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jueves, 27 de febrero de 2014

Capitulo 43 (Tercera Temporada)

INVASORA

-No…

¿Cómo resistirse a unos labios suaves y amables sobre los tuyos? Era como alejar un placer culpable que realmente se volvía adictivo. Sí, así eran los labios de Ian, un verdadero placer culpable. Mi cuerpo se contorsionaba fácilmente bajo el suyo, rozando nuestras pieles húmedas y llenas de calor. Sentía los temblores de su piel invadir la mía, las sábanas enredadas en nuestras piernas y la oscuridad protegiéndonos como si estuviera celosa de la luz de la luna.

Traté de separar su cuerpo del mío, tirando de sus hombros pero sólo fueron rasguños los que salieron de su piel entre mis deods. Podía sentir el molesto roce del género de nuestros pijamas estorbándonos, su cuerpo invocaba el placer en el mío y me sentía como una serpiente bailando con la música de su encantador. Sabía que debíamos detenernos, pero no podía alejar nuestros cuerpos por mucho que lo deseara porque mis pensamientos se habían apagado cuando el placer de lo exquisito persistió sobre ellos.
Mi mente estaba totalmente en blanco pidiendo más. Casi podía sentir el metal frío de sus labios chocando con mis dientes hambrientos de los suyos, los tatuajes bajo la yema de mis dedos recobrando vida y moviéndose bajo mis manos, oler su perfume, escuchar su voz llamarme y…

-Bill… -gemí como si fuera el agua que calmaría mi sed.

Y la realidad me llegó de golpe con brutalidad, enfriando todo lo que pude haber sentido antes. ¿Qué pasaba por mi mente? ¿Por qué de la nada se crean ilusiones que juegan con mis sentimientos? Me sentía en una conste batalla interna, un debate constante sobre el deber y el querer. Y no fui la única que se congeló, él lo escuchó y pude sentir que se tensaba sobre mí, parando sus movimientos y apoyando la cabeza a un lado de la mía sobre la almohada.

Nos separamos, más por vergüenza e incomodidad que por molestia. Él en un extremo y yo en el otro como si nos repeliéramos. Jadeábamos sumidos en nuestros pensamientos. Podía ver una gota deslizarse por su frente a la luz de la luna, sus cabellos desordenados y los músculos de su brazo derecho. Apoyé la cabeza en la pared, reprochándome internamente en haber cagado un momento tan íntimo como éste pensando en el estúpido de Bill. Y es que no podía engañarme tan poco, no he dejado de pensar en lo que me dijo. Terminó con Lena por mí, y yo estoy con otro.

-Lo siento, Ian, yo…

-Está bien, creo que… es normal.

-No –encendí la lámpara de noche sintiendo mis ojos arder ante el primer contacto con luz-. No está bien, se supone que estoy contigo y de repente pienso en él y… esto es frustrante.

-Es el padre de tu hijo. Y sé que en Asís te pedí que lo olvidaras pero creo que no lo lograrás si tienes en mente que tarde o temprano aparecerá a reclamar su paternidad y el lugar que le pertenece… es por eso que te insistí en que nos casáramos, así él no podría acercarse a Alexander o a ti porque yo te protegería… los protegería.

Sus palabras eran convincentes y su argumento era válido, pero algo en su voz me hacía dudar y mantenerme alejada de é, como si fuera amenazante y territoriall. Si me casaba con Ian, Bill sabría que lo había olvidado y que lo nuestro fue un error. Pero Sascha… a él lo perdería para siempre porque quiere a su verdadero padre, no a un padrastro, y sé que no me lo perdonaría por nada del mundo, por el contrario, intensificaría la búsqueda hasta dar con él y seguramente rearmar una vida sin mí y cerca de Bill.

Estaba a punto de responderle, a punto de decirle que dudaba respecto a su teoría y confesarle que había visto a Bill últimamente y que las cosas se estaban volviendo serias en un sentido que no sabría cómo definir con exactitud. Pero quizás el destino no lo quiso así, porque o sino no habría empezado a sonar el único teléfono que podría detener cualquier momento en mi vida y congelar cada segundo si fuera necesario. Lo busqué en mi bolso hasta dar con él y leer el nombre en la pantalla ignorando la mirada demandante de Ian. Era Jake.



ALEXANDER

-Perdóname por haberte llamado tan tarde –se disculpó con el café entre sus manos, apostaría a que estaba muerto de frío.

-Da igual, no podía dormir de todos modos.

-¿Insomnio?

-Algo así -¿cómo le explicas a un adulto que los ruidos que tu madre con tu futuro padrastro follando es de lo más vomitivo? -¿Y tú? Digo, son las dos de la madrugada.

-Me cuesta dormir cuando estoy bajo constante estrés. Entre mi vida personal y laboral, no sé qué es más liviano.

-¿Problemas en el paraíso? –sonreí volviendo a revolver mi taza con té rojo, lo suficientemente liviano para hacer de somnífero.

-Esa casa no tiene mucho de paraíso. Los problemas de Tom son también mis problemas en su mayoría, al igual que los de Cassie.

-¿Quieres hablar de ello? Me han dicho que como psicólogo soy excelente, en una de esas mi orientación de puede servir más al no ser de tu familia.

-En realidad te llamé porque necesitaba hablar con alguien –confesó apoyando la mejilla en la palma de su mano. Pequeñas sombras se formaban bajo sus ojos, y a juzgar por su vestimenta debió salir con lo primero que encontró-. Georg está fuera de la ciudad, Gustav no es de las mejores compañías nocturnas y Andreas está en Londres para una sesión de fotos para Ralph Lauren. Así que me acordé de mi pequeño amigo.

-De pequeño sólo la edad, eh. Aunque una vez hice un test en internet y mi edad mental es de sesenta años.

-Eso es extraño.

-¿Y de que querías hablar? Porque una conversación contigo a esta hora es extraño, en especial sabiendo que eres famoso.

