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jueves, 16 de octubre de 2014

Capitulo 57 (Tercera Temporada)

BILL

Nunca en mi vida había presenciado un espectáculo de tal magnitud. El peso de las botas prestadas de Gaspard, el chaleco antibalas, el cinturón con municiones y el arma en mi pierna, podía ser ignorado fácilmente con sólo saber que estoy frente a una mansión cuyos cimientos parecen estar dañados.

Era como en una de esas películas que te obligan a ver en la clase de Historia sobre la Segunda Guerra Mundial, donde sólo escuchas gritos, balazos y bombas a tu alrededor, no ves nada más que humo y todos corren en distintas direcciones. Si éste era el plan que había organizado Abel, realmente era un plan suicida.

Podía notar las ansias de Gaspard, Rebbeca y Erik, como si esto fuera una especie de parque de juegos y ellos uno de los tantos niños que quieren subirse a la montaña rusa y gritar como chiflados. Veía el hambre en ellos. Las ganas de participar en aquella espesa masa de fuego, neblina y disparos. Las manos de mi Invasora estaban húmedas y frías, mientras miraba desde nuestro pequeño escondite en busca de la señal mencionada en las indicaciones. En su rostro no había hambre, sino que decisión y frialdad. Entrelacé con más fuerza nuestros dedos tratando de reconfortarla, y ella sonrió sin despegar la vista desde algún punto de la masa de humo y fuego. Pareció sorprendida cuando le mencioné que sabía utilizar armas desde hace unos cinco años y conocía my bien la que tenía en mi pierna. Era israelita, una de las mejor en su clase.

-Pase lo que pase Bill, no te detengas y si debes matar a alguien, hazlo. Recuerda que ellos no dudarán en hacerlo –murmuró con voz lineal y sedosa.

-Lo sé.

Nunca había matado a alguien. Jamás se me pasó por la cabeza querer asesinar a alguien incluso con los ojos. Nunca hubo nadie a quien quisiera matar hasta que Pantera se adueñó de una parte de mi vida. Lo mataría sin asco o culpabilidad, porque él ha sido quien me ha alejado de (name) y quien la obligó a matar para ganarse la vida. De hecho, creo que mataría a cualquiera que se interponga entre mi familia.

-Ahora.

Casi podía escuchar el grito de júbilo que lanzaron los tres espías retirados a mis espaldas en sus mentes mientas se preparaban para avanzar hacia la casa. Se me hacía difícil concentrarme al ver a (name) vestida con un traje de cuero y llena de armas como en los videojuegos. Era una belleza andante hasta con bototos y cinturones gruesos llenos de balas, y era mía. Agarró mi mano con más fuerza cuando nos fuimos acercan a los diez metros de diámetro de la entrada. Gaspard se puso en frente de nosotros con el arma elevada y lista para disparar, mientras Erik y Rebbeca repetían la posición a mis espaldas. Mi arma estaba lista para disparar al igual que la de la Invasora.

De pronto, algo se movió en sentido diagonal y pude distinguir un arma dentro de la silueta de humo. Ulliel fue más rápido y terminó matándolo antes de que el hombre tras la figura lograra presionar el gatillo de su arma. Pensé que me impactaría ver a alguien morir, pero creo que me hizo bien pasar demasiadas horas con Andreas jugando videojuegos.

-¿Cómo sabremos quiénes están de nuestro lado? –murmuré a Gaspard.

-Fácil, no intentarán matarnos.

Sí, tan fácil como que una bala pasó rozando su pie y el disparó al aire hasta que escuchó un peso caer desde el techo de la mansión. Vaya, ¿me encontraba frente al nuevo Terminator? Ventanas y puertas de lo que fue una hermosa mansión de lujo estaban destruidas y  mostraban un panorama bélico con hombres peleando, gritando y muriendo.


-Nos están esperando en la entrada trasera –anunció (name) reacomodando el comunicador de su oído.

