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jueves, 16 de julio de 2015

Capitulo 63 (Tercera Temporada)

BILL


-¿¡CÓMO QUE SE FUE!?

-El doctor le dio el alta hace un par de horas y ella se marchó sola, incluso cuando le pedimos que esperara a que llegara su esposo.

-¡QUE NO TIENE ESPOSO!... ¡YO SOY SU PAREJA!

-Bill cálmate.

-No hasta encontrarla –le advertí a Andrea y me volví de nuevo hacia la enfermera-. Me aseguraré de que gente como usted no siga en este hospital. ¿Cómo se atreve a dejar a alguien con herida de bala salir tan fácilmente? ¡Hay protocolos que seguir!

-Ella insistió y…

-Será mejor que cuide su puto trasero si no quiere terminar despedida –amenacé apuntando con mi dedo a la pelirroja detrás del mesón.

Pasé de Andrea sintiendo el repiqueteo de sus botas en la cerámica de porcelana. Apreté el botón del ascensor y evité todo contacto de miradas que identificaron mi identidad con unos lentes oscuros y mi gorra.

-¿Dónde vas? –murmuró ella.

-Por Sascha. Le darán el alta en una hora.

Al menos algo resultaba bien de todo esto. Tendría a mi hijo de vuelta conmigo y disfrutaría del tiempo perdido que tanto he soñado.

Pero (name)… Dios, ¿qué pasa por la cabeza de esa mujer? Pensé que todo estaba bien entre nosotros independiente de lo que mamá dijera de ella. ¿No era que lo único que importa es que nos amamos y listo? Ansiaba este momento más que ningún otro. ¿Qué pasa por su mente? ¡Hasta dejó a Alexander acá!

Salí del ascensor a toda prisa sin saludar a la recepcionista e ignorando al puto médico de (name). Andrea se quedó con él, yo sólo quería ver a mi hijo. Abrí la puerta borrando mi cara de mil demonios y guardé mis lentes en el bolsillo de mi abrigo.

-Buenos días –deposité el enorme bolso con cosas para Alexander en el sofá y me acerqué al adolescente lleno de cables en los brazos y ojos idénticos a los míos. Sonrió totalmente despreocupado y levantó su taza de leche haciendo un gesto de asco.

-Empiezo a creer que vomitaré en cualquier momento.

-Eso es una buena señal –sonreí despeinando sus cabellos y sentándome junto a él en la camilla-. ¿Cómo va el día?

-Normal. Las enfermeras rebotan sus tetas a cada rato en mi cara, me sonríen con complicidad y me llenan de comida tóxicamente sana. Ni si quiera la televisión parece ser lo suficientemente buena por estos días.

-La prensa está afuera, así que será mejor que cubras tu rostro si quieres seguir en el anonimato.

-¿Sabes algo de mamá?

Vaya… no esperaba tratar con esto tan pronto pero le diré la verdad.

-No está en el hospital. A penas le dieron el alta médica se largó a no sé qué parte. No responde el teléfono, su localizador está apagado y su última imagen es abordando un taxi en la entrada.

-Lo sé.

-¿Te lo dijo el doctor? –me sorprendí.

-No. Me lo escribió ella.

Sacó de entre las sábanas un trozo de papel doblado que luego tendió para mí con cuidado de no mover las agujas en su piel y los cables que parecían atarlo a la camilla. Era su letra, firme, delicada y fluida, con trazos elegantes que sólo ella usaría.


“Alexander, realmente quisiera estar contigo en estos momentos, pero necesito una semana sola.
Volveré cuanto antes, lo juro. Tengo que aclarar mi cabeza si quiero estar bien. Además, debes aprovechar todo el tiempo perdido con tu padre. Cuídate y cuídalo.
Mamá.”

-¿Tienes alguna idea de su paradero?

-Puede estar cruzando la calle o cruzando el universo –se encogió de hombros-. Mamá es así. Viene y va cuando siente que debe aclarar su mente. Siempre es una semana y luego vuelve totalmente refrescada.

-¿Y te deja solo?

-Tengo tíos… y bueno, según esa nota ahora tienes que hacerte cargo de mí.

