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domingo, 8 de junio de 2014

Capitulo 52 (Tercera Temporada)

La brisa fresca que se colaba por alguna parte de alguna ventana, me hizo cubrir completamente mi cuerpo sin dejar la cabeza fuera de las sábanas. El aroma que me rodeaba era una mezcla entre sudor y algún perfume varonil que… oh, ¿dónde estaba?

-Dime si es demasiado –mordió el lóbulo de mi oreja y mi cuerpo reaccionó automáticamente con su voz y contacto-. Dime que pare si no me quieres… ¿me entiendes?

Oh… vaya.

Tal y como supuse, seguía estando desnuda entre las sábanas. ¿Qué hora será? Me sentía descansada y sin ánimos de pegar un ojo en mucho tiempo, como si hubiera recuperado todas las energías que me han faltado desde…

Alexander.

Dios, no me podía seguir desconcentrando en la búsqueda de mi hijo, ni si quiera podía dormir demasiado sin dejar de estar pendiente de Sascha. Necesitaba noticias, daba lo mismo de quién, pero necesitaba un plan de búsqueda nuevo, seguro y rápido.

Estiré mi cuerpo antes de asomar mis ojos entre las sábanas y notar que estaba completamente sola en la habitación. Ahora que no estaba oscuro, podía notar cuan ordenado estaba todo. Los muebles eran marrones o blancos, pero la sensación era extremadamente relajante. No había fotografías ni algo que diera indicios de estar en el cuarto de Bill. Busqué mi ropa hasta encontrarla a los pies de la cama, recordando que me deshice de ella cuando comencé a sentirme acalorada.

Ya con mi ropa interior en mi cuerpo y la camiseta gigante ocultando la mayoría de las cicatrices y heridas, me planté en el baño más cercano con la esperanza de poder arreglar mi  cabello y lograr que esté más presentable. ¿Qué le diría a Bill? Ni si quiera sabía cómo tratarlo después de que durmiéramos juntos. Quizás la solución más rápida era hacer como si nada hubiera pasado y simplemente desaparecer de su casa, pero era injusto y totalmente innecesario huir de él. ¿Qué más daba lo terrible que me veía por las mañanas? Espera, ¿parte del día era? Busqué algún reloj visible en el cuarto, pero no había ni un rastro del tiempo.

Se escuchó un estruendo proveniente de abajo. Asomé rápidamente la cabeza por el pasillo y lo siguiente fue la maldición de una voz conocida. Era Bill. ¿Estábamos solos? Esperaba que así fuese porque toda mi ropa estaba en la sala de estar y sería vergonzoso que alguien me viera así. Esperé oír más voces, pero no había más. Seguíamos solos en su casa, lo que en parte me aliviaba y por otro lado me ponía más nerviosa.
Tras bajar las escaleras, asomé mi cabeza a la sala de estar donde había dejado mis cosas, pero no estaban. Por suerte, la chimenea seguía encendida y el lugar estaba completamente temperado. Un perro pasó junto a mí ignorándome completamente como si estuviera concentrado en algo. ¿Acaso no se aburría en una casa tan grande?

-Tus cosas están en la habitación frente a la mía.

Me giré dando un saltito del susto como cuando un niño es sorprendido haciendo travesuras. Bill ya estaba vestido, y la sonrisa torcida que se deslizó por su boca mientras me escaneaba me puso los pelos de punta. Vale, al menos esto no empezó tan difícil, sin embargo odiaba que mirara mis piernas ¡eran feas! Me sentía como la chica de “The Nightmare Before Christmas”, toda una muñeca desarmada y llena de tajos.

-¿Lo arrastraste hasta el segundo piso?

-¿Eh?

-Mi bolso. ¿Lo arrastraste?

-Tengo fuerza, no me subestimes. Arrastrar cosas no es lo mío.

-Oh… vale. Ya vuelvo.