-¿Te molesta mi fama?

-Me podría traer problemas si quiero pasar inadvertido en el mundo –eso fue lo suficientemente sincero en vez de decirle que los problemas estaban a un nivel mafioso.

-Prefieres ser invisible.

-Es algo complicado.

-Tengo toda la noche, Alexander.

-Dime Sascha, el novio retrasado de mi madre me llama así y ya he tenido suficientes arcadas por hoy. No tengo nada en contra de mi nombre, pero prefiero que sea más corto.

-Ok, Sascha. ¿Entonces me dirás por qué es complicado? Prácticamente te veo siempre en nuestra casa, así que dudo que pases inadvertido para la prensa.

-Bueno, siempre hago estupideces para aumentar mi historial criminal, y eso no me trae demasiados problemas. El problema es que llegue a aparecer frente a cámaras de televisión.

-Déjame ver si entendí. Puedes hacer lo que te dé la gana mientras los medios no se enteren.

-Ajá.

-¿Y qué tienen que ver ellos contigo?

-No es conmigo, es con el trabajo de mi madre. Su jefe… bueno, el viejo es bien bipolar y no le conviene que el hijo de su empleada estrella ande por la vida haciendo locuras que perjudicarían su negocio.

-Suena como si estuviera enviciado con tu madre.

-Planea dejarle la empresa cuando muera.

Elevó las cejas totalmente sorprendido como si hubiese roto sus esquemas. Seguramente ahora entendía que mi vida era un poco complicada y que yo la hacía obstinada para que fuese más divertida.

-¿Y qué hay de ti? No puedes tomar el transporte público ni caminar por las calles sin ser interrogado con micrófonos.

-Al principio era de lo peor, porque empezamos a ser famosos a muy temprana edad. Quería ir a fiestas, a centros comerciales o simplemente caminar por un parque pero no podía porque en un segundo me veía rodeado por chicas. Pero ahora es diferente porque… bueno, creo que he aprendido a controlar al monstruo de la fama.

-Y debió ser el “boom” cuando nació Cass.

-Lo fue. Cielos, fue terrible. Todos querían tener un trozo de ella y no podíamos ni asomarnos por las ventanas. Así que nos íbamos por temporadas a la casa de mis padres para tener un poco más de tranquilidad.

-Al menos no tuviste un hijo o sino, todo sería aún más caótico.

-¿Qué quieres decir? –me miró perplejo, como si hubiese confesado un plan conspirador contra los monos.

-Me refiero a que tú eres el líder de Tokio Hotel lo quieras o no. Todos los vocalistas lo son, por lo que la atención máxima se centra en ti. En el caso de que tuvieses un hijo, seguramente lo acosarían hasta obtener tus más íntimos secretos en la pantalla grande, ¿entiendes?

-Nunca lo vi de ese modo –confesó y pude notar la tristeza en el tono de su voz.

-Oye, si quieres tener hijos, te recomiendo que vayas a China. Allá no pueden tener más de un hijo por la sobrepoblación, así que podrías adoptar a un par de chinos y hacerlos trabajar de por vida.

-Jajajajajajaaaa… no sabía eso.

-Para que veas que soy culto.

-El hecho es que… con la única persona que quise tener un hijo o más no podía del modo natural y más hermoso que la adopción misma.

-¿Qué? ¿Era un hombre? –bromeé pero él seguía igual de serio por mucho que se haya reído un poco por mi estupidez.

-Era infértil.

-Oh…

-La abusaron sexualmente y quedó infértil.

-Vaya, no esperaba algo tan trágico –y ésta es la parte en donde preferiría golpear mi cabeza contra el vidrio que nos separaba de la calle.

-En fin… ¿cómo te ha ido con las solicitudes a las universidades?

Vaya, un tema neutro que hablar debido a que lo manejaba con total tranquilidad y él fingiría estar interesado en algo mientras consolaba el dolor de sus pensamientos o como quiera llamarle a esa mirada depresiva en sus ojos cuando hablaba del amor de su vida. Le comenté que estaba viendo universidades en el extranjero, de nombres grandes y reconocidos. Por suerte, mis calificaciones y la insistencia de mi madre me permitían regodearme entre universidades como Princeton, Oxford, Hardvard, Standford, la Estatal de Pensilvania y hasta Cambridge. En cuanto a la carrera, lo más seguro era que me guiara por la medicina ya que de las leyes no daría ningún ejemplo a los demás.

-Las postulaciones inician en dos semanas más, pero nos han estado jodiendo con enviar de antes las solicitudes y…

-Cubre tu cara –murmuró entre dientes observando un punto detrás de mí.

-¿Qué?

-Que tapes tu rostro –insistió.

Noté que se puso tenso, y momentos antes del primer flash, me lanzó su bufanda gris a la cara. Claro, por un momento olvidé que con quien hablaba era una estrella de rock. Enrollé la bufanda en mi cuello tapando parte de mi rostro y subí el gorro del pollerón que traía justo en el instante en el que un flash se ponía a mi lado y una ola de cámaras que se pegaban al vidrio tratando de obtener un primer plano. Cubrí el paso de las cámaras a mi rostro con las manos al tiempo de Bill maldecía corriendo una de las cortinas para acabar con el primer plano que le daba la cámara.

Cuando los flashes se transformaron sólo en luces molestas que coloreaban las cortinas, uno de los empleados aseguró las ventanas y puertas, murmurando maldiciones y disculpas al mismo tiempo. Me quité la bufanda y el gorro sintiendo de repente más calor que frío.

-Lo siento, yo… ni si quiera puedo tomar un café tranquilo.

-Nunca creí que fuera tan intenso –murmuré viendo todos los vidrios cubiertos de cortinas sólo porque Bill Kaulitz estaba ahí.

-Debes sentirte incómodo ahora que obtuvieron tu imagen encapuchada.

-No –sonreí abiertamente viendo que parecía sentirse culpable-. De hecho me siento como Paris Hilton.