¿Por qué no me enamoré en una chica normal como una mesera o una secretaria? Me habría ahorrado demasiadas cosas, empezando por esto. Pero la Invasora me hizo caer en sus redes y aquí estaba, rescatando a nuestro hijo para poder alcanzar de una puta vez nuestro “felices por siempre” como lo llamarían las mujeres. Corrimos tomados de la mano, tratando de refugiarnos de las explosiones, las luces y de las balas, hasta ver un portón intacto y siete figuras de azul esperando a por nosotros.

Pasamos junto a lo que hace un par de horas fueron autos de último modelo forrados en metales preciosos y con los mejores motores del mundo. ¿De qué servía comprar un Mercedes de último modelo cuando acabaría calcinado en tu propia casa por tus enemigos? Pantera debía estar forrado en dinero sucio.

-Los túneles han sido derrumbados para que no escapen –dijo a modo de saludo Abel, con el cabello revuelto y una expresión fría en el rostro.

-Adelante todo es un caos –mencionó la Invasora soltando mi mano para acomodar el cinturón a su cadera.

-No obstante, hubo un traidor entre nosotros que avisó a Solarin de nuestra llegada, pero no de nuestro plan. Por suerte lo detectamos a tiempo y ahora su cabeza cuelga en las entradas a nuestro territorio –dijo una chica sin parar de observarme con curiosidad.

-Será mejor que entremos si no queremos lamentar más muertes.

-¿Aseguraron el perímetro? –preguntó Erik.

-Sólo hasta la entrada al subterráneo. Necesitábamos refuerzos y por suerte llegaron ustedes para ayudar.

-¿Revisaron las entradas secretas?

-Las destruimos, Invasora. Los sistemas de seguridad están desactivados y todo armamento ha sido decomisado y usado a nuestro favor.

-Pero el subterráneo usa otro sistema de seguridad –pude notar la alarma en su voz.

-Confía en nosotros –gruñó uno de ellos.

(Name) estaba nerviosa como yo. Seguía siendo humana pese a cambiar a una faceta más dura y frívola. Las cosas se estaban complicando y empezábamos a dudar sobre si debíamos seguir las instrucciones del plan o crear uno nuevo y arriesgado sobre la marcha. Estábamos llegando al punto de la encrucijada donde el peligro aumentaba y donde apenas nos acercáramos a su territorio ellos acabarían lo que dura un respiro con nosotros. Sólo rogaba que mi hijo siguiera con vida, nada más que eso.

ALEXANDER

-Eso luce terrible.

Levanté mi ceja con las pocas fuerzas que me quedaban sin si quiera dirigirle la mirada. Sería una pérdida de tiempo sabiendo que seguiría en las mismas.

-Creo que no te has visto entonces.

-No creo que estés en tu derecho de opinar, mocoso.

-Concéntrate. Aún me puedo escapar.

No, mis muñecas estaban destrozadas de tanto tirar de las esposas en ellas. Si estaba a punto de morir, prefería no saberlo y simplemente irme en el sueño. A mi lado, el pan y el agua de la cena seguían intactos, los rastros de mi sangre estaban secos y la luz de la habitación no dejaba de titilar con un zumbido con el cual llegaba a soñar. No, ni si quiera soñaba. Trataba de mantenerme despierto todo lo que podía, no dormía por mucho rato y estaba atento a todo lo que sucedía a mi alrededor.

Ahora, había demasiado movimiento como para poder si quiera tranquilizar mis pulsaciones. Algo pasaba afuera. Los tipos que cuidaban de mi estaban demasiado calladas y no han jugado sus apuestas del día. Sólo sé que uno de ellos se llama Dylan y que odia a mi madre como si fuera salsa picante en sus traseros. Me escupió y fracturó unas costillas, pero apenas tenga mis manos libres, juro arrancarle los ojos si es necesario.

No tengo noción del tiempo. La perdí con todos los juegos mentales de Pantera. Me sentía una especie de experimento con el que probaban cosas. Era una suerte no estar envenenado o quemado con ácido, pero de los cigarrillos encendidos no me salvé tan fácilmente. Como dije, sigo sin saber cuánto tiempo he estado acá… y tal y como lo hace un esclavo, he perdido las esperanzas de salir casi en su mayoría.

