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jueves, 28 de noviembre de 2013

Capitulo 32 (Tercera Temporada)

Si todo esto hubiese ocurrido en otro tiempo, donde estaba completamente dispuesta a decirle mis motivos, a tolerar sus gritos furiosos, a regresar con él sin importar las condiciones… seguramente habría respondido cada pregunta de él sin evitar todo tipo de contacto, y sin huir con un hijo en los brazos. Pero no podía devolver el tiempo a diecisiete años atrás. Debía proteger a Alexander de mi mundo y del de su padre si llegase a saber quién era.

Decidí dar un paseo por la ciudad para mimetizarse entre la gente, pero parece que ni eso me resulta cuando se trata de mi vida personal. Observé su mano izquierda de reojo, aquella que llevaba la piel tatuada y cuyos nudillos muchas veces besé o sentí en mi cara. Ahora estaba empuñada, conteniendo un rencor que era respirable sin mucho esfuerzo, un sentimiento negativo hacia mi persona.

-¿No piensas responder? –su voz seguía escondiendo la amenaza implícita en su mirada.

Observé mis zapatillas pensando en darles una orden para que transportaran a mis pies lo más lejos posible de él. Quizás no me sentiría así si el hubiese empezado esto de manera civilizada, sin espantarme ni nada. ¿Dónde estaba mi auto cuando más lo necesitaba? Ah sí, en casa.

-Debería ser yo quien no te hablara o rehuyera de ti. Pero parece que nuestra relación se basó siempre en lo opuesto. Tú huyes, yo te sigo.

¿Qué…? Esto debe ser una broma.

-Nadie te pidió que me buscaras –murmuré sin apartar la mirada de mis pies, totalmente atenta a cualquier señal para dejarlo.

Mi voz sonó extraña, casi irreconocible a mis oídos. Demasiado firme, fría, agresiva… todo lo opuesto a lo que sentía. Su cuerpo se giró hacia mí violentamente, su mano aún empuñada temblaba a un nivel casi descomunal. Asustada de que le pasara algo, volví a mirar su rostro, un acto del que me arrepentí inmediatamente pero que no detuve. Podía ver las lenguas de fuego invadir su rostro, una arruga entre sus cejas lo suficientemente profunda, dos venas entrelazadas en su sien que parecían estar a punto de estallar.

No era el mismo Bill que me había mirado con una calidez e intensidad tremenda cuando nos volvimos a ver frente a Ian. Éste ra distinto. Un Bill que si pudiera, me quemaría con ácido y me haría pedacitos. Ahora sabía que si salía corriendo él no llamaría a la policía, sino que correría lo más fuerte posible con tal de detenerme.

Tu tobillo…

Estaba atrapada.

-¡Me gustabas, maldita sea! Acepté tu puto trabajo por mucho que me costara, te dejé ir cuando tenías misiones sin saber si volverías con vida, te di un techo cuando tu departamento quedó hecho mierda… te amé, (name), y jugaste sucio.

-Bill…

-No entiendo cómo puedes caminar por las calles de Alemania sabiendo lo que hiciste… oh, verdad que te crearon para matar y no sentir culpa de una puta mierda.

-Cálmate, para de gritar que la gente nos…

-¡Me vale verga la gente! Deja de huir de una puta vez.

-¡Entonces cálmate por el amor de Dios! –le grité tal y como él lo estaba haciendo.

Aquella llama intensa en sus ojos se disipó y dio a pasó a un vacío completamente desconocido. La poca gente del parque siguió su camino observándonos de reojo atentos a una posible pelea con golpes o lo que fuese.

Apoyó sus codos en cada rodilla y sus manos taparon su rostro sin dejarme observarlo. Quise posar una mano en su hombro, decirle que todo estaba bien y que me disculpara por todo el daño que le hice, pero sabía que sería una completa mentira hacerme la arrepentida frente a él. Aún así, las palmas de la mano me picaban por querer un contacto cercano con él, pero no se los daría. No correspondía tal cercanía con alguien que realmente estaba desequilibrado mentalmente. Su teléfono empezó a sonar en el bolsillo de su chaqueta, esperé quieta a que contestara pero parecía no oír nada a su alrededor.

-Tu teléfono está…

-Lo sé –contestó cortante.

Quise sonreír, reírme de la situación como un acto reflejo porque mis pensamientos simplemente parecían maravillados con volver a verlo una vez más. Podía darme el lujo de ver que Alexander era el mismísimo reflejo de su padre tanto física como psicológicamente. Sascha era una versión más joven de Bill, más rebelde e igual de gruñón. Tenían la misma contextura física y apostaría a que si mi hijo entrenaba un poco más su voz, cantarían casi de la misma manera.

Suspiré sin dejar de volver al presente, uno en donde a él le costaba mucho contener toda esa rabia que amenazaba con salir a flote. Su teléfono volvió a sonar insistiéndole que por favor contestara. Claro, debí suponer que al ser una persona famosa debía tener mil cosas citadas y necesitaba de recordatorios personales, o simplemente no paraba de ser solicitado. Quitó sus manos de su cara cuando el teléfono volvió a insistir por tercera vez y se dignó a contestar sin fijar en quién era. Yo, secretamente maravillada con sus movimientos, simplemente lo observé de reojo como quien no quiere.

-Qué… estoy cerca…necesito que me cubras, por favor… estoy ocupado… no insistas, no te lo diré… dile que estoy enfermo,… arréglalo tú, estoy muy ocupado en un asunto, simplemente cúbreme y… pues llamas en muy mal momento… ok, mañana. Vale.

