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jueves, 27 de marzo de 2014

Capitulo 46 (Tercera Temporada)

ALEXANDER


-¿¡ME ESTÁS JODIENDO VERDAD!?

Y no era para menos, frente a mí estaba la máquina de mis sueños con su carrocería brillante y un gran listón rojo que planeaba arrancar como fuese a penas la estrenara con unas vueltas a toda velocidad por la carretera.  Joder, el tío Gaspard había destronado sin piedad el título del mejor tío a quien primero lo había ganado la noche anterior, obteniéndolo indiscutiblemente por decisión unánime con mi yo interno. La Harley Davidson frente a mí era capaz de opacar hasta al más chulo de los autos con su despiadado brillo oscuro.

-¡Ese vocabulario! –reclamó mi madre apareciendo a mis espaldas, pero sin un aire de molestia en su rostro totalmente sereno.

-No es para menos, ma.

Me monté en ella sólo para sentir el asiento y a esa diosa de las motocicletas debajo de mí, rindiéndose a mis pies como si fuera Zeus. Me tenté a girar la llave, hacer rugir el motor y seguramente dar un par de vuelta a la rotonda, pero al mirar de reojo a mi madre, vi la amenaza implícita en su mirada como si me ahorcara ante la simple idea de sacarla por un rato.

-Tienes invitados –me recordó leyendo mis pensamientos como una bruja.

-Soy mayor de edad –le recordé.

-Te falta una hora para cumplir la mayoría de edad, así que no te aproveches.

-¿Qué? Pero si es mi día.

-Ya basta. Dile algo, Gaspard.

Miré a mi tío que observaba sonriente mi felicidad con su regalo, casi sin prestarle atención a mi madre que parecía observarlo con un poco de impaciencia dentro de su repentina pasividad.

-Gaspard –insistió ella chistando los dedos frente a él.

-Oh, hazle caso a tu madre y luego sacas a tu nuevo amor a pasear.

-¡Pff! Estás perdiendo tu trono con esa obediencia, Ulliel.

Se rió en mi cara, quitándome las llaves de la moto y guardándolas en el interior de mi chaqueta antes de despeinar mí cabello más de lo que siempre lo está. Se alejó siguiendo los pasos de mi madre que volvía a entrar con su bata al edificio siendo observada por los pervertidos guardias de la entrada que le miraban el culo, totalmente perdidos y turnios. Sin más remedio, seguí sus pasos mientras me esperaba con el ascensor sonando a todo volumen debido a la espera duradera. Subimos los tres, las puertas se cerraron con un suspiro puse la frente en ellas.

-Creo que pronosticaron precipitaciones para hoy –comentó el tío apoyándose en la pared lateral.

-¿Me estás jodiendo? –le respondí y casí pude escuchar el suspiró molesto de mamá.

-Se nota que no viste las nubes cuando te mostré tu regalo.

-No es que el cielo sea como una conejita playboy en mi mente.

-Guardaremos la motocicleta en el estacionamiento subterráneo –dijo mamá.

Las puertas se abrieron y para mi sorpresa, al entrar a casa todos estaban desayunando o almorzando (a juzgar por sus caras, acababan de abrir los ojos). Me senté en la mesa junto a Bianca y una taza de café bien cargado, tomé unas galletas y me concentré en calentar mis manos frías.

-¿Así que soy el nuevo favorito? –comentó mi tío preferido.

-Ah, sí.

-¿Y qué pasa con que yo lo era? –dijo el tío Erik haciéndose el ofendido.

-Lo siento, tío, pero por primera vez en la historia de mis cumpleaños, tu querido primo te ganó por millones de razones.

-Bueno, la revancha de los veintiún me espera en 365 días más.

Todos rieron y comentaron cosas de autos entre bromas de pesadas sobre estupideces. Era uno de los pocos momentos en el año en donde toda la familia se reunía, debido a que optaron por tener vidas normales pero en diferentes países o lugares para evitar posibles problemas con la mafia ya que mi madre seguía estando activa dentro de ésta. Celebrábamos Acción de Gracias, Navidad, Año Nuevo y de vez en cuando unas semanas de vacaciones organizadas todos juntos. Ahora, en comparación a cuando vivía en Seattle, tenía a Bianca apestándome en el instituto y al tío Erik rondando cuando mamá lo necesitaba en casa, por lo que no pasábamos solos.

