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sábado, 21 de septiembre de 2013

Capitulo 19 (Tercera Temporada)

-¿Le mencionaste que somos novios o algo por el estilo?

-Mamá sabe que nadie encaja con mi prototipo.

-¿Ese es un no?

-Exacto.

Me parecía extraño viajar en el transporte público con Cassandra a mí lado. Según Bianca, uno de los hombres que trabajaban para los Kaulitz la retiraba del instituto cuando su padre estaba ocupado, pero nunca tomaba el autobús ni nada por el estilo. Claro, a los famosos les falta un mundo por recorrer, el mundo del anonimato en donde dejan sus tronos y coronas de lado para volver a la humildad de cualquier persona que no pueda obtener sus lujos.

Matt me puso al día sobre chismes, acontecimientos, trabajos, pruebas, y otros detalles inclasificables durante todo el día. Él y los chicos, mencionaron que realmente muchos parecían notar mi ausencia por mucho que no fuera tan conocido. En el casino, vi sonrisas, mejillas sonrosadas y risas nerviosas de las chicas cuando me veían, lo que claro, no fue un problema de ignorar cuando lo único que pasaba por mi mente era la hora de la salida.

-¿Y cuál es tu prototipo?

-Pues… apuesto, inteligente, con un aire misterioso, oblicuos marcados, fanático de las matemáticas, encantador y extrovertido.

-No pides nada –murmuré sarcásticamente observando la transformación urbana de un sector lleno de departamentos por todas partes.

-A diferencia de los hombres, a nosotras nos importa más el interior de las personas.

-¿Qué?

-El interior.

-Las bolas –asentí burlonamente elevando una ceja.

Noté que una señora de edad nos observaba con curiosidad frente a nosotros levantando sus cejas y aumentando las arrugas en su cara. Cassandra también lo notó y se puso más roja que un tomate.

-Tonto –murmuró desviando la vista-. ¿Y tú, qué buscas? ¿Un busto grande y un buen trasero?

-Sólo si ando de joda.

Cassandra soltó una carcajada al aire y la señora que antes observaba se abanicó la cara negando con la cabeza.

Señora, no es necesario que lo diga… sé que soy un… ¿qué soy?

-¿Y si no andas de joda?

-Pues… necesitaría conocer a mi alma gemela.

-¿Alma gemela?

-Sí, ya sabes… personas que están destinadas a estar juntas de por vida y en todas las reencarnaciones posibles.

-Entiendo, pero… ¿de dónde nació tu idea?

-No lo sé –reconocí frunciendo las cejas-. Desde que tengo memoria tengo esa idea en la cabeza.

-Ya veo…

-Pero para eso, debo verla a primera vista. Y si no me atrae así, creo que no será mi alma gemela.

Nuevamente observé de reojo a la señora frente a nosotros, sus labios se elevaban en una sonrisa poblada de arrugas y pude notar una parte de su lápiz labial desbordado. Dios, ¿cuántos años debía tener, cien? Al menos seguí viva y podía trasladarse de un lugar a otro en…

-Te pareces a mi tío.

Un escalofrío recorrió mi espalda ante la mención de aquel tipo amargado. Definitivamente el no podría ser mi padre ni en un millón de años, ni mamá se fijaría en alguien con un humor de perros.

-Seguramente tu tío copió mi idea de romanticismo.

-Lo dudo.

Tras llegar a un paradero, caminamos lo que me pareció un laberinto. Me sentí en el pac-man de la vida real junto a mi versión femenina. A medida que avanzábamos, los edificios se veían cada vez más privados y sofisticados con altos arbustos que limitaban la vista a cualquier mirón y rejas que anulaban la posibilidad de posibles ladrones. ¿Quién era su madre para vivir en un barrio tan raro como este? Juraría que me encontraba cerca de políticos y presidentes con tantos autos de lujo, guardias y cámaras de seguridad.

-¿Esto es normal en Alemania? –le pregunté algo incómodo con tantos lentes observándonos caminar.

-Bueno, no falta el tipo que quiere atentar en uno de los barrios más seguros de toda Europa.

-¿Estamos cerca?

-Es ahí.

Indicó un edificio blanco altísimo en donde fácil se podría ver la Torre Eiffel desde la terraza. Cassandra ingresó una clavé y una tarjeta de identificación además de hablar con el conserje diciéndole mi nombre y que estaba con ella. Claro, a ella la conocían y parecía ser muy respetada por su padre… ¿o su madre?

