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domingo, 28 de julio de 2013

Capitulo 6 (Tercera Temporada)

-¡Has crecido demasiado desde la última vez que te vi, jovencito!

-Tenía catorce años.

-Bueno, en tres años y algo un hombre puede cambiar demasiado. ¿Y ya diste tu primer beso?

-¿Es enserio? –pregunté al hombre que cuidaba la entrada y que parecía contener la risa ante la estupidez que acababa de preguntar el jefe de mamá. Llené mis pulmones con aire y sonriendo forzadamente me limité al responderle -. Hace demasiado tiempo. Cabe mencionar que mi vida sexual es un tema aparte a pesar de lo demasiado activa que está a pesar de ser tan joven.

-¡Sascha! –susurró mi madre al ver que el pobre viejo empezaba a atragantarse con su infusión de gusanos totalmente asquerosa y que yo había tirado (en un descuido de él) a las plantas más cercanas haciéndoles un guiño a los guardias mientras estos sonreían divertidos.

-La juventud ha cambiado, madre. Y no hay que dejar que Pantera se quede adherido al pasado porque no le conviene –le respondí con toda la calma cuando el viejo se dio la vuelta para verme. Mamá, sabiendo que sólo bromeaba, sonrió divertida del extraño acento que utilicé.

-¿Tan pronto manejas temas… así? ¡Yo a tu edad recién conocía lo que eran las prostitutas pero jamás me atreví a estar con una! Guau… me has impresionado bastante, chiquillo –Este viejo se ha perdido de todo. Apuesto a que con suerte ha oído hablar de la primera edición del kamasutra, del sexo vainilla, y que nunca ha visitado un Sex Shop.

Odiaba verlo. Era como ver a una versión delgada de San Nicolás y con anillos de oro y trajes negros o blancos. Pantera Negra… ¿de dónde habrá sacado ese ridículo apodo? Es como llamarse “osito cariñosito”, “ratón Jerry” o “rosita fresita”… ¡una mariconada de apodo! Y aunque en sus tiempos debió estar de moda, los apodos son removibles por lo que no justifico su falta de creatividad.

Desde que tengo memoria, Solarin nunca fue me mi completo agrado. Solía mantenerme distante y atento a los movimientos de mamá en busca de su protección, quizás se debía a que siempre solía tener problemas en las distancias zonales con las personas que no conocía o simplemente no me agradaban. En otras palabras, no me gusta que nadie cruce mi zona privada ni mucho menos personal. En fin, Pantera me parece un viejo con cara de depravado sexual, pervertido y odioso. ¿Qué tan cierto es eso? No lo sé, pero me conformo con que mamá no sea de su tipo.

-Bien, iré al grano. Un pajarillo por ahí me ha contado que deseas ingresar y ser espía… trabajar para mí después de un largo e intenso entrenamiento.

Ella se lo dijo, y su cara de supuesta distracción, lo decía todo… ¡Pensé que ella no quería que ingresara! Ella quería que tratara de ser lo más normal posible porque no quería que mi vida se basara en manchar mis manos con sangre y ver cadáveres constantemente… no quería que fuera a su definición de infierno. ¿Qué la hizo cambiar de opinión así de drásticamente? Realmente las mujeres –en especial las madres-  son difíciles de comprender.

-¿Con que un pajarillo, eh? Esos son términos infantiles, Pantera. Además, las cosas se dicen por su nombre si mal no recuerdo –touché. Una indirecta para mamá, quien me observaba atenta y calculadoramente mientras su labio se convertía en una suave línea rosa y se cruzaba de brazos.

-Sin embargo tu madre no parece tomárselo muy bien… ¿o me equivoco? –Humm… muy observador el viejo. Miro a mamá y sonrío falsamente en su dirección, seguramente cuando lleguemos a casa, me ganaré el reto de la vida por ser irrespetuoso con ella frente a su jefe. Malditas apariencias de familias quebradas-perfectas.

