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martes, 23 de diciembre de 2014

Capitulo 60 (Tercera Temporada)

INVASORA

No quería abrir los ojos porque la realidad me golpearía y dejaría sin aliento. Prefería quedarme con la sensación de un sueño en aquella casa de campo donde crecí, e ignorar el presente.

Sabía dónde estaba y cómo terminé acá. Sabía que en alguna parte se encontraba mi hijo siendo atendido por especialistas que ayudarían a mejorar su estado de salud, y que Bill también debía estar en alguna sala con un vendaje donde le rozó la bala. Fue valiente, más de lo que creí que sería. No se transformó al tener la vida de Ian en sus manos ni al tener un arma en su poder.

Siendo sincera, no quería abrir los ojos porque me avergonzaba saber que la bala que Erik recibió debió llegarme y matarme a mí en vez de a él. No quería ver el rostro descompuesto de Rebbeca o Bianca porque Erik se fue para siempre. Me sentía tan culpable que realmente me dolería ver sus rostros.

Recuperé a mi hijo, pero perdí a mi amigo. Una emoción agridulce me invadía y no sabía cómo manejarla. Estaba feliz pero triste. Estaba tranquila pero nerviosa. Tenía ansias pero  miedo. Parecía una mala pesadilla, llena de secretos descubiertos, de venganzas, traiciones, muertes, gritos, sangre y miedos. Y si bien ya terminó, no parecía ser así.

Hay alguien acompañándome, no sé quién es pero su respiración es pausada como si estuviera durmiendo. No puedo distinguir entre hombre y mujer, y no quiero saberlo tampoco. ¿Bill? No, él no puede levantarse aún.

Dios, me duele el cuerpo completamente y no tengo ni fuerzas ni ánimo para mover un dedo. Quiero simplemente estar así, haciéndome la dormida en silencio y sin moverme.

Alguien abre una puerta. Es un hombre a juzgar por el fuerte aroma a madera y pinos propios de un perfume masculino. Sus pasos son silenciosos pero siendo el susurro de sus dedos en la hoja de papel. Algo lee, siento su mirada en mí y la creciente intensidad de su aroma. Está cerca y por primera vez no puedo controlar mi pulso porque no sé quién es.

-Soy el doctor Jones, y tú debes ser (name).

Su vos era suave y tranquila, sin temor o dobles intenciones. Puso dos dedos en mi muñeca calculando mi puso pese al ruidito molesto de la máquina.

-Pulso normal, palidez, buena cicatrización y de apariencia demasiado joven para su edad –murmuró volviendo a escribir algo con una risa inaudible.

Sentí un dedo invadiendo mis párpados. Vi forzosamente borroso y una luz iluminó mi vista cegándome por unos segundos. Pestañeé fuerte sintiendo un retorcijón de tripas por la molestia que me atravesaba.

-Buenos días –sonrió mostrando sus dientes perfectos y sus ojos verdes.

-No son buenos –grazné con la garganta reseca.

No quería abrir los ojos, y sigo arrepintiéndome por hacerlo. Sus ojos grises se iluminaron aún más al verme y realmente debía tener mi edad o un poco más. ¿Estaba muerta? Porque acababa de ver al doctor más ardiente del mundo. Vale, Bill no tiene comparación, pero este doctor podría derretir las bragas de cualquier mujer con solo pestañear. Espera, Bill…

-¿Cómo se siente señora Ulliel?

Espera, ¿Ulliel? ¿De qué me perdí?

-¿Qué día es?

-Es jueves.

-¿¡HE DORMIDO POR DOS DÍAS!?

No debí sentarme en la cama con tanta rapidez, sentí algo rasgándose en mi hombro y casi grito del dolor. Miré el vendaje teñido con una mancha roja y maldije mentalmente por dormir dos días y por moverme demasiado brusco.

En dos días pudieron pasar demasiadas cosas, y yo no estuve ahí para mi hijo o para Bill. La había cagado durmiendo demasiado y esperaba no haberme perdido de mucho.

-Tuvimos que operarte porque la bala penetró algunos músculos y dañó tu clavícula.

-Espera, pensé que me la habían sacado cuando empecé a preguntar por mi hijo y todos se hicieron los sordos.

-Sólo frenamos el sangrado. Necesité una radiografía para saber la ubicación exacta y extraer la bala. Perdiste mucha sangre pero tu pulso fue totalmente estable, lo cual es extraño pero bueno.

-¿Y mi hijo?

Se sentó en la camilla y pudo ver las enredadas notas que había completado en la ficha médica antes de quedarme pegada viendo las pelusas grises en sus ojos. No estaba enamorada, pero me atraía un poco con su amabilidad.

