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lunes, 15 de diciembre de 2014

Capítulo 59 (Tercera Temporada)

-Quédate con Alexander.

-Ella estará bien, Bill. Sascha es quien no está bien.

-¡Le dispararon Gaspard!

-Ha recibido peores, créeme. Dile Tom que acerque el auto a una cuadra de distancia.

-Llámalo tú –le gruñí tirándole mi teléfono con saña.

Alexander no tenía fuerzas suficientes para cuidar de sí mismo, y miraba con pánico cómo su madre gemía en mi regazo mientras trataba de hacerle una compresa con mi camiseta. Quería ayudarle, enserio lo quería, pero no podía hacer demasiado con (name) presionando mi brazo contra ella descargando todo su dolor con las uñas enterradas en mi piel. Dolía, pero no lo suficiente como ver al amor de tu vida y a tu hijo totalmente débiles.

-Llama a Abel –le ordené buscando una mano de ayuda.

-Bill… -gimió (name).

-Están desviando la atención policial en el perímetro. Necesitamos salir ahora –tomó el teléfono y en unos segundos pude oir el murmullo de la voz de mi gemelo-. Necesitamos que acerque el auto, Tom… Sí, Bill está bien y tenemos a Alexander… después te pondré al día ¿vale? Ahora sólo trae el puto auto que no tenemos mucho tiempo para el que este lugar explose.

Cortó y guardó el teléfono a un lado. Miré de reojo a Rebbeca, que mecía el cuerpo inerte de su esposo. Dios, odia distraerla de su dolor, pero teníamos que movernos o moriríamos calcinados. Tenía que dejar el cuerpo de Erik acá e irnos a un hospital antes de que todo empeorara. Miré a Ulliel, de nuevo, indicándole a la desconsolada mujer a unos metros de distancia que parecía no estar presente. Asintió y se movió a su lado, haciendo que diera un saltito de la impresión.

Quizás no hablé mucho con Erik durante el tiempo que lo conocí, pero podía asegurar que fue un buen hombre y que siempre cuidó de (name). Al igual que Rebbeca, me habría gustado tomarme un tiempo y despedirme de él o esperar una palabra más de él, quizás simplemente decirle unas últimas palabras. Peró sé que donde sea que esté ahora, él entiende que realmente no hay tiempo para mucho.

-Era como un hermano para mí, Rebby. Entiendo tu dolor o al menos lo intento, pero créeme que él hubiese querido que lucharas por mantenerte a salvo, tal y como él te ha protegido a ti y a Bianca.

-No tenía por qué irse –sollozaba sin despegar las manos de su marido.

-Sé que no es fácil, pero debemos dejarlo aquí. Debemos ir a un hospital antes que la hemorragia de (name) aumente y Alexander empeore. Por favor, Rebbeca. Hazlo por Erik y por Bianca.

-Dijo que todo estaría bien… que él era fuerte y… y… Dios, sólo una bala lo mató.

-Sabes mejor que yo que siempre estaremos indefensos ante la muerte, no somos de hierro. Erik no lo era, pero siempre estuvo a tu lado para protegerte de todo lo que quisiera dañarte. Te ama a ti y a Bianca, y esto es lo mejor que puedes hacer por tu familia, sólo… sólo déjalo ir.

-¡Oh… Bianca! –Sollozó más fuerte-. ¿Cómo podré decirle?

-Sabe que su padre fue un buen padre, y le costará asimilarlo pero tendrá el apoyo de todos nosotros. Por favor, Rebbeca. Tenemos que irnos antes de que llegue la policía o que se active alguna bomba.

Esto era difícil para ella. Lo entendía porque también lo ha sido para mi cuando muere alguno de mis perros. Y quizás no es del todo correcto comparar un animal con una persona, pero siempre se sentirá ese dolor cuando lo recuerdes. Mis manos estaban rojas con la sangre de (name) al igual que mi pecho. Miré a Alexander y me temí lo peor cuando noté que volvía a estar inconsciente. Ella también lo notó y quiso separarse de mi lado, pero su herida dolió aún más.

-Gaspard –insistí apurando las cosas.

Él y Rebbeca se volvieron al mismo tiempo, viendo la palidez cadavérica de Alexander. Presioné a (name) contra mi cuerpo impidiendo que escapara mientras  Gaspard tomaba el cuerpo de Sascha y esperaba una reacción de Rebbeca. Ella lo entendió, lo vi en sus ojos. Se volvió al cuerpo de Erik depositando un beso en sus labios, susurró unas palabras inaudibles y arrancó un collar de su cuello junto con el anillo de casamiento de oro blanco.