Sus carcajadas invadieron el lugar y los empleados que me oyeron, sonrieron aguantando la risa. Vaya, ahora estaba hecho un completo payaso. Me imaginé como una versión de Krusty, el payaso de los Simpson y preferí agitar la cabeza para quitar esa asquerosa imagen con cabello azul.

-Creo que Britney Spears es mejor que Paris Hilton –sugirió sonriendo.

-No hay mucho que elegir entre rubias –me encogí de hombros recordando a Cassandra besándome.

-¿No te gustan las rubias?

-No. Tienen ese aspecto… fácil y de Barbie.

-Así que las prefieres morenas.

-Sí. Tiene ese toque intelectual y serio que empalman al instante.

-Vaya, quién pensaría que tenemos los mismos gustos.

-¿Enserio? Pensé que los cantantes preferían las groupies llenas de maquillaje y cabellos rubios.

-No hablo por todos, pero siempre he preferido a las chicas simples, tímidas y cultas. Nada con tatuajes, maquillaje fuerte y perforaciones.

-Lo contrario a ti.

-Algo así. Entonces, me puedo asegurar de que no sientes nada por Cassandra.

-¿Por qué la pregunta?

-Bueno, llegó llorando a casa y no quiso hablar con Tom, así que accedí a hablar con ella y me dijo que te besó.

-Ah, bueno –vaya, qué problemón.

-Y la rechazaste.

Me sentía incómodo. Y es que no era para menos ya que tenía en frente a su tío, por lo que una paliza sería una de las cosas que podría recibir de su parte. Además, era su única sobrina por lo que no tendría problema de derribar a alguien que lastimó a su chica favorita.

-Mira, realmente no quiero ser un estúpido con ella más de lo que ya lo soy. La considero mi amiga, y no quiero que se ilusione con algo que realmente no siento, no quiero dañarla.

-La botaste.

-No medí la fuerza, ¿vale? Traté de separarla con cuidado pero ella insistió. Realmente lamento que me odie y que tú también lo hagas, porque a pesar de todo sé que hice lo correcto y no fui un canalla como pude serlo –finalicé con seguridad mirándolo seriamente para recalcar la firmeza en mi voz.

-No te preocupes. Por mi parte no te podría odiar sabiendo que hiciste bien en no mentirle. Quizás lo mejor será que hablen y aclares lo que pasó, porque créeme cuando te digo que la vi devastada.

-Prefiero que me odie.

-Eres orgulloso.

-Tal vez, no lo niego. Pero creo que le hará bien odiarme por un tiempo mientras se enfrían las cosas. Así aprovecha de desenamorarse de mí.

-Eso tiene sentido.

-Imagínate que una fanática hormonal te besara en un arrebato, y tú de la impresión la botaras sin querer hacerlo. ¿Acaso no harías lo mismo?

-Nunca lo vi de ese modo –aseguró impresionado y con una sonrisa asomándose en la comisura de sus labios-. Realmente me sorprendes cada vez que hablo contigo, Sascha.

-Somos dos, Bill –aseguré y chocamos ambas tazas a modo de brindis-. Somos dos.



INVASORA

-¿Dónde está?

-Sígueme.

Mis tacos resonaban entre el silencio, haciendo eco a nuestro alrededor. Miré de reojo a Ian, a quien retuvieron en la entrada mientras verificaban su identidad. Lo perdí de vista cuando doblamos en una pared llena de moho y pintura descascarándose debido a la humedad. Si afuera hacía frío, acá estaba peor. Subí el cierre de mi traje hasta el cuello, impidiendo que más de mi piel se enfriara. Sentía la garganta helada con el aire frío que aspiraba, pero eso no importaba para nada comparado con las ansias que tenía de saber quién andaba siguiéndome los pasos.

Jake estaba en la puerta. Su rostro serio y juvenil se veía relativamente amenazante desde mi ángulo, a pesar de saber que estaba tranquilo. Agitó entre sus dedos un juego de llaves y cuando me acerqué murmuró un saludo antes de abrir la puerta frente a mí.

-Gracias –susurré al pasar por su lado.

-Todo por los amigosMe guiñó un ojo al tiempo que Ian nos alcanzaba y entraba con nosotros.

Sentado frente a una mesa con sólo un lápiz y un montón de hojas en blanco, y bajo la luz molesta de una lámpara de neón, había un hombre cuyas facciones parecían ser de otro país. Alemán no era, eso quedaba descartado. Su porte medio, piel morena, nariz aguileña, ojos claros y cabello oscuro, denotaban que se trataba de una persona de origen latino, español, italiano o indio. A juzgar por las arrugas en su camisa, fue arrastrado contra su voluntad hasta acá. Tenía un aro de oro en su oreja izquierda, lo que me hacía dudar un poco de sus preferencias sexuales. Sus manos entrelazadas sobre la mesa, sin esposas o ataduras que las juntara, me hacía notar que era alguien demasiado tranquilo y que sabía que no le convenía escapar. Uno de sus pies se movía frenéticamente con un ritmo discontinuo dejando ver unos calcetines blancos de marca Nike.

-¿Su nombre? –pregunté con voz firme, lineal y fría.

-Rafael –respondió un vigilante detrás de mí.

-¿Habla español, alemán o inglés?

-Es italiano, y sólo sabe escribir en alemán, ¿extraño, no crees? –dijo Jake apoyándose en la pared junto a Rafael. Éste último, sólo observaba la mesa con el terror vivo en su rostro.

-La mayoría de los inmigrantes ilegales o de bajos recursos, prefieren aprender la escritura a que el habla de otros países –murmuró Ian a mi lado-. Aún no entiendo los motivos, pero estoy en ello.

Este hombre, fue el único testigo presencial de lo que pasó aquella noche en mi casa. Jake dijo que lo encontró hablando con un indigente en plena vía pública dos días después de lo ocurrido, dando especificaciones de lo que había visto junto con la dirección. Él era la únaci pista viviente que tenía sobre lo ocurrido.