Mierda, ni si quiera sé a qué se dedicaba su madre para estar metida en un lugar como éste. ¿Y si era una agente de la policía internacional o algo por el estilo? Podría buscar mis datos insertando mi primer nombre o buscando en la base de datos del instituto hasta llegar a mi madre y... resumiendo, se estallaría la Tercera Guerra Mundial.

Tomamos el ascensor y apretó el botón del piso veinticinco. Observé mi rostro pálido en los espejos que nos rodeaban y miré de reojo la cámara de seguridad oculta en el ducto de ventilación. Realmente me sentía perseguido con tanta seguridad, es como si una vocecita me dijera “sé lo que hiciste el verano pasado”. Ya en el pasillo, pasamos unas tres puestas hasta dar con una que juraría que tenía una lámina de metal antibalas. Mi versión femenina golpeó la puerta con un ritmo diferente al normal, un código auditivo.

-Le dije que vendría contigo así que debe estar algo…

La puerta se abrió revelando a una mujer rubia de ojos azules cubiertos por unos lentes con marco negro. Me recordó a mi madre con su porte delgado y una mirada inteligente que parecía cubrir algo más que una sonrisa cordial. ¿Quién era? ¿Por qué de repente me sentía en un interrogatorio? ¿Acaso estaba en la boca del lobo? Metió un mechón rubio tras su oreja, y noté que su cabello estaba tomado en un peinado desordenado.

-Bienvenidos –saludó con una voz amigable pero algo tensa. Sentía los sentidos que mamá me ayudó a desarrollar totalmente activados esperando por una señal.

-Mamá, él es Alexander. El chico del que te hable.

-Hola Alexander –besó mi mejilla y noté el olor a perfume caro.

-Un gusto en conocerla, señora…

-Llámame Andrea. Realmente me siento vieja cuando me dicen así… no se queden ahí parados, pasen.

El departamento era totalmente acogedor; cuadros con flores y paisajes tranquilos, un sofá blanco con almohadones celeste, plantas bien cuidadas y un comedor con un florero en el centro… camelias simples.

-Siéntense… ya vuelvo con algo para comer.

-Almorzamos en el…

-Lo sé, Cassie. Pero quiero ser una buena anfitriona y ofrecerles algo para que no les dé hambre.

-Vale… haz lo que quieras.

Nos acomodamos en el sofá dejando nuestros bolsos a un lado. La vista era realmente buena. Apostaría a que de noche se veía realmente encantador con las luces de la ciudad. ¿Qué clase de persona podía vivir en un departamento como éste sola? ¿Acaso no la consumía la soledad? ¿Por qué se habrán divorciado los padres de Cassandra? Y ahí noté el detalle… observé a mi alrededor y noté algo raro.

-¿No hay fotos?

-No –negó con la cabeza restándole importancia a mi pregunta.

-¿Por qué?

-A mamá no le gusta exponer a sus seres queridos. Las guarda en un álbum y las muestras a quienes realmente son de su confianza.

-Ah…

Si fuera por eso, mamá tampoco tendría nuestras fotos repartidas por las paredes y muebles. En su mayoría eran fotos tomadas por mí y aparecíamos todos a quienes considerábamos como nuestra familia. Mi favorita, es una en donde aparecemos los dos sonriendo a la cámara… la única en donde la sonrisa de mamá se ve más radiante que en todas.

Andrea regresó con una bandeja con zumo y vasos, y luego volvió con otra llena de pequeños pasteles decorados de distinta forma. ¿Era una manía natural que las madres hicieran cosas así en su tiempo libre? Observé a Cassandra, quien parecía no tomarle mucha importancia al arte culinario de su madre.

-¿De dónde eres, Alexander? Tu acento no parece ser de acá –se sentó frente a nosotros tras servirnos zumo de naranja en los vasos.

-Soy de todos lados –resumí sonriéndole como excusa ante tal detalle personal.

-¿De todos lados? –frunció el seño sin entender mi elección de palabras.

-Cada tres años me cambio de casa. Así que no me considero de ningún lugar.

-¿Enserio? –Hasta Cassandra parecía impresionada con mi confesión.

-El último lugar en el que estuve fue Seattle, pero por el trabajo de mi madre ahora estamos acá.

-Tu madre debe ser una mujer de negocios.

-Lo es –mentí tomando inmediatamente un sorbo de zumo para esconder mi falacia.

