www.nina-gonnabeokoneday.blogspot.com

miércoles, 14 de octubre de 2015

Capítulo 65 (Tercera Temporada)

BILL

-Yo me voy ahora y no planeo volver hasta dar con ella –gruñí empujando a Thomas.

-No seas impulsivo, Bill. Ella puede volver en cualquier momento. Recuerda lo que le dijo a Rebbeca, que uno de estos días volvería.

-Ya me cansé de esperar, ¿no estarías igual si se tratara de Andrea?

-Piensa en Alexander, por favor.

-Alexander necesita a su madre y…

-Y a ti. Ahora eres padre, Bill. Y tus decisiones trascenderán en las acciones de tu hijo.

-Mi hijo quiere a su mamá de vuelta y yo no me negaré a ello.

Miré fijamente a mi hermano, dispuesto a pelear por lo que estaba a punto de hacer. Traería a (name) arrastrando si ella se negaba a volver, y él no me lo impediría. Algo cambió en su semblante después de mirarme fijamente en silencio. Se relajó, suspiró y me abrió paso hasta la puerta de mi auto, ofreciéndome además las llaves. Yo también me relajé y desempuñé mis manos. Sonrió satisfecho y me dio unos golpes en la espalda típicos de él.

-Cuidaré a Sascha por ti. Y llámame cuando estés con ella.

-Gracias, Tom.

-Supongo que para eso están los gemelos… para hacer estupideces por igual.

-Asegúrate de que Alexander coma bien y…

-Oye, también soy padre –se rio.

-Cuídalo bien, Tom… por favor.

El aeropuerto estaba a una hora de casa. Con suerte, si no había demasiado tráfico llegaría a tiempo por la autopista. Miré la hora de mi teléfono, y calculé que llegaría como a las diez de la noche al aeropuerto, casi al mismo tiempo de la salida de mi vuelo. Las manos me sudaban de las ansias de ver a (name) y poder de una vez tenerla en mis brazos.

Extrañaba todo de ella… su piel, su voz, su aroma, su cabello, su risa, su mirada… la lista es infinita. Mi cuerpo y mi alma ansiaban estaban cerca de (name), como si de una droga se tratase. Sí, era adicto a ella. Tendría que controlarme a penas la viera, porque ahora mismo me siento como un salvaje en una jungla. Una jungla de luces y cemento. Mierda, puto tráfico…


INVASORA

-¿Desea café, té de hierbas, agua, whisky o…?

Me volví hacia la chica frente a mí. No debía superar los veinticinco años y sonreía amablemente mientras esperaba mi respuesta. Con su uniforme perfecto y el maquillaje fijo, conquistaría a cualquier pasajero sin importar su edad o sexo. Suerte que no tengo ese tipo de preferencias sexuales.

-Agua, por favor.

En un vaso de cristal me sirvió agua envasada y dispuso una servilleta de tela con el nombre de la aerolínea bordado sobre la mesa frente a mí. Le sonreí divertida por su cordialidad y le agradecí despidiéndola para que siguiera ofreciendo bebidas a los demás pasajeros. La clase económica se encontraba llena de familias y turistas que dormían plácidamente en sus estrechos asientos, apuesto a que hasta en sus sueños envidiaban la comodidad de la Primera Clase. Yo no. Había decidido viajar en Clase Económica para no ser reconocida por posibles mafiosos o personas de las demás mafias.

Sentada junto a la ventana en una corrida de tres asientos en la mitad del avión, no me había perdido detalle alguno del viaje debido a los ronquidos de la turista coreana en el asiento de atrás y a alguno que otro susurro que preguntaba cuánto faltaba para llegar. Pero no fue tortuoso. Las luces de las ciudades que dejábamos atrás en la noche parecían estrellas que saludaban a todo avión que cruzaba los cielos. Nunca me había fijado en esos detalles por más vuelos que había tomado en mi vida. No podía ver las estrellas, pero la tranquilidad que me producía el pasar de las luces y las nubes, era impagable.

Había leído un libro ilustrado sobre la maternidad, resaltando las partes importantes que podrían fortalecer a mi bebé. Dios, ¿cómo le diría a Bill? ¿Qué me diría él? ¿Y Alexander? Tendría un hermanito o hermanita a quien cuidar. Estaba nerviosa, ansiosa y temerosa… ¿cómo me recibirían? Bill debía estar enojado porque no era la primera vez que lo dejaba sin dar explicaciones o una localización exacta de dónde estoy… dieciocho años antes ya lo había hecho.

El avión había aterrizado por una hora en Bruselas, debido a que los vuelos del aeropuerto de Berlín estaban atrasados y debían esperar al despeje de las pistas de aterrizaje. Aproveché de visitar las tiendas del aeropuerto en busca de productos novedosos y alguna que otra chuchería llamativa. Cuando entré de nuevo en el avión y daban el anuncio de apagar los teléfonos, envié un mensaje a Rebbie diciéndole que iba camino a Berlín y que llegaría en una hora o dos al aeropuerto. Me puse los audífonos y reproduje una vez más la película en la pantalla frente a mí.

Pero mi cabeza no descansaba. Las imágenes de Bill cuando íbamos camino al hospital. Aquella parada en los baños de la estación de gasolina. Sus manos tocando mi piel, aquella extraña sonrisa que me dio cuando se deshizo de mi ropa… Dios, extrañaba tanto estar cerca de él. Y si no era por el embarazo, juraba que mi apetito sexual había aumentado drásticamente después de aquella visita al doctor en París.


