-Quédate con
Alexander.
-Ella estará
bien, Bill. Sascha es quien no está bien.
-¡Le
dispararon Gaspard!
-Ha recibido
peores, créeme. Dile Tom que acerque el auto a una cuadra de distancia.
-Llámalo tú
–le gruñí tirándole mi teléfono con saña.
Alexander no
tenía fuerzas suficientes para cuidar de sí mismo, y miraba con pánico cómo su
madre gemía en mi regazo mientras trataba de hacerle una compresa con mi
camiseta. Quería ayudarle, enserio lo quería, pero no podía hacer demasiado con
(name) presionando mi brazo contra ella descargando todo su dolor con las uñas
enterradas en mi piel. Dolía, pero no lo suficiente como ver al amor de tu vida
y a tu hijo totalmente débiles.
-Llama a Abel
–le ordené buscando una mano de ayuda.
-Bill… -gimió
(name).
-Están
desviando la atención policial en el perímetro. Necesitamos salir ahora –tomó
el teléfono y en unos segundos pude oir el murmullo de la voz de mi gemelo-.
Necesitamos que acerque el auto, Tom… Sí, Bill está bien y tenemos a Alexander…
después te pondré al día ¿vale? Ahora sólo trae el puto auto que no tenemos
mucho tiempo para el que este lugar explose.
Cortó y guardó
el teléfono a un lado. Miré de reojo a Rebbeca, que mecía el cuerpo inerte de
su esposo. Dios, odia distraerla de su dolor, pero teníamos que movernos o
moriríamos calcinados. Tenía que dejar el cuerpo de Erik acá e irnos a un
hospital antes de que todo empeorara. Miré a Ulliel, de nuevo, indicándole a la
desconsolada mujer a unos metros de distancia que parecía no estar presente.
Asintió y se movió a su lado, haciendo que diera un saltito de la impresión.
Quizás no
hablé mucho con Erik durante el tiempo que lo conocí, pero podía asegurar que
fue un buen hombre y que siempre cuidó de (name). Al igual que Rebbeca, me
habría gustado tomarme un tiempo y despedirme de él o esperar una palabra más
de él, quizás simplemente decirle unas últimas palabras. Peró sé que donde sea
que esté ahora, él entiende que realmente no hay tiempo para mucho.
-Era como un
hermano para mí, Rebby. Entiendo tu dolor o al menos lo intento, pero créeme
que él hubiese querido que lucharas por mantenerte a salvo, tal y como él te ha
protegido a ti y a Bianca.
-No tenía por
qué irse –sollozaba sin despegar las manos de su marido.
-Sé que no es
fácil, pero debemos dejarlo aquí. Debemos ir a un hospital antes que la
hemorragia de (name) aumente y Alexander empeore. Por favor, Rebbeca. Hazlo por
Erik y por Bianca.
-Dijo que todo
estaría bien… que él era fuerte y… y… Dios, sólo una bala lo mató.
-Sabes mejor
que yo que siempre estaremos indefensos ante la muerte, no somos de hierro.
Erik no lo era, pero siempre estuvo a tu lado para protegerte de todo lo que
quisiera dañarte. Te ama a ti y a Bianca, y esto es lo mejor que puedes hacer
por tu familia, sólo… sólo déjalo ir.
-¡Oh… Bianca!
–Sollozó más fuerte-. ¿Cómo podré decirle?
-Sabe que su
padre fue un buen padre, y le costará asimilarlo pero tendrá el apoyo de todos
nosotros. Por favor, Rebbeca. Tenemos que irnos antes de que llegue la policía
o que se active alguna bomba.
Esto era
difícil para ella. Lo entendía porque también lo ha sido para mi cuando muere
alguno de mis perros. Y quizás no es del todo correcto comparar un animal con
una persona, pero siempre se sentirá ese dolor cuando lo recuerdes. Mis manos
estaban rojas con la sangre de (name) al igual que mi pecho. Miré a Alexander y
me temí lo peor cuando noté que volvía a estar inconsciente. Ella también lo
notó y quiso separarse de mi lado, pero su herida dolió aún más.