Cortó su conversación y regresó su móvil al bolsillo. Noté sus ojos llorosos pero no quise preguntar ya que era lo más correcto, así que simplemente permanecí en silencio a su lado. Cerró sus ojos denotando cansancio o estrés… o ambas cosas juntas. Encendí la pantalla de mi teléfono calculando que dentro de dos horas llegaría Alexander a casa, y que si no llegaba antes que él seguramente se preocuparía.

-¿Quién te acompañaba cuando te vi?

-¿Importa? –Me observó totalmente serio, y descansó la cabeza en el respaldo de la banca estirando sus largas piernas-. Mi pareja.

-Así que… no perdiste tu tiempo.

-¿”Perder mi tiempo”? ¿Te estás escuchando, Bill?

-¿Me equivoco?

-¿No estamos un poco grandes para ”perder el tiempo”?

-Perfectamente pudo golpearme por seguirlos, pero simplemente te acompañó en tu huida.

-Si quieres le digo que venga para que te golpee.

-No, gracias. Aún no es tiempo para eso.

-¿A qué te refieres con “aún”?

-A que tenemos una conversación pendiente, y no necesito de tu novio frente a ti para defenderte de mí.

-Me puedo defender sola.

-No parecía eso cuando saliste corriendo junto a él.

-Eso no te incumbe, Kaulitz.

-¿No era que escapabas de mí? ¡Ah! Verdad que sí… así que también es mi asunto.

-¿Sabes qué? –Me paré de mi asiento limpiando los restos de pintura seca de mi trasero y lo observé lo suficientemente molesta como para tirarle una de mis zapatillas por la cabeza-. Llama a quien quieras llamar para que me arresten, pero yo me voy a acá.

-¿Qué? ¿Ya no temes ser arrestada?

-Simplemente no te soporto cuando te pones como adolescente.

Empecé a caminar notando sus pasos detrás de mí y un alivio surgió en mi pecho al ser complacido por su dueño. Odiaba mi cuerpo traicionero, mis pensamientos incontrolables lleno de suspiros para él cuando la verdad era que se estaba dando el lujo de joderme la vida apareciendo frente a mí. Se supone que me había ido de su lado para proteger a su familia de un enemigo que sé que aún persigue mis pasos, y mientras no supiera quién era realmente no quería saber nada de los Kaulitz.

Me giré sobre mis talones con la mierda hirviendo en mi cabeza, dispuesta a perder los estribos frente a él si me obligaba. Me observó con una ceja alzada y pude notar que había crecido un poco desde la última vez que nos vimos.

-¿Y tú cómo me encontraste?

-Te vi en el café.

-¿Y por qué no te acercaste ahí? Al menos hablaríamos de manera más civilizada que acá –me crucé de brazos esperando una respuesta creíble de su parte.

-Porque yo estaba en la calle del frente –dijo restándole importancia a un hecho que realmente era curioso a mí parecer-. Y cuando te divisé estaba hablando con unos productores, te paraste y tuve que interrumpir la conversación para seguirte porque sabía que si no era ahora no sería nunca. ¿Satisfecha?

-Buena historia –murmuré soltando una sonrisa torcida y comenzando a caminar más lento. Al fin y al cabo Bill me seguiría a por respuestas-. Aún así fue muy descortés de tu parte no saludarme, sino que empezar con amenazas y gritos delante de la gente que quiere pasear tranquilamente por acá.

-¿Sugieres una mejor idea sabiendo que la primera huiste corriendo a los brazos de tu novio? Porque sinceramente, opté por la fuerza esta vez.

¿Qué responderle? Nada. Él tenía razón, yo seguramente habría hecho lo mismo en su lugar. Suspiré totalmente agotada de la tensión entre nosotros, ¿pero qué podía pedir cuando en realidad no nos veíamos hace años y la última vez quedamos mal? No era tan simple como darnos un beso, estrechar manos o simplemente abrazarnos y hacer como si nada pasó acá. Tengo un hijo de él, y no lo sabe. Así de fácil está todo.

-¿No deberías irte ya? –le pregunté aún a la defensiva.

-¿Y dejar las cosas inconclusas entre nosotros?

-¿Inconclusas? –Lo observé con la misma agresividad que él tuvo cuando se sentó a mi lado-. Que yo sepa cada uno tiene su vida. Yo tengo pareja, y según lo que dicen los medios tú también. Cada uno fue por su camino y ya está. No hay nada pendiente entre nosotros.

-¿Y qué me dices de los motivos de por qué te fuiste? ¿Acaso no te llama la atención lo que pasó cuando te fuiste, lo que sucedió con Andrea y Tom? No, realmente lo dudo porque siempre pensaste en ti antes que el resto.

-No sabes nada –gruñí enfrentándolo.

-¿Entonces por qué no me enseñas?

-Lo que hagan Andrea y Tom no es asunto mío. Alguna vez fueron mis amigos, pero de eso ya va un buen tiempo.

-Debería importarte tanto como lo que pasaría si Thomas te ve, (name), porque tú fuiste uno de los motivos del divorcio de ellos.

-¿Se casaron? –vale, un poco de curiosidad no le hacía daño a nadie.

-¿Qué? ¿Ahora quieres saber? –se burló levantando la ceja con su perforación.

-Da igual, acabas de mencionar que se divorciaron por lo que no sirve de mucho la historia que tuvieron en algún pasado.

