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domingo, 27 de enero de 2013

Capitulo 45 (Segunda Temporada)


Todo en mi vida iba escalofriantemente perfecto. Terrible y jodidamente bien, y eso realmente me hacía estar alerta. ¿Acaso no sucedió lo mismo en Navidad cuando por primera vez sentí a mi familia cerca de mí y reflejada en la de Bill? En el primer descuido y relajo que daba, la vida o mi destino parecían aprovecharse del momento y arrebatarme algo o derrumbar lo ya construido con esfuerzo. “Lo que no te mata te hace fuerte” pero también te hace perder la fe o desilusionarte… así es el juego de la vida; Si no luchas, mueres en el camino.

Bill: Necesitábamos tener privacidad y alejarnos de las cámaras. Además, no todos tienen buenas intenciones contigo, ni te aman. Por suerte después de ese accidente en la carretera, mamá nos apoyó cuando decidimos alejarnos del país y por supuesto se vino con nosotros junto a Gordon.

Yo: Pero aún trabaja allá.

Bill: A veces la llaman para concretar cosas o cuando surgen nuevas negociaciones. Y Gordon prefiere acompañarla para que no se sienta sola.

Yo: ¿Entonces viven con ustedes?

Bill: Ajá. Aunque a veces no los vemos por más de un ms cuando hay complicaciones o proyectos grandes.
Yo: Oh… entiendo.

Tomé un último sorbo de vino y observé a Tom y Andy en la pista de baile. Llevaban como una hora bailando y cuando se miraban, se sonreían como dos adolescentes o reían entre ellos. Formaban una hermosa pareja, una de esas que sólo vez en gente mayor como abuelos. Estábamos en una fiesta de la disquera de los chicos para integrar a los nuevos empleados y artistas. Claro, podía divisar uno que otro rostro conocido de los videos musicales pero para mí era como estar en una disco por las trescientas personas que me rodeaban, o más. Tenía puesto el vestido que Bill me compró (asombrosamente me quedó bien y acentuaba mis curvas) y até mi cabello en una cola alta para no sentir demasiado calor, sin embargo, seguía sintiéndome acalorada dentro del recinto debido al ambiente sofocante.

Bill: ¿Está bien? Te ves algo… ahogada.

Yo: Lo estoy (respondí haciendo una pequeña mueca).

Bill: Entonces será mejor que salgamos por un momento.

Tomó mi mano y me obligó a levantarme para seguir sus pasos. Bill a veces podía ser demasiado observador con las personas a tal punto de predecir cómo se sentían. Ahora que lo pienso, ¿cómo sería la faceta del “Bill espía”? ¡Dios! Sería como Uranio y quizás uno de los mejores en conseguir los objetivos. Si fuera mi enemigo, estaría muy nerviosa de enfrentarme a él. Oh… ¡Qué tonterías pienso! Mejor debería ver por donde camino y concentrarme en no soltar la mano de Bill, quien a ratos saludaba a uno que otro conocido.

A penas salimos, tomé una bocanada de aire nocturno, frío y fresco que parecía ser la gloria misma para mis pulmones. Nos encontrábamos en el estacionamiento privado donde dejamos su auto aparcando en un lugar con su nombre (sí, así de exclusivo era Bill). Divisé el estacionamiento de Ellie Goulding, L.m.f.a.o, Far East Movement, La Roux, entre otros invitados y músicos. Nos apoyamos en el capó de su Audi ostentoso  y me quité los tacones sin importar cuán poco elegante me viera.

Bill: ¿Quieres entrar? (preguntó al  verme más pequeña y con los tacones en mi mano).

Yo: No, estoy bien acá.

Bill: ¿Bien? Te deben doler los pies con esos tacones y te ves cansada.

Yo: Estoy resucitando, Bill. Además, a veces cansa ser mujer y lucir linda.

Bill: Ser hombre también aunque no lo creas. Debes tener cuidado con las chicas y estar pendiente de ellas como…

Yo: No te he pedido que te preocupes por mí, Bill. Estoy bien.

Bill: Lo sé, sin embargo son los principios que nos inculcan como hombres. Cuando tengas hijos lo entenderás y sabrás a lo que me refiero.

“Cuando tengas hijos…” Vaya, jamás me sentí tan afectada por esto. A pesar de ser demasiado joven, la maternidad parece afectarme a pasos enormes cuando hablo con Bill sobre ésta. Saber que no tendré hijos naturales, me asusta y me entristece, más aún si fue por un estúpido descuido en una misión. ¿Acaso era l precio a pagar por ensuciarme las manos con vidas ajenas? Si es así, no me queda otra opción que recurrir a la adopción.