-El que decide a los dieciocho seré yo, no ella, y mamá lo sabe perfectamente –me encogí de hombros moviendo impacientemente mis piernas que ardían por salir de ese maldito lugar.

-¿No piensas decir nada, (name)? –la miré y realmente parecía estar sumida en sus propios pensamientos. A veces, desearía leer su mente para ver que mierdas me esconde o no desea decirme, porque con su lenguaje corporal no siempre puedo.

-No tengo nada que decir, Alphonse.

-Pero estás en desacuerdo, ¿verdad? –viejo cotilla de mierda. Mamá sonrió en mi dirección con un brillo que no supe descifrar en sus ojos y que me puso la piel de gallina.

-Alexander sabrá lo que hace. Tal y como dijo, es él quien tiene que decidir a los dieciocho si quiere ingresar o no por mucho que no sean mis deseos.

-Oh… bueno, eso suena razonable.

-¿Qué tiene que ver toda esta charla sentimental contigo cuando es algo que no debería importarte demasiado –interrumpo antes de que rosiga con preguntas incómodas y pongo los pies en el borde de la mesa por muy maleducado que sea. Seguramente el más divertido de todos, era el guardia de la entrada.

-Simple curiosidad, pequeño. Pero sinceramente hablando, mi deseo es que ingreses y seas como tu madre o mejor que ella. Algo así como El Invasor.

¡Era una locura! ¿De cuáles se fumaba diariamente este tipo? ¿Porros ilegales del porte de la polla de un negro? Definitivamente su creatividad con los nombres no tenía límites. Observé nuevamente a mamá, quien observaba mis zapatillas en un nuevo coma pensador sin decir nada y con ojos brillantes. Debían ser las luces provenientes del ventanal de la oficina o una basurilla, no quiero pensar lo peor. Inhalo sin mirarla para no entrar en un ataque de nervios, y exhalo parándome de mi asiento y poniéndome más serio.

-Vale, ¿algo más que quieras agregar? Tenemos planes con mamá y la verdad es que no quiero suspenderlos para unos meses más.

-¿Pla…?

-¡Sí mamá! –la miré indicándole con la mirada que quería irme-… ¿acaso no te acuerdas que me pediste compañía para tu visita a la peluquería? Tú eras la más entusiasmada con la idea de un nuevo look.

-Oh… es verdad. Casi lo olvidaba, hijo.

-Bueno, entonces no les quito más de su tiempo.



*        *     *



-Es de fresa. Tu favorito.

-Oh… gracias, Sascha.

Me siento a su lado en la silla y trato de observar lo que ella observa mientras saboreo la menta en mi paladar congelándome el cerebro. Jamás la había visto tan ausente a mi lado. Es como si estuviera sentado con una maniquí observando a la gente caminar con bolsas en sus manos y vitrinas coloridas ofreciendo ropa y productos varios. No dijo ninguna palabra cuando le dije al taxista que nos llevara al Centro Comercial, ni mucho menos cuando fui yo quien pagó nuestros helados y el taxi.

Impaciente y más que inquieto, resolví que debía saciar mis dudas.

-¿Estás bien?

Me miró pestañeando rápido tras un buen rato sin pestañear y pareció volver a ser la de antes tras abandonar el hilo de sus pensamientos misteriosos.

-¿Debería estar mal?

-Has estado callada desde que hablamos con Pantera, ma. Me tienes algo… nervioso.

Preocupado, a decir verdad.

-Oh… simplemente tenía la cabeza en otro planeta Sascha.

-¿Puedo saber dónde? Digo, soy tu hijo y creo que hay cosas que éticamente hablando no deberías ocultarme.

-¿Éticamente hablando? No comprendo, cariño.

-Me refiero a que se supone que deberíamos comunicarnos mejor, mamá. Y… deberías confiar en mí.

-Por supuesto que confío en ti, cariño. Simplemente… estoy algo desanimada.

-¿Desanimada? ¿Por qué? ¿El viejo te dijo algo?