No lo consideré un acto del todo irresponsable. Ella había cuidado de nuestro hijo por años, y ahora era mi deber hacerlo cuando ella no estuviera. Sonreí feliz de pasar un tiempo con Alexander, e imaginé todas las cosas que podríamos hacer en solo un par de segundos. Lo vi también en sus ojos, a él le agradaba la idea de estar conmigo.

Respecto a (name), la esperaría solo una semana, tiempo que parecía ser razonable, y si no volvía iría a buscarla donde sea que esté metida. Sin embargo, no planeaba quedarme de brazos cruzados sin intentar dar con ella. Sentía que había un lado que desconocía de ella, y que debía encontrar pronto.


INVASORA

Me sentía una mala madre, de esas que abandonan a sus hijos al amparo de cualquiera. Mi niño… ni si quiera puedo saber si está bien, si se alimenta o toma sus medicamentos. Sé que es injusta la decisión que tomé tras no verlo en mucho tiempo y ver que su estado de salud no ha sido el más óptimo. Pero debía arreglarme, debía pagar por mis errores y perdonarme, recomponiendo a mi ser interior luego de presenciar la muerte de Erik, Pantera, Ian, y todos aquellos que participaron en esta improvisada misión suicida.

Sé que Alexander queda en buenas manos con los Kaulitz y con Gaspard, y eso es lo único que me tranquiliza en estos momentos. Porque a diferencia de mí, el jamás estará solo.

Caminé en silencio, con mi abrigo oscuro y una bufanda roja tapando mi rostro del frío. Colmar podía lucir hermosa con el amanecer, pero las temperaturas invernales calaban mis huesos. Era el lugar perfecto para ser una simple turista y estar tranquila con mis pensamientos, pero no me quedaría mucho tiempo.

Mi teléfono comenzó a sonar. Dudé como todas estas veces, e imaginé lo peor. Miré la pantalla entre mis dedos y observé extrañada el número.

-¿Pasa algo? –respondí sin saludar.

-Soy Abel.

-Ah…

-A nombre de todo el equipo, queríamos agradecerte por la misión. Creemos que ustedes fueron de gran ayuda con esto.

-No es a mí a quien deben agradecer, es a Uranio.

-Ya lo hicimos, y fue él quien nos dijo que te contactáramos. Tambien lamentamos la pérdida de Erik.

-¿Algo más? –grazné parpadeando fuertemente ante el recuerdo de mi compañero y amigo.

-Lamentamos que no hayas aceptado unirte con nosotros porque eres buena con las armas y…

-Debo cortar. Estoy ocupada.

-Ningún problema. Nuevamente le agradezco a nombre de mi equipo.

Corté sin más y tiré el teléfono a la primera fuente de agua que se cruzó por mi camino. No quería saber más de ese mundo ni del otro, porque ahora mismo sentía que ambos eran letales para mí. Quería ser simplemente yo, nadie más. Sólo (Name), una desconocida para todos y una sombra más entre un millón. No me interesaba hacer amigos, entablar conversaciones con franceses pícaros o buscar consejos entre humildes y generosos vendedores.

Tiré el porro de marihuana entre mis labios a una poza de agua, y observé los rayos del Sol avanzando y reflejándose en las ventanas de cada casa hasta tener manchas en mi visión. Los porros me relajaban, pero debía dejarlos por el bien del feto. ¿Feto? No, un bebé.

Volví a la pequeña residencia donde arrendaba una habitación, tenía el cuerpo frío y rogaba por una copa de vino en una bañera. Me desnudé viendo avanzar la luz de un nuevo día, por el desastre de habitación lleno de botellas, cigarrillos y vasos de cartón de café por todas partes. Ya lo limpiaría. Ahora sólo tenía ganas de vino y agua caliente.

Cuando la bañera ya estaba lista, me sumergí en el agua ignorando el chapoteo en las cerámicas. Cerré los ojos y extendí mis piernas mientras mis pensamientos fluían. Qué delicia. Llevaba una semana acá y seguía sin aburrirme de la sensación de mi cuerpo frío con el agua caliente. Destapé la botella de vino de repostería francés y me llevé la boca a los labios esperando aquella ardiente sensación del alcohol en mi garganta.