BILL

Puto sistema de vuelos, me tiene hasta los huevos. Estaba en la sala de embarque esperando a que llegara de Italia el puto vuelo que me llevaría a París. A penas informaron por los parlantes y las pantallas que todos los vuelos venían con retraso debido a una tormenta en el Caribe que había ralentizado la carga aérea, empecé a preguntarme si el karma de toda mi vida se había acumulado ahora cuando más lo necesitaba.

Había llamado a Tom para cerciorarme de que siguiera al pie de la letra las instrucciones que le di y que me asegurara de que Sascha estaba bien y había comido. El muy imbécil compró tres pizzas extra grandes porque no quiso cocinar y Andrea estaba de turno en el hospital. Dios, esto no podía ser mejor.

Nada podía ir mejor… ¡nada! Lo único bueno fue que me pude conectar a la red inalámbrica del aeropuerto y pude responder los correos había recibido estos últimos días sobre los negocios en la disquera. La concentración que dediqué a ello disipó la ira, pero mis pensamientos seguían direccionados a dar con (name).

Cuando apagué la laptop, me recosté en los asientos de la sala de espera sin importarme ser reconocido o no. Miré fijamente el techo e imaginé lo que le diría a penas la viera.  Empezaría con un “te amo incluso cuando me fastidias la mayor parte del tiempo” y terminaríamos en la cama, yo entre sus piernas y ella gimiendo mi nombre… como en los viejos tiempos. Oh, mierda. No podríamos en la casa porque está nuestro hijo. Bueno, iríamos a un motel y… No, lo importante es que ella esté bien y no mi calentura. Eso ya podría esperar.

Pero llegó a mis recuerdos la imagen de ella, cuando llegó a mi casa totalmente ensangrentada cuando vivíamos en Los Ángeles. No quería verla herida de nuevo, y esa era una decisión rotunda. Si volvía a ver su cuerpo dañado, me querellaría contra cualquier imbécil sin importarme si pertenece o no a una mafia o cuántos estén cuidando sus espaldas. Nadie más le podría hacer daño mientras yo esté con ella. Juro por Dios que la cuidaré hasta los últimos días de mi vida.

La forma de los asientos acabó por dañar mi espalda y volví a sentarme correctamente sin descuidar mi equipaje de mano. ¿Cuánto faltaba? Se me hacía una eternidad esperar el puto avión. Sentía los párpados pesados y escuchaba a ratos la voz neutra y aburrida en los parlantes dispuestos casi en cada rincón del techo. Escuché la música de mi teléfono, lo que ayudó a que despertase un poco.

-¿Tom?

-¿Sigues en Berlín?

-Sí… ¿Pasó algo? ¿Está Alexander bien?

-No me lo vas a creer pero es mejor que no muevas tu puto culo del aeropuerto.

-Tom, no maldigas frente a mi hijo.

-Da igual, Bill. Seguro que tú no maldecías a los dieciocho. Tenías boca de camionero, ¿o no lo recuerdas?

-Eso ya fue hace mucho… ¿me quieres decir por qué debo permanecer acá? Honestamente tengo el trasero plano con tanto esperar a que llegue el puto vuelo.

-(Name) llamó a Rebbeca de nuevo.

-¿Yaaaa…?

-¡Viene en camino!... presta atención al vuelo que venga de Brucelas porque en ese viene ella.

-¿No era que estaba en París? –ya había logrado despertarme completamente.

-Si pero con el retraso tuvieron que parar en Brucelas. Lo bueno es que ya viene en camino, así que no te pierdas ni pegues un ojo, hermanito.

-Vale.

Sólo bastó escuchar las palabras de Tom para volver a despertar. Ella venía en camino, por lo que no sería necesario buscarla por toda Francia. Sentía las ansias de volver a verla recorriendo mis venas mezclada con la adrenalina del momento. Corrí a cancelar mi vuelo inventando una excusa de negocios. Claro, siendo Bill Kaulitz accedieron a cancelarlo, por lo que esta vez la esperé cerca de la Salida de Vuelos Internacionales. De acuerdo a la pantalla con el horario de los vuelos, sólo faltaban 45 minutos para que llegara el vuelo de Brucelas. Me cercioré preguntando en Informaciones si correspondía al mismo que venía de Francia y me lo reafirmaron.

Imaginé cien veces el momento. Ella llegando con sus cosas y de repente me ve y se lanza a mis brazos… como en las películas. ¡Llega ya! Sólo quiero sentirte en mis brazos donde deberías estar por siempre. La espera se hace eterna cuando lo único que quieres se encuentra a 42 minutos de distancia y sobre las nubes. ¿Impaciente? Sí, es mi segundo nombre.

Me puse los lentes de sol y uno de mis gorros de lana intentando mimetizarme un poco en la sala de espera mientras hojeaba revistas sin ver el contenido ni animarme a interesarme en algo. Sólo pensaba en mi eterna Invasora, en mi amada (name). Volví a mirar la hora. Sólo han pasado dos minutos… Dios, ¡esto es una tortura!


INVASORA

-Señores pasajeros, bienvenidos a la ciudad de Berlín en Alemania. Lamentamos los inconvenientes climáticos durante el viaje, y esperamos que sigan prefiriendo nuestros servicios. Les deseamos la mejor de las estadías –atrás de toda esa carcaza de maquillaje e impecables peinados, el leve rubor y las disculpas parecían ser sinceras por parte de las azafatas.