-Bueno, en mi juventud también viajaba a diferentes países, así que comprendo el accionar de tu madre. Claro, paré de hacerlo cuando nació Cassandra por obvios motivos, pero quizás algún día retome el ritmo de viaje y me dé unas vacaciones internacionales –sonrió con honestidad tomando uno de sus cupcakes con crema rosa.

-¿Y usted en qué trabaja?

-Soy enfermera.

-Mamá trabaja en el hospital central, en donde te atendieron luego de tu… desmayo.

-Suena bien ayudar a la gente –opiné tratando de ser más amigable con la madre de mi versión femenina.

-Lo es… -Se acomodó en el sillón frente a nosotros y tras un sorbo de zumo, sonrió divertida-. Me sorprende ver a alguien que soporte el carácter de mi hija, ¿sabes?

-¿Me estás diciendo amargada en plena cara, madre? –fingió asombro y sonrió ante la confesión de su mamá.

-Bueno, nunca traes chicos a mi casa y tus amigas realmente no tienen cerebro, así que… prácticamente no has traído a nadie a casa. No te ofendas Alexander, ni te avergüences… pero esperaba a que fueras gay cuando mi hija me contó que vendría contigo.

Me reí ante su suposición tan alocada al igual que Cassandra. Realmente esta señora me empezaba a caer bien, y no entendía cómo Tom pudo divorciarse de ella. ¡Los dos eran como dos adolescentes graciosos!

-No soy gay –sonreí respondiendo su pregunta.

-Es un pansexual –se rió Cassandra señalándome.

-¿Un pansexual? Eso no me lo esperaba, eh.

-Sí, tiene admiradoras por doquier. Prácticamente tiene a la mitad del instituto suspirando por él. Y hay un blog en donde lo veneran.

-¡Dios! ¿Enserio?

-Pensé que no sabías lo del blog –le dije a Cassandra.

-Los rumores corren rápido.

-¿Y qué hay en ese blog? ¿Cartas de amor? ¿Videos?

-Hay… de todo.

-Es terrible, Andrea. Se lo juro, mi prima me lo mostró hace unos días y quedé con náuseas luego de leer las confesiones hormonales que posteaban en donde prácticamente me violaban con la mirada.

-¿Pero haces algo para llamar su atención?

-Nada. Vago por los pasillos de una clase a otra. Y de vez en cuando causo problemas pero…

-Las chicas aman a los chicos malos –dijo.

-Pero él no es malo –le respondió Cassandra.

-Bueno, entonces te aman por ser un vago de los pasillos.

-Buen punto –la felicité.

Tras contarnos historias de su trabajo en donde mencionaba labores de parto, operaciones de alto riesgo y cosas sacadas como de “Grace Anatomy”, le contamos cómo fue que nos conocimos o cuánto nos odiábamos al principio. Claro, ella parecía tener conocimiento del comportamiento de su hija, sin embargo le restaba importancia.

Sentí que todos esos nervios que sentí al comienzo parecían esfumarse al notar que Andrea no parecía ocultar algo como suponía. Quizás era una simple mujer que buscaba vivir segura y tranquila en un barrio importante y con una vista espectacular que dejaría con la boca abierta a cualquiera.

-Bien, a lo que vinimos –dijo Andrea cuando la cantidad de pasteles se redujeron en la bandeja e íbamos por la tercera ronda de zumo-. Cassie me contó algo sobre tu búsqueda personal.

-No hay mucho que decir –comenté sabiendo que éste era un tema complicado.

-¿Tu madre está al tanto de lo que pretendes?

-Sabe que lo quiero encontrar, y de vez en cuando me dice cosas como que tiene un tatuaje, tenemos la misma personalidad, cosas así.

-¿Algo importante que te haya dicho ya?

-Que está en Alemania. Vivo.

-Bueno, eso reduce bastante tu búsqueda.

-Sé que puede mejorar, porque hay sólo dos familias con mi apellido en Alemania.

-¿Ah sí?

-Una está demasiado lejos y no hay ningún hombre cuya edad se asemeje a la de mi madre según lo que investigué.

-¿Y la otra?

-En la otra, hay dos hombres de la misma edad.

-¿Primos?

-Gemelos.

-¡Vaya! Está bastante reducida el área de búsqueda. ¿Pero en qué puedo ayudarles cuando ya saben por dónde partir?

-Mamá, ¿aún no lo comprendes, verdad?