La observé detenidamente ante una posible próxima mentira. Sin embargo sus ojos se cristalizaron por un instante y supe que no lo ocultaría. Dejó la copa con su helado casi intacto y se abrazó a sí misma.

-Alexander, yo… por favor no ingreses a la mafia. Te lo imploro.

Oh… con que de eso se trataba. Pensé que se debía a algo más grave, pero al parecer no tomé demasiada atención a su silencio tras mi opinión electiva frente a Pantera. Tomé sus manos sonriendo ampliamente y obteniendo toda su atención al reflejarme en sus ojos cafés.

-Sabes que aún falta demasiado para eso, ma. No debes preocuparte. Soy fuerte y no dejaría que nada me lastimara a mi o a ti.

-Es que no quiero que entres en un mundo insensible porque terminarás igual que ellos. Igual… que yo… quiero que seas normal, hijo.

Recordé las palabras del tío Erik, ella le ocultó desde un principio lo que era a mi padre biológico, y cuando éste se enteró del trabajo horrible de mamá, reaccionó mal… pero luego la entendió. ¿Qué hizo que él cambiara de opinión frente a una asesina, espía y casi mafiosa? ¿Qué supo? ¿Qué vio? ¿Qué escuchó?

-¿Qué te hizo insensible a ti? –murmuré observando a la gente que bajaba por las escaleras mecánicas.

-El encierro, la neurosis y la muerte de mis padres.

-¿Encierro?

-No era una alumna ejemplar cuando ingresé, Sascha. Al contrario, estuve con psicólogos, calmantes y guardias cuidando de mis movimientos.

-¿Eras… un peligro?

-Temían mi fuga –sonrió nostálgica algo ausente mientras doblaba la servilleta sin uso en sus dedos -.En ese entonces, todos hablaban de mi comportamiento de loca y Erik tenía fe en que mi fuerza podría ser controlada por él.


-Ah… pero eso no responde a mi pregunta –puntualicé viéndola de reojo.

-Era un peligro, hijo. Me fugaba hasta que me ataban a una cama o me sedaban. Contaba los días de encierro. Me observaban constantemente con miedo a mis siguientes pasos. Jugaba a controlar y enloquecer la mente de mis psicólogos y psiquiatras.

Guau. Creo que ella fue peor que yo. Quizás mi historial criminalístico omita los detalles de resistencia a la autoridad, pero sabía que si leía el de ella, me vería casi inocente como un ángel. Mamá estaba casi completamente loca más o menos a mi edad, y todo esto por mis abuelos.

Sin embargo… ¿cómo fue que nací? Vale,  entiendo eso del coito y lo que viene después de eso. Pero, una persona racional con neuronas activas, no se metería con alguien como ella ni por muy drogado que estuviera.

-Cambié cuando lo conocí a él tras una intensa lista de misiones seguidas en donde maté a demasiadas personas. Estaba de vacaciones por primera vez y… bueno, ese no es el punto. A medida que iba creciendo, me rendía y entendía que ésta sería mi vida de ahora en adelante, por lo que simplemente era una marioneta más.

-Oh… -era como si leyera mis pensamientos y preguntas. Cruzó sus piernas, una sobre la otra al igual que sus brazos… no diría nada más.

-Ya sabes más de lo que planeaba decirte.

-Lo sé –suspiré levantando la mirada nuevamente a la vitrina más cerca de nosotros.

-Anímate, corazón. Cada vez sabes más cosas sobre mí –sonrió, pero la sonrisa no llegó completamente a sus ojos.

Retomó su helado casi derretido a pesar de no tener apetito (algo demasiado obvio en ella). Al menos en sus últimas palabras tenía razón al decir que paulatinamente la conocía a través del tiempo. ¿Pero cuánto demoraría en conocerla del todo, con sus secretos, defectos, logros y delitos? No pretendía llegar hasta su lecho de muerte para saber quién era mi padre o cómo fue su vida antes de mi nacimiento.