Pero antes de poder si quiera dar un paso, él tomó mi mano y me guio hasta una cocina lo suficientemente grande como para albergar a todo el vecindario. Nada ostentosa, sólo espaciosa. Me senté en una de las sillas observando que uno de los perros corría por el patio.

-¿Té, café, leche?

-Café.

-¿Tostadas?

-Ahora que lo pienso, nunca me has preparado de desayuno.

-Claro que sí –repuso girando la cabeza en mi dirección por un momento antes de volver a lo suyo con toda seriedad-. Los Ángeles, tú departamento. Debo reconocer que fue un buen tiempo.

-Esa noche supiste que era infértil.

-Ajá.

-Hummm…

Me ofreció un tazón con caricaturas sin sentido lleno de café. No había nada como empezar el día con una buena dosis de cafeína antes de seguir con la búsqueda de mi hijo. En un platillo de porcelana, puso tostadas calientes, y en otros había mermeladas.

-Llamó mi hermano y dijo que Gaspard estaba en tu departamento.

-Oh, vale.

Vaya, qué incómodo empezar el día sin tener mucho que decir con la persona con la que tuviste relaciones sexuales hace unas horas.

-¿Te puedo preguntar algo?

Observé su rostro haciéndole una clara señal con la mano para que preguntara. Realmente parecía haber esperado una eternidad para que llegara a su lado. Tomó una tostada y la masticó con un sorbo de lo que parecía ser té antes de preguntar.

-¿Qué fue lo que te trajo hasta acá?

Vaya.

¿Cómo explicarle a Bill que necesitaba un polvo anti estrés antes de seguir buscando a Alexander? No, eso no era del todo cierto. Necesitaba de él como necesité el primer día que supe que estaba esperando a Alexander, la única diferencia es que esta vez me armé de valor para estar con él pese a saber que me odia por no decirle sobre nuestro hijo.

-Te necesitaba.

-¿Para qué? Fuiste tú la que no me necesitó durante todos estos años.

Observé sus ojos en busca de odio y rencor, pero solo obtuve la profundidad de su mirada y la sonrisa torcida que conocía tan bien.

-Te necesité muchas veces. Pero ahora sabías la verdad y… tú eres su padre, por lo que quería sentir que por lo menos estábamos unidos en un sentido.

-Vale, anoche sí que estuvimos unidos como cien veces, yo diría.

Una sonrisa jugó en el borde de mis comisuras con su comentario con respecto al multi-polvo. La desinhibición iba bien con Bill cuando se ponía en plan seguro, era como presenciar al rey de los galanes tratando de conquistarte con sus palabras sin censurar nada.

-Y que yo recuerde –agregó-, cooperaste demasiado cuando te las diste de vaquera sobre mí mientras gemías…

-Ok, basta. Ya entendí tu punto.

Soltó una carcajada viva y sonora que atrajo la mirada de uno de sus perros. ¿Es mi idea o hace un poco de calor en esta cocina? Seguramente la calefacción está apagada.

-¿Ahora te cohíbes? Vaya, pensé que seguías siendo la levanta pollas veinteañera en tu interior.

-¿Levanta… pollas? –ok, esto sí que era extraño y gracioso.

-Bah, no niegues lo evidente.

-¿Evidente?

-Sí, lo evidente.

Tomó mi mano y la presionó entre las suyas como si fuera un amuleto escondido entre sus dedos. Besó mis nudillos y mordió uno de ellos, enviando un escalofrío a mi columna que terminó por elevar mi ritmo cardíaco. Sonrió aún más, como si leyera mi lenguaje corporal o tal vez era yo la muy notoria.

-Yo también te necesitaba, Invasora. Más de lo que cualquier podría. Y lamento intentar golpearte cuando confirmaste lo de Sascha, fui un imbécil al tratar de hacerlo y gracias a Dios que no lo logré.

-Lo merecía, Bill. Sé que hice mal escondiendo a Alexander de ti, pero me vi tan asustada que…

-Entendí hace tiempo que lo hiciste por tu trabajo y el mío. No quiero que aparezcas en televisión cuando puede estar en riesgo tu vida, y lo mismo lo aplico a nuestro hijo porque no estoy dispuesto a perderlos.