Había elegido Francia porque amaba el acento acelerado de ellos y los bellos paisajes. No, mentira, fue el primer vuelo más próximo a mi fuga del hospital. El primer día fue el peor. Sólo me dediqué a llorar entre las sábanas hasta quedarme dormida… luego despertaba y seguía llorando mientras pensaba en Erik y en mi hijo. Me sentía lo peor del mundo.

Ahora ya era más soportable, sosteniendo una rutina extraña donde dormía por el día y salía por las noches. La dueña de la residencial no entrometió mucho su nariz en mis asuntos cuando vio que en mi abrigo portaba un arma. No fue mi intención asustarla, de verdad, pero necesitaba de algo que me hiciera sentir segura si se presentaba una mala compañía.

Ya con más de la mitad del vino recorriendo mis venas, toqueteé mis partes íntimas en busca de un consuelo que sólo era efectivo cuando volvía al recuerdo de Bill. ¿Cuánto tiempo había pasado desde aquella última vez que estuvimos juntos? Ah, sí. Antes de encontrar a Sascha, en su casa. Esa noche, había notado mis cicatrices, cada una de ellas como si fueran una especie de tatuaje en mi piel, y por primera vez había dicho las palabras más sanadoras de mi mundo: Nuestro hijo. Había soñado tantas veces con ese contacto, rogado al Cielo que por favor volviera a sentirlo aunque fuese sólo una vez más, que casi me pareció irreal aquel momento. Todo fue perfecto y sin distracciones. Sólo éramos nosotros dos siendo iluminados por una tormenta eléctrica. ¿Cuán idóneo podía ser aquello?

Mi respiración empezó a entrecortarse cuando mis pensamientos se volvieron más oscuros e íntimos. El sabor salado de su piel, sus manos ásperas dirigiendo mis caderas a un ritmo vertiginoso, su lengua fría con sus jadeos y gemidos, sus ojos penetrantes buscando a los míos con ese instinto casi primitivo, su miembro llenando todo espacio vacío de mi cuerpo y conectándonos más allá de lo físico. Mierda,  no podía acabar tan fácilmente, ni si quiera con mis dedos jugueteando. Esto es frustrante, y lo peor es que sólo él puede inducirme a un orgasmo o un puto clímax. Era la tercera vez que lo intentaba y ya empezaba a aburrirme de no conseguirlo. Me terminé la botella y la dejé junto a las demás en el piso antes de salir de la bañera y envolverme en una bata gruesa y blanca.

Prendí la TV buscando alguna noticia que me llevara a la mansión o a Bill, pero al parecer las noticias de Alemania sólo se quedaban allá. La apagué. Tiré de las sábanas y me recosté cerrando los ojos con la voz de Bill en mis pensamientos siendo opacada por la de Simone.

Soy un monstruo, ella lo dijo y yo lo repito. Un monstruo que ahora mismo quiere volver a ser humana en la soledad de Francia.

ALEXANDER


-¿Tampoco puedes dormir?

Me giré asombrándome con esa sonrisa a la que todavía me acostumbraba y con un tazón de lo que parecía ser té en cada mano. Se sentó a mi lado en el sofá más alejado de toda esa gran casa. Su pelo rubio ya casi alcanzaba sus caderas y parecían hilos plateados con la luz de la luna. Acepté una de los tazones y calenté mis manos mientras esperaba a que se enfriara un poco.

No. Ya había pasado una semana y sentía que esta vez ella realmente estaba mal. Nadie sabe dónde está, y esta vez no se trata de una misión. No, ya no hay misiones. Ella simplemente no está acá porque no quiere. Algo me decía que el tiempo que mamá se había dado para ella sola, se prolongaría más de lo habitual.

Me habría gustado hablar con ella, aclarar las preguntas en mi cabeza y reconfortarla cada vez que se sintiera triste. La extrañaba porque no sabía muy bien cómo estaba.