Bill: ¿Dije algo indebido? (dijo observándome atentamente, quizás qué cara traía).

Yo: No, ¿Por qué?

Bill: Tu rostro te delata, (name).

Yo: Yo… (Era la hora de decirle la verdad y sacar de mis tripas o del lugar en donde se escondiera).

Bill: ¿No es que acordamos no ocultarnos nada?

Yo: Bill, yo…

Bill: Bueno, siempre existe la excepción a la regla así que…

Yo: No puedo tener hijos (¡Ya! Lo solté de una vez sin pelos en la lengua y rodeos).

Bill: (Su rostro, sin expresión alguna pestañeó en mi dirección observándome atentamente por lo que me parecieron minutos eternos hasta que habló) ¿Qué?

Yo: (Suspiré ya cansada de tantas nuevas declaraciones junto a Bill) Eso, Bill. No puedo tener hijos.

Bill: Si es por tu trabajo, sabes que no te pueden obligar a realizarte como mujer y que siempre habrá tiempo para…

Yo: Soy infértil, Bill. Quedé así luego de que el Pintor me destrozara tanto por dentro como por fuera. Antes, tenía una simple ligadura de trompas no del todo efectiva que suele usarse como requisito en las mafias y tomaba anticonceptivos. Pero luego de lo del Pintor, sería un completo milagro si me embarazo.

Lo observé y vi que realmente había tomado el peso de mis palabras y lo que significaban. Podía sentir lo mucho que controlaba su expresión y su boca, como si tuviera miedo a herirme o decir las palabras erróneas que terminaran por alejarme de él. Yo, por mi parte, me cuestionaba si fue realmente necesario decirle esto a Bill, sin embargo estoy tratando de que el pasado no se repita entre nosotros, de ser completamente honesta con él. Me puse frente a Bill y tomé sus manos ahora frías para obtener su atención y librarlo de cualquier cosa que pensara en estos momentos.

Yo: Oye, estoy bien. Aún existe la adopción si quiero realizarme como madre. Además, soy joven y…

Me acercó bruscamente a su cuerpo haciéndome perder el equilibro hasta que me sostuvo de la cintura enredando sus brazos en ella y parte de mi espalda, y me besó desesperadamente como queriendo borrar mis palabras y su repentina angustia que podía sentir a través de sus labios. Sentía un necesidad indescriptible de tenerlo junto a mí por siempre y no separarme de su sombre ni de su atención. Un cansancio se apoderó de mi cuerpo como si hubieses succionado mi energía y simplemente me dejé besar por Bill, dejando caer mis manos de sus hombros y los zapatos al piso. Cuando terminó de besarme, sus labios se movieron por mi mandíbula dejando una suave sensación hormigueante y suave cuando suspiraba.
Bill: ¿Ya se van? (dijo elevando la voz pero aún sin soltarme del todo).

Observé la dirección de su mirada viendo a tres autos de distancia a Tom y Andy, quienes parecían tener una cara de muerte al ver la sonrisa algo triste de Bill y mi expresión que debía ser un poco pero que la de él. Me aparté de Bill por mucho que sus brazos insistieran en mantenerme pegada a él y recogí mis zapatos, sintiéndome algo incómoda con la situación.

Tom: Sí. Creo que bailamos demasiado.

Andy: Ajá. Y Thomas me invitó a su casa por el fin de semana.

Yo: Ah… verdad que es viernes.

Andy: Sí.

Bill: Bien, entonces nos vemos allá pronto.

Tom: Si… ehmmm… ¿tienes llaves?

Bill: Si. No te preocupes, no los voy a interrumpir.

Tom: Ok, cualquier cosa me llamas.

Luego de una despedida llena de bromas y dobles sentidos en donde Bill actuó de lo más normal frente a su gemelo y Andrea, éstos se fueron a seguir con su fiesta privada de la que luego me enteraría por mi mejor y única amiga. Nosotros subimos al auto de Bill sin decirnos nada y tras encender el motor, sentí la obligación de decirle algo y romper con el silencio tenso e incómodo.

Yo: Bill, tú no tienes la culpa de esto.

Retrocedió y salió del estacionamiento uniéndose al poco tránsito que hay en la madrugada. No desvió su mirada del tránsito y se pasó un semáforo en rojo. Necesitaba saber qué pasaba por su mente, qué pensaba o cómo se sentía al respecto. Pensé que con el beso me estaba haciendo saber que no le importaba que yo fuerza infértil y que daba igual si no teníamos hijos. Aparcó en un parque poco iluminado y se bajó del auto dando un portazo a su puerta que me puso la piel de gallina. Se apoyó frente a mí dándome la espalda y se quedó completamente quieto. Giré las llaves y apagué el motor de su auto, terminando con el único ruido que sentía. Estuvo mal decirle esto de la nada y en el momento menos indicado, la culpa me carcomía la materia gris y me impacientaba el no tenerlo junto a mí sonriéndome o tomando mi mano.