-¿Alexander Ulliel?

¿De nuevo? ¿Enserio? Esperaba que Bill no lo supiera o de ser así le restara importancia.

-Ajá.

-Despertó esta mañana. Preguntó por usted y por el señor Kaulitz. Su hermana está cuando de él y obligándolo a comer. No le daremos el alta hasta que recupere un poco de peso y controlemos su anemia.

-¿Anemia? –Dios mío…

-Sí. No se preocupe que hasta ahora su tratamiento ha ido de maravillas, su presión está normal para un adolescente de su edad y está desesperado por irse a su casa.

-¿Qué hay de Bill Kaulitz?

-Está bien, de hecho acabo de verlo junto a su hermano.

-¿Y su herida?

-Va bien y ya no siente tanto dolor. Eso sí, debe volver en cuatro días más para quitarle los puntos. ¿Alguien más por quien quieras preguntar?

-Yo… no, gracias.

-Le diré a la enfermera que te traiga algo para comer. Le diré a sus familiares que se encuentra bien, ¿deseas recibir visitas?

-Yo… -miré a la señora sentada a los pies de la cama, sin reconocerla en lo absoluto. Se hacía la dormida, pero escuchaba claramente mis palabras-. Aún no.

-Oh… la señora Kaulitz decidió quedarse contigo mientras los demás descansaban.

Espera ¿Simone? ¿Era ella? Dios… ni si quiera recuerdo la última vez que la vi. ¿Cómo no la reconocí? Quizás su cabello elegantemente recogido y los lentes en la punta de la nariz ocultaron su identidad ante mis ojos, pero era inconfundible que se tratase de la madre de Bill y Tom.

-Vendré más tarde para cambiar el vendaje. Trata de no moverte mucho y ante cualquier cosa puedes presionar el botón rojo a tu izquierda y la enfermera de turno vendrá a verte.

Desapareció por la puerta dándome una última mirada con sus intensos ojos grises. Me volví hacia la mujer frente a mí, que abrió sus ojos cafés igualmente intensos y serios. Siempre supe que si Bill se enteraba de la existencia de Alexander, también me tendría que enfrentar a su familia y especialmente a Simone. Había negado su derecho de ser abuela, de disfrutar a su nito y verlo crecer y convertirse en el hombre que hoy es. Podía ver en sus ojos la ira siendo controlada pero no disipada. Era como ser iluminada por un foco y no saber qué esperan que hagas con toda la atención puesta sobre ti.

-Lo que hiciste es imperdonable.

Su voz, que algún tiempo atrás era la de una madre acogedora y dulce, se había transformado en una carente de emociones y calidad. Los escalofríos recorrieron mi columna de arriba abajo, presintiendo la amenaza que significaban sus palabras.

-Pusiste en peligro la vida de mis hijos y mi nieto.

-Yo no obligué a Bill y a Tom a participar en el recate de mi hijo o en la búsqueda de él –me defendí de su acusación-. Insistí en que no se involucraran con esto y…

-Tus acciones fueron las que hicieron que tomaran esta decisión. Si no hubieses ocultado a Alexander de nosotros nada de esto habría pasado.

-¿Y arruinar la carrera de sus hijos? ¡Estaban en la cima de la gloria, Simone! Un hijo sólo  congelaría la carrera de Tokio Hotel y usted y yo sabemos que eso no les convenía.

-¿Estás diciendo que un niño habría sido un estorbo para ellos? –Sus facciones se arrugaron no furia a medida que se levantaba del asiento con rapidez-. ¿Te estás escuchando (name)? Un hijo es una bendición, no un estorbo. Y por muy jóvenes que hubiesen sido, habrían enfrentado las adversidades que involucra ser padre. Lo habrían hecho juntos y te habrías ahorrado darle el pésame a una chiquilla viuda y haber matado a tanta gente.

-¿Y arriesgar la vida de su familia?

-Estábamos a salvo en Los Ángeles –afirmó sin moverse y con la cabeza en alto.

-MI gente, esa que mata, ofrece vidas, esclaviza a mujeres, consigue donantes para enfermos, trafica drogas, roba documentos confidenciales, y una barbaridad de cosas, estaba acechándolos desde que reanudé mi contacto con Bill. Y no fue hasta después de abandonarlos para que terminaran las amenazas que recibía, que en Nueva York supe que estaba embarazada.

-¿Qué amenazas? Nosotros no vimos nada extraño.

-Llegaban cartas amenazando con matarlos, seguían a Bill, a Tom y a Andrea. Pero ellos nunca lo notaron, sólo Andrea porque sabe detectar el peligro con facilidad.

-No tienes pruebas.