Sus palabras eran parte de la cura que mis cicatrices necesitaban, como un ungüento de hierbas sobre una quemadura. Calmaban mi pesar tal anestesia fuesen. Pero seguía presente en mí la inquietud de no tener a Alexander a mi lado, la desesperación de no saber si está con vida o si está en problemas. Tenía una sensación inquietante en algún lugar oscuro de mi mente, porque sinceramente el sexto sentido que tienen las madres me gritaba que debía continuar buscando a mi hijo.

-Tenemos que encontrar a Alexander, Bill –susurré con la angustia que me atormentaba al sentirme incompleta sin mi hijo.

-Llamé a un investigador privado.

-¿¡Estás loco!? –Me paré como un resorte de la silla, sintiéndome ansiosa y repentinamente sofocada con sus palabras, era como si echara agua bendita a un vampiro y ya sabríamos quién es quién-. Pensé que en tu cabeza estaba bien grabado que no podemos llamar a la policía ni a nadie que ponga en peligro mi vida y la de mi hijo, Bill. Las cosas no…

-¿Me dejaras hablar o no? –Levantó una ceja con su rostro completamente serio, y cruzándose de brazos continuó al ver que me quedaba muda-. Es un oficial retirado de la CIA.

-¿Americano?

-Ajá. Le expliqué a grandes rasgos lo que sucedía con Alexander, no sin antes hacerle firmar un poder donde prometía una completa confidencialidad sobre lo que hablaríamos.

-¿Cómo diste con él?

-Es amigo del padre de Andreas. Me aconsejó rememorar conductas impulsivas anteriores, las últimas personas a las que vio antes de lanzarle la gran bomba y los últimos lugares en los que estuvo porque generalmente recuerdan a las últimas personas a las que vieron.

-Pero estuvo con todos nosotros.

-Eso le dije, que era su cumpleaños y no había nadie de su círculo cercano, pero insistió en que naturalmente recurriría a alguien que conociera sin importar su simpatía.

-Alexander no es de ese tipo. Sé que sería capaz de drogarse, emborracharse o fumar cualquier cosa con tal de ir en mi contra. Y creo que esta no es la excepción ¡hasta follaría si quisiera desquitarse!

-¿Estás segura?

-Sí, él es extremista. Puede estar en un lugar completamente vacío o en uno completamente lleno.

-¿Registraron los cementerios?

-¿Cementerios?

-Claro, generalmente todos ignoran a todos ahí. Puede que esté durmiendo en algún rincón escondido.

-Hummm… no es su estilo.

-También me dijo que no descartáramos a nadie, y creo que sabes lo que eso significa.

Mafia.

-Las mafias no se están moviendo debido a los problemas de comunicación con la tormenta. Son muy pocas las que siguen.

-¿Qué hay de la tuya?

¿Pantera? No, él ama a Alexander. Es imposible.

-No estoy al tanto de los movimientos que desea Pantera, pero te puedo asegurar que no se meterían con Alexander por mucho que quisieran.

-¿Y qué los detiene?

-Yo.

-Pero ahora no estás en el juego.

-Claro que sí.

-Me refiero a que no estás allá cada día.

-Bueno…

-¿Entiendes mi punto, (name)? ¿Qué no te asegura que ellos quieren tu cabeza?

-No pueden hacerlo. Saben que no se pueden meter conmigo porque mi juramento y contrato estipula que no pueden cruzar la línea que separa mi vida privada de la…

-¿Y qué si Pantera lo hace?

Entendía por dónde quería ir, pero la simple idea de continuar su hipótesis me hacía sentir enferma y casi claustrofóbica en la cocina. Mi única seguridad era la fe que tenía en encontrarlo a tiempo antes que otros por mucho que su paradero fuera desconocido. Dios, esta debía ser la misión más difícil de mi vida porque no tenía en quien apoyarme  o en quien tratar de conseguir información ¡hasta es más fácil encontrar a un gato perdido!