Yo: ¡Argh! Ya qué más da (murmuré armándome de valor).

Tomé sus cigarrillos, el encendedor y las llaves del auto. Salí sintiendo el húmedo frío propio de las costas del Pacífico y me puse junto a Bill mirando de reojo su cara. Seguía tan inexpresivo como cuando abandonamos el estacionamiento, sumergido en su propio mar de pensamientos privados. Le ofrecí un cigarrillo y el encendedor, sin embargo negó con la cabeza y los dejé en el parabrisas a falta de un abrigo con bolsillos. Me puse frente a él y subí su rostro esbozando la mejor sonrisa que podía brindarle en esos momentos.

Yo: No es tu culpa, Bill. Simplemente fue un descuido dejarme atrapar por él.

Me observó atento y sus ojos brillaron reflejándome en ellos con la poca luz. No, no estaba llorando, simplemente parecía afectarle demasiado lo que le dije. Repentinamente tomó mi cintura y me abrazó fuertemente apoyando su cabeza en mi pecho, y dejándome totalmente estática en sus brazos. Sentía su respiración profunda y suave, sus labios quietos y sus pestañas inquietas. Me relajé lentamente al comprender que era su forma de expresar su pena, y acaricié su cabello y su espalda. No sé cuánto tiempo estuvimos así en nuestra burbuja sin importarnos el frío ambiental o que nos vieran, yo sólo quería que Bill estuviera bien y no sufriera por mi culpa.

Bill: No quiero ir a casa (murmuró suspirando).

Yo: Está bien.

Esta vez, conduje yo a mi departamento. Quizás no quería escuchar las risas de los chicos y dar explicaciones por su humor, por lo que acepté llevarlo conmigo. Estacioné su auto en el espacio de visitas y me siguió al ascensor tomando mi mano, y cuando llegamos a mi piso me soltó para dejarme buscar las llaves. Lo dejé adentrarse en mi departamento mientras recogía la correspondencia y dejaba mis cosas en el sofá. Parecía un fantasma ausente y expectante desde el ventanal de a sala de estar. Tomé su mano despejándolo de sus pensamientos, y lo guié hasta mi cuarto. Encendí las luces y cerré las cortinas para tener más intimidad.

Bill: Puedo dormir en el sofá (murmuró apenado y cohibido mirando a su alrededor).

Yo: Jamás lo permitiría (sonreí depositando un beso en su nariz).

Quité su casaca de cuero de sus hombros, su camiseta ajustada y sus anillos y accesorios. Estaba dócil y no ponía resistencia al desvestirlo, sino que simplemente observaba mis manos calmadas y mi rostro tranquilo. Desabroché su cinturón conteniendo las ganas de besar su pecho, morderlo y saborearlo hasta dejar marcas en él porque ésta noche no lo haríamos, no estando Bill así de triste o conmocionado.

Bill: Duermo con sudadera (murmuró sacándose los zapatos y calcetines).

Yo: No creo que te queden bien las mías (sonreí imaginándolo con mi ropa puesta), y no creo que para ti sea un problema dormir sólo en bóxers.

Bill: No. No lo es.

Se quitó los pantalones mientras yo me desvestía y me ponía mi pijama. Corrí las sábanas y frazadas e ingresé a baño a lavar mi rostro deshaciéndome del maquillaje y cepillar mis dientes. A penas salí del baño, lo observé sentado a los pies de la cama observando a su alrededor, ¡Dios! Se veía tan adorable… ¡era como un niño!

Yo: Si quieres puedes usar mi cepillo de dientes (dije sacándolo de su ensimismamiento).

Bill: Gracias… por todo.

Sólo sonreía guiñándole un ojo para que se relajara a lo que él contestó con intento de sonrisa torcida. Me recosté y apagué las luces cuando se dirigió al baño. Se sentía tan extraño tener a Bill por esta noche en mi departamento y en mi cama, que parecía un sueño. Pero por otra parte, me carcomía saber qué pasaba por su mente para decirle o hacer algo que lo dejara más tranquilo y contento. No sentía cansancio, ni sueño, ni nada que implicara dormir siendo casi las 4 a.m. hasta que sentí que la cama se hundía a mi lado y él expulsaba un suspiro. Me cambié de lado enfrentándolo cara a cara en la oscuridad de mi cuarto, inhalé su exhalación y su aroma, y ya sin aguantarme las ganas de tocarlo, busqué su mano entre las sábanas y la dejé entre las mías.