Me senté frente a él con las manos en la mesa, dejándole ver que no quería hacerle daño. Ya debía estar lo bastante aterrado de tener a unas diez personas vigilando sus movimientos como si fuera un terrorista o un criminal. Sus manos tomaron el lápiz frente a él, esperando a que iniciara la conversación. Jake me dio un lápiz y empecé con algo simple e inofensivo.

Mi nombre es Invasora.


Deslicé el papel hasta sus manos, lo leyó y por primera vez pude observar con claridad sus ojos. Debía ser la primera vez que veía unos ojos tan claros como el hielo, tan expresivos y aterrados. Y en medio, estaba yo siendo reflejada como si estuviera congelada en el iceberg de sus iris. Era zurdo, con una caligrafía elegante y firme. Me tendió el papel y se acercó el lápiz a la boca en un acto que reflejaba su ansiedad.


Juro por el amor que le tengo a Dios, a mi esposa
Y a mis hijas que no robado nada a nadie. Por favor créanme.


Volví a mirarlo y sus simplemente me suplicaban sus palabras. Tenía un debate interno sobre la forma de tratar con Rafael, porque era imposible no ser empática con él sabiendo que ambos compartíamos la maravilla de los hijos. Además, él tenía una familia, una esposa.

-Per favore –susurró lo suficientemente alto para que yo lo escuchara sin importarle los demás.

Volví a tomar la hoja pensando en mis próximas palabras, planeando cuidadosamente en lo que pondría en el papel sin que él se sintiera amenazado o asustado. La verdad es que cualquiera estaría aterrado viendo a tipos con vestimentas oscuras y armas por todas partes, más si frente a él hay una mujer que es uno de ellos y no tiene ningún problema con matar.


Necesito que escribas lo que viste en el incendio, Rafael.
Eso es lo único que te pido y podrás volver con tu familia.


Sus ojos siguieron las palabras con rapidez mientras el lápiz esperaba las órdenes de sus dedos para comenzar a escribir. Me observó por un instante, evaluando mi rostro en busca de posibles mentiras, y tras asentir, empezó a escribir con rapidez sin descuidar su hermosa caligrafía.

-¿Por qué no le hablas en italiano? –preguntó Ian apoyado en la pared junto a Jake.

-Porque no quiero que se asuste más de lo que ya está. Además, tiene bonita caligrafía.

-Es un interrogatorio –me recordó.

-Prefiero interrogarlo así. ¿Algún problema?

-¿Cómo sabes si miente? –preguntó de la nada Jake.

-Las curvas, puntuaciones y círculos se vuelven más toscos. Sé lo que hago, si no fuera por eso estaría muerta hace muchos años. Y Rafael no mentira porque quiere volver con su familia vivo.

Ambos se callaron ante mi repentino mal humor con ellos. No es que vaya respirando alegría por la vida, pero realmente no quería interrupciones con Rafael. Él tenía que volver con su familia así como yo con la mía. Me tendió el papel indicando que había seguido escribiendo en la otra cara de la hoja. Le sonreí un poco y tomé el papel entre mis manos.


No recuerdo qué hora era, pero volvía de mi trabajo como mesero en un restaurant chino cuando ocurrió todo. Como las calles de ese barrio están más iluminadas que las avenidas, son menos peligrosas para volver a casa así que tomé uno de los caminos más largos pero seguros. Tres camionetas negras se detuvieron en la cuadra de al frente, los vidrios eran polarizados y los neumáticos sonaron cuando se detuvieron.
Debían ser unos seis u ocho los que salieron de ahí con sus rostros tapados.. Cargaban un bolso y uno de ellos en sus manos un arma, por lo que me escondí tras un auto para que no me vieran. Pusieron algo en la entrada, esa cosa sonó y luego hicieron lo mismo con el portón. Luego, taparon las cámaras, las desconectaron y entraron como si nada hubiese pasado. Me asusté cuando uno se quedó en la entrada vigilando.
Me quedé quieto durante todo ese tiempo hasta que uno salió y sé quedó hablando con el que vigilaba. La calle estaba en completo silencio debido a la hora. Luego de que hablaran, los demás salieron y subieron a las camionetas. Se fueron y la casa a la que entraron explotó. Me fui corriendo totalmente asustado mientras las alarmas de los autos sonaban, la gente gritaba y llegaban los bomberos. Eso es todo.


Lo observé. Rafael se veía totalmente exhausto frente a mí. Debía tener casi la misma edad que yo y sin embargo lucía diez o veinte años más bajo la molesta luz. Volví a leer el relato que prácticamente no servía de mucho. Pero luego observé un detalle que no detalló. Tomé el lápiz y el parecía algo sorprendido mientras me observaba escribiendo.

¿Qué hablaban los tipos?

¿Lo recuerdas?


Tomó el papel y luego me miró fijamente, como si tratara de recordar aquel día en su memoria y unir las palabras que para él debían aún corresponder a un idioma extraño. Garabateó algo, lo tachó y volvió a escribir. Me pasó rápidamente la hoja, no sin antes doblarla.


Me parece que era la voz del tipo que está
Creo que dijeron algo de recibir una buena paga y que su jefe estaría feliz y orgulloso de ellos.


Su jefe… estaba claro que fue una orden recibida por alguien, una orden acatada y practicada inmediatamente. Hice un recuento mental de esos días, y no recuerdo haber estado en una misión desde la última vez en Asís. Había algo raro, algo no encajaba dentro de mi puzle mental. Faltaban piezas clave para que entendiera la figura que se escondía detrás del juego.


¿Mencionaron un nombre, algún animal, o una palabra que asimilaras a un apodo?


Me observó fijamente pidiendo que me acercara aún más a él. Ambos nos acercamos más a la mesa hasta que su boca quedó cerca de mi oído. Olía a sudor, adrenalina y miedo. Pero no era un miedo hacia mi persona, sino a lo que lo rodeaba.

