-¿Le
mencionaste que somos novios o algo por el estilo?
-Mamá sabe que
nadie encaja con mi prototipo.
-¿Ese es un no?
-Exacto.
Me parecía
extraño viajar en el transporte público con Cassandra a mí lado. Según Bianca,
uno de los hombres que trabajaban para los Kaulitz la retiraba del instituto
cuando su padre estaba ocupado, pero nunca tomaba el autobús ni nada por el
estilo. Claro, a los famosos les falta un mundo por recorrer, el mundo del
anonimato en donde dejan sus tronos y coronas de lado para volver a la humildad
de cualquier persona que no pueda obtener sus lujos.
Matt me puso al
día sobre chismes, acontecimientos, trabajos, pruebas, y otros detalles
inclasificables durante todo el día. Él y los chicos, mencionaron que realmente
muchos parecían notar mi ausencia por mucho que no fuera tan conocido. En el
casino, vi sonrisas, mejillas sonrosadas y risas nerviosas de las chicas cuando
me veían, lo que claro, no fue un problema de ignorar cuando lo único que pasaba
por mi mente era la hora de la salida.
-¿Y cuál es tu
prototipo?
-Pues… apuesto,
inteligente, con un aire misterioso, oblicuos marcados, fanático de las
matemáticas, encantador y extrovertido.
-No pides nada
–murmuré sarcásticamente observando la transformación urbana de un sector lleno
de departamentos por todas partes.
-A diferencia
de los hombres, a nosotras nos importa más el interior de las personas.
-¿Qué?
-El interior.
-Las bolas
–asentí burlonamente elevando una ceja.
Noté que una
señora de edad nos observaba con curiosidad frente a nosotros levantando sus
cejas y aumentando las arrugas en su cara. Cassandra también lo notó y se puso
más roja que un tomate.
-Tonto –murmuró
desviando la vista-. ¿Y tú, qué buscas? ¿Un busto grande y un buen trasero?
-Sólo si ando
de joda.
Cassandra soltó
una carcajada al aire y la señora que antes observaba se abanicó la cara
negando con la cabeza.
Señora, no es necesario que lo diga… sé que
soy un… ¿qué soy?
-¿Y si no andas
de joda?
-Pues…
necesitaría conocer a mi alma gemela.
-¿Alma gemela?
-Sí, ya sabes…
personas que están destinadas a estar juntas de por vida y en todas las
reencarnaciones posibles.
-Entiendo,
pero… ¿de dónde nació tu idea?
-No lo sé
–reconocí frunciendo las cejas-. Desde que tengo memoria tengo esa idea en la
cabeza.
-Ya veo…
-Pero para eso,
debo verla a primera vista. Y si no me atrae así, creo que no será mi alma
gemela.
Nuevamente
observé de reojo a la señora frente a nosotros, sus labios se elevaban en una
sonrisa poblada de arrugas y pude notar una parte de su lápiz labial
desbordado. Dios, ¿cuántos años debía tener, cien? Al menos seguí viva y podía
trasladarse de un lugar a otro en…
-Te pareces a
mi tío.
Un escalofrío
recorrió mi espalda ante la mención de aquel tipo amargado. Definitivamente el
no podría ser mi padre ni en un millón de años, ni mamá se fijaría en alguien
con un humor de perros.
-Seguramente tu
tío copió mi idea de romanticismo.
-Lo dudo.
Tras llegar a
un paradero, caminamos lo que me pareció un laberinto. Me sentí en el pac-man
de la vida real junto a mi versión femenina. A medida que avanzábamos, los
edificios se veían cada vez más privados y sofisticados con altos arbustos que
limitaban la vista a cualquier mirón y rejas que anulaban la posibilidad de
posibles ladrones. ¿Quién era su madre para vivir en un barrio tan raro como
este? Juraría que me encontraba cerca de políticos y presidentes con tantos
autos de lujo, guardias y cámaras de seguridad.
-¿Esto es
normal en Alemania? –le pregunté algo incómodo con tantos lentes observándonos
caminar.
-Bueno, no
falta el tipo que quiere atentar en uno de los barrios más seguros de toda
Europa.
-¿Estamos
cerca?
-Es ahí.
Indicó un
edificio blanco altísimo en donde fácil se podría ver la Torre Eiffel desde la
terraza. Cassandra ingresó una clavé y una tarjeta de identificación además de
hablar con el conserje diciéndole mi nombre y que estaba con ella. Claro, a
ella la conocían y parecía ser muy respetada por su padre… ¿o su madre?