Bill: Sufriste tanto, (name). Que me da impotencia el no poder arreglar tu situación (murmuró sintiendo la menta de su boca), quisiera que te realizaras como madre sin tener que adoptar, que vivieras lo que mi madre vivió al tenernos a ambos, y… me da demasiada rabia lo que te hizo ese hombre. Quiero retroceder el tiempo y no haberte dejado ir, o inventar alguna cosa para que no te alejaras de mi lado y así ese tipo no te habría hecho nada. Sé que estás bien ahora y que no me involucra en lo absoluto… pero siento que desde que leí tu diario todo lo que te pasa me importa porque es como si lo que te hicieron me lo hacían a mí.

Ahora lo entiendo todo. Estaba enojado con él mismo por no detenerme en Navidad y evitar todo lo que conllevó aquella misión, incluyendo nuestra abrupta separación tras enterarse de lo que era. Tal vez quiso evitar a Tom para no descargarse con quien lo conoce desde antes de nacer.

Lección número cuatro: Bill siempre se preocupa por los suyos.

Me acerqué a él ya más tranquila y feliz enredando nuestras piernas y acurrucándome a su pecho tibio y protector para aspirar su olor embriagante y seductor tan propio de él. Deposité un beso en donde debía estar el tatuaje más reciente ya que no veía nada con la oscuridad absoluta de mi habitación. Él, rodeó mi cintura con su brazo derecho y entrelazó nuestras manos con la otra, juntando aún más nuestros cuerpos. Me sentía protegida en nuestro nidito de amor entre telas, me sentía en el mismísimo Edén junto a su figura. Acarició mi cabello impregnando su dulce respiración en él y yo besé su barbilla áspera.

Yo: Todo pasa por algo, Bill.

Bill: (Besó mi frente y siguió desenredando mi pelo con sus dedos otorgándome el mejor somnífero del mundo) Lo sé. Simplemente me habría gustado verte con una adorable panza o con una niña parecida a ti corriendo por todas partes.

Yo: Oh… ¿Quieres…?

Bill: En unos años más, (name). Somos demasiado jóvenes como para enfrentarnos a la paternidad.

Yo: Lo entiendo.

Bill: Y si no puedes, tenemos la instancia de adoptar ¿vale?

Yo: Ok.

Bill: Deberías verle el lado positivo al ser infértil.

Yo: ¿Tiene uno?

Bill: Por supuesto.

Yo: ¡Vaya! ¿y cuál es?

Bill: (Bajó sus manos a mi trasero y lo apretó haciendo que diera un salto de la impresión) Podemos hacer el amor sin preservativos.

Yo: ¡Bill! (Me reí ante su locura mordiendo su barbilla).

Bill: ¡Es enserio! No habrían riesgos de un embarazo ni nada… sería más liberador e intenso.

Yo: Humm… lo pensaré.

Bill: Ok.

Yo: Oye.

Bill: Dime.

Yo: Te amo demasiado.

Bill: Y yo más a que a nadie en este mundo.

viernes, 11 de enero de 2013

Capitulo 44 (Segunda Temporada)


Andy: Así que tú y Bill…

Yo: Que.

Andy: (Levantó las cejas tres veces o más esbozando su típica sonrisa pervertida) “Eso”.

Yo: Quizás (dije haciéndome la tonta, por suerte andaba con lente oscuros o habría visto mis pupilas mintiendo).

Andy: ¿Van enserio?

Yo: Quizás (repetí).

Andy: ¿Más detalles? Un “quizás” no ayuda mucho a evaluar tu situación amorosa.

Yo: Un comedor repleto de estudiantes tampoco ayuda mucho.

Andrea, al ver que todo marchaba de maravilla entre yo y Bill luego de encontrarnos desayunando a las 3 de la tarde, le dio por interrogarme durante los siguientes cuatro días. No le he dicho mucho, pero luego de una charla sobre nuestras universidades y carreras, decidió que se cambiaría a mi universidad debido al status laboral que obtendría. “Seguramente, al salir muchos médicos famosos que realizaron operaciones de vida o muerte y con la mayor diversidad de asignaturas y prácticas, debe ser más seria que la mía” mencionó dando por zanjado que se cambiaría y empezando a marcar números para tramitar su cambio. Ahora, hacíamos tiempo ya que ella debía hablar con el jefe de carrera, y yo debía asistir a mis clases de Ética en media hora más.

Yo: ¿Y tú y Tom?

Andy: Genial. A veces peleamos, pero as reconciliaciones son brutales y exquisitas sin importar el lugar o quien nos vea.

Yo: ¿Y el tema de los celos?

Andy: Tom es el más celoso de los dos. Pero yo le digo que él puede tocar, mirar, lamer o besar, mientras que los demás sólo pueden mirar.