Lo siguiente, pasó demasiado rápido para tomar si quiera conciencia de mamá o lo que sucedía a nuestro alrededor. Ella, empezó a palidecer fijando sus ojos cafés en un punto que no lograba focalizar con completa libertad debido a la cantidad de gente deambulando por los pasillos. Algo vio. Alguien vio. Algo pasó. Estaba completamente blanca y no escuchaba mi voz llamándola, ni se inmutaba a pestañear cuando acercaba mis manos a su vista. Era una estatua viviente. Luego, una ola de gente corriendo, chicas chillando, y todos indicaban algo a mis espaldas pronunciando palabras rápidas que no entendía, pero tampoco era que me importara sabiendo que mamá en cualquier momento de desmayaría frente a mis ojos. Miré a mis espaldas exactamente donde ella miraba también, pero sólo pude ver a un montón de gente arremolinada, a unos tipos altos vestidos como los hombres de negro y a dos hombres algo estrafalarios.

No supe en qué momento mamá tomó mi mano casi estrangulándola y me arrastró lejos hasta llegar al ascensor más cercano y bajar a la primera planta sin importar cuánta gente empujamos por el camino, las miradas raras de los guardias, y las miradas curiosas a nuestras espaldas. Algo pasaba, y mamá simplemente estaba escapando de ello al estar sin armas o desprotegida. Lo entendía perfectamente.

Tomamos un taxi en dirección a casa, y a mitad del camino mamá volvió a su color natural, sin embargo su seriedad seguía intacta y no dejaba de observar la ventana sin ver nada a la vez. Tomé su mano y volteó a mirarme casi a la defensiva.
-¿Estás bien? –murmuré sólo para que ella me escuchara.


-Ahora lo estoy –susurró apretando mi mando entre las suyas, buscando estabilizar sus repentinos nervios.

-¿Qué viste?

-No quiero hablar de eso, Sascha. Simplemente volvamos a casa y…

-Ok. Está bien. No insistiré en nada.

Afuera, el lugar estaba atestado de periodistas curiosos con sus cámaras y micrófonos siendo bloqueados por los mismos guardias de seguridad del Centro Comercial. La gente grababa desde las puertas bloqueadas el espectáculo de peces hambrientos que brindaba la prensa empujando por entrar al lugar público. Mamá se tensó. Deseaba salir como fuera posible pero no podíamos por las entradas.

-Por el estacionamiento subterráneo, ma –susurré para que otros no se contagiaran de mi misma idea y nos siguieran.

 Ella pareció entender inmediatamente mi punto de vista y nos dirigimos a las escaleras de emergencia para no aportar más ideas a los que estaban a nuestro alrededor. Sin soltar mi mano, me guió hasta el final del pasillo en donde un letrero decía “salida de emergencia” con un rojo demasiado fuerte pero no iluminado, como el de los cines. Pero a medio camino, vimos guardias subiendo e indicando a otros que se presentara el personal por todas las escaleras para cerrar los ingresos.

-No hay salida –murmuró más para sí misma que para mí.

-¿De qué huyes? –pregunté mientras subíamos pausadamente de regreso.

-De un tipo que sabe quién soy. Y que no conviene que me reconozca y me vea contigo –dijo. No, mintió. Un casi inexistente tic tuvo las pestañear en su ojo derecho. Pero no insistiría. No ahora que la veía alerta y tensa.

-Sígueme mamá.

Apreté el agarré de su mano y salimos nuevamente al pasillo. Subimos al segundo piso por las escaleras mecánicas y casi corrimos a una óptica cuando vimos que la gente se arremolinaba cerca de nosotros.

-Pruébate unos y llévatelos con tarjeta si no quieres ser reconocida –murmuré alerta de lo que sucedía a nuestro alrededor. Parpadeó algo sorprendida por mi plan cuando solté su mano y me puse cerca de la entrada –Apúrate.