Se volvió a nosotros con una expresión lastimada y nos guio hacia la salida haciéndose de las armas de los cuerpos en el piso. Acuné a (name) en mis brazos depositando un beso en su frente e insistiéndole en que no dejara de hacer presión en su hombro dañado. A cada paso de daba, el recuerdo de todo lo sucedido hace unos minutos atrás se hacía presente y quedaba grabado en mi memoria las paredes ensangrentadas a mi alrededor junto con los cuerpos de personas buenas y malas.

Jamás vi un cadáver en mi vida, incluso me negué a hacerlo cuando mis abuelos murieron. El simple hecho de ver un cuerpo sin esa chispa que nos da vida cada día y nos hace humanos, me hacía sentir vulnerable. Y ahora, es como si el destino se hubiese vuelto sobre mí y me hubiese mostrado su cara menos amigable. Había disparado, vi cómo mataban a un amigo, a Pantera y a Ian, tomé un arma en mis propias manos y vi cómo (name) volvía a ser la Invasora. Era demasiada información que procesar pese a que este es el momento inadecuado para hacerlo.

Tom, para mi alivio, se encontraba dentro del auto esperando a por nuestra llegada. Depositamos con cuidado el cuerpo de Alexander ante un alterado Thomas que lo primero que pensó fue que estaba muerto.

-El muerto es otro –susurró Rebbeca.

Él lo comprendió sin más explicaciones. Pude sentir cómo la pena y la impresión emanaban de él y divisé que estaba guardando sus lágrimas para otro momento. Sólo guardó silencio a la espera de que yo y (name) nos introdujéramos en el reducido espacio trasero del vehículo. Gaspard insistió en conducir, pero yo conocía a mi gemelo, y obviamente se negó a hacerlo pese a su repentina seriedad.

La policía no tardó en llegar al igual que la explosión de las bombas instaladas por el equipo de Abel. Tom superó los límites de velocidad, se saltó uno que otro semáforo y casi atropelló a un transeúnte. Miré la hora en el tablero. Ya iban a ser las seis treinta de la mañana y el flujo vehicular aumentaría a medida que pasaban las horas. Muchos vehículos de canales de televisión nos pasaban a velocidades abismantes con tal de llegar al lugar de los hechos y captar la imagen de algo o alguien. Daba igual, jamás sabrían la verdadera historia tras todo este plan y seguramente inventarían hipótesis sobre lo ocurrido.

-¿Bill estás herido? –preguntó Tom viéndome desde el espejo retrovisor.

-No…

-Una bala rozó su tórax, nada grave pero probablemente quedará una cicatriz.

-Estoy bien, sólo concéntrate en llegar pronto.

No me importaba estar herido porque no había dolor en mí más grande que ver a quienes amas totalmente débiles. Tomé la mano de Alexander, tan fría y blanca como una hoja de papel. Jesucristo, ¿cómo no noté antes que tenía mis manos? Era tan obvio que hasta tenía las mismas durezas de Tom en la yema de los dedos por tocar la guitarra.

-Escuchen, la historia es la siguiente. Estábamos cerca de los barrios bajos porque recibimos una llamada de Alexander. La zona es peligrosa, y (name) ignoró eso por lo que caminó normalmente y recibió un disaro. Encontramos a Sascha y vinimos, ¿entienden?

-Vale.

-Quitémonos las armas –sugirió Rebbeca con voz ronca-. Todo lo que implique ser un arma, levantará sospechas en el hospital.

-Tu traje… -le recodó Gaspard.

-Andrea pensó que necesitarían ropa. Así que en la maletera hay dos bolsos llenos de ella.

-Dirígete a la gasolinera a dos calles del hospital –le dije a Tom.

Él giró a la derecha y divisamos la gasolinera que solía frecuentar antes de ir a la disquera. Lo mejor de todo, era que en la parte trasera, donde estaban los baños, no habían cámaras de seguridad cerca y todo solía estar oscuro. Ya iba a amanecer, y no contábamos con mucho tiempo. Thomas aparcó junto a la entrada de los baños y sacó los bolsos de atrás en un pestañeo. (Name) gemía, algo malo pasaba con ella.

-Rebbeca te ayudará a…

-No me dejes… por favor.

Miré a Rebbeca, quien nos esperaba con la puerta abierta junto a nosotros, asintió al ver mi pregunta no verbal y tomé en brazos a (name), antes de correr hasta el baño de mujeres.

-Sascha…

-Nuestro hijo está bien, Tom lo está cuidando –murmuré abriendo la puerta del cubículo más grande para discapacitados, y sentándola sobre la tapa del inodoro.

Rompí su camiseta con las manos y pasé sobre ella una blusa celeste, ignorando su piel pálida contrastando con el rojo del vendaje improvisado. Pasé sus brazos con sumo cuidado por cada manga y abroché los botones con una rapidez que creí imposible. Tiré de sus bototos y la levanté con un brazo mientras con el otro bajaba los pantalones tratando de no arrastrar con ellos su ropa interior. Era difícil desvestirla cuando era como una muleca de porcelana en mis brazos.