Pero en comparación a otros lugares con los que he estado junto a mamá durante mis recientes dieciocho años, sentía que de algún modo parecía estar inquieta y a la vez calmada. Seguramente me tasarán de enredado, pero la verdad es que con solo verla sentía que una mezcla de cosas turbaba siempre sus pensamientos. En otros lugares solía estar tranquila, ser la madre dedicada que plantaba flores en el jardín o que anotaba recetas culinarias de la televisión. Alemania, de cierto modo, parecía… ponerla nerviosa.

-Pensé que invitarías a Matt –murmuró bajito Bianca doblando su servilleta.

-Dijo que vendría más tarde –le respondí con toda la naturalidad que puedo obtener en mi cumpleaños sin caer en el egocentrismo por ser especialmente MI día.

-¿Los demás también vendrán?

-¿Quiénes?

-Rob, Fred, Nick y… ¿cómo se llama ese con portes de “tengo el paquete más grande del mundo”?

-Mike –sonreí ante su voz masculina tan femenina.

-¿Bueno, qué pasa con ellos?

-Dijeron que vendrían con Matt.

-¿¡Todos!? ¿A casa la tía (name) sabe que…?

-Me conoces desde mucho antes que dijéramos nuestras primeras palabras, Bianca –no fui tajante pero noté que retrocedía un poco cuando una sonrisa lobuna se deslizó por mi cara.

-¿Es un sí?

-Es un obvio.

-¿Y ellos dónde…?

-Mamá dijo que irían a un club o algo así.

-¿No puso condiciones?

-¿Cuándo no las pone? –bebí de mi café que ya debía estar frío.

-Vale, ya capté el mensaje.

-Astuta como siempre –le pegué un codazo amistoso para que supiera que no estaba molesto ni nada por el estilo.

-¿Y qué hay de Cassandra?

Tosí, probablemente escupiendo café por la boca y la nariz debido al impacto. Todos se quedaron quietos en sus asientos observándome con una ceja alzada mientras me ahogaba con el café. Mamá me acercó un vaso con agua y un paño para limpiarme el rostro mientras me hacía la misma pregunta maternal de siempre.

-¿Estás bien, cielo? –murmuró repentinamente tan cerca que ya creía que podía ser tan rápida con Flash, el tipo de Marvel.

Asentí tomando un sorbo de agua mientras trataba de calmar los nuevos impulsos por toser. Todos siguieron hablando con normalidad al ver que volvía a recuperarme en impasse, pero mamá seguía ahí como esperando a que le contara la historia de mi vida.

-Estoy bien, ma –le respondí con un nudo en la garganta producido por mi toz.

-¿Seguro?

-Bueno, quizás tenga un poco de agua en los pulmones, pero nada que no se pueda remediar escupiendo luego.

Sonrió volviendo a estar radiante mientras blanqueaba los ojos ante la asquerosidad de mi respuesta. Ya no había  marcas de preocupación en su frente ni miradas ausentes, sino que simplemente felicidad.

-Vale, con eso me basta para saber que no te asó nada.

-Danke.

Besó mi cabello y retomó su conversación con la tía Rebecca. La mención de Cassandra Kaulitz que Bianca me hizo hace menos de diez minutos, había congelado mi pensamiento y cuerpo, porque por mucho que no le diera vueltas al tema, era tajante al cerciorarme de una sola cosa; no me gustaba ni un solo poco.

Claro que me sentía terrible por empujarla, pero tras hablar con Bill del tema, supe que realmente no era un criminal por rechazarla. Ella fue demasiado impulsiva al hacer eso frente a todos, pero no podía negar mi parte de la culpa al andar con un genio de mierda ese día.

-Vale, que un nombre de atragante debe ser porque pasó algo importante.

-No te incumbe –limpie los últimos restos de café de la mesa y volví a servir más café en mi taza.

-Eso no responde a mi pregunta.

-No la invite, ¿feliz?

El nivel de tolerancia empezaba a disminuir mientras seguía escuchando su voz.

-¿Por qué?

-Repito, no te incumbe.

-Bueno, la verdad es que sí me incumbe.

-¿Qué? ¿Te las das de prima celosa?

Sonrió empezando a mover los dedos sobre su teléfono.

-Te sorprenderá saber que no soy celosa de mi familia, sino que de mis novios.

-¿Cuál es el punto?

Me evaluó por unos segundos antes de volver la mirada a la pantalla con absoluta indiferencia.

-De alguna manera se consiguió mi número.

-Vale, qué novedad. Ahora quieres tener un trío o una relación lésbica, ¿verdad? No sé por qué no me sorprende de ti, prima loca.