-Totalmente egoísta, egocéntrica y ciega… como siempre lo has sido.

-¿Ciega?... ya basta, Bill. Estamos lo suficientemente viejos para juegos de palabras propias de niños.

-No hasta que me des las respuestas que he buscado por diecisiete años.

¿Qué…? ¿Diecisiete años? ¿Por qué continúa con esto? Quería que se fuera, que me dejara sola, que parara de abrir las heridas que creía cicatrizadas con la llegada de Alexander, que me dejara nadar en mis pensamientos, que me permitiera respirar sin sentir aquel terrible peso en mi garganta y pecho crecer más y más a medida que pasaban los segundos junto a él, que me dejara bloquear los mil recuerdos de nosotros. ¿Por qué no simplemente continuaba con su vida y de paso me dejaba seguir la mía? No soportaba más tenerlo cerca y que mi cuerpo lo deseara una vez más, no soportaba escuchar sus palabras hirientes ni su mirada sobre la mía obligándome a soltar palabras sinceras que realmente pendían en la punta de mi lengua.

-Sólo tres preguntas –le dije empezando a sentir que los ojos me ardían pero debía contenerme y ser fuerte ante él, no le podía mostrar lo que pasaba realmente por mí.

-¿Por qué fuiste a Nueva York?

Esa fue Andrea, estaba segura.

-Fue el primer vuelo que encontré.

-¿Aún continúas en la mafia matando gente y obedeciendo a tu maldito jefe?

-Sí.

-Qué decepcionante –murmuró con una risa quebradiza que duró menos de lo que se demoró en salir.

-Te queda una –lo observé impaciente por librarme de él y volver a casa para hundirme en mis pensamientos autodestructivos.

-¿Puedo besarte por última vez?

Oh… Bill, no lo pongas más difícil de lo que ya es, ¿acaso no notas que me estoy desmoronando frente a ti y que si me tocas temo romperme para siempre? ¿No notas que con suerte puede mantenerme frente a ti?

Sus ojos se dulcificaron, se convirtieron en dulce miel derretida y en aquella mirada perdida entre mis pensamientos. Lo amaba tanto, pero lo odiaba también por buscarme y continuar con esto después de tantos años. ¿Tanto le costaba dejarme ir? Ambos tenemos caminos que seguir y ninguno coincide con el del otro. ¿Acaso no nota que vivimos en mundos totalmente opuestos? Mis labios comenzaban a hormiguear a medida que imaginaba inconscientemente la textura de sus labios sobre los míos, ¿habrán cambiado con el paso del tiempo? La saliva se acumulaba en mi boca y sentía mi respiración agitada a medida que él se acercaba más y más.

Pero mi cuerpo alcanzó a reaccionar, y por primera vez sentía que el interruptor con mi nombre se apagaba frente a él… que la Invasora tomaba el lugar que antes correspondía a (name), tomaba en control de la situación tal y como le enseñaron a hacer desde que se unió a la mafia oficialmente. Sentía una sonrisa macabra deslizarse por mis labios dejando ver mis dientes, una pequeña risa brotó de mi garganta con una voz amenazadora, y unos ojos astutos y gatunos observar los de Bill que estaban completamente serios.

-No –negó en un susurró dulce y escalofriante a la vez, como sacado de película de terror-. Creo que ya tengo bastante experiencia contigo como para saber lo que continuaría después de un beso.

-¿A qué…?

-Tres preguntas, no cuatro. Nos vemos, Kaulitz.

Mis piernas se empezaron a mover ignorando e punzante dolor de mi tobillo. ¿Así de fácil? ¿Por qué no me detiene? Oh… estamos corriendo. Yo y la Invasora corremos, y ella alcanza a llamar a un taxi cerrándole la puerta en la cara a Bill. Se despide con una mano y le dice la dirección de casa al conductor. Le entrega unos billetes y el chofer se pierde entre las calles haciendo que Bill pierda el rastro.

Suspira, e internamente me cede el mando nuevamente de mi cuerpo mientras vuelve a esconderse tras el interruptor con su nombre.

Esto no es una misión, pensé.

Tus pastillas, respondió soltando una risita, las olvidaste esta mañana.




jueves, 21 de noviembre de 2013

Capitulo 31 (Tercera Temporada)

ALEXANDER


“-… feliz cumpleaños a ti –mamá terminó de cantar y le sonreí por un momento antes de regresar la mirada a el gran pastel de cumpleaños hecho por ella y lleno de velas multicolores encendidas-. Pide un deseo, Alexander.

¿Qué podía pedir cuando ya lo tenía todo? Oh… sólo una cosa. Miré a mis tíos que grababan mi cumpleaños número once en sus teléfonos y sonreían o lloraban (en el caso de la tía Lily).

Sólo había una cosa que faltaba en mi vida.

Ya no quería a papá. No. O quizás sí, no lo sé. Ahora quería ver a mamá enamorada. Soplé las velas y todos aplaudieron y gritaron emocionados.

-Bien, ¿quién quiere pastel? –preguntó mamá.

-¡Le echó veneno! –advertí mirando a mi familia.

-¿Enserio? –Preguntó la tía Rebbeca levantando las cejas con diversión-. Bueno, en ese caso tu tío Erik debería comer un trozo para que así se le quite lo cascarrabias.

-¿¡Qué dices!? –Dijo el tío Erik haciendo caras graciosas, yo sólo reía mientras mamá repartía los trozos del pastel por todos los platos-. Es Gaspard quién debería comer pastel envenenado, yo soy un angelito.