-Gatto nero –susurró tan bajo que ya creía que no tenía voz.

Gatto nero… ¿qué…?

-Es suficiente.

Un brazo me empujó con suficiente fuerza para terminar en el suelo. Ya no podía ver a Rafael, y fue demasiado tarde cuando le grité a Ian que se detuviera sujetando su pierna como si fuera una niña. Escuché el disparo de la pistola con el silenciador, y la pared frente a mí, aquella que le daba la espalda al italiano, se manchó con sangre como si fuera pintura fresca, casi una obra de arte que resalta el color rojo entre toda aquella humedad y suciedad.

Las palabras que había escrito llamearon detrás de mis ojos. El recuerdo de su rostro y de mi reflejo en su vista, hizo que algo terrible se removiera en mis entrañas, algo repulsivo que me hacía sentir completamente asqueada. No sé en qué momento gateé hasta la pared y vomité con todas mi fuerzas hasta que mi estómago quedó totalmente vacío. Alguien tomó mi pelo y puso su mano en mi espalda. Cuando escuché quién era, era demasiado tarde para calmar aquella llameante furia que crecía en mí. Limpié mi boca con el dorso de la mano, y lo siguiente que vi, es que tenía la vida de Ian pendiendo de la cuchilla entre mis dedos, totalmente inmovilizado contra el piso y sus ojos denotaban el pánico que sentía.

-No tenías que hacerlo –gruñí apretando los dientes hasta doler.

-Tenía un arma y…

-No. Él quería volver con su familia, nada más. No tenías por qué matarlo cuando no tenía ni si quiera algo con lo que defenderse, ¡ni si quiera un motivo para morir por el amor de Dios!

-(Name)…

-Matamos gente día a día, protegemos la espalda de un puto viejo que nos agradece con cantidades innombrables de pasta y tú acabas con alguien inocente que tiene una familia como si fuera una liebre para cazar.

-Para esto fui hecho, fuimos hecho.

-Ya no –murmuré separándome de él dejando un leve rasguño en el cuello, nada que no curara en dos días, tomé los papeles de la conversación que sostuve con Rafael, recé una pequeña oración por él y desaparecí por los pasillos ignorando los gritos.

Él no entendería jamás lo que yo vi en ese hombre, nadie lo entendería como lo hago yo. La mayoría no formaba familias debido a la prohibición de ello. Y tener una, era un privilegio al que no pensaba en renunciar. Ian jamás entendería lo que es una porque no tiene un motivo por el cual vivir día a día. Él no tiene un Alexander, un Erik y Rebbeca, un Gaspard y Lily, una Bianca… un Bill. Nadie en la mafia tenía algo así, una relación estrecha con gente que te quiere tal y como eres; con manchas, cicatrices, manías e imperfecciones. Ellos jamás entenderán lo que es luchar por lo que amas tal y como Rafael lo hacía con su esposa e hijas. Y ahora, ellas no volverán a ver a su querido esposo y amado padre. Nunca más.




jueves, 20 de febrero de 2014

Capitulo 42 (Tercera Temporada)

ALEXANDER

-Así que… ¿todo normal?

-Bueno, al parecer el tipo nerd pasará el fin de semana en casa ¿le puedes llamar a eso normal?

-Anormal sería verlo en un bikini de lentejuelas bañado en crema y con zapatos de samurái.

-Vale, eso es tener imaginación.

Matt se acercó a nosotros con tres Coca-Cola, y se sentó junto a nosotros bajo la sombra del árbol. A lo lejos, podía ver al grupo de Cassandra conformado por chicas hormonales con risas chillonas que pondrían sordo a medio mundo. Empecé a tironear el césped bajo mis dedos, mientras con la otra mano tomaba algunos sorbos de la Coca fría. El cabello de Matt estaba más corto que el mío pero más revuelto como si un remolino hubiese invadido su cabeza, Bianca empezó a tironear de su mano, toda sonrisas, mientras él la miraba como idiota.

-¿Te las das de gitana? –le pregunté tirando una rama seca en su regazo.

-Podría ser una profesión muy eficiente si deseas robar anillos a los transeúntes –sugirió Matt.

-He visto lo suficiente en internet para leer las líneas de tus manos, rojito.

-¿Rojito?

-¡Bah! ¿Qué no te enteras que no eres castaño o eres daltónico?

-Nadie me ha llamado así –dijo sorprendido.

-Bueno, ignoraré ese detalle –murmuró restándole importancia a la repentina mueca de inseguridad que hizo Matt y concentró su vista en las líneas de la palma de su mano-. Humm… harás muchos viajes, ¿sabes? Unos diez u ocho. También, tiene una cruz que dice que tendrás suerte en la vida y que hasta te podrías ganar la lotería si te lo propones.

-Vale, esto es estúpido –murmuré recostándome con mi bolso bajo mi cabeza.

-¿Y en el amor? ¿Qué dice?

-Es raro. Dice que sólo tendrás una novia.

-¿La Marihuana cuenta? –bromeé poniéndome unos lentes de sol con marco rosa pertenecientes a Bianca.

-Es sólo un amor platónico, casi como una relación viciosa.

-¿Eso quiere decir que estás soltero? –habría jurado que una sonrisa de dibujaba por la boca de Bianca al decir eso, y que Matt se había puesto nervioso con su mirada intensa.

-Eso quiere decir que tenemos una cita.

¿Qué mierda…?

-Espera –me senté quitándome los lentes y tomando un último sorbo de la gaseosa-. ¿Te gusta ella? ¿Y a ti te gusta él?

-Bueno… -murmuraron al mismo tiempo desviando sus miradas a las ramas de los árboles.

-Esto apesta. Me siento utilizado para fines… ¿cuál es la palabra?

-¿Valentinescos?

-Eso no existe, ¿qué me dices de “maquiavélicos”? –se rió Bianca.

-El amor no es malo.

-Tenía que intentarlo –se encogió de hombros con una sonrisa radiante.

