ALEXANDER
-¿¡ME ESTÁS JODIENDO VERDAD!?
Y no era para menos, frente a mí
estaba la máquina de mis sueños con su carrocería brillante y un gran listón
rojo que planeaba arrancar como fuese a penas la estrenara con unas vueltas a
toda velocidad por la carretera. Joder,
el tío Gaspard había destronado sin piedad el título del mejor tío a quien
primero lo había ganado la noche anterior, obteniéndolo indiscutiblemente por
decisión unánime con mi yo interno. La Harley Davidson frente a mí era capaz de
opacar hasta al más chulo de los autos con su despiadado brillo oscuro.
-¡Ese vocabulario! –reclamó mi
madre apareciendo a mis espaldas, pero sin un aire de molestia en su rostro
totalmente sereno.
-No es para menos, ma.
Me monté en ella sólo para sentir
el asiento y a esa diosa de las motocicletas debajo de mí, rindiéndose a mis
pies como si fuera Zeus. Me tenté a girar la llave, hacer rugir el motor y
seguramente dar un par de vuelta a la rotonda, pero al mirar de reojo a mi
madre, vi la amenaza implícita en su mirada como si me ahorcara ante la simple
idea de sacarla por un rato.
-Tienes invitados –me recordó
leyendo mis pensamientos como una bruja.
-Soy mayor de edad –le recordé.
-Te falta una hora para cumplir
la mayoría de edad, así que no te aproveches.
-¿Qué? Pero si es mi día.
-Ya basta. Dile algo, Gaspard.
Miré a mi tío que observaba
sonriente mi felicidad con su regalo, casi sin prestarle atención a mi madre
que parecía observarlo con un poco de impaciencia dentro de su repentina
pasividad.
-Gaspard –insistió ella chistando
los dedos frente a él.
-Oh, hazle caso a tu madre y
luego sacas a tu nuevo amor a pasear.
-¡Pff! Estás perdiendo tu trono con
esa obediencia, Ulliel.
Se rió en mi cara, quitándome las
llaves de la moto y guardándolas en el interior de mi chaqueta antes de
despeinar mí cabello más de lo que siempre lo está. Se alejó siguiendo los
pasos de mi madre que volvía a entrar con su bata al edificio siendo observada
por los pervertidos guardias de la entrada que le miraban el culo, totalmente
perdidos y turnios. Sin más remedio, seguí sus pasos mientras me esperaba con
el ascensor sonando a todo volumen debido a la espera duradera. Subimos los
tres, las puertas se cerraron con un suspiro puse la frente en ellas.
-Creo que pronosticaron
precipitaciones para hoy –comentó el tío apoyándose en la pared lateral.
-¿Me estás jodiendo? –le respondí
y casí pude escuchar el suspiró molesto de mamá.
-Se nota que no viste las nubes
cuando te mostré tu regalo.
-No es que el cielo sea como una
conejita playboy en mi mente.
-Guardaremos la motocicleta en el
estacionamiento subterráneo –dijo mamá.
Las puertas se abrieron y para mi
sorpresa, al entrar a casa todos estaban desayunando o almorzando (a juzgar por
sus caras, acababan de abrir los ojos). Me senté en la mesa junto a Bianca y
una taza de café bien cargado, tomé unas galletas y me concentré en calentar
mis manos frías.
-¿Así que soy el nuevo favorito?
–comentó mi tío preferido.
-Ah, sí.
-¿Y qué pasa con que yo lo era?
–dijo el tío Erik haciéndose el ofendido.
-Lo siento, tío, pero por primera
vez en la historia de mis cumpleaños, tu querido primo te ganó por millones de
razones.
-Bueno, la revancha de los
veintiún me espera en 365 días más.
Todos rieron y comentaron cosas
de autos entre bromas de pesadas sobre estupideces. Era uno de los pocos
momentos en el año en donde toda la familia se reunía, debido a que optaron por
tener vidas normales pero en diferentes países o lugares para evitar posibles
problemas con la mafia ya que mi madre seguía estando activa dentro de ésta.
Celebrábamos Acción de Gracias, Navidad, Año Nuevo y de vez en cuando unas
semanas de vacaciones organizadas todos juntos. Ahora, en comparación a cuando
vivía en Seattle, tenía a Bianca apestándome en el instituto y al tío Erik
rondando cuando mamá lo necesitaba en casa, por lo que no pasábamos solos.