Eligió un modelo Retro de Ray-Ban con borde negro, y como recompensa, me compró también en el mismo modelo a mí (no le pedí nada, eh). Salimos de la tienda con sus lentes de sol puestos y la dirigí a una llena de accesorios femeninos y aires intoxicados intensamente con alguna clase de incienso turco. Captó la idea sin que articulara alguna palabra y eligió un pañuelo largo azul marino que combinaba con su vestido color crema. Guau. Mamá no parecía ser madre, sino que una simple chica de unos veinte y algo. Ocultó su cabello con él y me sonrió divertida por mi expresión.

-Mamá, luces ardientemente genial –dije y ella sonrió sin ningún rastro de la tristeza de unos momentos atrás. Miré a las dependientas que parecían impresionadas de que fuera mi madre con la que estaba, y es que ella jamás ha aparentado tener sus treinta y siete años.

-¡Alexander! –dijo riéndose ante la vulgaridad de mis palabras, le devolví la sonrisa olvidando que momentos antes estábamos tensos y serios buscando una salida por todas partes.

-Simplemente soy sincero, ma. ¿Nunca has pensado pertenecer al mundo de las pasarelas o algo así? Serías realmente buena con eso y seguramente seríamos nosotros a quien quieren fotografiar esos tipos morbosos.

-Cuando era niña practicaba ballet.

-Lo sé, pero nunca lo reforzaste –dije cuando salimos de la tienda y mamá entró a una de zapatos, quitándose repentinamente los lentes para observar la vitrina llena de tacones y modelos extravagantes.

-Ingresé a la mafia y se me olvidaron las cosas de mi niñez –dijo con indiferencia entrando y pidió unas ballerinas de su número del mismo color que su vestido. Elevé una ceja ante su repentinas ganas de comprar algo -¿Qué? Si vamos a estar caminando un buen rato por este lugar, no quiero hacerlo estando en tacones, cariño.

-Puedes andar con los pies descalzos –bromeé sentándome junto a ella.

-Ja-ja-ja… muy chistoso, eh. ¿No tienes hambre, cariño? Deberíamos estar almorzando a esta hora.

-¿Dejaste algo hecho en casa? –el dependiente, un tipo de la edad de mamá y cabellos rubios, se acercó con la caja de los zapatos y la abrió frente a mamá viéndola de arriba abajo lascivamente… ¡pero si incluso tenía argolla de matrimonio el muy pervertido!

-Aquí están sus zapatos, señorita. Parece ser su día de suerte porque era el único par en su número –dijo guiñándole un ojo.

-Gracias. Luego lo llamaré para decirle si compro o no el par –Claro, mamá siempre hacía lo mismo para evitar a los hombres que intentaban algo con ella. El rubio lascivo parpadeó avergonzado y tras asentir, se fue a atender a otras personas. Mamá me sonrió calmadamente mientras se probaba sus nuevos zapatos -. Había hecho raviolis con la receta de tu tía Lily.

-¡Mierda!... ya quiero volver a casa para devorarlos –gemí sabiendo que mis tripas no aguantarían demasiado sin aquellos exquisitos raviolis.

-¡Alexander Ka…! –Algo la detuvo antes de sermonearme por decir una mala palabra. Pagó sus nuevos zapatos poniendo los otros en una bolsa de la tienda y salimos sin decir nada con sus lentes nuevamente puestos.

-¿Volviste al coma o te comieron la lengua los ratones? –murmuré viendo que nos acercábamos hacia el gentío.

-De hecho recordé que debo comprar un libro de recetas que Rebbeca me recomendó… tengo que innovar mi área culinaria si te sigo manteniendo con lo mismo de siempre.

-Engordaré si cocinas demasiado –enfaticé señalando mi estómago. Vale, exageré y ella también debió pensarlo cuando vi su ceja levantada.

-Tu contextura física siempre será delgada, cariño. Además, cuando comes demasiado nunca subes de peso. Así que no exageres con tu cuerpo porque eres delgado, y hacer demasiado deporte ha favorecido a tu musculatura.