-Iré a cambiarme –murmuré más para mí que para él, buscando un poco de silencio y paz.

-Te sigo en un segundo.

Mis pies me pararon como si tuvieran goma de masca en cada dedo. Me sentía curiosa ante tanto acercamiento de parte de Bill, pensé que sería un simple polvo y luego una especie de tratado de paz mientras encontrábamos a nuestro hijo. En ningún momento me he proyectado estar tanto tiempo alrededor de su eje porque pese a amarlo temía lastimarlo. Y sin embargo, él parecía ser un maldito masoquista sin principios para entender cuán lastimado seguiría saliendo conmigo. ¡Trabajo con mafiosos! ¿Acaso eso no es motivo suficiente para alejar a todo el mundo?

-¿Pasa algo? –pregunta al verme estática y quizás con qué cara.

-Ya estás vestido –apunto a su cuerpo.

-¿Esto? –se mira con ambas cejas alzadas como si no entendiera mi punto.

-No, me refería a lo de tu oreja –bromeo amargamente.

-Estaba en mi gimnasio.

-¿Gimnasio privado? ¿Acaso estoy en el Laberinto del Fauno?

-¿Laberinto de… qué?

-Nada, es un cuento español.

-Oh, vale. Bueno, estaba en el gimnasio gastando energías.

-Y yo que pensé que había quedado muerta con el polvo de ayer.

Desaparezco y subo las escaleras buscando el famoso baño donde estaba mi ropa. Díganme amargada. Pero lo que realmente quería era encontrar a mi hijo y terminar con la tortura de no tener a ese renacuajo cerca de mí. Sí, renacuajo. Es lo bastante pequeño bajo mi mirada de madre. Para cuando encuentro mis cosas, noto que las armas están en una mesa ordenadas limpiamente. ¿Qué significa esto? ¿Trajinó mis cosas? Bueno, no tengo nada que esconder ni tampoco me molesta el hecho de que cargue con mis cosas, simplemente siento curiosidad por ello. Entro en el baño llevando una muda conmigo y cierro la puerta antes de desnudarme.

El agua es de lo más purificadora en todos los sentidos posibles. Limpia mis manos cuando están llenas de maldad, limpian mi piel cuando deseo quitar de mis recuerdos el roce que otros y limpia mi rostro cuando las lágrimas lo inundan. Pero ahora era diferente porque sólo necesitaba sentirla en mi piel para prepararme ante lo que vendría con mi búsqueda. Puse el agua lo más caliente que puse sintiendo el vapor inundar mis pulmones y mis poros chillar de lo caliente. Apoyé mis manos en las cerámicas blancas y frías, dejando que el agua inundara mi espalda y piernas.

-Dios, ¿pretendes asarte?

Abrí los ojos y lo vi desde el otro lado del cristal caminando entre el vapor y con sus brazos cruzados sobre su caja torácica. No miraba mi cuerpo aún, simplemente estaba ahí viéndome con ojos molestos y con toda la seguridad del mundo. Presioné el agua fría y casi chillo de lo congelada que salió.

-¿Y ahora hipotermia?

-Bueno, ¿me quieres congelada o asada?

Soltó una carcajada ruidosa y se deshizo de sus ropas con la facilidad que toma un suspiro. Dios, ¿enserio me perdí de esto durante años? Parecía un dios sacado del olimpo con esos músculos y esa “v” que se formaba en la parte baja de su abdomen. La noche anterior no pude apreciar nada con la oscuridad envolviéndonos, pero ahora era diferente y realmente me impresionada verlo. Creo que he sido testigo de la metamorfosis que ha sido su cuerpo y piel durante nuestros encuentros. En Las Maldivas sólo tenía un par de tatuajes, piel blanca y un poco de músculos que iban acorde a su edad; En Los Ángeles tenía más tatuajes en diferentes partes de su cuerpo, su piel era más tostada y saludable, y sus músculos eran más notorios; Y ahora, apostaría al decir que el 25%  o más de su piel estaba cubierta de tinta, y sus músculos igualaban a cualquier modelo de revista. Entró con una sonrisa de suficiencia haciendo una mueca con el agua fría hasta entibiarla y se paró frente a mí como todo el espectáculo andante que era.