Paso horas recordando mi infancia, los pequeños detalles a los que no tomé tanta importancia y el poco tiempo que disfruté a mi padre… a Bill. Si tan sólo todo hubiese sido diferente y hubiese crecido sabiendo quién era o con él, nada de esto habría pasado. Seguiría en casa y mi cumpleaños no habría terminado con un Alexander borracho y fuera de control.

Solarin era un viejo astuto. Mencionó que mi madre parecía estar desolada y que Bill ya no aparecía con frecuencia en la prensa. Dijo que estaban velando mi futura muerte y que se habían rendido. ¿Debería también rendirme si Alphonse no mentía al decir eso? Era imposible no caer en sus juegos cuando realmente no tenía otra voz a la que escuchar. Un golpe rítmico en la puerta. El tipo con bototos mi miró evaluando si debía distraerse un poco o no.

-¿Qué no lo ves? –le respondí con un intento de sonrisa-. No me puedo mover ni aunque lo intentara.

-A mí no me engañas –gruñó apuntándome con su gordo dedo.

Aun así abrió la puerta sin mirarme y totalmente alerta. Qué curioso, porque nunca me han dejado completamente solo en esta sala. Bueno, al menos las cámaras de vigilancia seguían apuntando hacia mí como en los reality show que pasan en MTV. Asomó su rostro y luego habló en otro idioma antes de dejar entrar a Pantera y sus séquitos. Al parecer se asomaba una nueva ronda de molestas frases y juegos mentales. Daba igual, moriría pronto a este paso.

Estaba diferente. Se veía nervioso y su cara estaba completamente sudada, como si hubiese corrido una maratón de quince kilómetros en un desierto. Sólo que no jadeaba, sino que parecía irradiar mierda contra medio mundo. ¿Mi rol de esta vez? Bueno, supongo que sería ser su saco de boxeo hasta que se relajara. Hablaba en ruso y maldije a mi tío Gaspard por no enseñarme algo más allá de lo básico. Todos parecían estar angustiados y nerviosos mientras evitaban la mirada abrasadora de Alphonse pese a sus cirugías plásticas que ya poco le dejaba mover. Se sentó donde antes estaba mi guardía por un segundo pero se paró al otro haciendo señales con las manos y volviendo a gritar como el actor de la película antigua de Hitler.

Y cuando creía que se había olvidado de mi penosa presencia, me gritó en otro idioma apuntándome con su bastón de plata con la manilla de una pantera saltando al ataque. Enterró la punta metálica de su zapato en mis costillas, solté la respiración y por primera vez no me opuse a nada. No tenía fuerzas y no tenía motivos para detenerlo, ya no. Un tipo lo detuvo, o eso creo que vi mientras mis ojos sólo mostraban estrellas que oscurecían mi visión.

-¡… de la Invasora! ¡Ojalá nunca hubieras nacido mocoso de mierda!

A veces yo también pienso lo mismo, Solarin. Quizás el mundo sería menos complicado y no habría complicado la vida de mi madre arrastrándola conmigo. Todo sería más llevadero para ella y mis tíos… y para Bill. Creo que habría llorado en estos momentos si tuviera fuerzas, si pudiera tomar aire y expulsarlo sin sentir el más mínimo dolor. ¿Has sentido alguna vez que te ha arrollado un camión? Bueno, pues esto es cien veces peor. Era una pesadilla.

Y eso no era todo. Bueno, debía admitir que quería tener mi último deseo, como esos de las películas. Un último polvo, una última mamada, una despedida con cada persona a la que aprecio, no irme al infierno, o tener mi propia plaza en el cielo con vista al mar y junto a la suite de Marilyn Monroe o Michael Jackson. O quizás algo más simple, como saber el componente secreto de la Coca-Cola.