-Demasiado elogios por hoy, ma –sonreí depositando un beso en su mejilla antes de entrar a la biblioteca.

Al lado, estaba el caos. Claro, la tienda de música debía presentar un loco remate de algunas piezas o algo por el estilo. Le dije a mamá que estaría en la tienda de música y sonrió mientras empezaba a leer las reseñas de algunos libros. Esquivé a miles de mujeres y chicas que murmuraban cosas antes de entrar a la tienda, revisé mi billetera y vi que me alcanzaría el dinero para las cuerdas de la guitarra.

Siempre amé las tiendas de música. Era como estar en otro mundo ajeno a la bulla de la ciudad. Tomé una Gibson Les Paul Custom blanca y comencé a probar sus cuerdas deslizando mis dedos en ella. Oh… ¡una delicia de sonido! Humm… creo que será mi segunda adquisición próxima luego de un nuevo amplificador para mi guitarra. Creo que hasta incluso, no me fijé en las chicas que gritaban alocadamente algunos nombres y…

-¿Qué haces acá?

Oh. Todo era tan perfecto hasta que volví a ver su rostro. ¿Acaso no se cansaba de estar amargada? Porque yo sí. Esta mocosa debería ganarse un pasaje gratis a la Antártica y vivir con los pingüinos cagada de frío y sola. Dejé la guitarra colgada en su lugar y la ignoré completamente pasando de ella como debí hacerlo desde un principio… ¡es que es demasiado hostigosa! Observé los ukeleles imaginando a Matt feliz con uno de ellos paseando por el instituto. Já, flipado de mierda tenía que ser.

-¡Hey! Te estoy hablando -¡Argh! Si seguía insistiendo, me vería en la obligación de colgarla del edificio más algo. Me volteé en su dirección sin esperar tenerla tan cerca de mí con sus pestañas demandantes y su entrecejo fruncido. Sip… seguía igual de enojona.

-¿Acaso tus padres no te dijeron que las conversaciones se inician con un saludo?... Hola, encantado de verte nuevamente –dije sonriendo amargamente y ella retrocedió sólo un áso para alejarse de mí.

-¿Acaso tus padres no te enseñaron a leer? El local no está disponible para invisibles como tú –dijo señalando un pequeño letrero en la vitrina. Uf… demasiado pequeño para que la mayoría lo notara.

-Se hacer demasiadas cosas con la boca –sonreí guiñándole un ojo y retomando mi camino en busca de las cuerdas y pasando por los acordeones y arpas -. Entre esas cosas, puedo lidiar fácilmente con malcriadas. ¡Guau! Si hasta hablas con invisibles como yo.

Un dependiente se ofreció a ayudarme, y me guió hasta las cuerdas recomendándome las mejores y de mayor resistencia. Lamentablemente el precio no era tan accesible cuando noté que pertenecían a una de las marcas más conocidas y cotizadas a nivel internacional.

-¿No tienes algo más… ya sabes, accesible y tradicional para humildes guitarristas aficionados? –murmuré algo frustrado al no tener a mamá conmigo para que pagara ella con su súper tarjeta de crédito.

-¿Qué guitarra tienes? –alguien a mi lado lo dijo.

Lo miré… Humm. Este no era un aficionado, tenía pintas de profesional camuflado. Pero debía ser un tipo genial, o eso aparentaba con sus cabellos cortos, sus perforaciones y su ropa de diseñador con tatuajes incluidos. Su cara no me sonaba, pero parecía ser bastante famoso a juzgar por las hormonas revolucionadas de las chicas tras las vitrinas de la tienda. Levanté una ceja dispuesto a ver si realmente mi razonamiento tenía la razón.

-Una j-25 –dije lo suficientemente orgulloso de mi regalo de cumpleaños a los diez y que sigue como nuevo.