-Eh, no te cortes con mi presencia. Ya sé que estoy bueno.

Desvío mi mirada evitando su toque y su visión, a cambio tomo el jabón y lo pongo en la esponja celeste hasta hacer la suficiente espuma. Si iba a tener a Bill a mis espaldas, era mejor que me apresurara en salir del baño y vestirme si no quería terminar más húmeda de lo que ya me sentía.

Comencé a limpiar mis brazos y pechos a sus espaldas, negándome a observar el espectáculo gratis que se efectuaba a mis espaldas y que cualquiera pagaría infinitas cantidades de ceros con tal de ver. Corrí mi cabello para un lado para abarcar mi piel con más espuma y bajé la esponja hacia mis costillas.

Una de sus manos robó la esponja de las mías y nuestros brazos chocaron como si no fuera suficiente la electricidad a nuestro alrededor. Su cuerpo se acercó al mío y juraría que escuché un gruñido casi primitivo salir de su boca. Observé su mano, que aferraba la esponja como un puñado de arena haciendo que la espuma corriera por mi torso en montones. La dispersó en mi cintura y caderas ayudando a mantener mi cuerpo firme con su otro mano en mi abdomen. Ahí fue mi perdición.

Suspiros salieron de mi boca al sentir sus dedos en mi piel acariciándola lentamente. Cerré mis ojos y tomé sus manos en las mías mientras éstas no se detenían en ninguna curva. Su boca en mi cuello lamía las gotitas de agua y besaban pausadamente la piel expuesta. Descansé mi cabeza en su hombro y mi espalda en su torso, sintiéndome segura de tenerlo a él junto a mí.

Bill despejaba mi cabeza de los problemas, borraba las manchas que el agua no podía hacer desaparecer y rearmaba los pedazos rotos de mi alma como si fuera una pieza de porcelana. ¿Cómo era posible seguir amándolo pese al paso del tiempo? Parecía ser mentira la frase de “el tiempo lo cura todo”, porque por mucho que intenté olvidarlo, seguían en mi memoria los recuerdos intactos de nuestros años de amor y alegría.

-No me alejes de nuevo, Invasora.

Su voz fue clara y ronca, enviando escalofríos por mis terminaciones nerviosas mientras una de sus manos se detenía en mi pecho izquierdo. Abrí los ojos observando el movimiento oscilatorio de sus dedos alrededor de mi pezón encendiendo mi interior con una especie de calor insostenible y abrumador que sólo Bill podía crear en mí.

-No lo hagas ahora que te tengo de nuevo a mi lado –siguió a medida en sus manos se volvían más bruscas en mi sentible piel.

-Bill…

-Déjame protegerte y amarte… por favor.

Me giró rápidamente y me apoyó contra el vidrio que nos separaba del resto del baño. Apoyé las manos en sus pectorales en busca de la estabilidad que mis piernas no pretendían darme. Observé las gotas de agua que corrían con su piel y casi me sentí con la necesidad de lamerlas porque me robaban su esencia. Subí lentamente la mirada a sus ojos chocolate con pelusas de cálido oro nadando con intensidad. La profundidad de sus ojos aceleró mi ritmo cardíaco y todo a mi alrededor desapareció dejándome sólo a Bill frente a mí. Me presionó suavemente contra el vidrio, notando su miembro rozar la parte baja de mi vientre, su pecho aplastar el mío y sus brazos enredar mi cintura. Bajé la mirada a sus cercanos labios, estaban separados y se me apetecían como si fueran el mejor de los manjares en el mundo, ni si quiera las perforaciones de ellos parecían declinar su atracción.