-Si no fuera por la situación, juraría que estás a punto de follarme contra la pared por la manera en que tiras de mi ropa… como en los viejos tiempos –murmuró con una leve risita.

-Sólo hace presión en la herida y colabora con tus piernas –gruñí más por la fuerza bestial que usaba para arrancar sus ajustados pantalones, que por la excitación de recordar nuestros encuentros en lugares públicos.

Cuando (¡al fín!) pude quitar los putos pantalones de cuero, cambié su indumentaria por una falta de tela hasta la rodilla y tacones azules. La blusa estaba teñida cuando volvimos con los demás al auto. Todos lucíamos normales, como si hubiésemos tenido el peor día de nuestras vidas, pero nada relacionado con mafiosos.

Tom se puso en marcha, e ingresó a los estacionamientos subterráneos del hospital hecho un rayo. Tiré de (name) a penas salimos del auto y la guie hacia el ascensor más cercano sin perder de vista a mi hermano que sostenía a su sobrino en sus brazos.

-Tercer piso. Pabellón de Urgencias.

Las voces tranquilas de los ascensores, no ayudarían a calmar ni a quien estuviese agonizando dentro de él. Era estúpido poner la voz de una mujer cachonda en un ascensor, tratando de imponer la paz que jamás recibirías en un hospital. Dios, los hospitales te mantienen con los pelos de punta. Uno no viene a tomar clases de yoga, sino que se curarse. Y la voz en el ascensor no lo hará. ¿Qué mierdas hablo? ¿Desde cuándo odio tanto una simple voz? Las puertas del tercer piso se abrieron y por suerte habían tres enfermeras hablando cuando nos adentramos en el pabellón enfermizamente blanco.

-¡Oh mi Dios! –exclamó una cuando nos vio.

Las demás de siguieron y gritaron en busca de más personal. Una de ellas habló por su radio antes de tomar una silla de ruedas y guiarla frente a mí.

-Será mejor que  siente a la chica, señor –me indicó una de lentes cuadrados con borde rosa que debía superar la edad de mi madre-. Y será mejor que nos siga ara tratar lo que sea que tenga haya teñido su camiseta.

Claro, olvidaba que yo también estaba herido. Thomas depositó a Alexander en una camilla, siendo mi hijo conectado a un montón de cables antes de perderse de mi vista. Seguí a la enfermera de lentes rosa y en un momento a otro (name) ingresó por una puerta que prohibía el paso a personal no autorizado. A los demás también se los llevaron, dejando al único que lucía bien en la sala de espera. Médicos, enfermeras, y miles de personas vestidas con delantales blancos empezaron a correr de un lado a otro con nuestra llegada, como si hubiésemos repartido un virus.

Después de un jodidamente doloroso proceso de curación con una enfermera que me guiñaba el ojo cuando la miraba, lo único que pedía era tener una botella de cerveza en la mano y pensar que esto sólo fue una puta pesadilla. Ingresé mis datos, y relaté lo que me había pasado tal y como habíamos acordado antes de llegar al hospital. No hubieron más preguntas, simplemente me dejaron descansar un poco mientras esperaba el alta médica y un par de pastillas para calmar el dolor.

Me quedé recostado sin camiseta, observando cómo cambiaban las tonalidades del cielo a medida que amanecía en Berlín. No quería mirar la habitación, odiaba los hospitales y no me animaba descubrir qué había en los cajones y repisas blancas. Empezaba a sentir el cansancio en mis huesos, como si hubiese pasado 48 horas ejercitando sin parar en un gimnasio. ¿Así eran las verdaderas misiones a las que (name) ha asistido durante toda su vida? ¡Era un infierno! Mis músculos estaban agarrotados y si pudiera pedir un deseo, sería un baño con agua caliente en la soledad de mi casa.

-Gaspard me lo dijo… todo.

Miré a mi gemelo sentarse frente a mí dándole la espalda a la ventana. Estaba serio, realmente molesto y preocupado, y a juzgar por sus ojeras, no había pegado un ojo en toda la noche atento a nuestros pasos. Pasó las manos por su cabello y se reclinó en la silla sin mirarme.

-Tom…

-¿Estás bien? –me cortó.

-Lo estoy. Sólo fue un simple roce en…

-¿Y si hubiese perforado tus pulmones? ¿Si te hubiese atravesado las tripas o alguna vena importante? ¡Estás jodidamente loco Bill!

-Ya te dije que estoy bien –insistí evitando pensar en el dolor de cabeza que se avecinaba desde alguna parte de mi cerebro. Odio discutir con él y en estos momentos lo odio aún más-. Todos estamos bien y…

-¿¡Y SI EN VEZ DE ERIK ERAS TÚ!? –Gritó ignorando el cartel de silencio en la puerta.