Yo: ¿Y se calma?

Andy: Algo. Incluso se pone meloso y se pega a mí durante más de media hora o hasta que no vea buitres en la mira.

Yo: Pero es porque le encantas, Andy. Lo enamoraste de pies a cabeza.

Andy: Si, es verdad (sonrió notándose hasta en el aire lo mucho que le gustaba Tom).

Yo: Además, es la primera vez que duras tanto con un chico y estás en una relación completamente seria.

Andy: Para él también, y creo que eso es lo que nos anima a seguir con esto seriamente.

Llevaban casi dos años saliendo juntos y sus peleas nunca han llegado a una ruptura entre ellos. ¿Cuál era el límite de esta relación? Tom vivía llamando a Andy cuando no la veía o le enviaba mensajitos guarros a juzgar por la risa de ella, y Andy… era igual que Tom. ¿Acaso esa es la fórmula? ¿Ser igual a tu pareja? Quizás por eso… No, cuando terminé con Bill fue porque le mentí sobre lo que era, no porque fuésemos diferentes. Además, hemos vuelto a estar juntos y hasta ahora todo marcha estupendamente y sin diferencias entre nosotros.

Luego de las clases de Ética con una vieja de nombre impronunciable y un acento indígena (lo deduje por sus rasgos toscos), di por acabado el día. Esquivé a Nim tras enterarme de que quería entablar una conversación sobre “opciones vocacionales” conmigo, la verdad es que no me importan sus opiniones, sólo sus exámenes y cátedras. Pero era como un diablo, ¿cómo sabía en dónde me encontraba? Pasillo en donde transitara, se me aparecía hablando con otro alumnos, pero atento a su alrededor buscándome. Lo mejor era salir de la universidad sin rechistar ni pensarlo dos veces.

Guau. Quizás esperaba ovnis, tortugas ninjas o ratas mutantes apoyadas en mi motocicleta con una pose chula y ardiente, o tal vez a nadie que fuera Bill. No lo veía desde aquella vez que desperté en su casa y volvimos a nuestras andanzas, en otras palabras, hace una buena cantidad de días. Claro, ambos tenemos mundos apartes de nuestra burbuja cursi, pero no esperaba tenerlo frente a mí mirando en todas direcciones con el ceño fruncido y sus manos en los bolsillos. ¿Qué hacía en mi moto? Que yo recuerde, en la mañana me vine en el auto de Andrea, no en mi Harley. Humm… además, no creo que tenga licencia para motocicletas o experiencia con una Harley Davidson. Cuando me divisó, sonrió tras sus lentes de aviador y levantó un brazo en busca de mi atención. Definitivamente Bill Kaulitz no tiene remedio, siempre seguirá siendo un risueño. Avancé paso a paso tratando de ignorar su mirada a través de los vidrios oscuros y traté de lucir más confiada de lo que estaba.

Se veía irresistible con una de esas musculosas que lucen sus tatuajes y colgantes religiosos, además de sus jeans desgastados con cadenas y un cinturón grueso, y unas zapatillas negras geniales. ¿Era mi día de suerte? Así lo sentía teniendo a uno de los alemanes más codiciados frente a mí y sólo para mí.

Bill: Sorpresa (sonrió encantadoramente y besó mi frente).

Yo: Linda sorpresa, Kaulitz.

Bill: En exclusiva sólo para ti (enredó un mechón de mi cabello en sus dedos).

Yo: ¿Y qué haces en mi Harley? ¿Dónde conseguiste las llaves?

Bill: Bueno, parte de la noticia es que tengo licencia exclusiva para motocicletas, y conseguí las llaves con ayuda de una ex espía de la mafia ;)

Yo: ¡Pero tienes auto!

Bill: Las motos son más… de piel ¿sabes?

Yo: Oh (claaaaaro, creo que ya sé dónde quiere ir).

Bill: Además, esta noche habrá una fiesta y quiero regalarte un vestido para que me acompañes.

Yo: No es necesario, Bill. Tengo algunos en mi armario y no debes gastar tu dinero en mí.

Bill: Yo gasto mi dinero en quien quiero, ¿vale? Y yo quiero comprarte uno porque deseo que mi novia, la mujer más bella del planeta, luzca mejor que una diosa.

Yo: Bill, eso es…

Espera. Stop. Para. ¿Acaso dijo “novia”? Que yo sepa no hemos concretado lo que somos a pesar de saberlo lo que siento el otro. “La mujer más bella del planeta”… ¿De qué me perdí? Seguramente le cayó un piano en la cabeza y eso lo dejó atontado. Bill era impredecible, desde que lo conozco lo es, y es una de las cosas que me vuelve loca por él. Me puse el otro casco negro sobre mi cabeza y activé el intercomunicador con el otro para que Bill me escuchara.