-¡Agh! Jódanse, no tengo ni putas ganas de ser un Cupido con flechas y pañal. Mejor vayan a toquetearse contra las taquillas y déjenme solo acá.

-Claro que te dejaremos solo, pero que conste que es porque tu novia se acerca.

-¿Qué novia? No tengo ninguna y no planeo…

Claro, si no fuera porque hubiese reconocido esa melena rubia y ese andar tan seguro, habría jurado que veía a la próxima Paris Hilton caminando hacia mí. Matthew dijo algo y tomó de la mano a Bianca llevándosela con él hacia alguna parte. Vale, mientras usaran condón, yo estaba tranquilo y no me sentiría culpable de dejar a una adolescente con las hormonas chillando con un volado como Matt. Me apoyé en el tronco del árbol esperando a que llegara hasta donde yo estaba y le sonreí sin mostrar los dientes cuando llegó junto a mí.

-Hola –saludó con una timidez anormal.

-¿Qué te trae por aquí?

-¿Qué? ¿Acaso estabas ocupado hablando con tu prima y el pelirrojo?

-Matthew Viviani.

-Como se llame. Quería estar un rato contigo.

-¿Qué, me ves cara de buena compañía? Diría que hasta tu madre me odiaría si no fuera porque es amiga de la mía.

-No te odia, de hecho cree que eres lo suficientemente independiente para tu edad.

-Vaya, ¿debería tomarlo como un cumplido?

-No lo sé.

Por suerte el término del descanso había terminado y un timbre demasiado chillón empezó a sonar haciendo que todos nos levantáramos de nuestros traseros para ingresar a clases. Por suerte, era mi última clase del día. Por mala suerte, se trataba de álgebra. Me dirigí hasta el corredor donde estaba mi casillero sintiendo unos pasos acelerados detrás de mí. Me sentía observado, y algunas chicas parecían contener sonrisas tímidas. Ah, tenía puesto los lentes de Bianca, así que debía tener un aspecto bien… nenaza.

-¿Le puedes devolver estos a Bianca?

-¿Acaso no tienes modales? –dijo justo cuando doblé mi cuerpo y di con mi casillero, ella se puso de lado dándome en todo momento la cara mientras esperaba una respuesta con los lentes ya en sus manos.

-Generalmente sólo tengo modales conmigo mismo.

-¿Qué pasa, eh? De repente estás de lo más amable conmigo y ahora te muestras como el peor de todos con un ego del porte de Rusia.

-Lo que pasa es que me hostigas demasiado.

-¿Te hostigo? –su voz se elevó siendo casi chillona, saqué un libro con números en su lomo y un lápiz, cerrando en casillero con un sonoro choque entre las latas haciendo que muchos se giraran a observarnos.

¡Esoooooo, vean el fenómeno farandulero del momento! ¡Los Kaulitz peleándose en las taquillas! Vamos, aproxímense si no quieren quedar atrás con el último grito de los escándalos. ¡Ah! Y aprovechen de grabarlo si no quieren que quede en el olvido y que sus amigos no les crean, es más, si quieren que aparezca en televisión.

Vale, hablando en serio, ella no tenía la culpa de mi mal humor. La culpa la tenía Ian por ser tan retardado y estúpido. Yo no lo quería en mi casa, de hecho ya sentí que tendría que mamarme dos noches seguidas los gritos y gemidos de ellos en el cuarto del frente. Mamá había insistido en que era la mejor de las ideas para que me fuera acostumbrando a la presencia de otro hombre en la casa, o mejor dicho, otra autoridad. Esperaba no verlo con la idea de anormal que me dio Matt hace un rato.

-¿Enserio quieres oir una respuesta que te lastime lo suficiente como para que termines el resto de las clases encerrada de el baño llorando a mares y pidiendo que pasen luego las horas para llegar a tu casa y no tener que ver mi hermosa cara?

Más murmullos, algunas risas  y otras personas que seguían observando. Divisé a una chica camuflando su teléfono mientras grababa todo lo que pasaba en vivo y en directo. Me acerqué a ella empujándola hasta quedar en primera fila quedándose boquiabierta y roja como un tomate.

-¡Vamos! Sigue grabando porque esto no se volverá a repetir en lo que te queda de vida, eh. Y no te chupes con dártelas de paparazzi, de hecho lo tuyo puede ir por ese lado si lo vez útil.

-Alexander –empezó Cassandra ignorando el gentío acumulado a nuestro alrededor-. Ya basta.

-¿Basta de qué? Te estoy siguiendo el juego, Cass. Estoy haciendo que la gente te admire, que quiera más de ti de lo que cualquiera querría.

-¿Por qué no simplemente te jodes y dejas esto?

-¿Por qué no me jodes tú mejor?

-Ya basta, enserio. Sea lo que sea que te haya pasado, ésta no es la mejor forma de desquitarte.

-¡Oh! Entonces enséñame como mierda debo hacerlo.

Vi la molestia en sus ojos como si fueran los míos. Un dolor de crecía en mi cabeza producto de mi rabieta. Tenía calor y me sentía en un mismísimo sauna por mucho que en el exterior haga un frio de puta madre, si pudiera hacer una comparación me consideraría una roca volcánica. Y sentir las voces de muchos a mi alrededor, realmente no ayudaba a calmar este volcán.

Sus ojos se pusieron llorosos, con manchas en sus mejillas sin dejar de ver los míos y alcancé a alejarla cuando sus manos tomaron mis mejillas y su boca se presionó contra la mía. El volcán que sentía se había congelado completamente produciéndome un escalofrío en la nuca. Pero no era placentero como esperaba. Sé que ya la he besado, pero antes fue por diversión. En cambio ahora… ¿por qué se siente como la fruta podrida del árbol? Se siente erróneo, vomitivo, equivoco, sucio y… no correspondido. Sus labios presionaron con mayor insistencia masajeando los míos, sintiendo su lengua ingresar como una intrusa a la mía. ¡Ni si quiera tenía los ojos cerrados como ella! Sólo veía sus mejillas húmedas y sonrosadas, ignorando los murmullos, chillidos y burlas.