No es que estuviera incómodo o pasándolo mal en la casa de papá, al contrario, conocía más sobre mi familia, los gustos y el carácter de mi padre, además de la relación que tenía con Tom, no, el tío Tom. Era divertido ver cómo peleaban en la cena y cómo ambos parecían coordinar sus movimientos y pensamientos cuando estaban en el estudio. Papá me contaba historias de mamá, de sus encuentros y desencuentros, además de escuchar cómo dieron conmigo. Dijo que eso los unió más, que mi secuestro les sirvió a ambos para retomar lo que creían perdido y fortalecerlo para encontrarme en cuanto antes.

Él trataba de no mostrar su preocupación, pero a veces se quedaba pegado mirando al vacío con la frente arrugada. Cuando el tío Gaspard venía a visitarme, porque claramente aún no podía salir debido a mi estado de salud, siempre le preguntaba si sabía algo nuevo y mi tío negaba con la cabeza con total incomodidad por no saber nada nuevo de ella.

La tía Lily había dado a luz a un varón, contra todos los pronósticos de que fuera una niña. Se llamaba Erik Gael, y la tía Rebbeca no puso ninguna oposición de ser la madrina del bebé. Aún no lo conozco, porque quiera esperar a la llegada de mamá para hacerlo.

-Oye…

Abrí los ojos, volviendo al presente y probando un sorbo del té negro y dulce. Estaba delicioso. Miré a Cassie esperando a que continuara.

-Tu mamá es la persona más fuerte que he conocido en mi vida.

-Lo sé.

Nuestra relación era un poco incómoda. En el hospital, habíamos acordado no hablar sobre el beso porque claramente había sido un error. Sería como una especie de borrón y cuenta nueva. Sin embargo, no sabía muy bien cómo tratarla sin que se sintiera nerviosa o se ruborizaba. Y no quería molestar a Bianca con estos asuntos porque no sabía cómo reaccionaría. No, no he hablado mucho con ella porque trata de cuidar a su mamá y llenar todos los espacios vacíos que han salido a la luz con la muerte del tío Erik, pese a que la tía Rebbeca intentaba animarla para que volviera a su vida normal.

-Creo que ella necesita estar sola un tiempo… ya sabes, estar en paz con ella misma totalmente alejada de todo.

-Sí.

-Admiro la fortaleza de ella cuando todos te estaban buscando. Ella jamás se rindió, Alexander. Admiro su valentía porque…

-Cassie, deberías ir a dormir.

-Y tú también, pero estás acá igual que el tío Bill –se levantó molesta-. Ambos son más tercos que una mula y…

-¿Papá? Pensé que se había quedado en la disquera.

-Tonto, llegó mientras dormías en la tarde.

-Ve, tienes que dormir un poco –le ordené-. Yo estaré bien.

-Sas…

-Cass, por favor –le rogué ya hastiado de su terquedad.

-Buenas noches –susurró llevándose ambos tazones ya vacíos.

En el silencio de la noche, sólo se escucharon las pisadas de Cassie por las escaleras. Yo estaba usando uno de los cuartos de invitados por mucho que papá insistiera en que me quedara con su habitación. No quería interferir en el orden o rutina que tenían antes de mi llegada. Mientras Cassie compartía con los que alguna vez fueron mis amigos en el instituto, yo aún seguía con licencia médica por supuestas “secuelas traumatizantes” ocasionadas por… bueno, el secuestro. Tampoco era como que me animara verlos, porque harían preguntas hasta quedarse sin saliva y no quería responder a nada ni a nadie.

Papá estaba en lo que parecía ser una pequeña biblioteca llena de libros, sofás y un gran televisor. Estaba en su laptop y me daba la espalda. Me acerqué sigilosamente para no interrumpir su concentración. En la pantalla se veía a mamá embarazada de mí, sonriente y con una flor entre sus manos. Usaba una especie de vestido blanco que no la ayudaba a disimular la panza pero que la hacía resaltar entre lo que parecía ser un jardín de flores.