-¿Un angelito? –preguntamos el tío Gaspard y yo al mismo tiempo. Nos miramos y nos reímos.

-¿Estás segura de que es tu hijo, (name)? Porque juraría que son hermanos en estos momentos, eh-dijo la tía Rebbeca con asombro.

-Bueno, no puedes pedir demasiado cuando se la pasan horas jugando.

-¿Tío quiere ser mi hermano?

-Pero perdería la magia de ser tu tío, Sascha.

-Bueno, en ese caso quédate como mi tío.

Comimos el delicioso pastel de fresas que mamá hizo entre bromas y risas que nos hacían apretarnos el estómago riendo. No había niños. ¿Para qué invitar a mis compañeros cuando realmente no venían a por mí, sino por el pastel? Bianca estaba en sus clases de ballet y llegaría a la en unas horas más, por lo que era el único niño.

-¿Sabes? Deseé que mamá se enamorara –le dije al tío Gaspard mientras jugábamos con la pelota en el patio de la casa.

-Tu madre está enamorada de la vida –dijo sonriendo.

-¿Y de papá? –detuve la pelota bajo mi pie mirándolo fijamente.

-No lo sé.

-¿Cuánto se demora la gente en enamorarse?

-¿Cuánto se demora?

-Sí. Porque mamá se está demorando mucho, tío.

-Eso depende de cada uno.

-¿Acaso no todos se enamoran en primavera como los pájaros y gatos?

-¿Qué…? No, Sascha. Los humanos somos diferentes.

-¿Ah sí?

-Sí. Mira, tu mamá se enamorará cuando encuentre a su media naranja…

-¿Y si encuentra su medio pomelo?

-Jajajajaaaa… media naranja es un término que se usa para describir a tu otra mitad… algo así como tu alma gemela.

-Ah! Ahora entiendo.”




-¡Hola! –la saludé sonriendo ante el alivio de verla completa… una que otra magulladura pero completa.

-Alexander – su voz sonó como si hubiese visto un oasis, ¿enserio me extrañó?-. Dios, te extrañé tanto, hijo.

-Pf!! A que ni te acordaste de mí con tu misión.

-Claro que sí… y más sabiendo que no te veía ni sabía mucho de ti.

-Bueno, en ese caso yo también te extrañé.

Y no era una mentira, eh. Era la primera vez que nos separábamos por días y sentía que habían sido semanas. Me sentía tenso cuando no sabía cómo y dónde estaba, en cambio ahora que la tenía frente a mí, cada molestia mental y corporal se había desvanecido con su presencia. ¿No es eso lo que pasa cuando uno ve a sus padres? Te sientes protegido, tranquilo y en paz con el mundo. No te falta nada y eres feliz tan solo con el hecho de verlos frente a ti.

La abracé, algo que no esperaba debido a que realmente nunca le abrazo. En volvió sus brazos en la parte alta de mi espalda y apoyó su frente en mi hombro. Escuché un sollozo y pequeñas contracciones de su caja torácica. Olí el aroma de su cabello húmedo y acaricié su espalda a medida que los sollozos aumentaban su intensidad, ahora me sentía en casa.

Observé al tío Erik bajando el equipaje del auto de mamá. Siendo sincero, realmente lo había pasado bien con mis tíos y Bianca. De hecho me enteré de muchas anécdotas familiares, de misiones y combates mano a mano. Él me miró y sonrió con un brillo extraño en sus ojos, evadí su mirada y me encontré con Bianca ofreciéndole un pañuelo de género a mamá para limpiar su rostro.

-Ya, tranquila –murmuré suavemente sin separarla de mí.

-Es que me sentí… tan culpable de dejarte… sólo acá y…

-Mamá, me dejaste en buenas manos. Además, sé cuidarme solo. Ven, te daré un té para que te relajes –tomé su mano y la obligué a sentarse en el sofá justo en el momento en que apareció mi tía Rebbeca con una taza en sus manos. Sí, ella entendía mejor que nadie las cosas femeninas y los deseos de mamá.

-Gracias –murmuró sonriéndole.

-Bueno, cuéntame cómo te fue.

Omitiendo los detalles morbosos, sangrientos y llenos de malas palabras, mamá me explicó su misión con la frialdad típica de alguien que explica cómo se cocina un pavo para el día en acción de gracias en un canal estadounidense de cocina americana. Mató a quien quería atacarla, derritió cuerpos en soda caustica y quemó o decapitó a otros. Seguramente si fuera normal como cualquier adolescente, mi bilis estarías desparramadas por las paredes o el piso… pero no lo era… aprendí a manejar armas a temprana edad y luego de saber cómo nacían los bebés aprendí lo que eran los asesinatos. Definitivamente mi crianza no fue muy normal.

-Tu pie –observé su extremidad vendada.

-Me torcí el tobillo muy fuerte… nada grave pero tendré que caminar lo menos posible durante algunos días –dijo restándole importancia.

-Bueno, ya sabes dónde están las pomadas con ibuprofeno y las pastillas.

-Sí. ¿Y tú? ¿Qué has hecho en mi ausencia? No es que seas muy comunicativo por teléfono.

-Bueno, fui a la escuela aprobé cinco exámenes con la máxima calificación y más que nada me dediqué a estudiar.

-Vaya… y yo que te imaginaba de fiesta en fiesta.