Pero en comparación a otros
lugares con los que he estado junto a mamá durante mis recientes dieciocho
años, sentía que de algún modo parecía estar inquieta y a la vez calmada.
Seguramente me tasarán de enredado, pero la verdad es que con solo verla sentía
que una mezcla de cosas turbaba siempre sus pensamientos. En otros lugares
solía estar tranquila, ser la madre dedicada que plantaba flores en el jardín o
que anotaba recetas culinarias de la televisión. Alemania, de cierto modo,
parecía… ponerla nerviosa.
-Pensé que invitarías a Matt
–murmuró bajito Bianca doblando su servilleta.
-Dijo que vendría más tarde –le
respondí con toda la naturalidad que puedo obtener en mi cumpleaños sin caer en
el egocentrismo por ser especialmente MI día.
-¿Los demás también vendrán?
-¿Quiénes?
-Rob, Fred, Nick y… ¿cómo se
llama ese con portes de “tengo el paquete más grande del mundo”?
-Mike –sonreí ante su voz
masculina tan femenina.
-¿Bueno, qué pasa con ellos?
-Dijeron que vendrían con Matt.
-¿¡Todos!? ¿A casa la tía (name)
sabe que…?
-Me conoces desde mucho antes que
dijéramos nuestras primeras palabras, Bianca –no fui tajante pero noté que
retrocedía un poco cuando una sonrisa lobuna se deslizó por mi cara.
-¿Es un sí?
-Es un obvio.
-¿Y ellos dónde…?
-Mamá dijo que irían a un club o
algo así.
-¿No puso condiciones?
-¿Cuándo no las pone? –bebí de mi
café que ya debía estar frío.
-Vale, ya capté el mensaje.
-Astuta como siempre –le pegué un
codazo amistoso para que supiera que no estaba molesto ni nada por el estilo.
-¿Y qué hay de Cassandra?
Tosí, probablemente escupiendo
café por la boca y la nariz debido al impacto. Todos se quedaron quietos en sus
asientos observándome con una ceja alzada mientras me ahogaba con el café. Mamá
me acercó un vaso con agua y un paño para limpiarme el rostro mientras me hacía
la misma pregunta maternal de siempre.
-¿Estás bien, cielo? –murmuró
repentinamente tan cerca que ya creía que podía ser tan rápida con Flash, el
tipo de Marvel.
Asentí tomando un sorbo de agua
mientras trataba de calmar los nuevos impulsos por toser. Todos siguieron
hablando con normalidad al ver que volvía a recuperarme en impasse, pero mamá
seguía ahí como esperando a que le contara la historia de mi vida.
-Estoy bien, ma –le respondí con
un nudo en la garganta producido por mi toz.
-¿Seguro?
-Bueno, quizás tenga un poco de
agua en los pulmones, pero nada que no se pueda remediar escupiendo luego.
Sonrió volviendo a estar radiante
mientras blanqueaba los ojos ante la asquerosidad de mi respuesta. Ya no
había marcas de preocupación en su
frente ni miradas ausentes, sino que simplemente felicidad.
-Vale, con eso me basta para
saber que no te asó nada.
-Danke.
Besó mi cabello y retomó su
conversación con la tía Rebecca. La mención de Cassandra Kaulitz que Bianca me
hizo hace menos de diez minutos, había congelado mi pensamiento y cuerpo,
porque por mucho que no le diera vueltas al tema, era tajante al cerciorarme de
una sola cosa; no me gustaba ni un solo poco.
Claro que me sentía terrible por
empujarla, pero tras hablar con Bill del tema, supe que realmente no era un
criminal por rechazarla. Ella fue demasiado impulsiva al hacer eso frente a
todos, pero no podía negar mi parte de la culpa al andar con un genio de mierda
ese día.
-Vale, que un nombre de atragante
debe ser porque pasó algo importante.
-No te incumbe –limpie los
últimos restos de café de la mesa y volví a servir más café en mi taza.
-Eso no responde a mi pregunta.
-No la invite, ¿feliz?
El nivel de tolerancia empezaba a
disminuir mientras seguía escuchando su voz.
-¿Por qué?
-Repito, no te incumbe.
-Bueno, la verdad es que sí me
incumbe.
-¿Qué? ¿Te las das de prima
celosa?