Mierda, ni si
quiera sé a qué se dedicaba su madre para estar metida en un lugar como éste.
¿Y si era una agente de la policía internacional o algo por el estilo? Podría
buscar mis datos insertando mi primer nombre o buscando en la base de datos del
instituto hasta llegar a mi madre y... resumiendo, se estallaría la Tercera
Guerra Mundial.
Tomamos el
ascensor y apretó el botón del piso veinticinco. Observé mi rostro pálido en
los espejos que nos rodeaban y miré de reojo la cámara de seguridad oculta en
el ducto de ventilación. Realmente me sentía perseguido con tanta seguridad, es
como si una vocecita me dijera “sé lo que hiciste el verano pasado”. Ya en el
pasillo, pasamos unas tres puestas hasta dar con una que juraría que tenía una
lámina de metal antibalas. Mi versión femenina golpeó la puerta con un ritmo
diferente al normal, un código auditivo.
-Le dije que
vendría contigo así que debe estar algo…
La puerta se
abrió revelando a una mujer rubia de ojos azules cubiertos por unos lentes con
marco negro. Me recordó a mi madre con su porte delgado y una mirada
inteligente que parecía cubrir algo más que una sonrisa cordial. ¿Quién era?
¿Por qué de repente me sentía en un interrogatorio? ¿Acaso estaba en la boca
del lobo? Metió un mechón rubio tras su oreja, y noté que su cabello estaba
tomado en un peinado desordenado.
-Bienvenidos
–saludó con una voz amigable pero algo tensa. Sentía los sentidos que mamá me
ayudó a desarrollar totalmente activados esperando por una señal.
-Mamá, él es
Alexander. El chico del que te hable.
-Hola Alexander
–besó mi mejilla y noté el olor a perfume caro.
-Un gusto en
conocerla, señora…
-Llámame
Andrea. Realmente me siento vieja cuando me dicen así… no se queden ahí
parados, pasen.
El departamento
era totalmente acogedor; cuadros con flores y paisajes tranquilos, un sofá blanco
con almohadones celeste, plantas bien cuidadas y un comedor con un florero en
el centro… camelias simples.
-Siéntense… ya
vuelvo con algo para comer.
-Almorzamos en
el…
-Lo sé, Cassie.
Pero quiero ser una buena anfitriona y ofrecerles algo para que no les dé
hambre.
-Vale… haz lo
que quieras.
Nos acomodamos
en el sofá dejando nuestros bolsos a un lado. La vista era realmente buena.
Apostaría a que de noche se veía realmente encantador con las luces de la
ciudad. ¿Qué clase de persona podía vivir en un departamento como éste sola?
¿Acaso no la consumía la soledad? ¿Por qué se habrán divorciado los padres de
Cassandra? Y ahí noté el detalle… observé a mi alrededor y noté algo raro.
-¿No hay fotos?
-No –negó con
la cabeza restándole importancia a mi pregunta.
-¿Por qué?
-A mamá no le
gusta exponer a sus seres queridos. Las guarda en un álbum y las muestras a
quienes realmente son de su confianza.
-Ah…
Si fuera por
eso, mamá tampoco tendría nuestras fotos repartidas por las paredes y muebles.
En su mayoría eran fotos tomadas por mí y aparecíamos todos a quienes
considerábamos como nuestra familia. Mi favorita, es una en donde aparecemos
los dos sonriendo a la cámara… la única en donde la sonrisa de mamá se ve más
radiante que en todas.
Andrea regresó
con una bandeja con zumo y vasos, y luego volvió con otra llena de pequeños
pasteles decorados de distinta forma. ¿Era una manía natural que las madres
hicieran cosas así en su tiempo libre? Observé a Cassandra, quien parecía no
tomarle mucha importancia al arte culinario de su madre.
-¿De dónde
eres, Alexander? Tu acento no parece ser de acá –se sentó frente a nosotros
tras servirnos zumo de naranja en los vasos.
-Soy de todos
lados –resumí sonriéndole como excusa ante tal detalle personal.
-¿De todos
lados? –frunció el seño sin entender mi elección de palabras.
-Cada tres años
me cambio de casa. Así que no me considero de ningún lugar.
-¿Enserio?
–Hasta Cassandra parecía impresionada con mi confesión.
-El último
lugar en el que estuve fue Seattle, pero por el trabajo de mi madre ahora
estamos acá.
-Tu madre debe
ser una mujer de negocios.
-Lo es –mentí
tomando inmediatamente un sorbo de zumo para esconder mi falacia.