No me dolió ver el rostro de mamá, sino que la voz de quien grababa. Tío Erik. Su pérdida me había golpeado en el peor momento, y no paraba de sentirme culpable por su muerte; Si no hubiese huido, si no hubiese escuchado esa conversación de mis padres, nada de esto habría pasado. Bianca seguiría su vida y la tía Rebbeca volvería a estar tan sonriente como siempre… mamá estaría acá y yo estaría con ella.

-Incluso embarazada es hermosa, ¿no lo crees?

Parpadeé sorprendido. ¿Había hecho ruido? No, simplemente había caminado sobre la alfombra acercándome un poco entre las sombras. Uno de los perros a su lado me miró como diciendo “niñato tonto, a mi amo no se las haces tan fácil”. Dejó la laptop en la mesita frente a él con la imagen sonriente de mamá congelada. Me acerqué al sofá  y me senté a su lado sin mirarle a los ojos. Odiaba no pasar desapercibido.

-Te vi en el salón y sentí tu respiración mientras te acercabas –confesó sonriéndome.

-Luces cansado.

-Lo estoy. ¿No podías dormir?

-Yo… -no quería reconocerlo, pero él es mi papá y no quiero ocultarle lo que siento-. Extraño a mamá. Estoy preocupado porque no sé dónde está o qué estará haciendo.

-Yo también la extraño, hijo.
Hijo. Seguía sin acostumbrarme a esa palabra, pero me gustaba oírla. Me hacía sentir querido y llenaba el vacío que alguna vez sentí en mi corazón por la ausencia de mi padre.

-¿Dónde conseguiste ese video?

-(Name) me los trajo cuando estábamos buscándote. Trajo un montón de fotos, documentos y videos tuyos. Los he visto todos y cada uno de ellos me ha emocionado.

-¿Ella… vino?

-Sí. Porque yo seguía molesto con ella, y ella quiso recompensar mi furia regalándome todos los momentos importantes para ella y para ti –había tristeza en su voz, pero más allá de eso, había cierta añoranza en ella-. Quisiera haber estado en tu nacimiento, Alexander.

-No es tu culpa –me encogí de hombros restándole importancia-. Tú no lo sabías y…

-Algo me decía que ella tenía algo de mí, Sascha. Sentía que algo me faltaba y que sólo ella lo tenía. Al principio pensé que era porque la extrañaba y me había sorprendido que ya no estuviera conmigo.

-¿Cómo?

-Tu madre desapareció de mi vida de la noche a la mañana sin si quiera despedirse de mí o de mi familia. Nadie supo nada de ella por un buen tiempo. Y cuando supe dónde se había ido, ya era tarde porque no estaba ahí.

-Pensé que habían terminado o peleado.

-No, ella se fue. Y más tarde comprendí que mi familia había recibido amenazas por parte de su mafia, y que ella sólo se había alejado para protegernos.

-Pero ahora… ustedes… ya sabes, ¿están juntos?

-Yo amo a tu madre, hijo. Nunca la dejé de querer en todos estos años.

-Y yo creo que ella a ti, porque nunca quiso rehacer completamente su vida. No ha tenido parejas ni nada de eso.

-Pero Ian fue su pareja… ¿o no?

-Ya ves como terminaron las cosas con él –sonreí recordando al tío Gaspard diciéndome que al menos no se arrepentía de una muerte que realmente valía la pena.

-¿Te puedo preguntar algo?

-Todo lo que quieras –sonrió encantado de lo que parecía ser nuestra primera conversación tan profunda de padre a hijo y viceversa.

-¿Cómo se conocieron?

Pareció sorprendido ante la pregunta, pero su sonrisa volvió ante lo que parecían ser sus recuerdos de algo que debió causarle mucha gracia. Mamá nunca lo dijo, y realmente quería oír la versión de papá.

-Tom y yo estábamos de vacaciones en Las Maldivas, una cadena de islas tropicales realmente hermosas donde puedes olvidarte de todo el mundo. Habíamos decidido ir ya que nos habían recomendado el clima y las condiciones climáticas en esa época del año. Tom y yo tomábamos el sol, cada uno en su mundo hasta que Andrea, la mamá de Cassie, tropezó intencionalmente con el pie de Tom.