Algunos pasajeros las felicitaron por la buena atención y otros las ignoraron con toda la prisa del mundo. Tomé mi equipaje de mano, que consistía en un bolso y una bufanda turca de seda. Era todo mi equipaje. Y dentro del bolso guardaba pulcramente doblado el vestido que había comprado en París, junto con mis documentos, vitaminas para embarazadas y el libro que había leído en el vuelo. No tenía teléfono, por lo que tendría que tomar un taxi para volver a casa o al departamento.

Sonreí y me despedí cordialmente de las azafatas que habían asistido al vuelo, introduciéndome en el túnel que conectaba al avión con el aeropuerto. Caminé lentamente, sin apuros, pensando en cómo justificaría mi tiempo de ausencia y en cómo reaccionaría Alexander al verme. No lo negaba, estaba muy nerviosa.

Ingresé a la Aduana, pasé el pasaporte con mi nombre verdadero e hice todos los procedimientos legales. Tras aceptar mi ingreso al país, caminé a paso apurado a un baño. ¿Qué hora era? Un poco más de medianoche. Amarré mi cabello en una cola alta, y lavé mis dientes y mi rostro con agua fría. Sentía el cuerpo frío, totalmente helado y rogaría por algo caliente. Pero eso podía esperar por ahora. Sólo me interesaba tomar un taxi, volver a casa o pasar la noche en un hotel, y ponerme en contacto con Rebbeca temprano en la mañana. Ella seguramente podría ayudarme a ver a mi hijo sin ganarme una ola de reproches por mi ausencia.

Salí del baño buscando la salida, pero al no dar con ningún letrero visible, sólo seguí al montón de gente que hablaba en distintos idiomas y que cargaban sus equipajes con lentitud. No tenía prisa alguna. A lo lejos, divisé el letrero que indicaba la salida de los vuelos internacionales rodeado de gente con letreros, banderas, brazos alzados y levantada en puntillas para ver si venía la persona o las personas que esperaban. A mí nadie me esperaba, por lo que traté de pasar rápidamente al gentío evitando empujones y codazos, además de gritos y tantos letreros.

Cuando era espía, uno de los hombres de Pantera me esperaba siempre en cualquier aeropuerto con un auto blindado y las últimas noticias del mundo de la mafia. Ahora rogaba por un taxi, y por no hacer una fila tan larga o no esperar demasiado por uno.

Algo me detuvo, y no me dio tiempo para reaccionar. Sentí la presión en mi brazo que me obligó a girar mi cuerpo. Por un momento, mi corazón se detuvo por el susto, por un momento olvidé lo que era respirar.

Conocería esa sonrisa hasta en el lugar más concurrido del mundo. Sus brazos apresaron mi cintura con ansiedad y yo me presioné a él automáticamente, ignorando a quienes nos veían. Estábamos en nuestro pequeño mundo, en nuestra burbuja. Todo el frío que en algún momento sentí desapareció de mi cuerpo. Se quitó los lentes de sol que debían haberlo mantenido en el completo anonimato junto a ese gorro que cubría su cabello, y admiré la luz de sus ojos como si fueran en sol de mi existencia. Me miraba a mí, a nadie más. Miraba más allá de la que alguna vez fue una asesina. No había odio, molestia ni enojo en su mirada… sólo amor.

-Bienvenida –murmuró tan bajito y tan cerca de mis labios que me obligué a tragar saliva.

Tomó mi equipaje de mano, y deslicé mis brazos por sus hombros, correspondiéndole al abrazo. Me sentía en las nubes, con la mente en blanco, el corazón latiendo a mil. ¿Un taxi? No, el destino había sido amable conmigo y me trajo a Bill.

-Perdóname Bill, yo… debí decirles dónde estaba. Debí…

-Ssshhh… ya no importa. Todos están ansiosos por verte y no te juzgarán como lo hizo mi madre.

-¿Cómo…? –No se lo había mencionado a nadie, pero él lo sabía de igual forma que hubiese sido testigo de las crueles palabras de Simone.

-No importa, mi Invasora. A partir de ahora no te alejarás nunca más de mi lado.

Vi la seguridad en sus palabras, la certeza en su mirada y dulzura en su voz. Era el Bill que amaba… aquí y ahora. Mi corazón dolía con el revoltijo de emociones emanando de él. Cerré los ojos, guardando sus palabras en lo más profundo de mi mente y corazón, absorbiéndolas lentamente como uno de los mejores recuerdos de mi existencia.

Sus labios rozaron sorpresivamente los míos, capturando entre ellos al inferior, incentivándome a corresponderle en la dulce danza de nuestras bocas. Amaba sus labios, su sabor y la forma en que su lengua delineaba mis labios como si fueran pétalos de rosas. Su mano amoldaba el costado de mi rostro, enredando sus dedos en mi cabello para aumentar nuestra cercanía, mientras la otra tomaba mi cintura y presionaba mi cuerpo al de él con suavidad, como temiéndome que me rompiese.

-Amo tus besos –murmuró con la voz ronca y una sonrisa encantadoramente torcida-. Pero no quiero exponerte a mi mundo.