-Bueno, en mi
juventud también viajaba a diferentes países, así que comprendo el accionar de
tu madre. Claro, paré de hacerlo cuando nació Cassandra por obvios motivos,
pero quizás algún día retome el ritmo de viaje y me dé unas vacaciones
internacionales –sonrió con honestidad tomando uno de sus cupcakes con crema
rosa.
-¿Y usted en
qué trabaja?
-Soy enfermera.
-Mamá trabaja
en el hospital central, en donde te atendieron luego de tu… desmayo.
-Suena bien
ayudar a la gente –opiné tratando de ser más amigable con la madre de mi
versión femenina.
-Lo es… -Se
acomodó en el sillón frente a nosotros y tras un sorbo de zumo, sonrió
divertida-. Me sorprende ver a alguien que soporte el carácter de mi hija,
¿sabes?
-¿Me estás
diciendo amargada en plena cara, madre? –fingió asombro y sonrió ante la
confesión de su mamá.
-Bueno, nunca
traes chicos a mi casa y tus amigas realmente no tienen cerebro, así que…
prácticamente no has traído a nadie a casa. No te ofendas Alexander, ni te
avergüences… pero esperaba a que fueras gay cuando mi hija me contó que vendría
contigo.
Me reí ante su
suposición tan alocada al igual que Cassandra. Realmente esta señora me
empezaba a caer bien, y no entendía cómo Tom pudo divorciarse de ella. ¡Los dos
eran como dos adolescentes graciosos!
-No soy gay
–sonreí respondiendo su pregunta.
-Es un
pansexual –se rió Cassandra señalándome.
-¿Un pansexual?
Eso no me lo esperaba, eh.
-Sí, tiene
admiradoras por doquier. Prácticamente tiene a la mitad del instituto
suspirando por él. Y hay un blog en donde lo veneran.
-¡Dios!
¿Enserio?
-Pensé que no
sabías lo del blog –le dije a Cassandra.
-Los rumores
corren rápido.
-¿Y qué hay en
ese blog? ¿Cartas de amor? ¿Videos?
-Hay… de todo.
-Es terrible,
Andrea. Se lo juro, mi prima me lo mostró hace unos días y quedé con náuseas
luego de leer las confesiones hormonales que posteaban en donde prácticamente
me violaban con la mirada.
-¿Pero haces
algo para llamar su atención?
-Nada. Vago por
los pasillos de una clase a otra. Y de vez en cuando causo problemas pero…
-Las chicas
aman a los chicos malos –dijo.
-Pero él no es
malo –le respondió Cassandra.
-Bueno,
entonces te aman por ser un vago de los pasillos.
-Buen punto –la
felicité.
Tras contarnos
historias de su trabajo en donde mencionaba labores de parto, operaciones de
alto riesgo y cosas sacadas como de “Grace Anatomy”, le contamos cómo fue que
nos conocimos o cuánto nos odiábamos al principio. Claro, ella parecía tener
conocimiento del comportamiento de su hija, sin embargo le restaba importancia.
Sentí que todos esos nervios que sentí al
comienzo parecían esfumarse al notar que Andrea no parecía ocultar algo como
suponía. Quizás era una simple mujer que buscaba vivir segura y tranquila en un
barrio importante y con una vista espectacular que dejaría con la boca abierta
a cualquiera.
-Bien, a lo que
vinimos –dijo Andrea cuando la cantidad de pasteles se redujeron en la bandeja
e íbamos por la tercera ronda de zumo-. Cassie me contó algo sobre tu búsqueda
personal.
-No hay mucho
que decir –comenté sabiendo que éste era un tema complicado.
-¿Tu madre está
al tanto de lo que pretendes?
-Sabe que lo quiero
encontrar, y de vez en cuando me dice cosas como que tiene un tatuaje, tenemos
la misma personalidad, cosas así.
-¿Algo
importante que te haya dicho ya?
-Que está en
Alemania. Vivo.
-Bueno, eso
reduce bastante tu búsqueda.
-Sé que puede
mejorar, porque hay sólo dos familias con mi apellido en Alemania.
-¿Ah sí?
-Una está
demasiado lejos y no hay ningún hombre cuya edad se asemeje a la de mi madre
según lo que investigué.
-¿Y la otra?
-En la otra,
hay dos hombres de la misma edad.
-¿Primos?
-Gemelos.
-¡Vaya! Está
bastante reducida el área de búsqueda. ¿Pero en qué puedo ayudarles cuando ya
saben por dónde partir?
-Mamá, ¿aún no
lo comprendes, verdad?