Esa era su preocupación principal. Que en vez de ser Erik quien estuviera junto a Rebbeca hace unas horas atrás, hubiese sido yo. Lo entendía, claro que lo hacía… sentía su agonía a medida que una situación opuesta se recreaba en su mente. Tomé su mano igual a la mía y esperé a que me mirara dentro de su preocupación.

-Prometimos morir juntos, ¿lo recuerdas?

La preocupación se disipó de su rostro, recordando la tonta promesa que hicimos cuando sólo éramos unos niños. Era mi deber calmarlo pese a las circunstancias que nos tenían aquí y no en casa o en el estudio, ¿pero cómo calmarlo cuando ni yo podía estar tranquilo?

-Estabilizaron a Alexander –me informó-. Están rehidratándolo con suero y no sé qué otras cosas. Pero tiene anemia, baja presión y una notoria desnutrición que tiene preocupado al doctor.

De milagro sobrevivió tanto tiempo. Dios, juro que cuando despierte, lo llevaré a un Mc’ Donalds y le compraré toda la mierda que haga que engorde hasta que se le dé vuelta el ombligo. Y eso no era ni el comienzo de lo que haré cuando le den el alta… hablar de mi relación con su madre encabezaba mi lista de cosas por hacer.

Alexander sólo era un adolescente y ya tenía demasiados problemas, lo vi en su rostro cuando hablamos una madrugada. Vi su disconformidad pese a tenerlo todo. Me necesitó todo este tiempo y sé que yo también. Es imposible no necesitar de un hijo o un padre, y lo único que imploraba era su perdón para recuperar una relación que jamás tuvimos. Mis pensamientos me ahogaban y empezaba a sofocarme por quedarme inmóvil sin hacer nada, y si no fuera por la enfermera entrando en el cuarto con una bandeja y el notorio rubor por reconocerme, juraría que habría derribado ya la puerta con tal de ver a mi hijo.

-¿Señor… Kaulitz?

-El mismo –asintió Tom mirando sus piernas con esa sonrisa que pone cuando ve algo que le gusta.

La chica, que no debía superar sus veinticinco, sonrió un poco sintiéndose intimidada con mi gemelo. No la culpo, a veces puede ser intimidante. Depositó la bandeja blanca con un par de pastillas y agua en la mesa, verificó las máquinas con miles de cables en mi cuerpo, mi herida y mi presión antes de anotar todo lo que necesitaba y marcharse.

-Oye –la detuve cuando estaba en el marco-, ¿sabes algo del paciente Alexander…?

-¿Alexander Ulliel?

Parpadeé. ¿De qué me perdí? Se supone que Alexander era Kaulitz, no Ulliel. Si pudiera, le cortaría las bolas a Gaspard, enserio.

-Ajá.

-Está estable. Acabo de verlo y las medicinas podrán estabilizarlo, pero cuando despierte deberá comer a montones para que vuelva a estar sano. Pobre chico… es como si hubiese vivido una pesadilla.

No tenía ni idea.

-¿Qué hay de la chica del disparo?

-Se supone que no debería comentar esto… es información confidencial –recordó mordiéndose el labio inferior pero con el brillo en sus ojos que indicaba sus ganas de vomitar chismes.

-Oh, vamos bonita. Juró portarme bien y no decirle a nadie –Thomas le guiñó un ojo antes de rematar con una sonrisa radiante.

-Está bien –suspiró totalmente hechizada-. Le dieron calmantes porque no se estaba quieta tras quitarle la bala. No sé de qué país será, pero llegó su esposo…

-¿Su esposo?

-Sí, el papá del chico. Él la calmó y ella se durmió… lo más seguro es que despierte en un par de horas más.

-Está bien… gracias Gretel –leí el nombre en su delantal.

-Soy fan. No hay de qué. Pronto vendrá el médico a verlo y posiblemente darle de alta.

Cerró la puerta y rogué para que llegara luego y pudiera estar con quien se suponía ser MI pareja y MI hijo. Entiendo que Gaspard no quiera involucrar mi apellido con (name) y Alexander, pero debió consultármelo porque a fin de cuentas yo soy quien tiene que manejar el asunto de la fama y la prensa, no ellos. Definitivamente tendría que hablar con Ulliel y marcar sus límites.


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Espero ser la única que haya quedado totalmente disconforme con el capítulo :(


3 comentarios:

  1. Eres la única porqué ha estado súper interesante :) besos, sigue y espero con impaciencia el siguiente capítulo

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  2. no se por que esta buenisimo y quiero saber mas de todo sube pronto por favor

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  3. me encanto estuvo buenisimo y bill todo celoso jeje, ando sin computadora nina x si no comento mas es x ese problema ya me compraran un cpu nuevo el ano que viene, mientras tanto lo leere desde mi tlf..

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