Bill: ¿Qué haces?

Yo: Voy donde me quieras llevar, ¿Manejas tú o yo?

Bill: Yo.

Yo: Bien, procura ser cariñoso con mi Davidson, ¿Ok?

Bill: Deberías tener un auto también.

Yo: (Me subí tras él y aferré mis manos a su torso duro y caliente… “Las motos son más… de piel ¿sabes?”, Bill tenía totalmente la razón. Terminé de acomodarme tras él juntando nuestros cuerpos) Del auto te encargas tú, Bill.

Bill: Entonces estamos a mano.

Encendió la moto y partió al límite de velocidad establecido. Esquivó audazmente cientos de autos por avenidas y calles estrechas, y mis manos empezaron a resbalarse un poco de su musculosa por lo que la levanté y me até a su piel suave y cálida. Ninguno de los dos mencionó algo por el camino, ni mucho menos cuando un tipo empezó a lanzarme besos desde su auto. Bill y yo no nos inmutamos para nada. Estacionó a una cuadre de la playa, en un lugar lleno de tiendas exclusivas y de marcas conocidas por sus exquisitos diseños. Retiré mi casco y lo encadené a la moto junto con el de Bill. En las calles, había sólo gente de un status superior, de esas que cagan millones de dólares o euros, al igual que los autos con choferes aparcados a metros de las tiendas.

Bill: ¿Demasiada aristocracia por acá? (dijo tomando mi mano y guiándome por las calles).

Yo: Pudimos ir a cualquier otro lugar, Bill.

Bill: No. No tú y no ahora.

Yo: Pero…

Bill: No, (name).

Yo: Bill, yo…

Bill: Luego me devolverás el favor si te hace feliz ¿vale? Pero ahora quiero que entres a una tienda y elijas tu vestido o te pruebes lo que desees.

Yo: Si, papá (rezongué sacándole la lengua como una niña).

Bill: Oye…

Yo: Que.

Lección número uno: Bill es impredecible, lo reitero. Tomó mi rostro en plena calle y me besó intensa y lascivamente introduciendo su lengua en mi boca saboreando mi cavidad. Bajó sus manos a mis caderas y las juntó con las suyas dejando ver que… ¡oh! Se estaba calentando en plena vía pública. Mis manos no reaccionaban a detenerlo, ni mucho menos cuando apretó mi trasero por los bolsillos de mis shorts. Mi lengua dio suaves masajes a la suya antes de que sellara el beso mordiendo fuertemente mi labio inferior. Abrí los ojos y el sonreía como si nada hubiera pasado. Me puse mis lentes de sol para disimular el reciente brillo que les produce la excitación y él nuevamente capturó mi mano.

Yo: Guarro (murmuré aguantándome la sonrisa y fingiendo estar interesada en las vitrinas).

Bill: ¿Yo? Pero si soy tooooooodo un príncipe azul, (name).

Yo: Con tus fans. A mí no me engañas, rockero alemán.

Bill: (Se rió soltando carcajadas y luego se acercó a mi oído dejándome muda y petrificada con su cercanía). Tú eres quien me pone así, (name). Y aún más con tus berrinches de mocosa y quejas cuando me llevas la contra con tus ideas y manías.

Se separó de mí y entró en una tienda unisex esperando a que yo lo siguiera. Este Bill me sorprendía cada vez más. Era como un campo minado en el que debía caminar, y la verdad es que esto hacía que la relación fuera más entretenida que la anterior. Tal y como él me obligó, empecé a ver vestidos de una tienda a otra sin encontrar uno de mi gusto. Veía a Bill cansado de tanta ropa femenina, tantas vueltas y tiendas que seguramente debía pensar que fue mala idea comprarme un vestido. Cuando ya lo noté demasiado aburrido, encontré el vestido que buscaba y le dije que me acompañara a los probadores. Me mamé una fila que por suerte avanzó rápido y cuando me vio entrar en el probador más lejano le guiñé un ojo que lo dejo sonriendo como niño.

Claro, me probé el vestido de un casi eléctrico azul rey y que resaltaba el color de mi piel, pero cuando me quedé sólo en ropa interior frente al espejo, recordé su beso en la calle. Una relación emocionante es igual a una relación estable y feliz. Me asomé a mirar a las mujeres que esperaban su turno en los robadores y vi a Bill a un lado sentado y entretenido con su teléfono. Saqué el mío y escribí lo que sería la invitación a su entretención prohibida.

“¿Te gusta el azul rey?”

“¿Por qué?”

