Hacía frío. No mucho pero lo
suficiente como para desear un tazón de café o chocolate caliente y beberla
mientras me quemaba la lengua. Por mis piernas recorría un suave hormigueo
luego de quedarme dormido sobre un árbol de un parque cerca del instituto. Por
suerte nadie rondaba o pensarían que andaba drogado al ver mi cara de zombi,
aunque las ramas frondosas me ocultaban entre la oscuridad nocturna. Sentía mi
teléfono vibrar de vez en cuando en el bolsillo de mi pantalón, pero lo
ignoraba sabiendo que esas llamadas eran de mis tíos y mi madre, ¿quién más
tiene mi teléfono en Alemania? Ah… Matt, Fred, Mike, Nick y Robert, pero estaba
seguro de que ellos no eran… ¡Ni si quiera sabían de mi fuga improvisada!
Revisé los bolsillos de mis
pantalones y por suerte encontré mi billetera con unos cuantos billetes
suficientes como para comprar algo que caliente mi cuerpo y no morir de
hipotermia. Observé la hora en mi celular ignorando los mensajes y llamadas
perdidas. Una y treinta de la madrugada. Vale, llevaba ahí demasiado tiempo.
Bajé del árbol de un salto y observé los dos caminos que podía seguir;
izquierda o derecha. Chupé la punta de mi dedo índice y lo elevé frente a mí…
Hm… el viento se dirigía a la derecha, ¿por qué llevarle la contra al clima?
Caminé en el camino de la derecha observando que había poca iluminación y
tráfico.
Mamá debe estar preocupada o debe
sentirse fatal después de lo que le dije, ya la cagaste de nuevo Alexander,
decía mi subconsciente amenazándome con un puño elevado y el entrecejo fruncido
de la rabia. No. No me arrepentía de mis palabras por muy hirientes que fueron…
¿de qué forma le explicaba que necesitaba de un padre?... Me había cansado de
aparentar que el viejo no importaba en mi vida, porque la verdad es que…
-¡Hey!
Observé la dirección de ese grito
alarmante pero sólo pude ver unos focos entre la oscuridad, cegándome y
bloqueando el movimiento de mis piernas. Un sonido estridente y una bocina
sonar fuertemente frente a mí. Dios. Sabía lo que venía ahora, conocía esas pequeñas
estrellas y la oscuridad de mi vista, el cuerpo me pesaba y sólo podía escuchar
gritos a mí alrededor… todo sonido cesó al igual que todo el dolor.
INVASORA
Volverá. Siempre lo hace. No
importa cuán enojado esté conmigo, por lo menos volverá a su casa. Tomé el
último trago de mi sexta copa de vino tinto dejándome a mi lado sobre el
escalón de la entrada. No podía evitar mi preocupación de madre, de verlo
expuesto a un mundo nocturno solo y sin mí a su lado, lleno de peligros y
crímenes por doquier. Por mucho que se tratara de Alemania, el mal se
encontraba en todo el mundo sin hacer distinción entre lugares.
-Deberías descansar, (name). Él
volverá cuando ya no se sienta mal.
Me giré tomando su mano por un
instante y luego volviéndola a poner en mis piernas.
-Y yo estaré ahí cuando vuelva
aunque me mande a la mierda –dije con firmeza sin despegar mis ojos de la
entrada principal esperando a por algún ruido o movimiento.
-Pues espera bien cómoda porque
dudo que regrese pronto.
-No eres adivino, Erik.
-Lo sé. Pero debes reconocer que
es algo impulsivo como sus padres.
Oh… vagos recuerdos de la última
vez que estuve en la casa de mis padres vinieron a mi mente, pero los deseché
al recordar lo que vino después junto a… él.
-Esperaré aquí hasta que llegue.
-Sigues siendo demasiado terca,
(name). Él quiere estar sólo en estos momentos. Necesita pensar y enfriar su
mente, y cuando lo haga, volverá. Pero para eso tendrá toda la noche.
-Es que… se me hace difícil estar
sin Alexander y mucho más si está enojado conmigo.