Señaló con la mirada a un costado de nosotros. Efectivamente, había un poco de prensa agrupada en la entrada de la zona de estacionamientos que apuntaba sus cámaras hacia nosotros descaradamente. Tomó la bufanda turca, y la usó a modo de manto para cubrir mi cabello, dejando descansar uno de los extremos de ésta sobre mi hombro izquierdo. Yo aún estaba lo suficientemente anonadada con el beso como para hablar. Descolgó los lentes de mi camiseta y me los puso con sumo cuidado de no causarme daño alguno. Él por su parte, se puso los suyos y besó mi mano antes de entrelazar fuertemente sus dedos con los míos.

-Confía en mí –murmuró.

Avanzamos a pasos rápidos bajo la mirada de algunos curiosos que parecían haber reconocido a Bill. Desperté de mi ensueño y con la mano libre, tomé firmemente su brazo evitando separarme de él entre toda la gente. Las puertas automáticas se abrieron y dieron señal de nuestra salida a todos los periodistas de la farándula que parecían ansiosos de nuestra llegada. Muchas cámaras dispararon sus luces en mi rostro y en el de Bill, pero ninguno de los dos dijo palabra alguna mientras avanzábamos.

Todas las preguntas, sin excepción, preguntaban sobre mí. Especulaban sobre mi nombre, nuestra relación, mi profesión y un montón de cosas que jamás creí posibles. Bill sólo respondió a una, y fue tajante en su respuesta.

-¿Oye Bill esta es una de tus nuevas andanzas europeas?

-No.

Eso pareció mantenerlos contento. Una simple negación de la cual podrían obtener una plana completa en los periódicos estrafalarios. Unos guardias del propio aeropuerto los mantuvieron alejados de nosotros al notar que la salida empezaba a ser un caos con la presencia de la prensa rosa. Nosotros, ya más tranquilos, caminamos hacia el auto de Bill con nuestras manos tomadas pero sin descubrir nuestros rostros.

-Estás fría –murmuró desactivando la alarma del Audi.

-Tengo frío –reconocí quitándome los lentes.

Repentinamente, en dos zancadas rápidas y violentas, me tuvo aprisionada contra la puerta de su auto. Presionó nuestros pechos y en ningún momento pude notar su mirada para saber sus intenciones. Sentí su miembro, fuerte, firme y duro haciendo presión en la parte baja de mi vientre. Habría gemido, habría gritado de ser posible, pero nada de eso salió por mi garganta.

-Juro que si vuelves a desaparecer de mi lado, no tomaré en cuenta el lugar donde nos encontremos y me aseguraré de que no puedas mover ese exquisito trasero por unas buenas semanas, (name) –movió su pelvis aumentando la presión de nuestros cuerpos, y una de sus manos jugueteando con mi pezón izquierdo sobre mi ropa. Tuve que tragar saliva y recordar mantener la boca cerrada para no ponerme a gemir.

Su boca cayó con fuerza sobre la mía, dejando atrás la efusiva dulzura de hace unos momentos. Era un beso cargado de necesidad, de ansiedad y de hambre de más. Se retiró y volvió a presionar con mayor firmeza doblando un poco las rodillas hasta llegar a mi parte íntima y rozar su miembro en ella sin cuidado de que nos vieran.

Era excitante este juego en el estacionamiento del aeropuerto, tanto que podía sentir mis bragas húmedas y mi sexo sensible y listo para la penetración del miembro de Bill. Sentía la garganta seca, la mente nublada y mis sentidos completamente orientados hacia el hombre frente a mí. Tomé la mano que descansaba sobre mi pecho y obligué a poner distancia al roce, a los besos y a las caricias avariciosas de sus manos.

-Bill…

-(Name), puedo sentir tus ganas –su voz era un susurro ronco, pero me puso los pelos de punta inmediatamente. Su mano viajó al interior de mis bragas sin mi autorización y tuve que morder mi lengua y aferrarme a su cintura para no caer-. Dios… estás lista.

Uno de sus dedos se adentró en mí y creí desvanecerme en el auto. Podía escuchar mis jadeos y tuve que apoyar la cabeza en su pecho para evitar su sonrisa, pero creo que fue peor… la vista de su mano tatuada en el interior de mis pantalones, era extremadamente excitante. Las venas marcadas, y el suave movimiento de sus músculos parecían una obra de arte viviente.

Estaba sofocada, muerta de calor. Mis caderas se movían el compás de sus dedos en círculos y mis pechos parecían empujar audazmente hacia el pecho de Bill. No aguanté más y  solté un gemido suave que se mezcló con el sonido en un avión aterrizando. Acarició mi clítoris y casi vi las estrellas.

-¿Tienes frío ahora? –murmuró en mi oído tomando el lóbulo entre sus dientes -. No tengo ningún problema en hacer que te corras ahora mismo, mi querida Invasora… ¿no es eso lo que quieres?

Los círculos en mi clítoris aumentaron y sentía mis piernas tensas y el fuego creciendo en mi interior. Estaba tan húmeda que ni si quiera noté el ingreso de otro dedo hasta que Bill susurro “dos” en mi oído a la espera de mi respuesta.

-Ah… te quiero a ti, Bill.

Oh… lo sentía venir… esa oleada que me dejaba en blanco y encendía mi cuerpo en llamas. La sentía cerca y creo que Bill también podía leer mi lenguaje corporal. Le rogué por más, gemí en su oído y seguí el ritmo de sus dedos, pero…

-Bien. Supongo que logré lo que quería.