Sonrió empezando a mover los
dedos sobre su teléfono.
-Te sorprenderá saber que no soy
celosa de mi familia, sino que de mis novios.
-¿Cuál es el punto?
Me evaluó por unos segundos antes
de volver la mirada a la pantalla con absoluta indiferencia.
-De alguna manera se consiguió mi
número.
-Vale, qué novedad. Ahora quieres
tener un trío o una relación lésbica, ¿verdad? No sé por qué no me sorprende de
ti, prima loca.
-Mi vida sexual, no es de tu
interés ni lo será nunca hasta que yo decida darte información de ella ¿capisce? –vale, ahora la estaba
molestando.
-Bene.
Suspiró como si hubiera contenido
el aire por siglos.
-Sólo me pidió tu dirección
porque quería hablar contigo.
-¿Y se la diste?
-Sí. Por muy mal de que caiga esa
tipa, realmente creo que está coladísima por ti. Además, no me sentiría sola
siendo la única chica entre mi millón de hombres.
-Pero si tú no sabías que
vendrían…
-¡Ups! Acabo de enviarle un
mensaje de texto con tu dirección.
-¿¡QUÉ!? ¿Estás completamente loca?
-Quiero ser Cupido -se excusó con
una mueca que me daban ganas de romperle los dientes uno a uno.
-Pues búscate a alguien más si no
quieres terminar sin lengua ni dedos.
Tomé mi café, excusándome antes
de pararme de la mesa y dirigirme a al televisor para volver a conectar el
regalo del tío Erik. Si Bianca no dejaba de meterse en mis cosas, estaba seguro
de que le pondría una orden de alejamiento para que se mantuviera de una vez
por todas fuera de mi vida. Ya era suficiente de Cassandra y los demás. Y si
todo seguía así, lo más probable era que esta noche acabara encerrado en mi
cuarto ignorando a los invitados y posiblemente con una botella de vodka
haciéndome compañía.
El tío Erik me acompañó a jugar,
dejando a los demás en la mesa. Me sonrió cuando lo miré con una interrogante
marcada en la cara, palmeó mi espalda y murmuró algo en ruso. ¡Por la mierda
que odiaba el ruso! Y de repente, por primera vez en la vida de mis recuerdos,
besó mi sien izquierda antes de desaliñar mi cabello. Y si no me equivoco, me
susurró un “te quiero Sascha” antes de volver a mirar la pantalla con ojos
brillantes. Vaya, eso sí que fue extraño.
TOM
La observé desde el ventanal, con
sus cabellos recogidos en una cola y una manta protegiéndola del frío. A veces,
olvidaba cuan vieja era y lo mucho que había pasado sólo para protegerme a mí y
a mi gemelo. Uno de los perros estaba recostado a su lado, con las orejas bajas
y mirando lo mismo que ella como si fuera demasiado interesante. Pero ella no
observaba a nadie ni nada, ya me sabía de memoria esa expresión tan serena.
Abrí el ventanal casi haciendo malabares con las dos tazas de té, lo cerré a
mis espaldas con el pie y me volví hacia ella ofreciéndole la taza con su
nombre.
-Podrías agarrar una pulmonía –le
advertí sentándome a su lado en el sofá de tres cuerpos.
-Afortunadamente tengo un hijo
que me trae bebidas calientes antes de agarrar una pulmonía, cariño sonrió
con
la dulzura de siempre y tomó un sorbo-. ¿Dónde está tu hermano?
-Lo vi en la biblioteca, hablando
con uno de los socios de la disquera.
-¿Cuándo será el día en que no
tenga nada que hacer? –se lamentó.
Bill siempre estaba ocupado ya
sea componiendo o arreglando asuntos con la disquera. Podía ayudarlo, y siempre
lo he hecho, pero a veces prefiere cierta independencia que entiendo
perfectamente.
-Bueno, hoy se vistió con su ropa
vieja de “me quedo en casa”, así que dudo que salga.
-Pero estará en el estudio.
-Le diré que te visite más
seguido, estás a tres habitaciones de distancia así que no creo que le tome
demasiado tiempo.
-¿Y Cassie?
-En su cuarto. Dijo que saldría
con Bill en un rato más, pero dudo que sea cierto.
-¿Con Bill? ¿Qué se traen esos
dos?
-No sé. Pero prefiero que sea mi
hermano antes que cualquier desconocido.