-¿Qué? ¿Me tienes por parrandero? –dije abriendo los ojos desmesuradamente y ella se rió.

-¿Acaso no lo eres? Ni quien te viera por la calle creería que eres un angelito, eh.

-Sabes que soy un buen chico, ma. Tooooodos te lo dicen, en especial tu jefe.

-¡Por Dios madre, ese vocabulario!

-Bueno, hace como que no escuchaste nada, Sascha.

-¿Lo llamaste?

-Sí, antes de abordar el avión.

-Eso quiere decir que ya depositó tu dinero y estás libre de él por unos días o semanas.

-Exacto.

-Bien.

-Bien –repitió suspirando.

-Bien –repetí cerrando los ojos disfrutando del aliviando de andar sin preocupaciones por unos días.



INVASORA


-Oye.

-Dime.

-Por favor no hagas tonterías mientras esté con el pie dañado. Realmente no ando con muchos ánimos de manejar hasta tu instituto.

-No hay problema. Realmente no tengo mucho tiempo entre trabajos y exámenes… seguramente llegaré un poco tarde a casa.

-Si quieres le digo a Erik que…

-No molestes más al tío, enserio. Sé cómo llegar sin peligro alguno a casa.

-Entonces llámame cuando vengas en camino y…

-GPS, lo sé.

-Gracias, Sascha.

-Oye, tengo que cortar… la bibliotecaria me está mirando feo o quiere que la folle y…

-Alexander.

-¡Vale! Me mira feo y me dice que cierre la boca de una puta vez. Nos vemos, ma.

-Ok, hijo. Te quiero, no lo olvides.

-Y yo a ti.

Guardé mi teléfono no sin antes observar el fondo de pantalla en donde aparecía una secuencia de imágenes de mi hijo y yo juntos. Separé un trozo de pastel del resto, lo pinché con el tenedor y lo saboreé en mi paladar sintiendo el ácido de las frambuesas en mi lengua. Realmente necesitaba de este tiempo a solas después de la misión.

Ahora volvía a cumplir con el rol de madre, de una mujer común y corriente por las calles de una tranquila mañana de Berlín. Mi pie vendado dentro de mis zapatillas y mi apariencia deportiva con el buzo gris, me hacían sentir totalmente relajada en este café en el centro de una ciudad llena de turistas tomando fotos por cada paso que daban.

Volví mí mirada hacia el periódico frente a mi encontrándome con diputados, senadores y sociólogos debatiendo sobre la economía y legislación alemana en épocas actuales. Realmente todo se hacía aburrido, menos los misceláneos.  Tomé mi café mientras leía un reportaje a una famosa actriz neoyorquina que debutaba en una obra de teatro alemana por primera vez, pero realmente no le tomé la atención correspondida…

Estaba distraída… completamente enredada entre mi mar de pensamientos.

Rememorando mi estadía en Asís junto a Ian…

Él quería que empezara de cero junto a él y mi hijo, que olvidara todo lo proveniente de un pasado lleno de altibajos y comenzara una nueva vida a su lado para formar una familia. Lo amaba, enserio. Pero todo lo que me pedía se me hacía completamente difícil sabiendo que formaba parte de mis pulmones y mi piel. Ian significaba nuevas oportunidades en mi vida, lo que se me hacía una oferta muy buena desde el minuto en que decidimos avanzar en nuestra relación.

Y de repente aparece Bill, como un recordatorio doloroso que atraviesa mis venas y acelera mi corazón casi olvidado en las oscuridades de mi cuerpo y alma. Volvía a sentirme viva, importante y herida. En cambio con Ian nada de eso era posible, porque por mucho que lo quisiera, sentía que sinceramente me estaba engañando sola al aceptar nuestra relación.

Dejé el dinero junto a la propina en las manos del mozo, y me encaminé lentamente (no podía caminar rápido por obvias razones) a través de las calles llenas de vida. Observé tiendas repletas de clientes que compraban como si se fuese a acabar el mundo, librerías vacías con estanterías llenas de libros, pastelerías colapsadas… realmente era un caos.

Opté por el camino al parque más cercano el cual se encontraba casi vacío debido al poco colorido de éste. Me senté en una banca frente a una laguna con aves y plantas acuáticas, me puse los audífonos, cerré mis ojos y me sumergí en un mundo lleno de espirales con palabras, pensamientos, recuerdos. Oh… ¿cómo olvidar la primera vez que bailé con Sascha? Movía sus pies siguiendo a los míos y afirmaba sus manitos en las mías cuidando de no pisarme o perder el equilibrio “mami, apuesto a que soy tu mejor alumno bailarín”, recuerdo que dijo sonriendo con la ausencia de uno de los incisivos centrales.

Abrí los ojos cuando sentí una presencia a mi lado, un aroma característico e imposible de olvidar por mucho que pasaran los años. Mis manos sudan repentinamente y mi respiración se vuelve turbulenta a medida que entro en pánico. Me giro lentamente, evitando una observación completa y llena de sentimientos. Mi corazón latía fuerte al verlo de nuevo. Al ver al dueño que tanto ansió todos estos años y que simplemente cansó de esperar. Cuando menos buscas, es cuando encuentras. Pero yo no lo busqué, no lo quise interrumpir jamás. Simplemente desaparecí de su vida para que los planes de un hijo no interfirieran con los de él.

Necesitaba huir por mucho que no fuera algo natural en mí. Debía detener aquella voz contenida durante años y que amenazaba a mi boca con su alegría y emoción. No. No podía dejar que siguiera con esto.