-Con que una Gibson, eh –sonrió como si fuera un chiste interno entre él y su… ¿ego? -. Solía tener una así hasta que tras un accidente un amigo me la rompió. Por su puesto, lo hice rogar y arrastrarse por el piso para que se disculpara por su estupidez.

-¡¿Romper una guitarra?!... ¡si hasta Angus Young lo mataría por eso! –dije imaginándome una sanguinaria muerte a cargo del guitarrista de AC/DC.

-¿Te gusta la vieja escuela? –parecía impresionado por mi comentario y opinión personal por el error fatal de su amigo.

-Bueno, de todo un poco. Hay bandas actuales que tienen buen sonido, pero nada se compara a los tradicionales y legendarios del rock.

-Oh… coincido contigo.

Guau. ¿Enserio un viejo de su edad coincide conmigo? Mis ojos se dirigieron como un reflejo a sus brazos. No… ninguna libertad tatuada ni en pequeño o en grande, sólo unos números y unas figuras extrañísimas.

-Y como coincido contigo, creo que no puedes ponerle a tu Gibson cualquier cuerda… Me agradas, chico. Y creo que internamente algo me dice que debo darte las cuerdas y…

-No –me negué rotundamente agarrando las que el dependiente me ofreció y dirigiéndome a la caja a pagarlas-. No dejaré que un desconocido me regale unas cuerdas que cuestan el doble de lo que tengo en mi billetera simplemente porque le caigo bien por preferir la vieja escuela antes que los nuevos grupos actuales. Lo siento señor, pero será mejor que…

-¡Pensé que ya te habías ido! –vale, la odiosita parecía tener el olfato más desarrollado de mundo y olerme incluso  por los rincones más remotos. Pero pareció enmudecer ante la figura que estaba a mi lado –Yo… lo siento por interrumpirte papá.

¡¿PAPÁ?! ¿Enserio?... ¡Esta tipa a quien besé en el último piso sólo por joderla era hija de un guitarrista! Mierda, la mocosa tenía suerte de agarrar lecciones gratis de guitarra con un profesional. Pero no me dejé impresionar a pesar de que la mocosa quería eso.

-¿Es su hija, señor? –le dije al tipo de mi lado que parecía algo molesto por la interrupción repentina de su hija demandante de mierdas.

-Lo es, ¿acaso se conocen?

-Vamos en el mismo instituto –murmuró esquivando nuestras miradas, en especial la de su padre. Guau. Esta chica podía ser tímida.

-Sí. Y déjeme decirle, señor, que le faltan modales a su hija ya que ni saluda antes de echar a una persona de una tienda de música. Además, pasa gritando por todas partes y tiene un humor de perros.

A ella se le deformó la cara, se sentía traicionada por mis palabras y me frunció el ceño con oscuras palabras en su pensamiento, todas dirigidas a mi persona. El tipo, su padre, parecía divertido con la expresión de su hija y simplemente masajeó su frente como pidiendo paciencia. Pagué mis cuerdas con el dinero que tenía hasta quedar sólo con cinco tristes euros. Pf… todo por el amor a la música.

-Luego discutiremos eso, jovencita. Y… -dijo señalándome aún sin saber mi nombre.

-Alexander, señor –sonreí recordando el origen de mi nombre. Jo, mamá y sus genialidades.

-Alexander, no me digas señor. Me siento más viejo de lo que soy –sonrió divertido.

-No sé su nombre, lo siento.

-¿¡Qué!? –Vale, ¿desde cuándo tenía que saber los nombres de todos? -Oh… Bueno, dime Tom.

-Bueno, se… Tom –sonreí.

-Debiste aceptar mi regalo. Sinceramente me sentiría mal sabiendo que gastaste tu dinero en unas nuevas cuerdas para tu guitarra y que no te alcanzaron para unas mejores.

-Mi madre está con la tarjeta de crédito, Tom, o sino ya estaría viendo las originales. Pero como no sé cuándo volveré a pisar un Centro Comercial, era mejor comprarlas ahora –sonreí recordando que debo preguntarle a mi madre cuándo es su próxima misión.