De repente su boca chocó con la mía con una voracidad que afectó a todas mis terminaciones nerviosas poniéndolas casi al límite. Me aferré de su cabello con el fin de mantenerlo pegado a mí… piel con piel. Su lengua lamió mi labio inferior pidiendo permiso para ingresar a mi boca, no se lo negué y le abrí el paso hasta que ambas pelearon con avaricia por el espacio. No era un beso salvaje, pero tampoco era uno lleno de dulzura. Estaba cargado de la necesidad de todo este tiempo, como si la noche anterior no fuera suficiente para reavivar nuestro reencuentro.

Una de sus manos levanta mi muslo dándome la señal suficiente para aferrar mis piernas a sus caderas y soportar todo mi peso con ayuda de la mampara de vidrio. La necesidad y el ardiente deseo oscurece sus ojos y dilata sus pupilas mientras entierra sus dientes en mi cuello y yo expulso un gemido ronco. Él conoce mis puntos débiles, cada rincón de mi cuerpo y cada lunar de mi piel.  Mis caderas se mueven en su suave baile incitándolo a entrar en mi cuerpo y conectarnos como nuestros instintos desean. Él gruñe y siento la vibración en su pecho al hacerlo. Besa uno de mis pechos y mordisquea mi pezón hasta dejarlo sonrosado y elevado a su boca.

-Bill… -me quejé queriendo pasar a otro nivel, a uno más intenso y lleno de nuestros fluidos mezclados.

-Pídemelo murmura mordiendo mi labio inferior con saña rastrillando sus dientes en él antes de dejarlo ir.

-Por favor… por favor, Bill –gimo frente a su boca tratando de mantener mis ojos abiertos pero fallando en el intento.

Eso bastó para hacerlo gruñir profundamente en su pecho y agarrar mis caderas con sus dedos fuertes. Juraría que al día siguiente las yemas de sus dedos quedarían como cardenales ahí. Hundo mis dientes en mi labio inferior ignorando el dolor, mientras Bill golpea todo el camino a mi interior, haciéndome tomarlo por completo con una profunda embestida. No tenía aire suficiente en mis pulmones, y los jadeos eran cada vez más fuertes mezclándose con los gemidos. Cuando me llena por completo, el aire sale silbando de mi garganta y olvido respirar por un segundo. Sus manos me aprietan cuando gime mi nombre con su voz adictiva y ronca. Cada embestida, llena mi núcleo caliente con su longitud y mi cuerpo se retuerce por más contra la pared detrás de mí. Sé que mis gemidos acalorados incitan a Bill a seguir a un ritmo intenso y profundo, golpeando dentro de mí con una fuerza increíblemente deliciosa.

-Siempre serás mía –murmura y no estoy segura si es para mí o para él mismo-. Joder, juro por mi puta vida que siempre lo serás.

Me muerdo el labio y gimo asintiendo a sus palabras sin nada más que acotar. Mi cabeza da mil vueltas, y empiezo a pensar que esto es un sueño, que voy a desertar y estaré aún sentada en mi sofá frente a todos los computadores dispuestos para observar las cámaras de seguridad de Berlín, pero cuando veo sus ojos abrasadores sobre los míos y su sonrisa endemoniadamente sexy, sé que no hay forme de hacer de esto un sueño porque es real, y él se siente tan infinitamente real que me parece de lo más alucinante.

Envuelvo mis dedos en su cabello y gime cuando tiro de algunos mechones. Su lengua se introduce como una serpiente en mi boca, retomando el control de ella y robando mi saliva.

Los movimientos de Bill se aceleran a un frenético paso y puedo oírle gruñir y refunfuñar palabras inentendibles bajo su pecho, suplicándome su liberación. Estoy tan cerca, que ya siento el calor acumularse en mi cuerpo y comienzo a tirar de su cabello cuando subo más alto a mi cima. Estoy cayendo sin parar, esperando a que algo explote dentro de mí y consuma mi cuerpo en su totalidad, pero no quiero terminar aún. Quiero quedarme aquí con él en el borde de esta loca euforia. Bill agarra la base de mis muslos y empuja largo y rápidos golpes.