Tomó mi mano cuando impulsé a mis piernas a pararme, alejarme y esconderme nuevamente de él. ¿Por qué dejé que Alexander escogiera este país? La electricidad volvió a mi cuerpo con demasiada intensidad y temí gemir si seguía corriendo a través de mí por lo que me solté inmediatamente liberando uno de los audífonos de mis oídos y oyendo el silencio a nuestro alrededor.

Sus ojos, de un profundo color café que parecía derretirse e hipnotizarme, me observaban atentos y con un leve parpadeo a medida que su rostro se volvía cada vez más serio. No, no podía volver a caer, no ahora que me encontraba con él después de muchos años.

-Si te paras, llamaré a la policía y a los medios de comunicación asegurando que estás vinculada con bandas antisociales –amenazó con su voz ronca, profunda y seductora.

No le respondí pero sabía que estaba hablando en serio a penas noté la línea que formaron sus labios. Me quedé quieta observándolo con el ceño fruncido hasta que tuve que desviar la mirada o rompería en lágrimas. Puse mis manos en los bolsillos evitando que se congelaran y me separé lo más que pude de él.

-¿Por qué huiste, (name)? ¿Por qué temes de mí como si fuera tu peor pesadilla?


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Les subo un cap. porque el finde me pasaré todo el día estudiando para mis exámenes finales. Espero que les guste y que les dé un infarto con el final ;)

Nos leemos pronto!! 

jueves, 14 de noviembre de 2013

Capitulo 30 (Tercera Temporada)

ANDREA

-Bien, me imagino que quieres arreglar lo de los horarios de mi hija.

-No. Sabes que nuestros abogados lo dejaron completamente equitativo a nuestros tiempos libres y que si quisiera modificarlo habría hablado con ellos.

-¿Y ella? ¿Dónde está?

Algo extraño invadía el ambiente. Bill frente a mi junto a su hermano Tom… esto era atípico para hablar de Cassandra, de hecho su hermano menor era el que menos se involucraba en nuestras discusiones por el simple motivo de que no le correspondía. Dejé la taza blanca de porcelana en la mesita frente a mí sin apetito ante tanto misterio.

-Fue al cine con un amigo.

-¿Un… amigo? Thomas, no me digas que volvió con…

-Se llama Alexander –intervino ante mi reprimenda tras prohibirle a nuestra hija que volviera a salir con el patán anterior.

Un escalofrío bajó por mi espalda, los recuerdos de aquella tarde y el impulso de querer dirigirme donde mi antiguo jefe a por respuestas que sabía que no obtendría. Observé a Thomas mirarme seriamente igual que su hermano, sus ojos escondían ansias de algo que realmente no conocía.


“-Mamá, él es Alexander. El chico del que te hablé.

-Hola Alexander.

-Un gusto conocerla, señora…

-Llámame Andrea. Realmente me siento vieja cuando me dicen así… no se queden ahí parados, pasen”


-¿Entonces para qué me llamaron? Porque si no es por mi hija, no entiendo qué hago en esta casa.

-Es sobre (name) –habló por primera vez, Bill.

Sabía cuán duro era este tema para nosotros, en especial cuando prometimos no mencionar nada a nadie y hacer como que ella no existió. Observé la quijada de Bill apretarse y un nudo creció en mi estómago amenazando con sacar la poca comida que había ingerido. Éste era un tema restringido, por lo que debió pasar algo para que ellos quisieran indagar en el pasado, y lo único que pedía era que no diesen en el blanco.

-Prometimos no hablar de ella –les recordé cruzándome de piernas.

-Bueno, una simple excepción no le hará daño a nuestra promesa –contraatacó Tom con una sonrisa que me habría encantado borrar de un golpe.

-¿Y qué les hace pensar que hablaré de ella? Realmente lo saben todo.

-Nunca nos dijiste su paradero cuando se fue.

-¿Es eso? –Sonreí restándole importancia, realmente no los entendía-. ¿Y qué sacan ahora sabiéndolo?

-Quizás mucho más de lo que nunca nos dijiste.

-Saben que ella es como una nómade… entra y sale de un lugar en cualquier momento. Y si lo quieren saber… bueno, me enteré meses después que estaba en New York, en un departamento privado con la mejor de las vistas.

-¿Dónde fue después?

-Ahí sí que no lo sé.

-¿Estás segura? –insistió Tom.

-¿Y qué sacaría si te lo digo ahora en caso de saberlo? Acabo de decirte que desde que la conozco cambia constantemente su paradero.

-¿Qué hay de la mafia?

-Me desligué de ella antes de que (name) se fuera de tu lado, Bill. Y desde ese momento ya no sé nada más.

-¿Entonces cómo supiste dónde estaba ella?

-Llamé a Gaspard.

-¿No te dijo nada más?

-No y no quise saber más. Sabía que tenía sus motivos para abandonar a Bill en contra de su propia voluntad.

-Se supone que sabes el por qué.

-Sí, lo sé. Y eso realmente no lo puedo decir porque prometí llevármelo a la tumba si era necesario. ¿Ya terminaron con su interrogatorio? Realmente no me sobra mucho el tiempo y necesito volver a cambiarme de ropa para mi turno.

-¿Qué la obligó a irse? –insistió con un poco de desesperación Bill.