“Quería tu opinión por el color e.e”

“Lo que te pongas se verá bien en tu cuerpo =) “

“¡Gran ayuda Bill! Danke 77”

“Entonces te llevaré al probador uno que me encantó para ti”

“Si tienes bueno gusto, te ganarás un premio ;-)”

“Pff!... Soy B.K.!”


Corrí un poco la gruesa cortina negra y lo vi sonriente caminar entre las prendas femeninas. Rememoré la intensidad de su beso y la manera en que unió nuestras caderas restregando nuestras partes y sintiéndolo duro por mí… dios mío, este hombre era una caja de sorpresas. Sentí sus cadenas por el pasillo y tras llamarme, asomé la cabeza asegurándome de que ninguna vieja chismosa nos viera. Cuando ya estuvo cerca, lo adentré al probador cerrando la cortina al máximo y le sonreí.
Yo: Hola (susurré pestañeando como niña bien).

Bill: ¿¡Qué haces!? ¡Está prohibido que entren hombres en estos probadores! (susurró con las cuencas bien abiertas dejando el vestido colgado a un lado).

Yo: Ya cálmate. Si te callas, nadie se enterará (me acerqué a él y sus ojos me observaron de pies a cabeza).

Bill: (Me miró directamente por un minuto eterno y luego sonrió y soltó una carcajada muda) ¿Era por esto? Caí en tu plan maléfico y prohibido, encontrándome atrapado en un probador y… ¿enserio?... ¿acá?

Yo: Me dejaste con unas inmensas ganas, Kaulitz.

Bill: Hace unos cinco días o cuatro que no…

Yo: Ajá. Y este lugar tiene la privacidad necesaria (sonreí lamiendo mis labios y mordiéndome el inferior a medida que me acercaba más a Bill).

Bill: Espía sucia (susurró como un lobo hambriento).

Yo: Pero es mejor no hacer ruido o…

Esto no sería nada amoroso, lento y tierno a juzgar por la rapidez con la que se quitó su sudadera dejándola en el piso junto a mi ropa y sacó un condón de su billetera. No se quitó los pantalones, sólo desabrochó el botón y bajó el cierre. Vi cómo su miembro duro e hinchado hacía su aparición y Bill se ponía el preservativo a la rápida, lo que me hizo soltar un gemido inconsciente al desearlo ya dentro de mí y al sentir una corriente demandante despertar en mi vientre bajo, tensándolo y contrayéndolo. Me empujó en la pared más dura en donde no seguían los probadores, haciéndome expulsar la respiración y cerrar los ojos, tomó mis muslos y tras un saltito aferré mis piernas a sus caderas. Ni si quiera me había quitado la ropa interior, pero a Bill no pareció importarle demasiado. Presioné aún más mis piernas a sus caderas dejando mis manos descansando en sus hombros.

Bill: En vez de gemir, muérdeme cuando te vengas (susurró en mi oído al tiempo que corría la tela húmeda del calzón hacia mi ingle para dejar mi entrada libre).

Asentí a pesar de ser consciente del violento acto que me permitía hacer con su piel. Pero no me dio tiempo de reclamar ya que su boca aprisionó la mía al mismo tiempo en que me penetró bruscamente contra la pared. ¡Oh! Era la mismísima gloria cuando se le agregaba lo prohibido al follar en un probador de un tienda de lo más estirada. No alcancé a recuperar el aire cuando siguió con la próxima embestida y así sucesivamente hasta agarrar velocidad. Separó su boca de la mía justo en el momento en el que el aire empezaba a faltarme aún más, sin embargo me obligué a callar os gemidos mordiendo mis labios. Era exquisito lo prohibido; se disfrutaba más cuando se le agregaba el riesgo de ser sorprendidos “con las manos en la masa”.

No era consciente del dolor de mi espalda, simplemente de lo guarra que era la situación. Observé a mi izquierda tras entreabrir los ojos y me vi reflejada en el espejo de cuerpo entero totalmente sonrojada, con el brillo característico en mis ojos y mis labios hinchados y entreabiertos. Podía verme siendo penetrada por Bill, ver sus músculos de los brazos contraerse y la penetración misma entre nuestras piernas. ¡Ah! La imagen de Bill follándome sin cuidado alguno era de lo más guarra y excitante. Luego, él nos vio en el espejo y eso aceleró su ritmo a uno más violento que me impidió seguir observando a la pareja que nos imitaba tras el vidrio.

Bill: Yo ya… (Susurró con su voz ronca).

Yo: Ídem.