Abrí los ojos viendo su rostro completamente rojo como si hubiera comido ají mirándome fijamente con sus hombres sosteniéndolo. Muchas voces hablaban a gritos en distintos idiomas, pero juraría que la mía era la que menos se escuchaba en esos momentos.

-Fue bueno mientras duró.

No debí hacerlo. No debí hablar porque de repente todo se oscureció y los gritos se desvanecieron junto al dolor de las costillas, mi cuerpo y mi cabeza. Era como caer en una cama elástica, dejándote llevar por la gravedad y el rebote del plástico bajo tu cuerpo. Como estar a un paso del descanso eterno.



ERIK

-Avanza, yo protejo el perímetro.

-Pero…

-Protege a Bill.

Obedeció apenas entendió que la seguridad de él estaba en juego. Gruñí torciéndole el cuello a uno de los últimos guardias, hasta que se desplomó muerto a mis pies. Le quité las armas y cualquier otro dispositivo que pudiera ir en contra de nosotros, al igual que lo hice con los demás. Protegí a Rebbeca de un tipo que la empujo contra la pared y le cubrí la espalda mientras avanzábamos en busca de más hombres.

-Estás herido.

-Da igual. Un poco de hilo con aguja y listo.

-Se ve terrible.

Miré mi pierna, imaginando una cascada de sangre pero sólo eran gotas y una línea que habrían mis pantalones. Sonreí en dirección a mi esposa y deposité un beso en su frente para borrar las líneas en su frente preocupada.

-Tu hombre está como nuevo, ni un rasguño puede dañarlo.

-Ten cuidado, Erik. Ya no eres un joven de veinte para arriesgar tu vida. Recuerda que Bianca desea verte completo.

-Mi Bianca siempre estará bien, lo sé.

-Tú eres quien debe estar bien.

Cogió unas granadas de la bolsa indicándome que guardara silencio. A diferencia de Litio, Uranio y la Invasora, Rebbeca posee una gran capacidad de predecir los movimientos del enemigo y matarlo sin si quiera tocas un arma. En sus mejores años, fue una científica que trabajó en Estados Unidos haciendo prueba con cadáveres sin identificación y alguna que otra rata. Luego, trabajó investigando las causas de muerte de los espías de la mafia, en busca de armas bacteriológicas. Ahí fue donde la conocí, siendo un simple mensajero de Pantera en busca de unos resultados químico-biológicos.

Agudizó su audición, totalmente quieta a mi lado. Y tras unos segundos, quitó el seguro de cada granada y las lanzó hacia el pasillo que se abría detrás de nosotros con precisión y la elegancia de un felino al ataque. Sin más distracciones, cubrí su cuerpo con el mío contra la pared más cercana antes de la gran explosión y el casi inaudible grito desgarrador tras la explosión. Su corazón estalló bajo mi protección tras es estruendo, sus brazos rodearon mi cintura y su boca se posó en un punto sensible de mi cuello. Caramba… nunca me aburriría de esta mujer, su tacto y sus reacciones.  Sentí que algo golpeó mi trasero, y sin querer la presioné más contra la muralla. Esperamos quietos y agitados a que las explosiones cesaran y la cosas dejaran de estallar y emitir chispas.

-¿Estás bien?

-¿Puedes llamarle “bien” a ponerse cachonda en medio de una explosión?

Me reí inaudiblemente sin despegar los ojos de su rostro radiante y hermoso. Y yo que pensaba que era el único que se ponía cachondo en situaciones delicadas. Besé sus labios para calmar su ansiedad palpable con delicadeza y sin perder de vista nuestro alrededor.

-Ven, vamos a patear algunos sucios traseros.

-Hummm… ahora sí que me puse a mil –acomodó su arma y volvimos en busca de más.




INVASORA

-¿Te encuentras bien Bill?

-Creo que ni Tom Cruise sabe lo que es la verdadera acción con Misión Imposible. Realmente esto es como estar en un videojuego jadeó apoyándose a mi lado junto a la pared.