-Debes estar tranquila y
relajada. Gaspard ya se ha dado tres vueltas por los alrededores, y Lily ha
decidido quedarse acá esta noche porque también está algo inquieta y eso le
hace mal a su bebé.
-¿Rebbeca y Bianca ya se
durmieron?
-Sí. Y aunque Bianca no sepa del
tema de… él, se siente culpable.
-Ella aún no nacía cuando eso
pasó, realmente no es culpable de lo que pasa entre mi hijo y yo.
-Ya sabes cómo es ella con
Sascha.
-Si…
Me sentía devastada, culpable, y
la peor mujer del planeta. Si tan sólo lo tuviera en mis brazos en estos
momentos, todo sería como antes y quizás le confesaría alguna que otra cosa
sobre su padre. Quizás me haría preguntas en busca de más información o
empezaría con su adorable sarcasmo adolescente, farfullaría diciendo que no le
servía la información que le daba y luego sonreiría derrotado y blanqueando los
ojos. Era tan curioso y persistente como su padre biológico, tan creativo y…
¡Madre mía! Se parecía tanto a él.
Llamé nuevamente a su celular
hasta que sonó el buzón de voz y me decidí por dejarle un mensaje.
-Cariño… vuelve pronto –murmuré
con un nudo en la garganta y corté.
Me sentía inestable sin
Alexander, expuesta a los demás y sin fuerzas. Estallé en lágrimas al recordar
sus palabras duras y gélidas, y luego… no, el nunca lloraba frente a los demás,
ocultaba sus lágrimas en su cuarto y se recomponía rápidamente para no levantar
evidencias. Pero ahora lo hizo frente a todos, frente a mí y… Dios, me sentía
terrible.
ALEXANDER
-¡Hey! Está despertando.
-Te juro que pensé que lo había
matado.
Hice un repaso mental de lo
último que vi, lo último que hice y… ¡mierda! Llevaba demasiado tiempo fuera de
casa y mamá debía estar a punto de tener un ataque de neurosis. Tenía que
regresar a casa si no quería lidiar con la culpa. Sentía que mi cabeza estaba a
punto de explotar… ¡auch! Realmente dolía… toqué a ojos cerrados y sentí la
piel sensible como si… Ah, me golpeé con algo. No sentía heridas ni otros
dolores que no fuera el de cabeza, sin embargo a mí alrededor podía sentir
voces muy cercanas y la textura de algo cómodo o suave debajo de mí.
-Oye, ¿estás bien?
Abrí los ojos parpadeando
fuertemente al notar el exceso de luz y una vez que se me acostumbraron, me
enderecé de donde sea que estuviera. ¿Un hospital? No, demasiado acogedor. ¿Un
hotel? Hm, era más pequeño. ¿Una clínica? No tenía ni pintas. ¿Dónde estaba?
¿Qué era todo este lugar espacioso y con modernos muebles? Observé a quienes me
miraban expectante.
Uh-uh… el lugar equivocado.
-¿Puedes hablar? –Observé a mi
lado al guitarrista buena onda que me regaló las cuerdas originales de mi
Gibson.
Mierda. ¿Cómo llegué hasta acá?
¿Acaso me secuestraron o tomé algún tipo de droga exótica? Vale, después de las
luces y mi repentino desmayo no recuerdo nada, pero… vale, el mundo es
demasiado pequeño y al parecer está del tamaño de un microbio. Observó
nuevamente el lugar y veo a más personas, incluyendo a Cassandra, quien parecía
haber visto un fantasma o algo parecido… no, me miraba a mí, ¿acaso de desdoblé
que me mira tan feo?
-¿Escuchas? ¿Ves? ¿Te duele algo?
–insistió a mi lado.
-¿Qué hago acá? ¿Es mi idea o
estoy en tu casa? –le pregunto directamente a Cassandra, quien empezó a
parpadear al notar que me dirigía a su persona.
-Pues… no soy la persona que sepa
más sobre cómo terminaste aquí. Y estás en mi casa.
-¿Qué hora es?
-Las cuatro a.m. –respondió un
tipo de cabello liso y corto y ojos verdes.
-¡Oh, santa mierda estoy frito!
–dije enderezando mi cuerpo e ignorando el punzante dolor en la parte trasera
de mi cabeza.