-Creo que deberías darle más
libertas, Tom.
-No puedo hacerlo sabiendo que
hay cuervos rondando alrededor de ella y que al menor descuido le harán daño o…
-¿Te estás escuchando hijo? Yo
jamás les prohibí que tuvieran amigos o experiencias de vida y tú, sin embargo
lo estás haciendo con ella.
-Es diferente tener un niño a una
niña, mamá. Ya lo ves con Alexander.
-Yo lo veo como un chico muy
tranquilo para su edad, además ya ves que sus intenciones con Cassandra son
honestas.
-No me lleves la contra mamá –me
quejé apoyando la cabeza en el respaldo.
-Sólo te estoy diciendo que para
ser un chico que no fue criado por su padre y que suele tener un historial de
criminales, para ser lo suficientemente calmo.
-Al menos tiene buenas
calificaciones según lo que me ha dicho Cass. Demasiado buenas para alguien que
escribe estupideces en el gimnasio.
-Eso es porque (name) se ha
encargado de que no descuide sus calificaciones.
-¿Y cómo alguien tan…
problemático puede ser tan inteligente y rendir tan bien en el instituto? ¿Cómo
explicas eso? Porque yo todavía no encuentro la fórmula para que Cassandra
pueda ser así.
Mamá puso una mano en mi pierna y
con la sonrisa que nunca solía abandonar su rostro. La casa podía estar hecha
un completo caos cuando estaba ella, pero siempre sonreía.
-Cariño, las madres podemos ser
muy permisivas cuando nuestros hijos quieren algo, pero a cambio somos
exigentes con su educación.
-¿Me estás diciendo que (name)
deja que Alexander haga lo que quiera a cambio de mantener un buen rendimiento
académico?
-Exacto. Además…
-¿Qué tiene que ver (name) con
Alexander?
Mamá y yo nos giramos al mismo
tiempo para encontrarnos con la mirada curiosa de Bill en el borde del ventanal
que había cerrado con el pie. Mierda, esto era terrible y una verdadera
pesadilla que pensé que no me tocaría vivir en estos momentos. Mi mente buscaba
las palabras adecuadas, esas que son correctas y que no dañarían frente a lo
que vendría, pero no habían palabras evasivas o correctas que fueran menos
apropiadas que la verdad. Me debatía entre soltar todo de una vez y decirle lo
que prometí callar, ¡si hasta el estómago se me había encogido totalmente con
solo ver a mi hermano!
Mis manos empezaron a sudar frío
por el nerviosismo que sabía que Bill percibía debido a nuestra conexión como
gemelos. Ya no vestía su atuendo casi de hippies, sino que usaba unos jeans
gastados, una de sus chaquetas de cuero y un pollerón gris bajo éste. Podía
notar sus ojos impacientes, mirándome a mí y a mi madre. Su pie no paraba de
moverse y sus brazos cruzados lo protegían del frío.
Sentí la mirada nerviosa de mamá
a mi lado, tratando de decirme con sus ojos avellana lo que mi mente también
insistía ordenar, pero estaba bloqueado con la pregunta de Bill porque sabía
que no podía seguir ocultando esto mucho más, no o ahora que venía con esa pregunta
que no me correspondía contestar pero era mi deber hacerlo. Sí, mi deber por
ser la persona que lo ha acompañado durante toda su vida y con la que prometió
morir al mismo tiempo. Era su gemelo, su otra parte, su hermano, su amigo y su
sangre. No podía traicionarlo más por mucho que la mirada de súplica que me
dedicó (name) aquella vez en el restaurant rondaba mi cabeza para hacerme
sentir más culpable de lo que me sentiría al confesarle la verdad de una vez
por todas a Bill.
-¿Tom?
Lo miré, tomando el aire
suficiente y esperando el peor de los huracanes desatados con la ira de Bill.
Me sentía como un David frente a Goliat, mirando a alguien tan inmenso desde un
ángulo bajo y minúsculo.
-Bill, hay algo que he estado
ocultándote desde hace unos meses.
Pestañeó totalmente confundido
con mis palabras, como si no esperara esa respuesta tan ambigua. Pero por su
leve movimiento, pude notar que las ansias comenzaban a apoderarse de él.
-Tom –mamá me detuvo apretando mi
brazo a modo de advertencia, como si estuviera totalmente arrepentida de lo ue
sus ojos que quisieron decir momentos atrás. El pánico invadía su rostro
temiendo lo mismo que yo.