-Gaspard
–insistí apurando las cosas.
Él y Rebbeca
se volvieron al mismo tiempo, viendo la palidez cadavérica de Alexander.
Presioné a (name) contra mi cuerpo impidiendo que escapara mientras Gaspard tomaba el cuerpo de Sascha y esperaba
una reacción de Rebbeca. Ella lo entendió, lo vi en sus ojos. Se volvió al
cuerpo de Erik depositando un beso en sus labios, susurró unas palabras
inaudibles y arrancó un collar de su cuello junto con el anillo de casamiento
de oro blanco.
Se volvió a
nosotros con una expresión lastimada y nos guio hacia la salida haciéndose de
las armas de los cuerpos en el piso. Acuné a (name) en mis brazos depositando
un beso en su frente e insistiéndole en que no dejara de hacer presión en su
hombro dañado. A cada paso de daba, el recuerdo de todo lo sucedido hace unos
minutos atrás se hacía presente y quedaba grabado en mi memoria las paredes
ensangrentadas a mi alrededor junto con los cuerpos de personas buenas y malas.
Jamás vi un
cadáver en mi vida, incluso me negué a hacerlo cuando mis abuelos murieron. El
simple hecho de ver un cuerpo sin esa chispa que nos da vida cada día y nos
hace humanos, me hacía sentir vulnerable. Y ahora, es como si el destino se
hubiese vuelto sobre mí y me hubiese mostrado su cara menos amigable. Había
disparado, vi cómo mataban a un amigo, a Pantera y a Ian, tomé un arma en mis
propias manos y vi cómo (name) volvía a ser la Invasora. Era demasiada
información que procesar pese a que este es el momento inadecuado para hacerlo.
Tom, para mi
alivio, se encontraba dentro del auto esperando a por nuestra llegada.
Depositamos con cuidado el cuerpo de Alexander ante un alterado Thomas que lo
primero que pensó fue que estaba muerto.
-El muerto es
otro –susurró Rebbeca.
Él lo
comprendió sin más explicaciones. Pude sentir cómo la pena y la impresión
emanaban de él y divisé que estaba guardando sus lágrimas para otro momento. Sólo
guardó silencio a la espera de que yo y (name) nos introdujéramos en el
reducido espacio trasero del vehículo. Gaspard insistió en conducir, pero yo
conocía a mi gemelo, y obviamente se negó a hacerlo pese a su repentina
seriedad.
La policía no
tardó en llegar al igual que la explosión de las bombas instaladas por el
equipo de Abel. Tom superó los límites de velocidad, se saltó uno que otro
semáforo y casi atropelló a un transeúnte. Miré la hora en el tablero. Ya iban
a ser las seis treinta de la mañana y el flujo vehicular aumentaría a medida
que pasaban las horas. Muchos vehículos de canales de televisión nos pasaban a
velocidades abismantes con tal de llegar al lugar de los hechos y captar la
imagen de algo o alguien. Daba igual, jamás sabrían la verdadera historia tras
todo este plan y seguramente inventarían hipótesis sobre lo ocurrido.
-¿Bill estás
herido? –preguntó Tom viéndome desde el espejo retrovisor.
-No…
-Una bala rozó
su tórax, nada grave pero probablemente quedará una cicatriz.
-Estoy bien,
sólo concéntrate en llegar pronto.
No me
importaba estar herido porque no había dolor en mí más grande que ver a quienes
amas totalmente débiles. Tomé la mano de Alexander, tan fría y blanca como una
hoja de papel. Jesucristo, ¿cómo no noté antes que tenía mis manos? Era tan
obvio que hasta tenía las mismas durezas de Tom en la yema de los dedos por
tocar la guitarra.
