-¡Viniste!
Sonreímos al mismo tiempo notando
que muchos de los presentes observaban cómo ella corría hacía mi y murmuraban a
su paso. Tomó mi mano y me guió entre la gente. ¿Cuántos había allí? Fácil unas
treinta personas, no mucho para ser una fiesta pero pude distinguir modelos y
personas estiradas y uno que otro más normal que todos.
-¿Dónde me llevas?
-Lejos de gente amargada y
aburrida –gritó sobre la música obteniendo la atención de los que la rodeaban.
Sonreí muy a gusto por su actitud
desafiante ante estas personas. Sin embargo, si los odiaba tanto o parecía ser
así, ¿por qué dejaba que su padre y su tío los llevaran a su casa? No creo que
viva en una completa dictadura nazi, de hecho su padre parece ser bastante
relajado y buena onda.
Me recordaban a esas fiestas
estiradas de la elite que mostraban en películas, aunque por suerte no estaban
vestidos de etiqueta. Apostaría todos los euros que llevo en mi billetera a que
más de la mitad de las mujeres que están presentes se han hecho un estiramiento
facial, se han puesto botox en los labios y silicona en las tetas y culo,
incluyendo además, que vivían de su imagen.
Por suerte, lo que parecía ser un
patio trasero con piscina, asaderas, terraza y perros, no estaba tan lleno de
viejos estirados. De hecho pude escuchar una singular risa a medida que nos
acercábamos a la terraza en donde una pequeña fogata iluminaba los rostros de
las personas. Ahí pude divisar a Tom, Bill, Gustav, Andreas, Georg, Ria, y
otras mujeres bañadas en operación. Me detuve sin pensarlo dos veces. ¿A esto
vine, estás completamente seguro Sascha?
-¿Qué pasa? –preguntó Cassandra
frunciendo el entrecejo.
-No vine para irrumpir en un
momento familiar al que no soy bienvenido.
-¿Quién dijo que no lo eras? –Me
encogí de hombros a medida que se acercaba para demostrarle mi ignorancia y
sonrió blanqueando los ojos-. ¡Ajá! Ahora te haces el tímido.
-¿”Tímido”? –enarqué una ceja
notando que ese adjetivo no va conmigo. ¿Yo, tímido? JAMÁS.
-Sí, tímido.
-No lo soy. Simplemente no sé lo
que pretendes llevándome con tu familia.
-¿Qué pretendo? Pues… ayudarte a
saber quién es tu padre. Ese es nuestro plan desde un principio.
-Pero…
-Mira, papá me dijo que te
invitara hoy por mucho que yo ya planeaba hacerlo antes de que me lo dijera. Y
no es que mis amigas suelan ser las invitadas de honor en las fiestas de mi
padre y mi tío, así que siéntete como en tu casa, Kaulitz.
Vale… jaque mate. Me rindo.
-Ok –ella sonrió pero agregué
rápidamente mi condición-. Sin embargo no quiero que digas mi apellido.
-¿Quieres utilizar el factor
sorpresa?
-Simplemente lo usaré cuando
encuentre que es el momento necesario. Y aún no llega.
-¿Y cuán será ése momento? –se
cruzó de brazos mostrando su impaciencia.
-Cuando sepa quién es.
-Ok.
Nos acercamos al círculo privado
que parecía no estar pendiente del disfrute de los demás invitados en la casa.
Saludé a quienes ya conocía, y Tom me presente ante Ria. Claro, debí suponer
que sería una más de las amantes de lo plástico a juzgar por sus labios, pechos
y nariz respingadísima como Michael Jackson. Su sarcasmo fue de lo más natural,
denominándome como el “novio de Cassie” aunque ya todos sabían que no lo
éramos.
Cassandra parecía estar incómoda
ante la Barbie pelirroja que tocaba la rodilla de su padre como insinuándole
que quería hacerle una mamada en pleno público. Dios, con esas pintas de bruja,
no entendía cómo un tipo tan light podía meterse con una tipa tan… no-light,
¿entiendes?
Me senté junto a Bill y Andreas,
mientras que Cassandra se dejó acoger por Georg y sus constantes bromas que le
hacían olvidar que la pareja de su padre era apestaba.
-¿Y Lena? –preguntó Andreas a
Bill.