Sinceramente, ni si quiera dándole la espalda podía odiar a Bill. Thomas y yo teníamos nuestros motivos para estar divorciados, y éstos no se relacionaban con su hermano. Sabía lo mucho que había sufrido Bill tras la partida definitiva de su novia y mi mejor amiga, la Invasora, y me dolió mucho más ocultarle su paradero y los motivos de su huida. Él había sufrido mucho, más de lo que he visto sufrir a una persona en toda mi existencia, pero no podía decirle dónde estaba en esa época.

Y ahora, que realmente tenía serias sospechas sobre la verdadera identidad de Alexander Kaulitz, el amigo de Cassandra, también me encontraba en la misma situación de Bill al querer dar con ella y su paradero. Tomé mi bolso evitando la mirada de ellos, en especial del hermano menor de Tom, porque la de mi ex esposo realmente no me interesaba mucho… ya nos habíamos hecho demasiado daño para seguir inculcando más dolor.

-Andrea –me llamó Tom.

-Lo siento mucho, Bill. Al igual que la promesa que nos hicimos cuando ella se fue, ésta tampoco la puedo romper.

-¡Está en el pasado, Andrea! ¿Qué no entiendes cuando te digo que…?

-No insistas más, Thomas.

Caminé hacia el pasillo en dirección a la salida cuando ya me empezaba a sofocar con tantas preguntas que no podía responder. Necesitaba aire puro y fresco. Necesitaba volver a mi trabajo y despejar mis pensamientos.

-Ella tuvo un hijo.

Me detuve en seco olvidando tomar la manilla a último momento cuando escuché la voz de Bill a mis espaldas. ¿Cuánto sabía Bill en comparación con lo que yo intuía? ¿Acaso ya conocía a Alexander? Lo más seguro era que el amigo de Cassandra ya haya estado antes en esta casa. Pero ese no era un motivo firme para decirle lo que mis pensamientos redactaron aquella vez que lo vi en mi departamento. Quizás llevaba tiempo sin ver a (name), años, pero no podía decirle a Bill algo que realmente no me correspondía porque no soy quién para decirle lo que pienso y lo que no.

-¿Tuvo un hijo, verdad?

-No la veo desde el día en que se fue.

-Mientes –murmuró con voz ronca Thomas.

-No –me giré para afirmar mi respuesta-. He tratado de saber dónde está, pero ya no tengo contactos que me guíen a ella. Ni si quiera a Gaspard o Erik. No sé dónde está y creo que ya es muy tarde para buscarla porque dudo que siga con vida en el trabajo que tiene.

-La vi, Andrea –confesó Bill.

-¿Qué? -¿A éstas alturas me viene a decir que la vio? Realmente esto confirmaba que me podía esperar cualquier cosa de los Kaulitz.

-Hace unos días, la vi en una pizzería del centro de Berlín –observé sus ojos y lo difícil que se le hacía hablar de ella nuevamente-. Estaba con un hombre, pero ella me vio y huyó de mi como si estuviera escapando de la misma muerte.

-¿Ahora entiendes todo esto?

-Sí, pero… ¿de qué va si tuvo un hijo o no? Realmente no entiendo esa parte.

-Hay un chico con el que Cassie se junta. Se llama Alexander –respondió Bill retomando la compostura.

-Se parece demasiado a Bill, tiene rasgos idénticos a los de él y a veces habla como si… ocultara cosas, ¿me entiendes? No tiene padre, y su madre… él dice que trabaja en una agencia de negocios, y que pasa viajando, pero realmente no le creo.

Demasiadas coincidencias.

-¿Lo conoces? –preguntó Bill.

-Una vez… -tenía que confesarles que ya lo conocía porque Cassie podía decirles si ellos se lo preguntaban y notarían mi falacia-. Cassandra llevó a un chico a mi departamento.

-Quizás sea el mismo Alexander del que estamos hablando ya que últimamente parecen uña y mugre.

-¿Y si son pareja? –preguntó Bill a su hermano.

-Cassandra me dijo que eran amigos, ya que él no cumple con las expectativas masculinas que desea en un chico de su edad.

-¿Y le crees? –Thomas juntó el entrecejo algo molesto por lo que acababa de decir.

-Bueno, de mujer a mujer tenemos códigos y sé que no me miente cuando dice eso. Tú también deberías creerle porque es nuestra hija, Thomas. Y si no le crees…

-Si no le creo es porque salió idéntica a mí en el sentido de los ligues. No quiero que mi hija termine con sida en cualquier momento.

-¡Por la mierda Thomas! Entiende que no son nada. ¿Acaso no los ves cuando están juntos? ¡Son como hermanos!

-¡Ya basta! –intervino Bill poniéndose entre nosotros-. Jesús, ustedes están peores que niños, eh. Si van a discutir sobre su hija deberían hacerlo frente a sus abogados, un juez y un mediador. Realmente no entienden el concepto de hablar tranquilos.

Observé a Thomas y supe que estaba tan dolido y avergonzado como yo. Nunca medíamos nuestras palabras, ni si quiera cuando nos divorciamos y peleamos por la custodia de Cassandra. Sé que antes, cuando nos amábamos y educábamos a nuestra hija en un entorno feliz, no era así. Pero las mentiras de su parte y de la mía arruinaron nuestra relación.

Mis mentiras estuvieron basadas en proteger el pellejo de (name) cuando Bill intentaba desesperadamente buscarla por el mundo entero. Sus mentiras se relacionaron con su actual pareja, con Ria. Y si no fuese porque los encontré follando en el estudio de música, seguramente aún seguiría con los cuernos más grandes del mundo. Abrí la puerta y me puse los lentes antes de que vieran mis ojos llorosos por los horribles recuerdos de dos cuerpos unidos sobre el sofá de cuero negro.