-No, mamá. Soy su gemelo y no
puedo ocultarle algo tan importante como esto.
-¿De qué hablas? –preguntó Bill
acercándose un paso.
Inhalé más aire, esperando a que
éste me armara de fuerza para lo que se venía y acabar con esta maldita tortura
de verlo sumido en la ignorancia en que lo tenía (name) con sus promesas y
palabras. Necesitaba expulsar las palabras guardadas bajo siete llaves de una
vez por todas.
-Hay cosas que (name) te ha
estado ocultando. Cosas demasiado importantes tanto para ti como para todos lo
que nos rodean.
-No me extraña, Tom. Ella siempre
tiene sus secretos –dijo restándole importancia.
-Es que este secreto te
involucra, Bill. Te involucra porque… ¿recuerdas a Alexander?
-¿Qué pasa con él?
Me paré, totalmente armado de
valor y poniéndome a la misma altura que él frente a frente. Si iba a hablar
con él de algo tan serio, prefería estar parado a que quedarme sentado como si
le quitara importancia a lo que le diría.
-¿Nunca te preguntaste cuál era
su apellido?
Dio un paso más, no sin antes
entrecerrar lo suficiente el ventanal como para que no se enfriara la casa,
pues estaba la calefacción encendida al máximo.
-Sí, pero…
-¿Nunca notaste que se parecía a
alguien, que su manera de expresarse se te hacía tan… familiar?
-¿A qué viene esto, Thomas?
Di un paso más y noté que mamá se
levantó de su asiento con nerviosismo.
-Chicos… Tom, no…
-¿Por qué crees que últimamente
te he insistido tanto con el tema de ser padre, Bill?
Sus ojos se abrieron por completo
con una mezcla de horror, sorpresa, ansiedad y shock. Sus brazos se resbalaron
a cada lado y casi podía oír el ritmo enfermizo de su corazón a toda máquina haciendo
carreras con sus pensamientos. Era ésta la parte en donde simplemente debía
tantear el campo minado antes de encontrar una bomba de mayor magnitud, ir con
cuidado antes de que el huracán Bill se desatara. Me acerqué más hasta que
quedamos a unos dos pasos de distancia. Estaba boqueando de la impresión como
si el lío de su cabeza pasara a un enredo de mayor intensidad.
-Bill, Alexander es un Kaulitz.
Su mirada se intensificó,
pestañeaba rápido tratando de ordenar mis palabras y darle sentido. Percibía
sus intentos por hablar, por moverse y reaccionar, pero parecía atascado con un
huracán interno en el que ni yo podía ayudarlo. Estaba más pálido que de
costumbre, pero no parecía estar a punto de desmayarse. Mamá tomó su brazo
derecho, llamándolo suavemente y peinando su cabello, pero él no era consciente
de eso.
Sé que no soy perfecto, que por
mucho que trate no puedo ser el hermano que preferiría que mi gemelo tuviera.
Si antes me sentía completamente mal por seguir las ordenes de (name) y
ocultarle todo de una pieza, ahora, que ya había soltado la verdad no sabía si
sentirme peor o aliviado. Y el resto de calma se fue de mí cuando vi las
primeras lágrimas deslizarse de sus mejillas, como soltando todo lo reprimido
durante todos esos años que nos hizo prometer que no hablaríamos más de la
Invasora.
-Bill…
Desvió la mirada, sus manos se
convirtieron en puños y su piel se estiró hasta que los nudillos quedaron
blancos por mucho que tatuajes los ocultaran. Su cuerpo temblaba, su
respiración era agitada y en mi interior sentía una angustia que crecía a pasos
enormes. Mamá se separó al notar el repentino cambio en la atmósfera que nos
rodeaba, pero yo seguía ahí, en pie tratando de calmar o disminuir la bomba de
tiempo que en cualquier momento explotaría. Yo, siendo su hermano, debía
absorber todas sus palabras porque las merecía tanto como su odio.
-Alexander es tu hijo, Bill. Un
hijo que tuviste con la Invasora.
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Espero que tanta espera valga la pena con este capítulo ;-)
Lamento no subirles puntualmente pero la universidad absorve todo mi tiempo libre y debo programar los capítulos (hoy es 21 de marzo) para los días jueves.