-Mi vida sexual, no es de tu interés ni lo será nunca hasta que yo decida darte información de ella ¿capisce? –vale, ahora la estaba molestando.

-Bene.

Suspiró como si hubiera contenido el aire por siglos.

-Sólo me pidió tu dirección porque quería hablar contigo.

-¿Y se la diste?

-Sí. Por muy mal de que caiga esa tipa, realmente creo que está coladísima por ti. Además, no me sentiría sola siendo la única chica entre mi millón de hombres.

-Pero si tú no sabías que vendrían…

-¡Ups! Acabo de enviarle un mensaje de texto con tu dirección.

-¿¡QUÉ!? ¿Estás completamente loca?

-Quiero ser Cupido -se excusó con una mueca que me daban ganas de romperle los dientes uno a uno.

-Pues búscate a alguien más si no quieres terminar sin lengua ni dedos.

Tomé mi café, excusándome antes de pararme de la mesa y dirigirme a al televisor para volver a conectar el regalo del tío Erik. Si Bianca no dejaba de meterse en mis cosas, estaba seguro de que le pondría una orden de alejamiento para que se mantuviera de una vez por todas fuera de mi vida. Ya era suficiente de Cassandra y los demás. Y si todo seguía así, lo más probable era que esta noche acabara encerrado en mi cuarto ignorando a los invitados y posiblemente con una botella de vodka haciéndome compañía.

El tío Erik me acompañó a jugar, dejando a los demás en la mesa. Me sonrió cuando lo miré con una interrogante marcada en la cara, palmeó mi espalda y murmuró algo en ruso. ¡Por la mierda que odiaba el ruso! Y de repente, por primera vez en la vida de mis recuerdos, besó mi sien izquierda antes de desaliñar mi cabello. Y si no me equivoco, me susurró un “te quiero Sascha” antes de volver a mirar la pantalla con ojos brillantes. Vaya, eso sí que fue extraño.



TOM

La observé desde el ventanal, con sus cabellos recogidos en una cola y una manta protegiéndola del frío. A veces, olvidaba cuan vieja era y lo mucho que había pasado sólo para protegerme a mí y a mi gemelo. Uno de los perros estaba recostado a su lado, con las orejas bajas y mirando lo mismo que ella como si fuera demasiado interesante. Pero ella no observaba a nadie ni nada, ya me sabía de memoria esa expresión tan serena. Abrí el ventanal casi haciendo malabares con las dos tazas de té, lo cerré a mis espaldas con el pie y me volví hacia ella ofreciéndole la taza con su nombre.

-Podrías agarrar una pulmonía –le advertí sentándome a su lado en el sofá de tres cuerpos.

-Afortunadamente tengo un hijo que me trae bebidas calientes antes de agarrar una pulmonía, cariño sonrió 
con la dulzura de siempre y tomó un sorbo-. ¿Dónde está tu hermano?

-Lo vi en la biblioteca, hablando con uno de los socios de la disquera.

-¿Cuándo será el día en que no tenga nada que hacer? –se lamentó.

Bill siempre estaba ocupado ya sea componiendo o arreglando asuntos con la disquera. Podía ayudarlo, y siempre lo he hecho, pero a veces prefiere cierta independencia que entiendo perfectamente.

-Bueno, hoy se vistió con su ropa vieja de “me quedo en casa”, así que dudo que salga.

-Pero estará en el estudio.

-Le diré que te visite más seguido, estás a tres habitaciones de distancia así que no creo que le tome demasiado tiempo.

-¿Y Cassie?

-En su cuarto. Dijo que saldría con Bill en un rato más, pero dudo que sea cierto.

-¿Con Bill? ¿Qué se traen esos dos?

-No sé. Pero prefiero que sea mi hermano antes que cualquier desconocido.

-Creo que deberías darle más libertas, Tom.

-No puedo hacerlo sabiendo que hay cuervos rondando alrededor de ella y que al menor descuido le harán daño o…

-¿Te estás escuchando hijo? Yo jamás les prohibí que tuvieran amigos o experiencias de vida y tú, sin embargo lo estás haciendo con ella.

-Es diferente tener un niño a una niña, mamá. Ya lo ves con Alexander.

-Yo lo veo como un chico muy tranquilo para su edad, además ya ves que sus intenciones con Cassandra son honestas.

-No me lleves la contra mamá –me quejé apoyando la cabeza en el respaldo.

-Sólo te estoy diciendo que para ser un chico que no fue criado por su padre y que suele tener un historial de criminales, para ser lo suficientemente calmo.