No podía devolverle algo que no era correspondido. Quizás si fuera cualquiera, como una chica de alguna fiesta, se sentiría morboso y hasta excitante, pero esto era de todo menos eso. Tomé sus muñecas, sin medir mi fuerza hasta que escuché un gemido de dolor. Se separó de mi boca con los ojos abiertos como un animal a punto de morir, con un terror inherente a ser rechazada.

-Por favor… -susurró a penas moviendo los labios.

¿Por favor qué? Joder, está bien que sea cruel con las tres cuartas partes del mundo, pero le estoy ahorrando el sufrimiento de estar con un monstruo que jamás la querrá como ella lo desea. ¿Por qué no lo entiende? ¿Por qué lo hace más difícil para ella? ¿Cómo le explico que no puedo besarla porque realmente se siente mal e incorrecto? La quiero, pero como amiga y no como ella lo desea. ¡Hasta podríamos ser hermanos y esto sería completamente ilegal?

-Alexander…

Noté sus labios de nuevo sobre los míos, con más insistencia y lascivia. Pero sólo bastó que soltara sus manos sin medir mis fuerzas para verla en el piso avergonzada, ruborizada y con los ojos cubiertos en lágrimas. Todo fue silencio, sentí mis oídos tapados, el aumento de lo que sería una jaqueca y un sabor amargo en la boca.

-No –negué firmemente, con una voz de lo más congelada.

Todo lo que vino después fue demasiado rápido, y cuando fui consciente de que estaba en un cubículo con paredes rayadas de groserías, vomitando el desayuno y con arcadas durante lo que duraron horas, fui consciente de lo que acaba de hacer. De que había arruinado una parte de mi vida y quizás toda la de ella.



TOM

Quizás ahora era el momento perfecto para hablarlo no directamente, pero plantar una semilla de duda en él. Mis uñas estaban mordidas de tanto pensar en las palabras correctas con las que empezar esto, y creía no lograrlo. No podía decírselo, Andrea tenía razón al decir que no me correspondía ser yo quien le dijera esto por mucho que fuese su hermano, hermano gemelo y mayor por 10 minutos.

La canción había terminado y ahora estaba corrigiendo algunas partes de la letra con las que no estaba satisfecho. Los audífonos colgaban de su cuello y el cable de estos de enredaba en uno de sus brazos, a lo que Bill no le daba importancia porque era una costumbre en él cuando se concentraba demasiado. Tenía el seño fruncido y movía su boca sin emitir sonido alguno mientras con un lápiz llevaba el ritmo ligero de la canción.

-¿Necesitas ayuda? –le pregunté ingresando al estudio de grabación. Bill me vio y sonrió dejando a un lado lo que hacía para sentarse en el sofá tras él.

-Sólo arreglaba una canción.

-Sabes que soy bueno en eso y en otras cosas.

-Esas otras cosas creo que le incumben a Ria, no a mí –sonrió viéndole el doble sentido a mis palabras.

-¡Bah! Me refería a tocar la guitarra, la batería, el bajo, manejar motocicletas, autos de carrera, cocinar cosas comestibles...

-Vale, lo que digas Tom.

Nuevo silencio. Uno cómodo. Bueno, todos los silencios con Bill eran cómodos porque estábamos acostumbrados a ellos desde mucho antes de nacer. Observé su cabello despeinado (desde los veinte y algo se había vuelto costumbre dejar la peineta o los cepillos de lado y usar sólo los dedos si es que le apetecía), sus ojos se veían cansados pero no lo suficiente como para tener ojeras bajo los ojos, y su ropa olía a cigarros. Estaba nervioso y ansioso. Quizás se debía a que teníamos una entrevista en televisión en unos días y no le gustaba mucho que preguntaran de su vida privada, o tal vez era porque teníamos muchas canciones y sólo podíamos poner quince en nuestro nuevo disco.

-¿Bill?

-¿Tom?

-¿Te puedo preguntar algo?

Me observó fijamente cuando me senté a su lado, porque cuando hacía esa pregunta estúpida significaba que era algo serio, o algo que me preocupaba. Yo lo sabía y él aún más. Mis pensamientos empezaron a estrellarse los unos con los otros, peleando por salir por mi boca y decirle todo, pero sólo uno ganó.

-Besé a Andrea.

Frunció el seño apoyando un cara en una mano mientras me miraba fijamente con una sonrisa divertida en el rostro, como queriendo burlarse de mi expresión.

-Eso no es una pregunta.

-Fui a su departamento y discutimos sobre… sobre Cassandra y lo habitual.

-No sé qué es lo habitual.

-El pasado –aclaré mi garganta y cuando levantó una ceja supe que había entendido con esas dos palabras lo que quería decir.

-Sigue.

-Me dijo que no vi ni la mitad del daño que le hice, entre otras cosas y… no me pude resistir, Bill, la besé y te juro que fue uno de los momentos más intensos y felices en toda mi vida.

-Vaya, eso está de película.

-Es enserio.

-¿Te lo devolvió?

-¿Qué cosa?

-El beso, tonto.

-Ah –ahora que lo pienso con claridad, creo que me concentré demasiado en lo que sentía al besarla que olvidé lo que ella sintió-, no lo sé.

-¡Bff! Eres un bueno para nada.

-Y tú un…

-Mejor sigue que tus insultos estropearán la canción –apuntó a los papeles sobre la alfombra lleno de frases y dibujos raros.

-Bueno, me empujó y me miró como si estuviera descuartizándome con un hacha, y luego me dijo que a partir de ahora sólo nos comunicaríamos a través de nuestros abogados.
Hizo un sonido con la boca que pareció ser un chillido de horror y luego golpeó mi brazo antes de pararse y mirarme fijamente con el seño fruncido. ¿Por qué andaba tan voluble? ¡Soy su hermano, le pido un consejo y se enoja de la nada! Recogió los papeles del piso con rapidez antes de volverse al micrófono.