¿Qué…? Sacó sus dedos y limpió su mano en su pantalón al tiempo que abría la puerta del copiloto y me invitaba a entrar. Estaba perpleja, sorprendida y totalmente confusa. Hace un momento atrás estaba a punto de alcanzar el orgasmo con los dedos mágicos y expertos de Bill, y ahora estaba caliente, húmeda y adolorida, y lo peor de todo, sin orgasmo.

-Vamos, entra (name) –su sonrisa de estrella de rock tras los lentes, era tan radiante que sentía la rabia hirviendo en mi interior-. Te puedes enfermar y ya no quiero pasar por un hospital nunca más en mi vida.

-¿De qué se trata esto Bill? –había clara molestia en mi voz, por lo que no podría simplemente dejarlo pasar-. ¿De qué se trata este jueguito de dejarme con las ganas y exponerme en un estacionamiento público? ¿Cuál es tu problema, Kaulitz?

-Bueno, ahí lo tienes. No quiero exponer a mi mujer a la prensa o al público a menos que ella lo desee –Cerró mi puerta y caminó alrededor del auto hasta la puerta del conductor y entró con seguridad.

-¡Pero lo deseaba! –chillé sintiendo la frustración creciendo.

-No –sonrió arrancando sin despegar la mirada de los espejos retrovisores mientras salía del estacionamiento-. Lo que tú deseabas era correrte en la vía pública… realmente no pensaste en sentirte expuesta, sino en la excitación que te hice sentir.

-¿Y qué querías conseguir excitándome? ¿Dejarme con las ganas? ¿Humillarme? –No entendía a Bill, para nada.

Salió del aeropuerto esquivando los últimos flashes de las cámaras y tomó la autopista que a estas horas no tenía tanto tráfico. Ya más relajado, prendió el aire acondicionado y apretó mi muslo izquierdo antes de regresar su mano a volante.

-Me encanta verte furiosa –sonrió de oreja a oreja-. Quería que te calentaras porque tenías frío. Y no hay nada mejor como el calor corporal.

-No fue la mejor manera, Bill. Acabo de llegar y lo primero que haces es frustrarme… no es muy acogedor.

-¿Entonces quieres tener tu orgasmo de vuelta? –Algo en mí se encendió, pero lo apagué con la molestia del momento-. Si quieres puedes bajar el cierre de tu pantalón y…

-No –lo detuve con seguridad poniendo una pierna sobre la otra-. Quiero llegar a casa y descansar. 

Fue un viaje muy largo y estoy agotadísima.

-Mmmm… no quiero que te molestes más pero no iremos a casa ahora.

-¿Por qué?

-Porque quiero estar contigo a solas. Aún hay cosas que tenemos que hablar, (name). Y no quiero esperar a que amanezca o a que te vuelvas a escapar para hacerlo.



---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Lamento la demora, pero no he tenido mucho tiempo libre y sólo escribo a ratos. Espero que sigan leyendo y comentando el fic. a pesar de mis faltas :(

viernes, 31 de julio de 2015

Capítulo 64 (Tercera Temporada)

INVASORA


-Ése le queda estupendo –añadió y por primera vez vi mi rostro en el espejo.

A ella le convenía decir eso, supongo que debía ganar una comisión por cada venta. No me importaba su opinión, sin embargo el vestido negro y largo, suelto en la cintura y ajustado en el busto se veía demasiado bien en mí.

…A eso súmale una panza como la que tuviste con Alexander en tu vientre…

Debía haber alguna droga o trago que callara mi subconsciente. Pero tenía razón. De alguna u otra forma estaba en lo cierto y levanté la suave tela creando un vientre falso. Sí, hasta con panza se vería muy bonito.

-A su esposo le encantará, créame con seguridad –volvió a hablar.

Esposo… no. Simplemente no. No es que las cosas hayan terminado terriblemente con Bill, pero primero debíamos ver el tema de la convivencia con nuestro hijo. Alexander podría perfectamente elegir vivir con su padre y sin mí, y yo no me opondría a eso.

-Deme una talla más por favor.

-Pero ese le queda…

-Una. Talla. Más –la miré con seriedad y volvió en busca de uno más grande.

Claro, había olvidado el detalle del busto. Dios, nunca en mi vida había tenido un busto gigante a excepción del embarazo de Alexander. ¿Y por qué pensaba usar esto en nueve meses más? Mmm… supongo que es una especie de antojo estético.

… Así como vas, con tu hábito de tomar y fumar, ese feto no resistirá lo suficiente…

En serio quería callar mis pensamientos y quemarlos como si fueran un simple papel en mis manos. ¿No lo había dicho ese doctor, Samuel? Debía recuperarme y comer sano, no beber y fumar hasta perder el conocimiento. Entregué mi tarjeta bancaria a la dependienta como si estuviera en piloto automático. Ya no podía seguir siendo egoísta, no podía seguir pensando en lo que quiero cuando sé que debo contarle a Bill lo del embarazo y cuidar a la diminuta criatura que duerme en mi vientre.

Mierda, ya son dos semanas sin parar de tomar y fumar… ¿qué estoy haciendo? Ni si quiera alcanzaría a usar ese vestido a este ritmo. Tomé la tarjeta y la bolsa con el vestido ignorando a la dependienta y su sonrisa falsa, saliendo a la mañana cálida en Colmar. Debía poner orden en mi vida, desempolvar de mis recuerdos ese lado maternal y regresar a ser (Name). Estaba en la misión de mi vida y de la vida que habita en mi vientre. ¿Mi objetivo? Cuidarlo a toda costa. ¿El nivel de dificultad? A este paso sería alto.