-Escuchen, la
historia es la siguiente. Estábamos cerca de los barrios bajos porque recibimos
una llamada de Alexander. La zona es peligrosa, y (name) ignoró eso por lo que
caminó normalmente y recibió un disaro. Encontramos a Sascha y vinimos,
¿entienden?
-Vale.
-Quitémonos
las armas –sugirió Rebbeca con voz ronca-. Todo lo que implique ser un arma,
levantará sospechas en el hospital.
-Tu traje… -le
recodó Gaspard.
-Andrea pensó
que necesitarían ropa. Así que en la maletera hay dos bolsos llenos de ella.
-Dirígete a la
gasolinera a dos calles del hospital –le dije a Tom.
Él giró a la
derecha y divisamos la gasolinera que solía frecuentar antes de ir a la
disquera. Lo mejor de todo, era que en la parte trasera, donde estaban los
baños, no habían cámaras de seguridad cerca y todo solía estar oscuro. Ya iba a
amanecer, y no contábamos con mucho tiempo. Thomas aparcó junto a la entrada de
los baños y sacó los bolsos de atrás en un pestañeo. (Name) gemía, algo malo
pasaba con ella.
-Rebbeca te
ayudará a…
-No me dejes…
por favor.
Miré a
Rebbeca, quien nos esperaba con la puerta abierta junto a nosotros, asintió al
ver mi pregunta no verbal y tomé en brazos a (name), antes de correr hasta el
baño de mujeres.
-Sascha…
-Nuestro hijo
está bien, Tom lo está cuidando –murmuré abriendo la puerta del cubículo más
grande para discapacitados, y sentándola sobre la tapa del inodoro.
Rompí su
camiseta con las manos y pasé sobre ella una blusa celeste, ignorando su piel
pálida contrastando con el rojo del vendaje improvisado. Pasé sus brazos con
sumo cuidado por cada manga y abroché los botones con una rapidez que creí
imposible. Tiré de sus bototos y la levanté con un brazo mientras con el otro
bajaba los pantalones tratando de no arrastrar con ellos su ropa interior. Era
difícil desvestirla cuando era como una muleca de porcelana en mis brazos.
-Si no fuera
por la situación, juraría que estás a punto de follarme contra la pared por la
manera en que tiras de mi ropa… como en los viejos tiempos –murmuró con una
leve risita.
-Sólo hace
presión en la herida y colabora con tus piernas –gruñí más por la fuerza
bestial que usaba para arrancar sus ajustados pantalones, que por la excitación
de recordar nuestros encuentros en lugares públicos.
Cuando (¡al
fín!) pude quitar los putos pantalones de cuero, cambié su indumentaria por una
falta de tela hasta la rodilla y tacones azules. La blusa estaba teñida cuando
volvimos con los demás al auto. Todos lucíamos normales, como si hubiésemos
tenido el peor día de nuestras vidas, pero nada relacionado con mafiosos.
Tom se puso en
marcha, e ingresó a los estacionamientos subterráneos del hospital hecho un
rayo. Tiré de (name) a penas salimos del auto y la guie hacia el ascensor más
cercano sin perder de vista a mi hermano que sostenía a su sobrino en sus
brazos.
-Tercer piso. Pabellón de Urgencias.
Las voces tranquilas
de los ascensores, no ayudarían a calmar ni a quien estuviese agonizando dentro
de él. Era estúpido poner la voz de una mujer cachonda en un ascensor, tratando
de imponer la paz que jamás recibirías en un hospital. Dios, los hospitales te
mantienen con los pelos de punta. Uno no viene a tomar clases de yoga, sino que
se curarse. Y la voz en el ascensor no lo hará. ¿Qué mierdas hablo? ¿Desde
cuándo odio tanto una simple voz? Las puertas del tercer piso se abrieron y por
suerte habían tres enfermeras hablando cuando nos adentramos en el pabellón
enfermizamente blanco.
-¡Oh mi Dios!
–exclamó una cuando nos vio.
Las demás de
siguieron y gritaron en busca de más personal. Una de ellas habló por su radio
antes de tomar una silla de ruedas y guiarla frente a mí.