-Bill, esto es la vida real y no tienes vidas extras o debes recoger monedas.

-No es necesario que lo menciones. ¿Y Gaspard?

Abel estaba intacto, pero sus hombres estaban habían reducidos sus fuerzas y ya no contábamos con la misma cantidad de antes. Era como una guerra que no se acababa, ellos subestimaron al enemigo y ahora era demasiado tarde para darse por vencidos. Nos habían arrastrado a una zona de peligro que debieron evaluar antes de crear un plan suicida. Ahora es cuando entiendo la razón por la que la mafia de Pantera avanzó a pasos veloces en los últimos quince años.

Habíamos logrado ingresar al subterráneo y desactivar las cámaras además de dispararles a éstas. Estaba repleto de hombres, como si fuera el verdadero panal de la abeja reina. Éste era el núcleo ahora. Y pese a conocer cada escondite a mi alrededor, cada movimiento que hiciera significaba estar a la vista de otros. Bill y yo estábamos arrodillados, viendo muros destruidos a nuestro alrededor y cuerpos tirados a lo lejos. Estábamos esperando a Gaspard y a Musa, quienes se habían adelantado para disminuir el peligro.

Bill era todo un experto en pasar desapercibido, y llegó un momento en que él corrió más rápido que yo y me arrastró con él. Este hombre no paraba de sorprenderme en ningún momento. Estaba jadeando de la expectación, pero parecía mantener un autocontrol muy desarrollado para ser la primera vez en un escenario letal. Y ahora que lo miraba bien, con los bototos de Gaspard, los pantalones oscuros, el chaleco antibalas y la camiseta blanca, parecía una especie de dios de la guerra listo para esquivar todo a su paso y defender lo que es suyo. Creo que si hubiese tenido una fantasía sexual cuando era joven, Bill cumpliría con el rol perfecto para ello, llenando cada especio del mejor sueño erótico de una adolescente.

-¿Qué me miras tanto? –Parpadeé distraída ante su pregunta, me miró con ojos divertidos sin soltar el agarre de su arma-. Creo que alguien estaba soñando despierta en el momento equivocado.

-Eres increíble, Bill –sonreí, y cuando ladeó la cabeza, noté el corte en su cuello, sangrando y reciente-. Dios mío, Bill estás herido.

-¿Eh?

-Aquí –le indiqué con mi propio cuello la zona-. Tienes un corte que no se ve para nada bien.

-Da igual, (name). Estoy bien y lo que importe es que prestes atención a la señal de Gaspard o Musa. No te distraigas conmigo y tus sueños mojados, ¿vale?

Lo que vino fue tan sorpresivo que ni en cámara lenta se podría entender. Miles de pesados trozos de concreto estallaron a la vez produjeron una espesa neblina entre Bill y yo. Me sentí apedreada y pude oír el grito de Bill antes de tomar mi mano y tirar de mí. El ruido era ensordecedor mientras seguían las explosiones a nuestro paso y el poco aire que inhalaba ardía en mis pulmones como gas lacrimógeno. Mi garganta ardía y sentía que me dolía con sólo intentar hablar.

Traté de tomar con fuerza la mano de Bill sobre mi brazo, para protegerlo entre todo el polvo en suspensión de lo que sea que haya pasado a nuestro alrededor, pero algo oscuro golpeó en mi estómago con fuerza haciéndome expulsar lo poco de aire que tenía. Sentí un brazo envolver mi abdomen y otro sujetar un pañuelo en mi nariz. Oh, el clásico método del cloroformo sorpresa que hasta en las películas se veía. Sé que le pequé a mi atacante, seguramente rompí su nariz o su ceja con mi codo, pero para ello tuve que inhalar parte del líquido asfixiante para impulsar mis movimientos y mis fuerzas cedieron a medida que los efectos del puto líquido entraban en mis pulmones y volvían todo oscuro. A lo lejos, podía escuchar gritos escandalizados que no pude responder al igual que mis músculos tampoco lo hacían, era un peso muerto.