Pasé la llave y giré la manilla, dejando en vestido junto a la puerta. Tomé aire y sin sonreír empecé a juntar toda la mierda de dos semanas con mis dos manos y el alma hecha pedazos. ¿Seguiría vivo ese pequeño fruto de mi relación con Bill? A medida que seguía limpiando, las cajetillas de cigarrillos, las colillas, las botellas, los corchos con distintos dibujos, los vasos de café de máquina… Dios, tenía una bomba mortal en mi vientre que en cualquier momento detonaría.

…Por favor… sigue ahí lejos de toda esta mierda… no quiero cargar con otra muerte, y menos con la de mi bebé… resiste un poco más…

Me costaba respirar y jadeaba, la habitación me daba vueltas y las lágrimas saltaban de mis ojos. Estaba asustada, aterrorizada al ver las bolsas oscuras llenas de veneno para mi bebé. ¿Qué he hecho? ¡Estoy asesinando a mi propia sangre!


BILL

-¿Francia?

-No es del todo seguro, pero dicen haber visto a una persona con rasgos similares en el aeropuerto de París.

-¿Cuándo?

-Hace dos semanas atrás… no traía consigo ningún equipaje. Estamos tratando de conectarnos con las cámaras del aeropuerto para ver si realmente es ella.

-¿Estás seguro Gaspard?

Me miró por un instante antes de volver la pantalla a la laptop frente a él.

-No… ella es impredecible, Bill. Y siempre lo ha sido. Podemos estar equivocados al buscar en las cámaras de las calles más transitadas o del aeropuerto.

-¿Equivocados? ¿A estas alturas piensas eso? Eres su amigo y…

-¡Pero eso no basta!... Ahora mismo puede estar a la vuelta de la esquina o en otro continente. (Name) es así y fue entrenada para desaparecer en cualquier momento sin dejar rastro.

Las probabilidades de encontrar a una mujer entre millones son casi nulas. Habíamos intentado todo, y ella parecía haber desaparecido del planeta. Cuando encontrábamos a una mujer parecida a ella, resultaba ser una falsa alarma y todas las ilusiones terminaban en cenizas. En dos semanas perfectamente podría estar en el rincón más lejos del mundo y nadie lo sabría.

Estaba preocupado, nervioso y estresado al no ver mayores resultados en nuestra minuciosa búsqueda. Tom se encargaba de la disquera y de mantener una respuesta firme ante los rumores que ya comenzaban a correr tras lo sucedido en el hospital. Agradecía su labor, pero me sentía culpable de dejarle todo el engorroso trabajo de la disquera sólo a él y nuestro equipo.

Y Alexander… Dios, me sentía el peor de los padres. Por las mañanas, me reunía con Gaspard para encontrar pistas sobre (name), en la tarde me encontraba en el estudio viendo las nuevas grabaciones de la banda, y en las noches, cuando lo encontraba despierto, trataba de suplir el tiempo perdido contándole historias de mi familia y de mi relación con (name). Pero no dejaba de sentirme fatal por no prestarle demasiada atención, él lo comprendía, pero yo me sentía el peor del mundo.

-Dios… ¿por qué no podía ser una simple mesera o una bibliotecaria?

-Seguramente no te habrías fijado en ella si no fuese la Invasora –sonrió Gaspard marcando su cicatriz.

-Tal vez –me encogí de hombros imaginando a (name) como una bibliotecaria sexy ofreciéndome un libro… Dios, es mejor no pensar en ello si no quiero tener erecciones frente a Gaspard-. ¿Quieres un café?

-Que no sea tan cargado, por favor.

-Deberías traer a Lily y a Erik –grité desde la cocina mientras buscaba las tazas.

El hijo de Gaspard y Lily, Erik Gael, había luchado contra todos los riesgos existentes al ser una relación incestuosa. Los doctores les explicaron que los riesgos eran elevadísimos al contener ambos el mismo material genético, y el bebé podía nacer con malformaciones, síndromes o enfermedades mortales que acortarían su tiempo de vida. Contra todas las advertencias y peligros, el bebé había nacido milagrosamente sano como si se tratara de un pequeño varón de padres no-hermanos.

Era tan pequeño cuando lo conocí que realmente temí que se me cayera de los brazos. Y con él, había traído la alegría que le faltaba a Rebbeca y Bianca tras la muerte de Erik.  Alexander se negó a conocerlo pese a la insistencia de Bianca y Cass, porque quería esperar a la llegada de (name). Respeté su decisión, porque no parecía ser un simple capricho de adolescentes. Yo también quería ver a (name) sosteniendo a un bebé tal y como puedo ver en los videos de ella y Alexander que me facilitó durante la búsqueda de nuestro hijo.

-Quiere esperar a (name) –hizo una mueca como si leyera también mis pensamientos. Claro, quería lo mismo que Alexander y yo.

-Y tú deberías pasar más tiempo con ella.
-Lily está bien –sonrió aceptando la taza con café humeante-. Rebbeca la acompaña durante el día. Acordamos que las noches serían exclusivamente mías y que yo velaría por el buen dormir de ella y de nuestro hijo.

