así que quise dejarlo sólo para que no me culpara de sus propios errores.

-Al abuelo –me explicó Cassandra-, le da por remodelar constantemente la casa en la que viven, realmente no puede mantenerse quieto.

-Ah… -claro, mi aporte.

-¡Dios están tan delgados! ¿Qué comen, eh? ¿Migajas de pan de ajo o sopas de aire y polvo?

-Soy de digestión rápida –dijimos al mismo tiempo Cassie y yo.

Nos miramos realmente impresionados ante lo que acabábamos de escuchar y nos reímos escalofriantemente a la vez, e incluso nos detuvimos al mismo tiempo. Observé avergonzado mi tarta sin saber qué hacer ante una situación que daba miedo, y de hecho creo que mi versión femenina hizo lo mismo.

-Jesucristo… esto es como volver en el tiempo –susurró Simone cubriendo su boca de la impresión.

-¿Volver en el tiempo? –pregunté sin entender su expresión.

-Bill y Tom solían ser así cuando eras de su edad, reían al mismo tiempo, hacían las mismas expresiones… estoy atónita con lo que acabo de ver.

Retomamos nuestras tazas de té en silencio sumidos en nuestros pensamientos. Se suponía que hasta la fiesta debía ser más divertida, sin embargo, conocer a este miembro de la familia me hizo replantearme lo favorable que era estar acá.

-Dime Sascha –habló de repente y pude ver el café de sus ojos brillar curiosamente-, ¿cuántos años tienes?

-Casi dieciocho.

-¿Y tus padres?

-¿Qué pasa con ellos?

-Cuéntame un poco de ellos –sugirió sonriendo suavemente limpiando la comisura de sus labios.

-Bueno, mamá trabaja haciendo negocios para una empresa privada. Viajamos todo el tiempo cambiando de ciudad o país.

-¿Es buena en ello?

-Oh, sí. De hecho es una de las mejores en su trabajo.

-Ya veo, ¿y tu padre?

Aquí va de nuevo. No, esta vez era diferente porque no me sentía tan presionado a contestar.

-No tengo uno.

-¿Está… muerto?

-No. Simplemente no lo conozco y dudo que él sepa de mí –suspiré abatido con este tema.

-Te comprendo, cariño. No es necesario que guardes demasiado tus sentimientos ante ésta vieja que ya ha vivido demasiado.

-Ni que tuvieras cien años –bromeó Cassandra.

-Bueno, deseo llegar a los ciento cincuenta como mi abuelo, pero lo dudo.

-Pero lo estamos buscando, abue.

-¿A tu padre? –preguntó observándome fijamente.

Cassandra cerró la puerta de la cocina y las ventanas que daban a la terraza ante posibles curiosos de su casa, previniendo un desastre del porte del edificio más alto de Dubai. Cuando volvió a su asiento, bebí un sorbo de té preparándome para lo que venía.

-Abuela, esto no se lo puedes mencionar a nadie. Ni a Gordon, ni a tus hijos, ni a tu vecina o tu grupo de arte y tejido, ¿vale?

-Lo juro –dijo con su mano derecha en su corazón solemnemente.

-Bien… -suspiré sabiendo que quién debía continuar era yo-. Mi nombre es Alexander Kaulitz.

-Con que eres un Kaulitz –murmuró elevando sus cejas.

-Tengo doble nacionalidad. Mitad alemán, mitad (tu nacionalidad), y…

-Oh… como tu madre, Andrea.

-Sí. De hecho, nuestra diferencia genética es de meses –apuntó Cassandra.

-Ah… entiendo.

-¿Enserio lo haces? –pregunté impaciente ante su rostro pacífico.

-Por supuesto que sí. Pero no puedo ayudarles mucho.

Cassandra golpeó su frente contra la mesa ante la misma respuesta que ya habíamos escuchado de parte de su madre. ¿Dónde había quedado todo ese optimismo? Si mal no recuerdo, ella fue la que nos trajo hasta este punto.

-Mira, Simone –murmuré pasándome una mano por el pelo-. Sólo hay dos opciones, o somos primos… o somos hermanos.

-¿Tanto te cuesta decirnos de el tío Bill tuvo una pareja por ese tiempo o si mi padre engañó a mamá con la madre de Sascha?

Simone nos observó a ambos con una desesperación de no saber qué hacer. ¿Qué ocultaba ella? Realmente si fuera un hombre y fuera más joven, estaría presionándolo contra la pared amenazándola con golpear su rostro, pero su rostro tan “abuelístico” me lo impedía. Tomó nuestras manos y las presionó en su pecho, un signo bastante raro proviniendo de alemanes.

-Mis niños, realmente no puedo ayudarles mucho. Quizás te confundiste de familia, Sascha. Hay muchas personas con el mismo apellido en Polonia y…

-Pero también es alemán, ¿qué más puede ser?

-Entiendan que no soy quien puede confirmarles o negar algo de esa importancia.

-¿Entonces quién? ¿Mi padre? ¿El tío Bill?

-Cassie…

-Sabes muy bien que ellos no hablan de ciertas cosas frente a mí como si fuera una completa desconocida. ¿Es mucho pedir un poco de ayuda para encontrar al padre de…?

Sabía que Cassandra estaba enojada, pero por suerte se detuvo cuando apareció su padre en la puerta de la cocina y nos observó a los tres sentados en la mesa con rostros serios. Simone fue salvada por la llegada de Tom, o sino su nieta le habría obligado a abrir la boca con fórceps si era necesario.

-¿Sucede algo? –preguntó cuando notó que nadie emitía sonido alguno.

-Cassie me presentaba a su nuevo amigo –murmuró Simone con una sonrisa sincera.

-Bueno, Alexander es un buen chico… y la verdad es que ya es parte de la familia a mí parecer –comentó Tom tomando un vaso de agua sin percibir que segundos antes de su llegada a la cocina estábamos en plena discusión.

-Me estaba hablando de sus orígenes… y la verdad es que comparte la misma doble nacionalidad que Cassie, así que le pregunté cómo era su ciudad natal –explicó sirviéndole una rebanada de tarta de un hijo.

-¿Y el tío Bill?

-Terminando de componer una canción. Últimamente ha estado muy inspirado.

-¿Enserio? Eso quiere decir que algo emocionante debió pasarle.

¿Algo tan emocionante como emborracharse en un recinto público sin poder levantar ni una pulgada su trasero y llorar por una mujer? A mí parecer, eso debió ser lo taaaaaaaaaan emocionante en la vida de Bill.

-¿Podemos ir? –Preguntó Cassandra-. Sascha no conoce el área creativa del estudio de grabación, y seguramente podríamos ayudar en algo al tío.

-Me parece bien. De hecho, puedes ayudarle con la melodía si quieres, quizás no seas tan bueno como yo pero tienes un talento innato, lo pude ver cuando te ayudé con “Breack Away”.

-Gracias, pero creo que simplemente me dedicaré a mirar o dar mi opinión si la desea Bill. Yo no soy el guitarrista de la banda, y no quiero quitarte tu trabajo por simple diversión.

Tom elevó las cejas indicando un jaque-mate total. Sonreí agradecido en su dirección antes de desaparecer de su vista tras Cass.


2 comentarios:

  1. AYYY ESTO SE PONE CADA VEZ MEJOR NINA ESPERO QUE SUBAS EL JUEVES SI PUEDES UN BESO

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  2. Diosssssssssssssss no me puedes hacer esto T.T
    siempre me dejas con intriga...
    Cuidate y un abrazo :D

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