-¿Comprender qué, cariño?

Cassandra me observó fijamente y tras asentir ante su permiso, tomó mi mano calmando mis repentinos nervios.

-Alexander es un Kaulitz.

Silencio.

SILENCIO.

S I L E N C I O.

Su rostro pasó de un suave rosa a un enfermizo blanco que notaba su sorpresa. El vaso que sostenía en sus manos peligraba con caerse y verter su contenido en el piso flotante bajo sus pies. ¿Qué escondía mi apellido? ¿Quién era mi padre? ¿Acaso ella podría ayudarme? Me observó fijamente tratando de recuperar la compostura. Sus manos tiritaban y los mechones de su cabello se desprendían del peinado cuando comenzó a negar con la cabeza frenéticamente.

-¿Mamá? –murmuró Cassandra con preocupación.

Su madre se paró como si tuviera un resorte en el trasero que la impulsara a hacerlo, buscó su bolso y sacó un frasquito blanco cuyo nombre no alcancé a leer. Tomó una píldora y la tragó con un sorbo de jugo.

Lentamente se acercó y se sentó a mi lado sin pestañear ni despegar su mirada de mi rostro. Me sentí incómodo notando que algo había cambiado en ella, en su forma de mirarme. Sus ojos azules se habían suavizado.

-¿Cuántos… c-cuántos años tienes?

-Diecisiete… casi dieciocho –susurré

Tapó su boca con una mano y de sus ojos se desprendieron lágrimas. ¿Qué pasaba? ¿Qué sabía ella? Tomó mi mano arrancándola de las de su hija y Cassandra observó conmocionada el cambio de humor de su madre.

-¡Dios mío!... ahora entiendo todo, ahora lo entiendo –murmuró en español.

Espera, ¿español?

-¿Sabe hablar en español? –le pregunté sorprendido.

-¿Tú también?

-Es mi lengua materna.

-¡Dios!... es que esto es… esto es realmente una sorpresa, yo…

-Mamá –la llamó tratando de hacer que ordenara sus pensamientos.

-Jamás esperé esto… ha pasado tanto tiempo que… ¡Jesús, Alexander! ¿Cómo no noté que tienes sus ojos?

-¿Los ojos de quién, Andrea? Por favor, dímelo. No puedo seguir sin saber quién es mi padre.

De repente su rostro cambió. Había recibido una dosis de realidad y sin saber qué hacer, limpió sus lágrimas y volvió a su asiento frente a nosotros recuperando la compostura y tranquilizando lo su pulso acelerado ante la sorpresa. Noté que había estado aguantando el aire en mis pulmones, y volví a respirar pausadamente observando el paisaje.

-¿Estás mejor, mamá?

-Alexander, yo… no te puedo ayudar.

Mi mundo cayó en picada. Me sentía en el punto de partida como si estuviera jugando una ronda del Monopolio. Pensé que estaba frente a una puerta, pero estaba frente a un antejardín. Estaba lejos de nuevo, quedándome con las palabras de mamá y mis tíos.

-Si bien estoy divorciada de Thomas, le prometí no hablar de épocas pasadas. Es una promesa de familia… y no la puedo romper.

-Pero mamá, Alexander ha pasado años averiguando quién es su padre. No lo puedes dejar así. No se lo merece.

-Lo sé, hija. Pero debo cumplir mi palabra. Y si tu madre no te lo ha dicho Alexander, es porque cree necesario que no sepas quién es. Por favor, hijo, no busques más. No sigas indagando en una promesa que no se romperá jamás. Realmente lo lamento.

Game over…. Again.


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Les subo el capitulo correspondiente a mañana (por si no lo notaron, subo los jueves y domingos), ya que dudo realmente tener tiempo. Lean, comenten, griten, y vivan ;-)

3 comentarios:

  1. OMG! ANDREA NO DIRA NADA! PERO SOSPECHA DE QUIEN ES SANTO CRISTO ESPERO QUE SUBAS EL JUEVES CUIDATE UN BESO

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  2. AYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY Esto es injusto T.T
    por qué Andrea? D:
    Sube pronto...
    Me quedó con ganas de leer más T.T
    Cuídate y un abrazo

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  3. Fascinante, lo único que me queda decir es: ¡ya quiero que sea jueves! :)
    Sí había notado que estabas subiendo los jueves y domingos, y en serio me alegra que sean dos capítulos por semana, gracias.
    Saludoos, suerte

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