-Ya sabes dónde contactarme, Kaulitz –sí, esa fue mi despedida.



INVASORA

-¿Estás segura de esto?

-Sí. Es la única forma de asegurar que quede bien muerto.

-Notarán el fuego y vendrán a ver.

-Para cuando lo noten estará completamente calcinado, Ian.

-¿Tan grande es tu sed de venganza?

¿Qué clase de pregunta era esa? Todos saben cuan maquiavélica puedo llegar a ser, así que no entiendo por qué se sorprende. He decapitado, descuartizado, destripado, empalado… ¿acaso no le parece que incinerar a un enemigo del pasado es lo más elegante dentro de las maneras de morir? Me apoyé en un árbol cercano ya que mis piernas no podían seguir soportando mi peso por mucho tiempo más. Seguramente tendría un esguince en el pie derecho y tendría que vendarlo por unas semanas además de caminar lo menos posible.

-No hay sed de venganza en mí.

-¿Entonces a qué se debe esto?

-Ya te lo dije, debo asegurarme de su muerte.

-¡Dios, huele asqueroso!

-Carne quemada –murmuré cerrando los ojos.

Esto era lo que no quería que mi hijo viera si quería unirse a la mafia. No deseo ver a Alexander matando a personas que no conoce y que no le han hecho daño a él, sino que a su jefe. Por eso prefería que se quedara en hoteles antes de acompañarme. Además, nadie podía saber de su existencia o sería a quien primero matarían bajo la ley del “ojo por ojo, diente por diente”. Él era mi punto débil, y debía alejarlo de la visión del enemigo.

Este tipo, Rick, realmente se había convertido en un problema personal más que laboral; me había visto hace unos años atrás con Alexander en mis brazos cuando éste debía tener unos tres años. Había evadido los impuestos que la C.T.M.I había establecido con tal de crear un orden a nivel mundial de las mafias más importantes, y ahora que lo encontraba, incinerarlo era lo más justo para alguien que pudo poner en peligro la vida de mi hijo. Claro, sus seguidores me aseguré dispararles en el lugar correcto sin lugar a errores debido a la escacez de balas que me enviaron para completar la misión.

-¿Estás bien? Tu pie se ve bien feo, eh.

Sí, estaba descalza rogando por un baño caliente a la luz de las velas y una cama con sábanas suaves para dormir luego de veintiséis horas de seguimiento preventivo. Guardé el encendedor de plata en uno de los bolsillos de mis pantalones, tomé mis botas y caminé lentamente hacia la camioneta robada.

-¿Estás enojada?

Lo observé detenidamente mientras me sentaba en el copiloto. Mi cuerpo pesaba millones de libras, o eso sentía.

-No. Sólo quiero llegar y quitarme esto de una vez por todas.

-Lo hiciste excelente, amor. Realmente nunca fallas con tus tácticas.

-Gracias, Ian. En realidad son años de entrenamiento –sonreí o traté de hacer mientras nos poníamos en marcha hacia nuestro auto rentado y de ahí al hotel.

-Lo sé. Todos conocen tu historia de cómo empezaste hasta tus días actuales.

-¿Enserio? Trataré de ser más precavida entonces.

-¡Bah! Sólo conocen tu desempeño como espía, cariño. No me refería a…

-¿Mañana volvemos a Berlín, verdad?

-Sí, ¿por qué lo preguntas?

-Porque extraño a Sascha.

-Ah… ¿y si lo llamas?

-No… no quiero. Necesito verlo en vivo y en directo.

-Está bien, créeme. Ya es grande y sabe cuidarse solo.

-Humm… a veces te imagino con la panza abultada. Realmente debiste lucir hermosa cuando estabas embarazada de él.

-Erik y Gaspard tienen fotos de mí así. Si quieres se las puedes pedir.

-Creo que lo haré. Si ahora eres hermosa, debiste de serlo también durante el embarazo.

-Recuerdo que lo peor del embarazo eran los antojos de comer estupideces en la madrugada y tener los pies hinchados.

-Pero Gaspard y su esposa estuvieron contigo.

-Sí.

-¿Y tienen video de ti?

-Por supuesto. Tenían cierto fanatismo por grabar el crecimiento de mi barriga a medida que pasaban los meses, así que me resigné a seguirles el juego.

-¿Entonces nunca le faltó un padre a Alexander?

-No. Pero siempre estará pendiente en su vida la figura que él desea.


¿Cómo explicarle a tu propio hijo que su padre es una estrella de rock alemana llamada Bill Kauliz? Alexander es capaz de cualquier cosa con tal que él sepa de su existencia, pero no quería dañarlo en el intento. El mundo de las cámaras puede ser cruel cuando hay miles de guardias de seguridad y guarda espaldas que serían capaces de matarlo con tal de que no se acerque a conocer a su padre. Porque así de agitada era Alemania, y así de cruel podía ser Berlín.



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Disculpen la demora por no subirles un capítulo pero a medida que se acerca fin de año, la presión aumenta y no he parado de hacer informes. Les juro que cuando tenga tiempo volveré a subirles otro.

Ah! Muchas gracias a todas las que me saludaron por mi cumpleaños. Valoro mucho cada palabra que redactaron por mensajes en facebook, mi muro y mi correo :)