Me apoyé en su frente y luego de besar sus labios tirando de una de las perforaciones, sentí la ya conocida intensa corriente recorrer mi cuerpo y me apresuré a morder el espacio entre su cuello y su hombro tal y como él me ordenó que hiciera. El soltó un gruñido junto a mi  cuello casi inaudible presionando con sus dedos mis caderas, las cuales seguramente quedarían amoratadas con su fuerza. Me bajé de él y arreglé mi calzón mientras él anudaba el condón y lo guardaba en su bolsillo tras arreglar sus pantalones y ponerse la sudadera, ni si quiera nos dimos el tiempo suficiente para recomponernos ante el orgasmo. Sentía mis huesos como gelatina tras la tensión de ser vistos. Me vestí lentamente con la ayuda de Bill y luego de besar mi frente, él se retiró para evitar sospechas sin decirnos nada. Eran las 5 p.m. y ya tenía ganas de dormir hasta el día siguiente, ¿por qué el sexo con Bill me agotaba demasiado? Debía ser la falta de práctica o la intensidad gratificante que obtenía en el clímax.

Ansiosa por volver con Bill, me terminé de arreglar rápidamente y tomé el vestido que él trajo. Confiaba en sus gustos y sabía que estaba hecho a mi medida, e incluso el color coral parecía contrastar con mi piel dándole un suave tono moreno. A Bill, lo encontré dando vueltas y siendo observado por las dependientas algo anonadadas con su estilo y elegancia… lo sé, a veces este hombre puede llegar a derretir a una nación entera de mujeres con una simple sonrisa o con un simple “halo”. A penas me vio observándole, me guiñó un ojo y sonrió mostrando su dentadura perfecta. ¿Quién podría odiar a alguien cuya mirada es simplemente preciosa?

Bill: ¿Lo llevarás? (preguntó alegre ante mi elección y haciendo como si nada hubiese pasado en los probadores).

Yo: Tienes gustos exquisitos, Bill. Y realmente confío en ellos.

Bill: ¿Y te lo probaste?

Yo: No (sonreí apenada). La verdad es que estoy agotadísima.

Bill: No eres la única (murmuró soltando una risita cómplice).

La dependienta se sonrojó aún más cuando Bill le pasó la tarjeta de crédito y rozaron sus dedos. Pobre chica, ha caído en los encantos naturales de un Kaulitz y apostaría a que esta noche soñará con él. La chica realmente era adorable, tenía que reconocerlo, pero Bill parecía ni darse cuenta de lo que provocó en ella. Le devolvió la tarjeta de crédito y envolvió el vestido en una bolsa de papel mientras Bill revisaba su celular.

Yo: Has estado todo el día metido en él (acusé fingiendo indiferencia).

Bill: (Lo devolvió a su bolsillo y me miró levantando una ceja) ¿celosa de un aparato tecnológico?

Yo: No. Simplemente tengo curiosidad del por qué no te despegas de él.

Bill: Son los chicos, (name). Tenemos un grupo privado en donde hablamos de todo.

Yo: ¿De todo? ¿Incluyendo…?

Bill: Ellos. Yo no cuento lo que hago en mis tiempos más privados.

¡Qué hombre! Pensé que hablaba con Tom o con alguna chica, sin embargo habla con los chicos pero no menciona nada de lo nuestro o de lo que hacemos. Se lo debía. Realmente me sentiría muy avergonzada si ellos supieran lo de hace unos minutos.

Lección número dos: Bill es reservado con sus relaciones.

Lección número tres: Él es el más caballero de todos.

Miré nuevamente a la dependienta, quien sonrió cohibida a Bill y murmuró un “gracias por su compra” mientras le pasaba la bolsa con el vestido y le devolvía la tarjeta de crédito. Él se despidió y tras ponerse los lentes, tomó mi mano frente a la chica. Pude ver de reojo su decepción, y me sentí culpable al romperle el corazón con un acto tan… simbólico en este país y en muchos otros del planeta. ¿Acaso así me sentiría si en un futuro veo a Bill con otra chica mejor que yo y que lo haga sonreír de oreja a oreja? Me daba una sensación totalmente tormentosa el sólo hecho de pensar que así sería en un futuro si no sigo con él.

Bill: ¿(name)?

Yo: Dime.

Bill: ¿En qué pensabas? Parecías estar a punto de llorar.

Yo: (Nos detuvimos junto a la motocicleta y desencadené los cascos pasándole uno) En nada, ¿por qué?

Bill: Te estaba hablando.

Yo: Ah… lo siento.

Bill: Hummm… bien, te decía que pasaré a buscarte a las 10 p.m.

Yo: ¿No puedo ir en mi Harley?

Bill: Te pondrás ese vestido. Además, no permitiría que te fueras en taxi.

Yo: Vale. Ok, voy contigo (sonreí rendida alzando los brazos).

Al menos el rato que estuviera con él, lo disfrutaría al máximo.