-Al menos tiene buenas calificaciones según lo que me ha dicho Cass. Demasiado buenas para alguien que escribe estupideces en el gimnasio.

-Eso es porque (name) se ha encargado de que no descuide sus calificaciones.

-¿Y cómo alguien tan… problemático puede ser tan inteligente y rendir tan bien en el instituto? ¿Cómo explicas eso? Porque yo todavía no encuentro la fórmula para que Cassandra pueda ser así.

Mamá puso una mano en mi pierna y con la sonrisa que nunca solía abandonar su rostro. La casa podía estar hecha un completo caos cuando estaba ella, pero siempre sonreía.

-Cariño, las madres podemos ser muy permisivas cuando nuestros hijos quieren algo, pero a cambio somos exigentes con su educación.

-¿Me estás diciendo que (name) deja que Alexander haga lo que quiera a cambio de mantener un buen rendimiento académico?

-Exacto. Además…

-¿Qué tiene que ver (name) con Alexander?

Mamá y yo nos giramos al mismo tiempo para encontrarnos con la mirada curiosa de Bill en el borde del ventanal que había cerrado con el pie. Mierda, esto era terrible y una verdadera pesadilla que pensé que no me tocaría vivir en estos momentos. Mi mente buscaba las palabras adecuadas, esas que son correctas y que no dañarían frente a lo que vendría, pero no habían palabras evasivas o correctas que fueran menos apropiadas que la verdad. Me debatía entre soltar todo de una vez y decirle lo que prometí callar, ¡si hasta el estómago se me había encogido totalmente con solo ver a mi hermano!

Mis manos empezaron a sudar frío por el nerviosismo que sabía que Bill percibía debido a nuestra conexión como gemelos. Ya no vestía su atuendo casi de hippies, sino que usaba unos jeans gastados, una de sus chaquetas de cuero y un pollerón gris bajo éste. Podía notar sus ojos impacientes, mirándome a mí y a mi madre. Su pie no paraba de moverse y sus brazos cruzados lo protegían del frío.

Sentí la mirada nerviosa de mamá a mi lado, tratando de decirme con sus ojos avellana lo que mi mente también insistía ordenar, pero estaba bloqueado con la pregunta de Bill porque sabía que no podía seguir ocultando esto mucho más, no o ahora que venía con esa pregunta que no me correspondía contestar pero era mi deber hacerlo. Sí, mi deber por ser la persona que lo ha acompañado durante toda su vida y con la que prometió morir al mismo tiempo. Era su gemelo, su otra parte, su hermano, su amigo y su sangre. No podía traicionarlo más por mucho que la mirada de súplica que me dedicó (name) aquella vez en el restaurant rondaba mi cabeza para hacerme sentir más culpable de lo que me sentiría al confesarle la verdad de una vez por todas a Bill.

-¿Tom?

Lo miré, tomando el aire suficiente y esperando el peor de los huracanes desatados con la ira de Bill. Me sentía como un David frente a Goliat, mirando a alguien tan inmenso desde un ángulo bajo y minúsculo.

-Bill, hay algo que he estado ocultándote desde hace unos meses.

Pestañeó totalmente confundido con mis palabras, como si no esperara esa respuesta tan ambigua. Pero por su leve movimiento, pude notar que las ansias comenzaban a apoderarse de él.

-Tom –mamá me detuvo apretando mi brazo a modo de advertencia, como si estuviera totalmente arrepentida de lo ue sus ojos que quisieron decir momentos atrás. El pánico invadía su rostro temiendo lo mismo que yo.

-No, mamá. Soy su gemelo y no puedo ocultarle algo tan importante como esto.

-¿De qué hablas? –preguntó Bill acercándose un paso.

Inhalé más aire, esperando a que éste me armara de fuerza para lo que se venía y acabar con esta maldita tortura de verlo sumido en la ignorancia en que lo tenía (name) con sus promesas y palabras. Necesitaba expulsar las palabras guardadas bajo siete llaves de una vez por todas.

-Hay cosas que (name) te ha estado ocultando. Cosas demasiado importantes tanto para ti como para todos lo que nos rodean.

-No me extraña, Tom. Ella siempre tiene sus secretos –dijo restándole importancia.

-Es que este secreto te involucra, Bill. Te involucra porque… ¿recuerdas a Alexander?

-¿Qué pasa con él?

Me paré, totalmente armado de valor y poniéndome a la misma altura que él frente a frente. Si iba a hablar con él de algo tan serio, prefería estar parado a que quedarme sentado como si le quitara importancia a lo que le diría.