-En Milán follando con alguno de
sus amantes –dijo riendo amargamente con una botella de cerveza en su mano.
-Pensé que habían cortado su
relación plástica –murmuró molesto su amigo negando con la cabeza.
-Ojalá fuera así de simple.
-Viejo, esta tipa no es lo que la
discográfica pensaba ni tu maldito publicista, ¿acaso no vez que eres el alemán
con los cuernos más grandes en toda Europa?
-No lo soy, Andreas. Sabes
perfectamente que ni si quiera tenemos una relación sexual.
Vaya, esto se ponía cada vez
mejor. Pero tampoco quería quedar como un chismoso frente a un tipo que con
suerte había visto dos veces. Observé a Cassandra que volvía a fulminar con la
mirada a la novia de su padre, no la culpada… yo también haría lo mismo con Ian
si fuera un puto bastardo. Pero no, no puedo porque es un buen-tipo-cría-peces.
¿Acaso era el karma el que me trajo a semejante sujeto a mi vida? Dios… he hecho
todo bien acá en Berlín y no me follé a ninguna chica mi última semana en
Seattle, ¡Si hasta me podía postular a santo!
-¿Tienes novia? –me preguntó
codeándome Andreas.
-No.
-Pero tienes cara de no ser
virgen –continuó.
-Que no tenga novia no quiere
decir que no sea activo sexualmente –sonreí de medio lado indicándole la
dirección de mi negativa.
-¿Qué? ¿Cuántos años tienes?
-Diecisiete.
-Espera, ¿estás con Cassandra?
–preguntó Bill levantando las cejas.
-¿Qué?... ¡No! Simplemente somos
compañeros.
-Esa no me la creo. Cassie es una
chica muy codiciada entre los adolescentes.
-No me gusta –dije sin más
miramientos-. Ambos somos muy diferentes, y chicas como ella, no me atraen al
igual que chicos como yo, no le atraen. Es simple.
-¿Ni un poco? –insistió Bill.
-Mira, estoy metido en un lío
demasiado grande como para meterme con alguna chica, ¿vale? Y si estuviese con
una, no sería realmente para estar con ella de por vida.
-Entonces eres como Tom cuando
tenía tu edad –concluyó Andreas tomando un sorbo de su cerveza.
-No lo sé, no estaba ni en los
testículos de mi padre cuando Tom tenía mi edad.
Ambos rieron escandalosamente
captando la atención de los que estaban más cerca. ¿Estaban ebrios o
simplemente tuvieron su momento de histeria colectiva asimilándola con carcajadas?
-¡Dios este chiquillo es un caso!
–dijo Andreas.
-Ok… -dijo Bill tomando un
respiro de sus risas para explicarse mejor-. Tom era de los que meten, sacan y
se van, ¿entiendes?
-Bueno, se podría decir que
entonces soy como él a mi edad.
-¿Y no piensas en sentar cabeza?
-Aún no –sonreí con malicia.
-Bueno, es comprensible porque
Thomas sentó cabeza cuando conoció a la madre de Cassie.
Bill borró su sonrisa observando
de reojo a Andreas, más que atento a lo que escapaba de su lengua algo sedada
con tanto alcohol. Estaba frente a una puerta cerrada, y tras esa puerta
estaban todos los secretos, todas las cosas que yo no entendía, todos los hilos
atados. ¿Qué sabía Bill? ¿Qué escondía? Quizás el no fuera la respuesta y Cass…
-¿Se enamoró? –pregunté tratando
de sonar levemente interesado.
-¡Mucho más que eso!... te diré
una cosa, Alexander –dijo acercándose a mí e ignorando la reciente molestia de
Bill-. Tom se enamoró completamente de ella, ambos se amaban demasiado. Y lo
más curioso es que Andrea también era como Tom.
-¿A qué te refieres?
-A ella le gustaba follar con
cualquiera en su tiempo libre, follar sin compromisos. Y luego de enamoró y…
¡BUM!
-¿”BUM”?
-Sí. Duraron unos años hasta que
tras el nacimiento de la pequeña Cass se complicaron las cosas.
-Vaya… -murmuré haciendo una nota
mental en mi cabeza para recordar hablar con Cassandra.
-¡Pero eso no es todo!
-Andreas –susurró Bill con sus
codos en las rodillas tratando de conservar la calma.