-Sí –siseo apretando el agarre de mis piernas en él.

Mi boca y mi cerebro están completamente desconectados. La primera pide por más y gime ruidosamente, mientras que el segundo ruega por más aguante. Cuando jadeo por más aire, su boca se desliza por mi cuello y esta vez muerde el lado opuesto, succionando con fiereza. Libera mi piel casi al instante, dándose cuenta de la fuerza de sus dientes y en cambio recorre su lengua sobre el punto que succionó para consolar mi piel. Mis manos acarician sus brazos y su pecho, mi boca mordisquea y lame cada sección de carne expuesta disponible para mí.

-Bill… Oh…

Gime profundo y ronco, y vibra en cada parte sensitiva de mi cuerpo acrecentando mi placer mucho más. Mi cuerpo se contrae cuando las sensaciones empiezan a aumentar en mí, obligándome a jadear fuerte y pesadamente. Intento aguantar el clímax aproximándose por mis venas, esperando prolongar esta sensación y este momento, pero tan pronto como Bill desciende entre nosotros y golpea su duro y frío dedo sobre mi sensitivo bulto de nervios, todos mis esfuerzos se derrumban. Giro en un torbellino sin fin, flotando sobre mi cuerpo. Él está maldiciendo bajo su respiración cuando mis músculos se contraen dolorosamente a su alrededor y le estoy ordenando más y más profundo dentro de mí.

Me agarro a sus hombros cuando la fricción de sus golpes en mí se convierte en demasiado y casi temo por romper la mampara a mis espaldas con nuestros movimientos.

-Grita –ordena con su voz ronca y jadeante-. Grita para mí.

Bill me frota más fuerte, golpeando más profundo. Retoma la mordedura de mi labio inferior y la sensación de su lengua, sus rientes rastrillando mi piel, el calor d su respiración, el movimiento de sus dedos en mi clítoris, su mirada de café-dorado líquido sobre mis ojos, todo eso es demasiado para mí y el torbellino se convierte en un verdadero huracán que se despliega de mi estómago azotando a su paso todo dentro de mí, destrozando el autocontrol y rompiéndome en mil pedacitos. Hundo mis uñas en sus hombros y grito cuando ola tras ola del orgasmo más intenso de mi vida desgarra a través de tomo mi cuerpo, contrayendo mis músculos y debilitando mi respiración. Las caderas de Bill se conducen más fuertes y más rápidas cuando me sobrepongo a la explosión, pero sus ojos se mantienen completamente pegados a los míos.
Nuestras respiraciones se unen en un pesado jadeo y nuestros labios a penas se rozan. Sus embestidas se hacen rápidas y descoordinadas, sus ojos me miran entrecerrados y llenos de lujuria. Ni un segundo después, él fuerza su lengua en mi boca y absorbo todos sus gemido en la punta de mi lengua cuando la calidez se extiende a través de mi útero. Después de que lo siento ablandarse, continúa besándome despacio con un ritmo relajado y perezoso mientras nos saboreamos con nuestros labios. Me siente derretida y él está soportando la mayor parte de mi peso.

-Eso estuvo muy bien –sonríe perezosamente y yo le devuelvo la acción.


Ya no hay palabras que describan mis sensaciones cuando estoy con Bill. Y sólo califica a este como el mejor polvo de mi vida…

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Bueno, creo que con este capítulo quedamos a mano con todo el tiemo que tarde en publicar ;-)

Lamento la tardanza, pero realmente estoy completamente llena de trabajos y exámenes, estoy completamente estresada y con suerte el 5% del tiempo libre, avanzo un poco del fic. Realmente me siento mal por mantenerlas esperando porque sé lo que se siente esperar a que la autora de un fan-fic suba capítulos y tarde mil meses en ello.

Atte. Nina.

Kusses!!