-¿Nunca te preguntaste cuál era su apellido?

Dio un paso más, no sin antes entrecerrar lo suficiente el ventanal como para que no se enfriara la casa, pues estaba la calefacción encendida al máximo.

-Sí, pero…

-¿Nunca notaste que se parecía a alguien, que su manera de expresarse se te hacía tan… familiar?

-¿A qué viene esto, Thomas?

Di un paso más y noté que mamá se levantó de su asiento con nerviosismo.

-Chicos… Tom, no…

-¿Por qué crees que últimamente te he insistido tanto con el tema de ser padre, Bill?

Sus ojos se abrieron por completo con una mezcla de horror, sorpresa, ansiedad y shock. Sus brazos se resbalaron a cada lado y casi podía oír el ritmo enfermizo de su corazón a toda máquina haciendo carreras con sus pensamientos. Era ésta la parte en donde simplemente debía tantear el campo minado antes de encontrar una bomba de mayor magnitud, ir con cuidado antes de que el huracán Bill se desatara. Me acerqué más hasta que quedamos a unos dos pasos de distancia. Estaba boqueando de la impresión como si el lío de su cabeza pasara a un enredo de mayor intensidad.

-Bill, Alexander es un Kaulitz.

Su mirada se intensificó, pestañeaba rápido tratando de ordenar mis palabras y darle sentido. Percibía sus intentos por hablar, por moverse y reaccionar, pero parecía atascado con un huracán interno en el que ni yo podía ayudarlo. Estaba más pálido que de costumbre, pero no parecía estar a punto de desmayarse. Mamá tomó su brazo derecho, llamándolo suavemente y peinando su cabello, pero él no era consciente de eso.

Sé que no soy perfecto, que por mucho que trate no puedo ser el hermano que preferiría que mi gemelo tuviera. Si antes me sentía completamente mal por seguir las ordenes de (name) y ocultarle todo de una pieza, ahora, que ya había soltado la verdad no sabía si sentirme peor o aliviado. Y el resto de calma se fue de mí cuando vi las primeras lágrimas deslizarse de sus mejillas, como soltando todo lo reprimido durante todos esos años que nos hizo prometer que no hablaríamos más de la Invasora.

-Bill…

Desvió la mirada, sus manos se convirtieron en puños y su piel se estiró hasta que los nudillos quedaron blancos por mucho que tatuajes los ocultaran. Su cuerpo temblaba, su respiración era agitada y en mi interior sentía una angustia que crecía a pasos enormes. Mamá se separó al notar el repentino cambio en la atmósfera que nos rodeaba, pero yo seguía ahí, en pie tratando de calmar o disminuir la bomba de tiempo que en cualquier momento explotaría. Yo, siendo su hermano, debía absorber todas sus palabras porque las merecía tanto como su odio.


-Alexander es tu hijo, Bill. Un hijo que tuviste con la Invasora.


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Espero que tanta espera valga la pena con este capítulo ;-)

Lamento no subirles puntualmente pero la universidad absorve todo mi tiempo libre y debo programar los capítulos (hoy es 21 de marzo) para los días jueves.

jueves, 13 de marzo de 2014

Capitulo 45 (Tercera Temporada)

ALEXANDER

-¿Invitarás a alguien?

-Tal vez.

-¿Ese tal vez nos incluye?

Observé su rostro concentradísimo en las zanahorias que cortaba en cuadros tratando de que fuesen lo más perfectas. ¿Acaso la perfección era lo único que les importaba a los retirados y activos de la mafia? Todo aquel que conocía, profesaba el alcanzarla como si fuera el Cielo o las Puertas de San Pedro. Por suerte, creo que mi madre fue la única que no me obligó a seguir “la regla de oro”, sin embargo no la eliminaba de ese fanatismo por la perfección. De hecho, parecía tener toda la concentración puesta en ese pastel que preparaba con ayuda de la tía Lily.

-Por algo están acá –sonreí haciéndole ver lo obvio de la situación.

-Vale, al menos nos tienes considerados con un trozo de pastel… si es que logra ser comestible –me guiñó un ojo mientras observaba fijamente a mi madre.

-Cállate, Ulliel. O te lo comerás todo –gruñó ella como la peor de las enemigas.

-Agrega los huevos –le interrumpió mi tía.

-Vale.

-Mujeres –murmuró el tío Gaspard encogiéndose de hombros.

-Suerte que no tendrás una, señor Ulliel.