-No son necesarias. No podía volver con ustedes porque también pondría en peligro la vida de Alexander. Si le decía a Bill que estaba embarazada, la noticia se filtraría en los medios y ya estaríamos muertos, incluyéndola.

-¿Entonces a qué viniste a Alemania? ¿A matarnos?

-Yo los maté antes que nos mataran –murmuré de repente sintiéndome incómoda con la confesión. No me avergonzaba, pero dejaba claro que era una asesina.

-¿A eso viniste? ¿A matar gente? Hace mucho tiempo que este dejó de ser un país de asesinos.

-Vine porque Alexander quiso venir. Y yo no soy quien para negarle eso a mi hijo.

-Sin embargo le negaste conocer la identidad de su padre –tomó la manilla de la puerta y me miró una última vez antes de escupirme las palabras más dolorosas que haya recibido en mucho tiempo-. Eres un monstruo.

Cerré mis ojos deseando no existir, estar muerta o seguir durmiendo por el resto de mis días. Era un pensamiento egoísta, pero por una vez en mi vida deseaba pensar sólo en mí y no en el resto. “¿Entonces a qué viniste a Alemania? ¿A matarnos?”. No, vine porque no podía seguir huyendo de lo que tarde o temprano me tocaría vivir. Muy profundo en mi ser, había una parte que gritaba a mares por ver a Bill o tener sólo un pedacito más de él en mí.

“Eres un monstruo”. Lo sé, y esa es la peor parte de todo. Soy un monstruo que mató a uno de sus mejores amigos, que engañó durante dieciocho años a su hijo, que arriesgó la vida de Bill y Tom. Soy igual que mi padre biológico, igual que Alphonse Solarin. La maldad estaba en mí y recorría mi sangre como el más puro veneno. He manchado a cada uno de los que me rodean con el veneno de mi piel, mis palabras y el mismo aire que respiro. Ian no es la excepción a la regla, tampoco lo fue Lizbeth, el Pintor, y todos aquellos a quienes maté o terminaron muertos por mi culpa. Simone me abrió los ojos a lo que yo no había visto o no quería ver.

Siempre he sido un monstruo, desde que la semilla de Pantera se plantó en el vientre de mi madre. ¿Por qué aún no he muerto? Llevo demasiadas heridas de guerra en mi piel y mi alma, he estado al borde de la muerte más de veinte veces, me he desangrado, desmayado, me han disparado y violado, y aun así… aun así sigo con vida como un maldito roble.


ALEXANDER

Si comía esta mierda de hospital una vez más, juro que le escupiría todo a la enfermera en su cara. ¿Acaso el cocinero usa sus pies para cocinas y los calzones de su abuela? ¡Esta comida es un asco! Y lo peor es que la mezclan con un puñado gigante de píldoras llena de mierdas para volver a mi peso normal y a no sé qué otra cosa.

A penas salga de esto, encerraré a mamá en la cocina para que me haga todas esas cosas internacionales que lee en revistas y ve en la televisión cuando está aburrida. Mamá… nadie me quería decir algo sobre ella porque querían que me centrara en recuperarme. Sé que está bien, eso fue lo que dijo la tía Andrea. Sí, la  muy jodida es la mejor tía del mundo y se merece el título de “tía”. ¡Hasta maldice sin arrepentirse y frente a mí! Ella, definitivamente es la mejor.

Bianca vino a verme mientras revisaban mi pulso tras despertar esta mañana. Dijo que estaba bien y que estaba tranquila. No le creo ni una mierda, pero ella sabe que estoy a su lado cuando me necesite y con eso me basta. La pérdida de un padre no debe ser nada fácil, así como lo es la pérdida de uno de mis tíos favoritos. Bianca me contó que su madre guardaba un duelo personal, pero que aún así estaba tranquila porque el tío Erik murió tal y como el algún día le dijo que quería morir; en su propia ley.

-¡Qué asco! –exclamó la tía Andrea desde su asiento junto a mí.

-Si te refieres a la comida, lo es. Parece vómito de tortuga recién nacida.

Me miró sobre la revista blanqueando los ojos con una sonrisa en su rostro. Mamá me habría gritado que no dijera esas cosas y seguramente ya estaría con una cuchara obligándome a abrir la boca.

-Nunca me gustaron las perforaciones en los pezones, en como de putas.

-Una vez lamí unas tetas perforadas y se sintió extraño. Creo que la chica se llamaba Sally.

-Sally es nombre de bruja.

-Era toda una chillona. Creo que toda la disco se enteró que estábamos follando en un cubículo.

-Deberías usar tapones en los oídos a prueba de chillonas.

-Lo recordaré la próxima vez.

-¿Sabes quién tiene perforados los pezones? –enarcó la ceja haciéndose la interesante y bajando la revista a su regazo.