-Será mejor
que siente a la chica, señor –me indicó
una de lentes cuadrados con borde rosa que debía superar la edad de mi madre-.
Y será mejor que nos siga ara tratar lo que sea que tenga haya teñido su
camiseta.
Claro,
olvidaba que yo también estaba herido. Thomas depositó a Alexander en una
camilla, siendo mi hijo conectado a un montón de cables antes de perderse de mi
vista. Seguí a la enfermera de lentes rosa y en un momento a otro (name)
ingresó por una puerta que prohibía el paso a personal no autorizado. A los
demás también se los llevaron, dejando al único que lucía bien en la sala de
espera. Médicos, enfermeras, y miles de personas vestidas con delantales
blancos empezaron a correr de un lado a otro con nuestra llegada, como si
hubiésemos repartido un virus.
Después de un
jodidamente doloroso proceso de curación con una enfermera que me guiñaba el
ojo cuando la miraba, lo único que pedía era tener una botella de cerveza en la
mano y pensar que esto sólo fue una puta pesadilla. Ingresé mis datos, y relaté
lo que me había pasado tal y como habíamos acordado antes de llegar al
hospital. No hubieron más preguntas, simplemente me dejaron descansar un poco
mientras esperaba el alta médica y un par de pastillas para calmar el dolor.
Me quedé
recostado sin camiseta, observando cómo cambiaban las tonalidades del cielo a
medida que amanecía en Berlín. No quería mirar la habitación, odiaba los
hospitales y no me animaba descubrir qué había en los cajones y repisas
blancas. Empezaba a sentir el cansancio en mis huesos, como si hubiese pasado
48 horas ejercitando sin parar en un gimnasio. ¿Así eran las verdaderas
misiones a las que (name) ha asistido durante toda su vida? ¡Era un infierno!
Mis músculos estaban agarrotados y si pudiera pedir un deseo, sería un baño con
agua caliente en la soledad de mi casa.
-Gaspard me lo
dijo… todo.
Miré a mi
gemelo sentarse frente a mí dándole la espalda a la ventana. Estaba serio,
realmente molesto y preocupado, y a juzgar por sus ojeras, no había pegado un
ojo en toda la noche atento a nuestros pasos. Pasó las manos por su cabello y
se reclinó en la silla sin mirarme.
-Tom…
-¿Estás bien?
–me cortó.
-Lo estoy.
Sólo fue un simple roce en…
-¿Y si hubiese
perforado tus pulmones? ¿Si te hubiese atravesado las tripas o alguna vena importante? ¡Estás jodidamente loco Bill!
-Ya te dije
que estoy bien –insistí evitando pensar en el dolor de cabeza que se avecinaba
desde alguna parte de mi cerebro. Odio discutir con él y en estos momentos lo
odio aún más-. Todos estamos bien y…
-¿¡Y SI EN VEZ
DE ERIK ERAS TÚ!? –Gritó ignorando el cartel de silencio en la puerta.
Esa era su
preocupación principal. Que en vez de ser Erik quien estuviera junto a Rebbeca
hace unas horas atrás, hubiese sido yo. Lo entendía, claro que lo hacía… sentía
su agonía a medida que una situación opuesta se recreaba en su mente. Tomé su
mano igual a la mía y esperé a que me mirara dentro de su preocupación.
-Prometimos
morir juntos, ¿lo recuerdas?
La
preocupación se disipó de su rostro, recordando la tonta promesa que hicimos
cuando sólo éramos unos niños. Era mi deber calmarlo pese a las circunstancias
que nos tenían aquí y no en casa o en el estudio, ¿pero cómo calmarlo cuando ni
yo podía estar tranquilo?
-Estabilizaron
a Alexander –me informó-. Están rehidratándolo con suero y no sé qué otras
cosas. Pero tiene anemia, baja presión y una notoria desnutrición que tiene
preocupado al doctor.