Todos quedamos de una pieza con lo que dijo la tía Lily. Nos habían dicho mediante un correo que esperaban a una niña, y ahora nos decían todo lo contrario. Todos la observamos, ella se ruborizó y el tío Gaspard besó su mejilla con una sonrisa orgullosa en la cara. Bueno, ahora sabía que me tendría que preparar para acompañar al pequeño Ulliel a los partidos de fútbol americano o clásico. Le enseñaría guarradas y las leyes de Alexander Kaulitz para conquistar mujeres por doquier.

-¿Qué pasó con que sería una futura bailarina de ballet? –preguntó Bianca.

Vale, si no lo captaban por completo, toda la familia decidió reunirse el día anterior a mi cumpleaños. Se quedarían a dormir (mamá se puso como loca cuando empezó a organizar la casa para recibir a cinco personas, ya que Ian para mi suerte se excusó con una misión), seguramente nos amaneceríamos y algunos se embriagarían, entre otras cosas.

-En la última ecografía, el doctor dijo que sería niño. Sin errores.

-Bueno, Bianca, quiero mi dinero de vuelta –estiré la mano esperando mis cincuenta euros de regreso.

-¿Por qué no esperamos al nacimiento?

-Porque ya es cien por ciento seguro que será un macho como su tío Alexander.

-¿Ya pensaron en el nombre? –preguntó la tía Rebbeca.

-Pues… -empezó el tío Gaspard.

-Planeamos esperar hasta el nacimiento.

Las mujeres siguieron cocinando, el tío Gaspard se separó dejando el corte de zanahorias a medias con la excusa de tener que hablar con nosotros, pero en realidad sabía que estaba ansioso por jugar con mi nueva consola (un regalo de cumpleaños de parte del tío Erik). Mamá, dejó tres cervezas sobre la mesa frente a nosotros y un plato con maní antes de volver a la cocina.

-Ahora podré comprar alcohol sin identificación.

-Bueno, puedes comprarlo pero no te escaparás de ir a la cárcel si cometes un delito -dijo el tío Erik.

-¿Y tú no piensas en darme un regalo? –codeé a mi tío Gaspard para que supiera que mi pregunta iba dirigida a él, sin despegar los ojos del Volvo que manejaba con los nuevos controles.

-Llegará mañana.

-¿Mañana?

-Mañana.

-¿Por qué no ahora?

-Porque llegará mañana.

-Qué argumentativo –ironicé chocando su auto y tomando la delantera mientras él maldecía-. En fin, será mejor que no te quedes atrás porque por ahora mi tío favorito es Erik.

-No será así.

-¿Tan confiado?

-Yo que tú, le creo –intervino la tía Lily sentándose a su lado. Su panza, era lo suficientemente grande como para que no viera ni qué zapatos calzaba.

-¿Ya te cansaste? –le preguntó mi tío no favorito.

-No pero se me hincharon los pies –los apoyó en la mesita con cuidado de no derramar el maní de su plato.

-¿Cuánto te falta? –le pregunté poniéndole pausa al ver que ya nadie le prestaba atención.

-Unas semanas.

-¿Entonces lo tendrás acá?

-Sí.

-Bueno, la casa es grande y sólo vivimos yo y mamá, así que no creo que a ella le importe que se queden, de hecho estaría encantada.

-Gracias, Sascha.

-De nada, tía favorita.

-¡Já! Así que yo soy el único punto negro entre tus tíos porque no te he dado tu regalo, ¿verdad? –fingió sentirse dolido mientras ponía una mano sobre la panza donde descansaba su futuro primer hijo.

-Exacto.



INVASORA

-¿No te dijo nada más?

-¿Qué más tendrá que decirme, (name)?

Miré a través del ventanal a mi hijo, que parecía carcajearse junto a Lily y Gaspard sin prestar mucha atención al regalo de Erik y Rebbeca. Me costaba demasiado creer que posiblemente lo perdería dentro de unas semanas, cuando cumpliera mi promesa de decirle que su padre estaba frente a él. ¿De qué otra manera podría reaccionar?

-Que seguramente Bill y Alexander ya se conocen –murmuré volviendo a mirar la vista desde el balcón.

-Mencionaste que es amigo de su prima.

-Sí.

-Bianca me dijo que ella estaba totalmente enamorada de él. Y eso es demasiado peligroso si lo ves del punto de vista sexual.

-¿No crees que Sascha ya me habría dicho que le gusta una chica?

-Es un hombre –dijo como si fuera obvia su reacción.

-¿Y Bianca como se lleva con ella?

-Creo que no se soportan.