Mamá me mataría. No. Mis tíos,
Bianca y mi madre me matarían y descuartizarían para darle los restos de mi
cuerpo a Aki y el los cagaría en algún parque. Necesitaba llamarlos o aparecer
lo antes posible si no quería terminar siendo excremento en la vía pública.
Busqué mi teléfono entre los bolsillos pero no lo encontré, luego de levantar
la vista lo vi en una mesa de centro frente a mí, pero no me atrevía tomarlo
cuando noté la mirada de todos en mí. Recordé las preguntas de Tom.
-Estoy bien. Escucho, respiro,
veo y… siento una pequeña molestia en la cabeza pero nada que se solucione con
un paracetamol y hielo –dije observando fijamente a Tom quien parecía aliviado
al escucharme hablar.
-¡Uff! Por suerte no la cagamos,
Tom –dijo el de cabello liso y ojos verdes.
Miré al aludido esperando una
explicación de su parte que me dijera qué mierda hacía en su casa a estas
horas. Él suspiró y me tendió una pastilla y un vaso con agua.
-Es paracetamol y agua. Tómalo
–dijo relajándose y se levantó dejándome a la vista a más personas
observándome.
-Bien –murmuré tomando un sorbo y
tragando la pastilla –Listo. Ahora quiero saber qué hago acá.
-Pues… -empezó uno rubio y bajo
que usaba lentes. Dios, estos tipos eran realmente raros.
-Estábamos volviendo del estudio
y Tom se puso como desesperado por llegar hasta acá porque estaba que se
orinaba y…
-¡Geo! –dijo Tom y yo me reí a
carcajadas ante el pequeño espectáculo casi infantil.
Los demás abrieron los ojos casi
expulsándolos de sus órbitas y se miraron entre ellos. ¿Qué tipo de humor tenían
los alemanes? ¿Acaso no reían con nada?
-Vale. Prosigan.
-Iba sobre el límite de velocidad
por esa emergencia y tras pasarme un semáforo en rojo no vi que venías
caminando debido a la falta de iluminación. Frené demasiado fuerte tratando de
llamar tu atención pero parecías estar en otra órbita, y sin querer te empujé
un poco al alcanzar a frenar así que… se podría decir que casi te atropellé.
¡Vaya! Lo me que faltaba. Morir
en manos de un tío que estaba que se hacía en los pantalones. Era digno de
poner en el programa “1000 maneras de morir”
-Ok… -tomé otro sorbo de agua
para que ayudara a digerir lo que me decían.
-Cuando de fuimos a ver ya
estabas inconsciente y debido a la fama que tenemos no pudimos llevarte a un
hospital ya que saldrías en las noticias y te harías famoso como el chico que
Tokio Hotel atropelló –finalizó el rubio y bajito.
Bien, al menos no hicieron todo
mal porque si salía en las noticias y periódicos… sería el fin de mis tiempos y
realmente sería el excremento de Aki.
-Y no hallaron nada mejor que
observarme mientras estaba inconsciente en vez de echarme alcohol en los brazos
y nariz para así reaccionar y evitar estar casi frito a las cuatro de la
madrugada –dije de corrido tomado aire al finalizar.
Dios. Estos tipos son un caso
especial, enserio. Masajeé mis sienes tratando de mantener la calma y preparar
una buena excusa para mamá; “Lo siento, pero me encontré con unos amigos del
instituto y nos quedamos hablando”, “me quedé dando vueltas por la ciudad para
pensar mejor las cosas y cuando vi la hora se me hizo tarde”, “me fui a
follar”, “hice un grafiti en la muralla de un parque”, “me quedé espiando
parejas felices”, fui a la iglesia a hablador con Dios”… no, nada bueno pasaba
por mi mente a estas horas.
-Al menos te trajimos a un lugar
más cálido que el frío de afuera porque estabas casi con hipotermia, eh –dijo
el de ojos verdes.
-Cariño, ve a dormir –dijo Tom a
su hija, quién obedientemente subió las
escaleras de mármol que estaban detrás de mí.