-¿No sueles venir? Guau. Tu madre debe tener una agenda apretada o tu vida debe ser ajetreada.

-Algo así.

-Bien –tendió una bolsa en mis manos y me sonrió de oreja a oreja dejando ver una dentadura blanca y perfecta-, un pequeño regalo para un seguidor de las mejores guitarras del mundo.

-Yo… no puedo.

-Es de mala educación no aceptar los regalos de otros, Alexander.

-No si es algo tan caro –puntualicé levantando una ceja.

Pero parecía impresionado de la nada. Abrió su boca en una perfecta “o” y sus ojos se abrieron de par en par. ¿Qué vio? ¿Acaso tengo un mono en la cara? Miré atrás esperando ver alguna masacre zombie de seguidoras o fanáticas rompiendo huesos, pero no había nada.

-¡Dios!... me recuerdas a… es que eres casi igual a… Bill.

- ¿Bill? ¿Bill joe Armstrong? ¿Bill Cosby?

-No… es...-¡mierda! Olvidaba que dejé a mamá en la tienda de al lado, seguramente debe estar sentada esperándome con una sonrisa sarcástica.

-Bien, recibiré tu regalo porque seguramente mi conciencia se molestará jodidamente conmigo si no lo recibo. Muchas gracias, Tom. ¡Ah! Y enséñale modales a tu hija, quizás así se le quite lo cascarrabias.

El dependiente me devolvió el dinero cuando le pasé la bolsa con las cuerdas baratas y salí como si tuviera ají en el culo hasta la salida esquivando los gritos histéricos en dirección a la tienda. Mamá se encontraba sentada hojeando su nueva entretención para los siguientes días cuando la divisé. Me acerqué a ella y sólo me sonrió como si nada hubiera pasado.

-Ya abrieron las puertas, cariño. Es hora de comer raviolis.

-¡Por fin! Muero por probar algo de comida saludable hecha con manos de madre.

-Exageras, Sascha –se carcajeó repentinamente feliz colgando sus lentes nuevos en mi camiseta para cuidarlos.

Definitivamente se conocen a personas geniales en las tiendas de música. Seguramente debería recorrer todas las de Berlín.


6 comentarios:

  1. haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

    Que emocion, Alex ya vio a su Tio TOm (guapisimo de por si ejjeejej) y Guao la tipa es su prima ejejejjeje
    me encantaaaaaaaaaaa me encantaaaaaaaaaaa

    El mejor regalo de fin de semana es una de tus capis nina.

    Muchos besos. Y espero que estas disfrutando tus vacaciones.

    Eres la mejor

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  2. Vale, que me has dejado :o
    ¿Enserio? WO WO me encanta ! , quisiera una NARRACIÓN de (nombre) o de Bill o de Tom ! Es enserio.

    Sacando mis cálculos! , Andrea y Tom están divorciados :o ¿porque? , espero que se reconcilien c:

    ¡síguela , porque esta genial! Mas que nunca me encanta! C:
    Saludos bye bye!

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  3. ES EL DESTINO!!!!!!!!!
    Alexander conocio a su tio!!! AAAAHH! mierda quiero que conozca a Bill u.u y se reuna conmigo </3
    Gracias por subir este capitulo y como siempre me muero por leer el proximo ;D

    Küsse<3

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  4. dfasdaga con que hija de Tom xD ya me había imaginado algo malo...
    entonces Tom y Andrea ya no están juntos?
    wow ya quiero leer más me encanto...
    espero subas pronto
    Cuídate y un abrazo :D

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  5. Perdon por no comentar pero sali fuera ya me puse al corriente y me dejaste en shock y ansiosa del siguiente capitulo espero que me sigas leyendo un beso

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  6. ¿Sexo vainilla? Tú leíste 50 sombras! Jajaja, me gustó que haya conocido a su tío :') Sigue!

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