-Eso es raro.

-Lo sé. Lo que me preocupa es cuánto sabe Cassandra, Sascha y Bill.

-Tom me prometió que no le diría a su hermano, que yo debía decírselo antes que nadie.

-Todos tiene su límite, y eso lo sabes bien si no mal recuerdo.

Hablar con Erik, era como vaciar todo el aire contenido en mis pulmones, como apoyar la cabeza en el hombro de alguien y descansar mis secretos en él. A diferencia de Gaspard, él era más relajado y no me presionaba con contarle la verdad a Alexander. Es como si me entendiera desde su ángulo de vista. Sabía que podía contar con Lily y Rebbeca, pero de algún extraño modo, me parecía como si estuviera hablando sólo con un punto de vista maternal en vez de uno calculador y objetivo.

-Se parece a Andrea –sonrió y pequeñas arrugas aparecieron en sus ojos.

-¿Quién? ¿Su hija?

-Sí.

-No la conozco. Bueno, una vez la vi pero no le presté atención.

-Tiene los ojos de Tom, pero lo demás es de Andrea.

-Sascha tiene los ojos de Bill, y esa sonrisa encantadora.

-Creo que tu hijo se parece muy poco a ti, eh.

-Oh, no molestes –lo empujé sonriendo.

Sonrió volviendo a beber de su cerveza mientras observaba el paisaje de un Berlín nocturno, donde el movimiento seguía vivo por las calles y las luces iluminaban la ciudad conservando su vida intacta e infinita. A través del cristal, podía observar a mi hijo. Y por primera vez noté que los padres comunes y corrientes no mienten cuando dicen que los hijos crecen rápido. Mi pequeño niño de pocas palabras y reservadas sonrisas, se había convertido en un hombre con todas sus letras. Y quizás fuera la nostalgia de saber que en unas horas más cumpliría la mayoría de edad, pero no podía evitar ver el paso del tiempo a través de mis pensamientos.

-Me alegra saber que se decidió por el camino correcto –murmuré apoyando los antebrazos en la baranda.

-Seguro que Bill también lo estaría.

Su comentario me dejó de una pieza, fue totalmente inesperado como un balde de agua fría que alejó todo los pensamientos sobre mi hijo y su crecimiento. Lo observé fijamente tratando de descifrar lo que quería decir con eso, pero por mucho que tratara de engañarme a mí misma diciendo que fue un error lingüístico, sabía el mensaje de sus palabras a la perfección.

-Pronto lo sabrá –dije firmemente como un juramento.

-¿No crees que ya es tarde?

-Para mi hijo jamás lo es. Si su padre no quiere reconocerlo como tal, sólo me queda ser el pilar de la vida de Sascha.

-¿Y qué hay de ti? –me encaró como si no quisiera perderse el detalle de mis facciones.

-¿En cuanto a qué?

-¿Es tarde para quererlo como antes?

Nuevamente sentía que mis entrañas se helaban con sus palabras.

-No puedo querer a alguien con quien no he estado por dieciocho años, Erik.

-Has estado con una parte de él por siempre, una cosa es que no lo quieras reconocer frente a mí.

-Mi hijo y él… son amores diferentes.

-¿Qué clase de amor es Bill?

Observé de nuevo a mi Sascha, quien ponía la mano en la panza de Lily con delicadeza, como si tuviera miedo de lo que pudiera pasarle al bebé. Ella, sonreía con ojos calmos y Gaspard murmuraba algo entre dientes.

-Uno doloroso, de esos que queman el pecho dejando heridas difíciles de cicatrizar y borrar.



BILL


-Estuviste callada en la cena.

Me acerqué a ella con toda la calma posible sin querer que se sienta amenazada. Sonrió pero sus ojos se mantuvieron serios, como si la alegría no llegara a ellos. Conocía esa sonrisa como la palma de mi mano, y me indicaba que realmente necesitaba desahogarse con alguien que no fuera Tom, mamá o Andrea.

-Lo siento, tío.

-Sé lo que es tener el corazón lastimado, Cass.

-¿Cómo lo…? –susurró apoyando la sien en sus rodillas recogidas sin dejar de mirarme.

-El amor duele –sonreí enroscando un mechón de su pelo rubio en mis dedos.

-Demasiado.

-¿Le dirás a tu tío consejero?

Me miró por un instante más y luego escondió su rostro entre las rodillas, como si le diera vergüenza. Pero no fue eso. Estaba llorando, botando toda la pena que suele acumular y esconder ante todos con firmeza. Así era mi hermano, y sin querer su hija es igual.