-Nuestro queridísimo virginal y
puritano Billy también cayó en las redes de una sirena –murmuró guiñándome un
ojo mientras gesticulaba con sus manos un par de curvas femeninas-. Pero como
ya sabes, las sirenas nunca son…
-Basta –dijo Bill lo
suficientemente enojado como para convertirse en el próximo Hulk.
Andreas reaccionó dentro de su
borrachera y cayó agachando la cabeza a la vez que murmuraba unas disculpas.
Observé al Kaulitz amargado acabar su cerveza en silencio y luego levantarse
para salir del grupo. Andreas siguió sus pasos con el rabo entre las piernas
como un perro. Cassandra reemplazó el puesto de su tío y me miró expectante por
una explicación.
-Andreas habló más de la cuenta
por lo que pude percibir.
-¿Qué dijo? –se acercó un poco
más sin importarle que su padre parecía estar atento a nuestro movimientos,
ignorando a su Barbie.
-Habló de la relación de tus
padres –susurré sólo para que ella escuchara-. Mencionó algo de que tu padre
estaba enamorado hasta más no poder y que luego de tu nacimiento las cosas se
complicaron.
Suspiró algo aliviada y sonrió
con tristeza.
-Eso ya lo sé.
-Y dijo que Bill se enamoro de
alguien.
-Hummm… realmente no sé mucho de
la vida de mi tío por mucho que vivamos en la misma casa. Sé lo de su infancia
y adolescencia, pero hay una etapa en su vida de la que nadie habla. Es como si
fuera un tema prohibido para todos.
Mamá también…
Dios, necesitaba decírselo a
Cassandra, necesitaba decirle que lo más seguro es que fuésemos hermanastros y
que… Dios, debía detenerme… no podía seguir con esto o acabaría arrodillado
frente a un inodoro eliminando lo poco y nada que tenía de comida mi estómago
hasta vaciar completamente mis tripas.
-¿Estás bien? –me preguntó y noté
que escalofríos viajaban por mi columna.
-Necesito decirte algo muy
importante…
-Está bien, vamos a la cocina.
Me guió tomando mi codo entre la
gente, ignorando los saludos y exclamaciones al verla conmigo. Las voces, el
humo del cigarrillo, las copas chocar, los botones de los teléfonos celulares,
las risas estridentes… sentía mi audición agudizada y todo me parecía una
molestia. Observé la hora… doce y treinta.
-Bien, habla.
Impresionantemente la cocina
estaba vacía y en silencio, con una temperatura ambiental que me hizo volver a
la vida y una frescura que calmó mis sentidos. Me apoyé en el mesón aclarando
las palabras que mis neuronas digitaban, liando oraciones y buscando mi voz.
-No podemos seguir con esto
–confesé mirándola fijamente a los ojos.
-¿Qué?... Alexander hemos llegado
lejos. Te he ayudado en todo lo posible y…
-¿Es que no lo entiendes?
-Explícame entonces –se cruzó de
brazos frunciendo el entrecejo.
-No me ayuda en nada que tu
familia no pueda hablar de cierta época, porque estoy seguro de que ésa parte
en la vida de tus tíos es una pieza fundamental que me hará saber quién es a
quien busco. Ni si quiera tu madre pudo mencionar una palabra cuando supo mi
apellido.
-No entiendo, yo…
-Tú familia, Cassandra. Mi
familia. Ambas coinciden demasiado.
Se quedó de piedra observándome
con los ojos como plato y la boca a medio abrir y cerrar. Parecía estar
procesando la información, palabra por palabra. Sólo se escuchaba a lo lejos la
música.
-¿Estás seguro?
-Si –asentí con pesar.
-Pero eso es bueno porque quiere
decir que tu campo de búsqueda se reduce a… ¡Oh Dios!
-Prefiero quedarme con la
tranquilidad de que sé de donde provengo, pero ya no quiero ahondar en un tema
que mi familia y la tuya de niega a mencionar. Tu familia conoce a la mía, tu
padre conoce a mis tíos.
-Te refieres a los que
mencionaron cuando viniste y…
-Sí. Gaspard y Lily. Son
hermanos, pareja y esposos. Lily está embarazada. Gaspard es francés tal y como
tu familia lo mencionó. Fue él quien me apodó Sascha. ¿Entiendes ahora, verdad?
¿Entiendes que ya no podemos seguir?