-¿Megan Fox? ¿Sasha Grey? ¿Ronald Mc’Donalds? ¿Bart Simpson?

-Tu…

-Yo.

Ambos levantamos la vista dando un pequeño saltito. Mierda, esto no debía ser bueno. Había tratado de postergar esta conversación haciéndome el dormido de camino al hospital y asegurando estar cansado para visitas, siendo la tía Andrea la única que comprendía que quería aplazar a Bill.

¡Qué cosas decía! No podía seguir aplazando esto. No soy un cobarde ni jamás lo seré. ¿No era esto lo que querías, tener frente a ti al padre del que nunca supiste? Toda historia tiene diferentes caras, versiones o lados. Era justo escuchar lo que él tenía que decirme y no juzgarlo desconociendo su verdad. La tía Andrea me miró atenta a mi expresión y sólo asentí, dejando que abandonara en silencio la sala. Cerró la puerta en silencio, dejándonos en una conversación padre e hijo… la primera de muchas.

-El doctor dijo que ya estás mucho mejor y que posiblemente en dos días más puedan darte el alta médico –empezó, sentándose donde antes estaba mi nueva tía.

Ahora que lo tenía cerca, podía notar las ojeras oscuras bajo sus ojos y la barba de días. Si bien puede ser una de las más reconocidas estrellas alemanas, no dejaba de ser un simple mortal en el mundo.

Este es mi padre… un simple ser humano.

Sonreí pensando en que ahora mi árbol genealógico crecería un poco  más, aunque no estaba dispuesto a memorizarme nombres y conocer primas lesbianas o tíos gays.

-¿Tú… cómo estás? –comencé tratando de no prolongar los silencios.

Levantó ambas cejas, seguramente sorprendido por mi pregunta.

-Estoy bien. El médico dijo que debía volver en cuatro días más para sacar los puntos en mi costado, pero no dejaré de venir hasta que (name) y tú estén bien.

-¿Cómo está ella?

-Aún no ha despertado y mi madre, tu abuela, se quedó con ella esta mañana.

Tengo abuela…

-¿Aún no hablas con ella?

-No ha despertado –levantó la cabeza, mirándome fijamente con seriedad y ambas cejas casi juntas formando una línea que a simple vista no se notaba-. La preocupaste mucho, Alexander. Nos preocupaste demasiado. Te buscamos sin descansar todo es te tiempo y casi perdimos los nervios cuando vimos en un video que te trasladaron inconsciente en un auto. No puedes ser tan impulsivo porque las cosas se solucionan hablando.

Espera, ¿me está retando? ¿Enserio? ¿Justo ahora?

-¿Con qué cara me hablas de no ser impulsivo cuando tú fuiste quien llegó en mi cumpleaños hecho un toro a mi casa? Golpeaste a mi madre y gritaste como un loco por si lo olvidas.

Su rostro decayó, la seriedad y preocupación anterior se esfumaron dando paso a la vergüenza y el desánimo. Enterró su rostro entre sus manos y despeinó aún más su cabello. Él sabía que no tenía excusas y pretextos para lo que hizo, y esperaba que entendiera lo criminal que fue. Bill vivía su propio infierno interno, tal y como todas las personas lo hacemos, sólo que el suyo estaba manchado por lastimar a mi madre, desconocer mi existencia y presenciar la muerte del tío Erik.

-Bien, ya que no puedes reprocharme por mi comportamiento porque soy igual que tú, quisiera que me contaras sobre tu historia con mamá desde el comienzo de todo.

Me observó fijamente, evaluando reacciones y conductas que lo culparan aún más. Puse mis brazos tras mi cabeza con cuidado de no desconectar ningún cable. Esperé su respuesta pacientemente observando frente a mí el paisaje de un Berlín ya despierto a plena luz del día.


-Nos conocimos en la Maldivas, ella yo, Tom y Andrea, a la orilla del mar… éramos jóvenes y me bastó con mirarla para quedar totalmente hechizado por ella, pero no la habría notado si Andrea no hubiese golpeado el pie de Tom y él hubiese protestado…

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Estoy de vacaciones, por un corto período de tiempo (hasta el 8 de enero), pero trataré de subirles un capítulo más antes de podrirme trabajando.

2 comentarios:

  1. Maravilloso!!!!!!!! Por fín están hablando, sigue que esta fic es perfecta espero el siguiente capítulo con ansias. Tienes de vacaciones hasta el mismo día que yo así que a disfrutar :)
    Saludos desde España!

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  2. :O Siiiii Alexander despertó y La Invasora también que alegria, huyyy conversación entre padre e hijo :O me encanto Nina espero el próximo cap..

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