-Nos vemos en dirección –le dije
y ella se rió a carcajadas sabiendo que ambos solíamos frecuentar lugares no
correspondientes al salón de clases.
-¿Dirección? –preguntó su padre.
-Siempre nos mandan a llamar por
ser alumnos ejemplares, Tom. Es raro pero logramos cambiar el aire que
respiramos en los salones… ya sabes. Nos “aireamos”.
-Oh… Tom, ese chico realmente es
igual a…
-¿Igual a quién?
-Él es Georg –mencionó cambiando
de tema y señalando al de ojos verdes.
-Un gusto, señor Georg.
-¿Bromeas? Dime Georg o Geo. Aún
estoy demasiado joven para las formalidades contigo, jovencito –sonrió
acercándose y estrechando mi mano.
-Bueno, Geo –le sonreí
cordialmente.
-Y el es Gustav.
-Un gusto, señor Gustav –dije
estrechando la mano del rubio.
-Igualmente…
-Alexander –señalé.
-Alexander. Buen nombre, eh. Dime
Gustav… aquí odiamos las formalidades.
-Espera ¿no nos conoce, Tom?
–preguntó Geo.
-He escuchado de la legendaria
banda Tokio Hotel por los pasillos del instituto.
-Pero no nos has escuchado
–puntualizó Gustav.
-¿Debería? Lo siento pero con
suerte prendo de vez en cuando la TV o mi notebook.
-Algún día nos conocerás en vivo
y en directo –rió Tom como si le viera el chiste a esto. Tenían que ser
alemanes.
-Ahora si me permiten, necesito
llamar a…
-Si quieres te vamos a dejar
–ofreció Georg mirando a Tom.
-¿Estoy demasiado lejos de donde
me… casi atropellan?
-Como a una media hora –murmuró
Gustav tomando las llaves sobre la mesa -.Además, se nota que eres amigo de
Cassie, así que es un placer ir a dejarte y es lo mínimo que podemos hacer por
ti ¿cierto Tom?
Tom pareció haber salido de un
trance en mi dirección y asintió frenéticamente sonriendo.
-SÍ. Iré a avisarle a mi hermano
que saldré por un momento.
-Ok.
Caminó por un pasillo y abrió una
puerta que liberó música proveniente de esa habitación y que fue cortada a
penas Tom murmuró algo. No escuché nada provenir de adentro, pero vi como Tom
daba la media vuelta y volvía con nosotros al salón con el rostro pensativo.
-¿Estás bien, Tom? –pregunté
confianzudamente al notar cierta melancolía.
-Sí, Alexander.
-Hm… ok.
Tomé mis cosas de la mesita de
centro y los seguí a los tres hasta un estacionamiento. A penas Tom desactivó
la alarma, unos perros se abalanzaron hacia él y los muchachos, tratando de
jugar con ellos. Tom se quitó a uno de encima entre risas y logró abrir la
puerta y encender el motor.
-No los toques, Alexander. Suelen
morder a extraños o…
Pero apenas me agaché a la altura
de los caninos empezaron a darme lametazos en la cara y agitar sus colas.
Seguramente sintieron el olor de Aki en mis ropas. Empecé a reír dejando
nuevamente a Geo, Gustav y Tom boquiabiertos ¿qué tenía mi risa? Era normal.
-Pensé que te convertirían en
comida para perros –murmuró sorprendido Tom.
-Seguramente sintieron el olor de
mi perro –me encogí de hombros parándome y acercándome a la puerta abierta de
un Audi en donde ellos me esperaban.
-¿Tienes un perro?
-Sí, se llama Aki. Es un cachorro
Akita Inu.
- ¿Dijiste… Akita Inu? –murmuró
Tom retrocediendo lo suficiente y saliendo en dirección al portón eléctrico que
se abrió lo suficiente como para que el auto saliera. Claro, observé todo desde
el asiento trasero junto a Georg.
-Sí. Es algo así como una
herencia familiar… y es el nieto del primero de la familia.
-¿El nieto del primero?
-Sí, de Milo y Lena. Los perros
de mis tíos.
Detuvo el auto en seco y luego
volvió a conducir como si nada hubiese pasado, ¿enserio estaba bien de la
cabeza este tío?