De milagro
sobrevivió tanto tiempo. Dios, juro que cuando despierte, lo llevaré a un Mc’
Donalds y le compraré toda la mierda que haga que engorde hasta que se le dé
vuelta el ombligo. Y eso no era ni el comienzo de lo que haré cuando le den el
alta… hablar de mi relación con su madre encabezaba mi lista de cosas por
hacer.
Alexander sólo
era un adolescente y ya tenía demasiados problemas, lo vi en su rostro cuando
hablamos una madrugada. Vi su disconformidad pese a tenerlo todo. Me necesitó
todo este tiempo y sé que yo también. Es imposible no necesitar de un hijo o un
padre, y lo único que imploraba era su perdón para recuperar una relación que
jamás tuvimos. Mis pensamientos me ahogaban y empezaba a sofocarme por quedarme
inmóvil sin hacer nada, y si no fuera por la enfermera entrando en el cuarto
con una bandeja y el notorio rubor por reconocerme, juraría que habría
derribado ya la puerta con tal de ver a mi hijo.
-¿Señor…
Kaulitz?
-El mismo
–asintió Tom mirando sus piernas con esa sonrisa que pone cuando ve algo que le
gusta.
La chica, que
no debía superar sus veinticinco, sonrió un poco sintiéndose intimidada con mi
gemelo. No la culpo, a veces puede ser intimidante. Depositó la bandeja blanca
con un par de pastillas y agua en la mesa, verificó las máquinas con miles de
cables en mi cuerpo, mi herida y mi presión antes de anotar todo lo que
necesitaba y marcharse.
-Oye –la
detuve cuando estaba en el marco-, ¿sabes algo del paciente Alexander…?
-¿Alexander
Ulliel?
Parpadeé. ¿De
qué me perdí? Se supone que Alexander era Kaulitz, no Ulliel. Si pudiera, le
cortaría las bolas a Gaspard, enserio.
-Ajá.
-Está estable.
Acabo de verlo y las medicinas podrán estabilizarlo, pero cuando despierte
deberá comer a montones para que vuelva a estar sano. Pobre chico… es como si
hubiese vivido una pesadilla.
No tenía ni
idea.
-¿Qué hay de
la chica del disparo?
-Se supone que
no debería comentar esto… es información confidencial –recordó mordiéndose el
labio inferior pero con el brillo en sus ojos que indicaba sus ganas de vomitar
chismes.
-Oh, vamos
bonita. Juró portarme bien y no decirle a nadie –Thomas le guiñó un ojo antes
de rematar con una sonrisa radiante.
-Está bien
–suspiró totalmente hechizada-. Le dieron calmantes porque no se estaba quieta
tras quitarle la bala. No sé de qué país será, pero llegó su esposo…
-¿Su esposo?
-Sí, el papá
del chico. Él la calmó y ella se durmió… lo más seguro es que despierte en un
par de horas más.
-Está bien…
gracias Gretel –leí el nombre en su delantal.
-Soy fan. No
hay de qué. Pronto vendrá el médico a verlo y posiblemente darle de alta.
Cerró la
puerta y rogué para que llegara luego y pudiera estar con quien se suponía ser
MI pareja y MI hijo. Entiendo que Gaspard no quiera involucrar mi apellido con
(name) y Alexander, pero debió consultármelo porque a fin de cuentas yo soy
quien tiene que manejar el asunto de la fama y la prensa, no ellos.
Definitivamente tendría que hablar con Ulliel y marcar sus límites.
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Espero ser la única que haya quedado totalmente disconforme con el capítulo :(
Eres la única porqué ha estado súper interesante :) besos, sigue y espero con impaciencia el siguiente capítulo
ResponderEliminarno se por que esta buenisimo y quiero saber mas de todo sube pronto por favor
ResponderEliminarme encanto estuvo buenisimo y bill todo celoso jeje, ando sin computadora nina x si no comento mas es x ese problema ya me compraran un cpu nuevo el ano que viene, mientras tanto lo leere desde mi tlf..
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