-¿Te inspiraste tan rápido?

-La cagaste fea, Tom –no pude ver su cara, pero no parecía del todo enojado como supuse-. Si te dijo eso es porque realmente echaste todo a perder.

-¡Pero sólo fue un beso!

-Para ti, Tom. Recuerda que estás con Ria, que ella los vio follando cuando seguían casados y que ya no están juntos.

-Así que ella aún sigue dolida por eso…

-¿Y si hubiese sido al revés? ¿Si tú la hubieses encontrado con un tipo “X” follando a plena luz del día mientras tú trabajabas, qué habría pasado? Porque creo que una orgía o un trío es lo que menos pasa por tu cabeza en esos momentos en los que ves a tu esposa con la que compartes una hermosa hija con otro.

-¿La estás defendiendo?

-Te estoy diciendo de una manera más entendible y simple que arruinaste lo poco y nada de comunicación que tenías con ella.

-Hummm…

-¿Cuánto duró el beso?

-Yo qué sé, ¿acaso importa? Sólo la besé y los besos no tienen un tiempo definido.

-Bueno, en el caso de que hubiese durado mucho, quizás una parte de ella lo quiso.

-Oh… así que no estoy del todo perdido, eh.

-Exacto.

-¿Y qué sugieres míster loquero?

-Que se enfríe la situación, y luego te decides por ella o por Ria.

-¿¡Ella o Ria!? Estás…

-De preferencia te sugiero a Andrea para que esta casa recupere los gritos habituales de antes y la vida.

-No elegiré a nadie, estoy con Ria y…

-¿Y?

-Andrea me odia -¡qué frustrante era no saber qué hacer”

-Buen punto.

Ahora, que tomas mis ideas se habían unido en un orden lógico, parecía bueno iniciar el tema por el que vine a interrumpirlo en un comienzo. Me acerqué a él viendo de reojo los rayones sobre algunas palabras y unos versos escritos sobre las hojas blancas y lisas. Al menos, su letra era más entendible que la mía debido a que pasaba escribiendo letras todo el tiempo. No me observó, pero estaba atento a mis movimientos como siempre lo ha hecho.

-Creo que me entenderías mejor si tuvieras un hijo de por medio –murmuré sin observarlo en ningún momento.

Pero Bill se rió estallando en carcajadas sonoras, como si hubiese sido de lo más gracioso mi comentario. Sinceramente, esperaba una reacción más seria de su parte, a fin de cuentas es un tema que no pasa desapercibido entre nosotros. Me observó con ojos divertidos, dejando los papeles en el reposa brazos del sofá y se volvió hacia mí con los brazos cruzados. No me moví, porque estaba ocupado pensando en las posibles respuestas que vendrían a continuación.

-Estoy viejo para hijos.

-¿¡Viejo!? Hay personas que tienes hijos a los sesenta ¿y tú te consideras viejo?

-¿Ya, y cómo consigo un hijo? Porque hace tiempo que dejé de creer en una cigüeña mágica que te trae críos huérfanos a la puerta.

-Humm… ¿nunca hablaste el tema con Lena?

-¿Lena? –levantó una ceja dándome a conocer lo obvio de mi pregunta.

-Bueno, algo de fama podría traer el hijo de Bill Kaulitz.

-Lena no es una mujer hecha para criar niños, y yo…

-Eres realmente bueno con Cass.

-Pero es diferente, Thomas. Es tú hija y yo simplemente…

-¿Has optado por la adopción?

-Espera, ¿de cuál te fumaste? –Ahora parecía más confundido, y sentía que lentamente caía en mi red de preguntas y respuestas-.

-Vale, sólo fue una pregunta estúpida.

-Humm… si fuera padre, me gustaría contar con alguien. No quiero ser como esos padres que se dedican a criar hijos solos. Realmente odiaría que mi hija o hijo me preguntara sobre su madre y yo le dijera “fue a China y vuelve mañana”.

-Entiendo… -y realmente lo hacía, Bill siempre ha sido de cosas serias y esto no puede ser la excepción a la regla porque ser padre es un compromiso mayor.

Pero ahora que lo veo del punto de vista que me acaba de mencionar Bill, ¿qué le habrá dicho (name) a Alexander cuando él preguntaba por su padre? Todos los niños notan las diferencias fácilmente, y seguramente él se dio cuenta de que le faltaba un papá. Por algo Alexander está buscando a Bill, a su padre, y por ello dio con nosotros.

-¿Alguna vez lo hablaste con (name)?

Algo en su mirada cambió, se volvió doloroso y pude percibir un toque de tristeza en su sonrisa, como si pasara algo por su mente. Su voz sonó apagada, lenta y distraída, pero el brillo en sus ojos pareció volverse de cierto modo más luminoso ante a tenue luz del estudio. Pasó sus manos por su cabello y se sentó apoyando los antebrazos en las rodillas.

-Hubo una vez…

-¿Si?

-Me explicó que se volvió infértil luego de una misión arriesgada. Le dije que no descartara la opción de adoptar en unos años más, y ahora la veo y…

-¿Qué?

-A veces siento que ha pasado por demasiadas cosas que me encantaría saber. Su rostro se ve como si tuviera una verdadera razón para vivir, se ve lejano y a la vez tan cerca.

-¿Pero no profundizaron el tema?

-No, sólo fue esa vez.

-Entiendo.

Me dirigí hacia la puerta, esperando no haber acabado con el humor que traía Bill ese día. Últimamente, me costaba demasiado descifrar lo que pensaba mi hermano cuando componía letras tan profundas sobre amores.

-¿Bill?

-Dime.

-¿Y si tuvieras la oportunidad de ser padre?

Sonrió volviendo a retomar las canciones que descansaban junto a él.

-Trataría de ser el mejor padre del mundo.