-Estoy tan arrepentida por lo de Sascha que… oh, no sé qué hacer.

Ahí estaba el asunto, tan palpable que casi podía tocarlo. Dejé su pelo caer, y deslicé una manta sobre su cuerpo, para que no le afectara la baja temperatura de aquella noche despejada. Me sentía extraño, inquieto y sin ganas de dormir mientras pensaba en mi último encuentro con (name). No había melodías merodeando por mi mente, por lo que el estudio no me haría mucha compañía esta noche. A cambio de eso, me encontraba en el patio junto a mi sobrina.

-El mundo no es de color rosa –murmuré.

-Lo sé, pero creí que él también sentía lo mismo por mí y… fui egoísta al no tomar en cuenta lo que sentía –levantó el rostro observando fijamente un punto frente a ella.

-Me lo imaginaba –murmuré enderezándome, mientras recordaba la conversación que tuve con Alexander-. Los hombres nos espantamos cuando no sentimos lo mismo que las mujeres, porque ellas son intensas en el ámbito sentimental. Tú lo fuiste al declararte delante de todos ellos, y no pensaste en qué pasaría si las cosas no se dieran como las creías vistas en tu mente.

-¿O sea que no pensé en que me rechazara?

-Ajá.

-Ya veo… pero él debe odiarme.

-Se alejará lo suficiente como para que no te hagas ideas románticas con él. Mantendrá distancia hasta que te acerques y disculpes.

-Pero él debería disculparse por dejarme ahí, tirada en el piso y…

-No creo que sus intenciones fuesen esas, pero realmente se veía afectado, Cassie.

-Hummm… tal vez tienes razón.

-¿Tal vez? Soy hombre, por si no lo notaste y he pasado por mierdas aún más dolorosas que un rechazo.

-¿Mierdas como qué? –inquirió.

-Como que te dejen sin motivo alguno.

-¿Te refieres a la mujer de la que siempre hablas, verdad?

-Sí –asentí con una sonrisa triste.

-Debiste quererla demasiado, tío Bill.

-Así es, por eso te digo que a veces el amor puede destruir en un segundo lo que demoró años en formarse.

-Vaya… qué profundo.

-Mejor anímate y quita esa cara tan triste.

-Hay otra cosa más –susurró tomando mi mano al ver que ya me iba.

Me volví hacia ella esperando lo que sea que tuviera que decirme. Pensaba en ir en busca de una cerveza o algo por el estilo, algo que me hiciera perder el tiempo mientras esperaba a tener sueño. Quizás un rato en la internet viendo alguna película aburrida, me hiciera pasar más rápido el tiempo.

-Yo… ¿me puedes hacer un favor? Es sobre Alexander.

-Claro –olvidé mencionarle lo de nuestra pequeña conversación de madrugada, pero seguramente se enteraría cuando las imágenes salieran dentro de unos días en los periódicos sensacionalistas y en los programas de espectáculo.

-Su cumpleaños es mañana y… bueno…

-Quieres ir.

-Me gustaría aclarar las cosas y felicitarlo, ya sabes, matar dos pájaros de un tiro.

-Humm… ¿y tu padre?

-Papá lo sabe y creo que no pone ataduras porque no me ha dicho nada malo.

-¿Andrea?

-Es mi semana con papá.

-¿Está de turno?

-Ajá. Así que sus abogados acordaron intercambiar semanas.

Y también olvidaba el detalle de que Tom besó a Andrea y las cosas se complicaron un poco más de lo normal para mi hermano. Bueno, eso le pasa por estar con Ria sin haber olvidado del todo a su ex esposa.

-¿Entonces cuál es el problema?

-Quería saber si me puedes llevar… sólo me vas a dejar y listo.

-¿Quieres que sea tu chofer?

-Bueno, yo no usaría esa palabra cuando se trata de ti, querido tío –sonrió de oreja a oreja dejando un hoyuelo en cada mejilla de esos que le dan un aspecto inocente.

-Ok, está bien. Seré tu chofer por una noche.


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Bueno, esta semana entré de nuevo a clases por lo que trataré de ser lo más puntual posible con los capítulos. Muchas gracias por sus comentarios, porque sin ellos, créanme que no seguiría escrbiendo el fic y lo daría por perdido.

Ah! yo si fuera ustedes, me prepararía mentalmente para los capítulos que vienen ;-)   alisten sus almohadas para morderlas y sus uñas para rasguñar porque esto se pone cada vez mejor.

Saludos!