-¿Comprender
qué, cariño?
Cassandra me
observó fijamente y tras asentir ante su permiso, tomó mi mano calmando mis
repentinos nervios.
-Alexander es
un Kaulitz.
Silencio.
SILENCIO.
S I L E N C I
O.
Su rostro pasó
de un suave rosa a un enfermizo blanco que notaba su sorpresa. El vaso que
sostenía en sus manos peligraba con caerse y verter su contenido en el piso
flotante bajo sus pies. ¿Qué escondía mi apellido? ¿Quién era mi padre? ¿Acaso
ella podría ayudarme? Me observó fijamente tratando de recuperar la compostura.
Sus manos tiritaban y los mechones de su cabello se desprendían del peinado
cuando comenzó a negar con la cabeza frenéticamente.
-¿Mamá?
–murmuró Cassandra con preocupación.
Su madre se
paró como si tuviera un resorte en el trasero que la impulsara a hacerlo, buscó
su bolso y sacó un frasquito blanco cuyo nombre no alcancé a leer. Tomó una
píldora y la tragó con un sorbo de jugo.
Lentamente se
acercó y se sentó a mi lado sin pestañear ni despegar su mirada de mi rostro.
Me sentí incómodo notando que algo había cambiado en ella, en su forma de
mirarme. Sus ojos azules se habían suavizado.
-¿Cuántos…
c-cuántos años tienes?
-Diecisiete…
casi dieciocho –susurré
Tapó su boca
con una mano y de sus ojos se desprendieron lágrimas. ¿Qué pasaba? ¿Qué sabía
ella? Tomó mi mano arrancándola de las de su hija y Cassandra observó
conmocionada el cambio de humor de su madre.
-¡Dios mío!...
ahora entiendo todo, ahora lo entiendo –murmuró en español.
Espera,
¿español?
-¿Sabe hablar
en español? –le pregunté sorprendido.
-¿Tú también?
-Es mi lengua
materna.
-¡Dios!... es
que esto es… esto es realmente una sorpresa, yo…
-Mamá –la llamó
tratando de hacer que ordenara sus pensamientos.
-Jamás esperé esto…
ha pasado tanto tiempo que… ¡Jesús, Alexander! ¿Cómo no noté que tienes sus
ojos?
-¿Los ojos de
quién, Andrea? Por favor, dímelo. No puedo seguir sin saber quién es mi padre.
De repente su
rostro cambió. Había recibido una dosis de realidad y sin saber qué hacer,
limpió sus lágrimas y volvió a su asiento frente a nosotros recuperando la
compostura y tranquilizando lo su pulso acelerado ante la sorpresa. Noté que
había estado aguantando el aire en mis pulmones, y volví a respirar
pausadamente observando el paisaje.
-¿Estás mejor,
mamá?
-Alexander, yo…
no te puedo ayudar.
Mi mundo cayó
en picada. Me sentía en el punto de partida como si estuviera jugando una ronda
del Monopolio. Pensé que estaba frente a una puerta, pero estaba frente a un
antejardín. Estaba lejos de nuevo, quedándome con las palabras de mamá y mis
tíos.
-Si bien estoy
divorciada de Thomas, le prometí no hablar de épocas pasadas. Es una promesa de
familia… y no la puedo romper.
-Pero mamá,
Alexander ha pasado años averiguando quién es su padre. No lo puedes dejar así.
No se lo merece.
-Lo sé, hija.
Pero debo cumplir mi palabra. Y si tu madre no te lo ha dicho Alexander, es porque cree
necesario que no sepas quién es. Por favor, hijo, no busques más. No sigas
indagando en una promesa que no se romperá jamás. Realmente lo lamento.
Game over….
Again.
Les subo el capitulo correspondiente a mañana (por si no lo notaron, subo los jueves y domingos), ya que dudo realmente tener tiempo. Lean, comenten, griten, y vivan ;-)
OMG! ANDREA NO DIRA NADA! PERO SOSPECHA DE QUIEN ES SANTO CRISTO ESPERO QUE SUBAS EL JUEVES CUIDATE UN BESO
ResponderEliminarAYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY Esto es injusto T.T
ResponderEliminarpor qué Andrea? D:
Sube pronto...
Me quedó con ganas de leer más T.T
Cuídate y un abrazo
Fascinante, lo único que me queda decir es: ¡ya quiero que sea jueves! :)
ResponderEliminarSí había notado que estabas subiendo los jueves y domingos, y en serio me alegra que sean dos capítulos por semana, gracias.
Saludoos, suerte