-A nosotros nos gustan los
animales y de vez en cuando rescatamos a algunos de los refugios.
-Ah… ya veo –no estaba tan mal de
la cabeza a fin de cuentas.
Cuando llegamos al lugar en donde
pasó todo, los guié hasta mi casa dándoles indicaciones inmediatas como “gira a
la derecha” o “en la próxima dobla a la izquierda”. Ellos no mencionaron mucho
de sus vidas, tenían sus familias pero su verdadero amor era la música y
actualmente estaban preparando un nuevo material para volver a las giras
europeas con sonidos renovados y viejos éxitos.
-Ésta es –indiqué la casa blanca
con frondosos arbustos y flores multicolores, la entretención de mamá en su
tiempo libre.
-Guau. Realmente es bellísima
–comentó Geo.
-Bueno, no es una mansión que
queda a treinta minutos del centro o algo así, pero es lo suficientemente grande
como para recibir visitas y vagar por los pasillos –sonreí abriendo la puerta
para salir.
-Es encantadora –confirmó Gustav.
-Bien… gracias por traerme, Tom,
Gustav y Georg. Sé que no me salvaré del castigo pero al menos no llegué a la
hora del amanecer.
-Dile a tu padre que estuviste
con nosotros y así no tendrás problemas, seguramente él ya nos conoce –sugirió
Tom guiñándome un ojo.
Padre. Me giré en su dirección recordando que aún estaba metido en
la burbuja en la que me criaron mis tíos.
-No tengo padre –murmuré.
-Oh… lo siento, yo no quise…
-Está bien –lo detuve dando por
acabado el tema -.Gracias por traerme.
-Cualquier cosa, nos avisas con
Cassie en el instituto y nosotros te ayudamos.
-Ok. Gracias.
Me podía defender solo. Daba
igual si acababa destruido. Vi al Audi alejarse y me acerqué a la puerta
principal ya cerrada. Las cortinas y ventanas estaban cerradas, sin embargo
pude ver luz en mi cuarto. Llamé a mi tío Gaspard dando por sentado que aún
estaba aquí.
-¿Aló?
-Soy yo –murmuré.
-¿Dónde estás? Nos tenías preocupados, Sascha.
-Estoy frente a la puerta de
entrada… olvidé mis llaves.
-Espérame un segundo.
Conté hasta diez y la puerta se
abrió revelando a un somnoliento y ojeroso tío Gaspard acompañado de mi tío
Erik. Me encogí al ver sus rostros serios y fríos observándome y esperando por
una explicación razonable, pero no tenía excusas.
-Lo siento –murmuré dejando el
orgullo de lado.
Me dejaron pasar observándome de
pies a cabeza haciéndome un escaneo completo. Tomé un vaso de agua de la cocina
y vi a mi tío Gaspard subir por las escaleras mientras mi otro tío me observaba
desde el marco de la cocina.
-¿Qué te pasó en la cabeza?
-Me caí –mentí.
-¿Seguro? –mierda.
No. Me casi atropella una estrella de rock alemana pero estoy bien.
-Sí. Estaba en un árbol de un
parque y cuando quise bajar me caí.
-Ok.
Tras un par de preguntas más
sobre mi estado anímico, me dejó dirigirme a mi cuarto en busca de
tranquilidad. Subí los escalones sintiendo cómo mi cuerpo pesaba debido a las
pocas horas de sueño. Abrí la puerta de mi cuarto y vi a mamá en mi cama
recostada aún con su ropa negra puesta. Me acerqué tranquilo de encontrarla sin
ataques de nervios ni nada por el estilo, simplemente tenía un rosario
religioso en sus manos y en parte el maquillaje de sus ojos corrido. Mierda. La
hice llorar.
Me saqué las zapatillas y la tapé
con una manta tratando de no alterar su sueño. Me recosté a su lado sintiendo
que volvía a ser el niño que se ocultaba bajo sus sábanas en las noches de
tormentas eléctricas o de pesadillas con monstruos. Quería ser niño por una
noche, sentir su calor de madre y sentirme en casa. Cerré los ojos y me sumergí
en un sueño con risas, colores y alegrías.