-Vaya, todo un papá responsable y comprometido.

-¿No lo ves así con Alexander? –Parpadeé sorprendido y me senté junto a él observando la pantalla llena de cámaras de seguridad de lo que parecía ser un aeropuerto-. Es como si tuvieras que protegerlo sin importar las consecuencias, como si esa criatura tuviera parte de tu alma y sin ella estuvieras frito. Como si no te quisieras perder ni el último pestañeo o expresión en su cara.

-Sí –sonreí pensando en los primeros días junto a Alexander-. Pese a no estar presente durante todos estos años, ahora que está conmigo es como si no lo pudiera dejar ir de mi lado. Quiero saber todo de él, sus manías, ambiciones, sueños y miedos. Quiero apoyarlo en todo lo que quiera lograr y ser su ejemplo a seguir.

-¡Vaya! Definitivamente la paternidad te cambió, Bill.

Nos giramos al mismo tiempo, viendo entrar a Tom con Andrea de la mano. Sí, estaban intentándolo de nuevo y hasta Cassie parecía estar más feliz que nunca con ello. Ambos sonrieron y se acercaron a nosotros después de dejar sus abrigos colgados junto a la entrada de la casa. Gaspard los puso al día en los avances mientras yo escuchaba atentamente las preguntas de mi gemelo. Su semblante había cambiado tras el rescate de Alexander, su relación con la prensa era distinta y parecía haber formado la familia que todo hombre desea tener… era completamente feliz.

-¿Fumas? –le pregunté a mi hijo cuando salí al patio con un cigarrillo encendido. Estaba quieto y en silencio.

-No fumo ni bebo.

-¿Pero lo has hecho alguna vez?

-He probado lo suficiente como para no morir… incluyendo algunas drogas, pero no le digas a mamá o le dará un ataque –sonrió torcidamente y volvió la mirada al frente.

-No hay problema –di una última calada, pisé la colilla y me senté a su lado-. ¿Cómo es tu relación con ella?

-Buena. Supongo que lo normal entre madre e hijo –claro que lo era, y ansiaba poder presenciar a mi hijo con su madre nuevamente, interactuando con toda normalidad-. Oye… papá…

-¿Sí?

-Gracias por buscar a mamá por todo el mundo. Me hace sentir… que te importamos.

Lo miré fijamente tratando de descifrar lo que me acababa de decir. Estaba sonrojado y miraba seriamente al frente haciéndose el duro. Dios… en eso se parecía a (name). Trataba de no mostrar sus sentimientos, de ser rudo y fuerte, pero en el fondo no era más que un niño preocupado por su mamá.

Lo acerqué a mí, sin importarme cuan brusco debió ser y lo abracé como si fuera lo que más amo en esta vida… y lo era. Sentí su cabello rozar mi barbilla y besé su cabeza sin soltarlo ni por un momento. Él también me abrazó tan fuerte que casi podía sentir nuestros huesos chocando. Mi hijo, aquel muchacho que creció sin yo saber de él y que ahora el destino me había puesto por delante, me mostraba sus sentimientos y me expresaba el cariño que todos estos años ninguno de los dos pudo.

-Claro que me importas tú y (name), hijo. Son mi vida y mi razón de vivir cada día. Los amo, Alexander. A ti y a tu madre.

Sentí su abrazo debilitándose, y su cabeza esconderse aún más en mi pecho. Estaba llorando… mi hijo estaba llorando porque sabe que lo amo a él y a su madre. Y los sollozos cada vez más fuertes y roncos confirmaron mis sospechas. Lo abracé con más fuerza, como queriendo evitar que hasta el viento lo tocara. Sentía una emoción muy paternal y sobreprotectora creciendo en mi alma a pasos agigantados. Besé su cabeza y comencé a cantar una canción antigua de la banda para calmarlo… “By Your Side”.

-Esa… canción –murmuró en mi pecho.

-¿La conoces? –sonreí recordando el video donde (name) y un bebé bailaban la canción mientras ella lo hacía dormir.

-Mamá… mamá solía cantarla cuando era niño y tenía miedo en las noches.
-Es de Tokio Hotel, hijo.

Se separó sin importar que viera sus lágrimas y sus ojos denotaron tanta sorpresa que creí que se saldrían. Estaba impresionado de eso, y parecía haber sido una buena noticia para él. Yo, estaba contento de que recordara la canción.

-Todo este tiempo…

-La hice con Tom. ¿Ves? Nunca he estado realmente lejos de tu vida –lo abracé de nuevo sólo que más suave-. Dentro de los videos que (name) me pasó, habían algunos donde ella ponía mi música y tú te calmabas, como si supieras que yo era tu padre.

-Ella… nunca me dijo qué banda era y yo le resté importancia con el tiempo… perdóname papá.

-No tengo nada que perdonarte.

-¿Te puedo pedir un favor?

-Lo que sea.

-Encuentra a mamá y tráela, papá. Quiero que estemos los tres juntos de una vez por todas.

Estaba a punto de contestarle cuando el ventanal se abrió y una silueta salió al patio. Alexander se separó avergonzado pero dejé mi mano en su hombro. Gaspard, totalmente agitado y fuera de sí nos buscó con la mirada hasta dar con nosotros. Sonrió con júbilo y supe inmediatamente que tenía la respuesta al deseo de mi hijo.

-La encontramos. Está en Francia.


INVASORA

-¿Entonces…?