-Espera, ¿qué tiene que ver en esto la mamá de Cassandra?

-Ella y (name) se conocieron en la mafia y han sido amigas desde mucho antes que yo conociera a tu madre.

Mierda… ¿de tanto me he perdido?

-Tom se enfureció, pero quedó colado inmediatamente de Andrea porque tenía una actitud extrovertida que a él le encantó… ¡ni si quiera fue necesario que me lo dijera! Yo en cambio, vi a tu madre como la chica más hermosa en toda la playa. Había una especie de misterio en ella que me atraía, y realmente me enloqueció desde el momento en que la vi.

-Pero no sabías que ella…

-No, lo supe mucho después –se volvió a acomodar entre los cojines y se perdió en el tiempo y en el espacio -. Había una chica, Lisbeth, ella me dijo delante de (name) que trabajaba para la mafia, que era una asesina y que sólo jugaba conmigo.

-Supongo que no le creíste.

-Le creí, me enfurecí con tu madre y cometí demasiados errores cuando ella sólo quería protegerme y sentirse normal. Entonces la perdí.

-¿Se separaron?

-Sí. Pero la volví a ver en Los Ángeles.

-Espera, ¿Estados Unidos? ¿Viviste ahí?

-Tom y yo necesitábamos sentirnos normales y estar fuera de las cámaras. En Estados Unidos no éramos conocidos del todo, y en Los Ángeles podíamos ser personas normales.

-Ah… es contradictorio ya que ahí vive toda la gente famosa.

-Sí, pero milagrosamente resultó. La volví a ver y pude entenderlo todo. Volvimos a estar juntos sabiendo de sus misiones y de su arriesgado trabajo. Además, estudiaba psicología. Recuerdo que una vez llegó muy herida de una misión, y me molestó verla así, pero me agradó sanarle las heridas y saber que a pesar de todo sigue siendo vulnerable y… un ser humano común y corriente.

-Desde niño he limpiado heridas de sus misiones, así que comprendo cómo te sientes.

-Supongo que debes estar acostumbrado a que (name) esté herida.

-No, nunca me acostumbraría a ver a mamá así. La mayoría de las veces trataba de acompañarla a los lugares donde debía… ir de caza. Ella siempre me dejaba en hoteles con chucherías y alguien haciéndome compañía. Después de los diez años, me quedaba solo y asistía a mi madre cuando necesitaba limpiar heridas. Pero siempre me ha asustado la idea de perderla para siempre.

-No quiero que estés preocupado por ella, Alexander. Tu madre jamás se olvidaría de nosotros y sé que va a volver muy pronto porque ya debe estar extrañándonos.

-Mamá es terca y…

-Lo sé, pero debemos ser pacientes y tú te debes recuperar bien, muchacho.

-Entonces tampoco te preocupes, papá. Y debería tratar de dormir porque tienes unas ojeras de puta madre –sonreí y él también.


Se sentía bien estar con papá, hablar con él como si no hubiésemos pasado toda una vida separados. Me sentía en casa cuando estaba con él, pero mamá… ella era la única que podía llenar este vacío que yo y papá sentíamos sin su compañía. ¿Dónde estás mamá? 


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Hola! Bien, lo prometido es deuda y creo que con este capítulo reanudó mi vuelta al fic. Sí, sigo viva y trato de escribir lo que más puedo para recompensar le tiempo perdido. Espero que les guste el cap. y que me perdonen si hay algo que se repite o si hay errores de redacción. Tuve que releer mi fic (que vergüenza!!!) para poder escribir todo bien y volver a recordar todo.  Saludos y comenten si siguen vivas!!

3 comentarios:

  1. Me encanto, de verdad extrañe mucho esta historia Nina, pero que bueno que hayas publicado un nuevo cap, ojala La Invasora regrese pronto con Sascha y Bill para que xfin pueda ser una familia tranquila y feliz.. espero el próximo cap!!!

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  2. Oh dios mío, ya extrañaba leerte, siempre revisaba para ver si había noticias de la historia...
    espero subas pronto...
    Estoy ansiosa *o*

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