La pequeña señora de unos sesenta años me miró sobre sus lentes e ignoró mi pregunta. Su boca estaba fruncida y el labial fucsia parecía introducirse en las pequeñas arrugas a medida que releía los exámenes y anotaba no sé qué cosas en el computador. Sus ojos verdes y serenos ignoraron mi presencia y se movían a medida que releía todo.

Preferí concentrarme en su collar de pequeñas perlas blancas con un diamante falso en forma de gota en el centro. Sus dedos rápidos y arrugados tecleaban números y palabras a una velocidad impresionante. De repente, depositó sus lentes en el escritorio y me miró con seriedad. Dios…

-Tienes casi un mes,  cariño –dijo con voz neutra.

-Pero… ¿está todo bien? ¿Viene con problemas? ¿Está todo en buen estado ahí dentro?

-Por ahora todo va bien, sólo… procura no hacer deportes agresivos para no aumentar la probabilidad de tener un aborto espontáneo.

-¿O sea que aún…?

-El bebé es más pequeño de lo que crees, pero eso no lo hace menos frágil. Muchas mujeres confunden su menstruación con un aborto espontáneo por lo que ni se dan cuentas que están embarazadas.

-Eso quiere decir que es común tener un aborto…

-No es común, pero si deseas evitarlo estás a tiempo para cuidar al renacuajo dentro de tu vientre. Evita fumar, las drogas, el alcohol, movimientos bruscos, levantar cosas muy pesadas, realizar deportes agresivos, y comer golosinas. Es importante que no pases por momentos de estrés o cambiar drásticamente de emociones.

-Está bien –accedí y sólo me faltó poner mi mano derecha sobre mi corazón y jurar lealtad a la reina de Inglaterra.

-¿Es tu primer hijo?

-¿En dieciocho años? Sí.

-¿El padre está al tanto del embarazo? Porque esta etapa también es fundamental que la vivas con tu pareja y que lo hagas partícipe de esto.

-Bueno, por ahora no lo sabe… pero no tardaré en decirle –juré nuevamente.

-En cuanto a tu hijo, deberías explicarle que tendrá un hermano y que también deberá cuidarlo. ¿Me dijiste que vives en Alemania?

-Sí.

-Bueno, te derivaré a un doctor amigo que pueda seguir tu embarazo y tu posterior recuperación.

-Gracias.

-Por último, te recomiendo que cuentes la noticia a tu familia y pares cuando tengas tres meses de embarazo y el bebé se haya fortalecido en tu vientre.

La tensión de mis hombros y el dolor de estómago, desapareció apenas salí de ese espantoso hospital. ¿Cómo era posible que la tecnología de estos tiempos pudiera detectar un embarazo con apenas un mes? Al menos esto me servía para saber los cuidados que debía tomar. Si tenía un mes, eso quería decir que llevaba un mes alimentando a un bebé con nicotina, cafeína y alcohol. Qué gran mezcla. ¿No había hecho lo mismo cuando estuve embarazada de Alexander? Sola y deprimida…

¿Era tiempo de volver con Bill y Alexander? La única alegría que sentía se encontraba con ellos, y esperaba que amaran la noticia de recibir un nuevo miembro. Pero de forma paralela a la emoción que me producía el imaginar sus rostros al darles la buena nueva, también cabía la posibilidad de que se molestaran por haberme ausentado tanto tiempo. Supongo que lo comprenderían, pero que se preocuparían de igual forma porque no han sabido nada de mí.

Había destruido mi teléfono, pero eso no era obstáculo para llamar a Gaspard o Rebbeca. En resumidas cuentas, mi siguiente destino fue una oficina de llamadas. Ingresé a la estrecha cabina transparente e ingresé el código de llamada para Alemania. Recordé el número de la casa de Rebbeca rezando para que por favor estuviera en casa.

-… ¿Aló?

-¿Rebbeca? soy yo, (Name).

-¡Oh Dios mío! –Parecía estar más impresionada de lo normal con la llamada, y eso me liberó una sonrisa-. No sabes cuán preocupados nos tienes a todos, tonta. Dime dónde estás o te juro que…

-Oye estoy bien, tranquila. ¿Cómo está Alexander?

-Preocupado. Está en casa de Bill, y la verdad es que luce bastante inquieto ahora que su madre no está con él. Realmente te extraña y te necesita mucho.

-Yo también lo extraño –suspiré tratando de aguantar las lágrimas-. ¿Y Lily y Gaspard? ¿Están bien? ¿Están todos bien, Rebbie?

-Bueno, ya somos tías, querida. Y realmente esta pequeña personita está esperando anciosamente a conocerte, así que será mejor que vengas lo más pronto posible.

Dios… el bebé de Lily y Gaspard.

-Yo…

-Bill te está buscando por cielo, mar y tierra. No ha descansado con tal de que vuelvas con ellos. Nos tienes preocupados, ¿estás bien?

-Volveré lo más pronto posible, en lo posible trataré de tomar un vuelo mañana y volver a casa con ustedes.

-Avísame cuando llegues para ir a buscarte al aeropuerto.

-Por favor, no les digas que llamé. Quiero simplemente aparecer y dar las explicaciones pertinentes. No quiero que me esperen o…

-No te preocupes, ellos no sabrán nada. Cuídate por favor, (name). No quiero perder a otro compañero.


-Te prometo que lo haré. Adieu Rebbeca.