BILL
-¿¡CÓMO QUE SE FUE!?
-El doctor le dio el alta hace un
par de horas y ella se marchó sola, incluso cuando le pedimos que esperara a
que llegara su esposo.
-¡QUE NO TIENE ESPOSO!... ¡YO SOY
SU PAREJA!
-Bill cálmate.
-No hasta encontrarla –le advertí
a Andrea y me volví de nuevo hacia la enfermera-. Me aseguraré de que gente
como usted no siga en este hospital. ¿Cómo se atreve a dejar a alguien con
herida de bala salir tan fácilmente? ¡Hay protocolos que seguir!
-Ella insistió y…
-Será mejor que cuide su puto
trasero si no quiere terminar despedida –amenacé apuntando con mi dedo a la
pelirroja detrás del mesón.
Pasé de Andrea sintiendo el
repiqueteo de sus botas en la cerámica de porcelana. Apreté el botón del
ascensor y evité todo contacto de miradas que identificaron mi identidad con
unos lentes oscuros y mi gorra.
-¿Dónde vas? –murmuró ella.
-Por Sascha. Le darán el alta en
una hora.
Al menos algo resultaba bien de
todo esto. Tendría a mi hijo de vuelta conmigo y disfrutaría del tiempo perdido
que tanto he soñado.
Pero (name)… Dios, ¿qué pasa por
la cabeza de esa mujer? Pensé que todo estaba bien entre nosotros independiente
de lo que mamá dijera de ella. ¿No era que lo único que importa es que nos
amamos y listo? Ansiaba este momento más que ningún otro. ¿Qué pasa por su
mente? ¡Hasta dejó a Alexander acá!
Salí del ascensor a toda prisa
sin saludar a la recepcionista e ignorando al puto médico de (name). Andrea se
quedó con él, yo sólo quería ver a mi hijo. Abrí la puerta borrando mi cara de
mil demonios y guardé mis lentes en el bolsillo de mi abrigo.
-Buenos días –deposité el enorme
bolso con cosas para Alexander en el sofá y me acerqué al adolescente lleno de
cables en los brazos y ojos idénticos a los míos. Sonrió totalmente despreocupado
y levantó su taza de leche haciendo un gesto de asco.
-Empiezo a creer que vomitaré en
cualquier momento.
-Eso es una buena señal –sonreí
despeinando sus cabellos y sentándome junto a él en la camilla-. ¿Cómo va el
día?
-Normal. Las enfermeras rebotan sus
tetas a cada rato en mi cara, me sonríen con complicidad y me llenan de comida
tóxicamente sana. Ni si quiera la televisión parece ser lo suficientemente
buena por estos días.
-La prensa está afuera, así que
será mejor que cubras tu rostro si quieres seguir en el anonimato.
-¿Sabes algo de mamá?
Vaya… no esperaba tratar con esto
tan pronto pero le diré la verdad.
-No está en el hospital. A penas
le dieron el alta médica se largó a no sé qué parte. No responde el teléfono,
su localizador está apagado y su última imagen es abordando un taxi en la
entrada.
-Lo sé.
-¿Te lo dijo el doctor? –me
sorprendí.
-No. Me lo escribió ella.
Sacó de entre las sábanas un
trozo de papel doblado que luego tendió para mí con cuidado de no mover las
agujas en su piel y los cables que parecían atarlo a la camilla. Era su letra,
firme, delicada y fluida, con trazos elegantes que sólo ella usaría.
“Alexander, realmente quisiera estar contigo en estos momentos, pero
necesito una semana sola.
Volveré cuanto antes, lo juro. Tengo que aclarar mi cabeza si quiero
estar bien. Además, debes aprovechar todo el tiempo perdido con tu padre.
Cuídate y cuídalo.
Mamá.”
-¿Tienes alguna idea de su
paradero?
-Puede estar cruzando la calle o
cruzando el universo –se encogió de hombros-. Mamá es así. Viene y va cuando
siente que debe aclarar su mente. Siempre es una semana y luego vuelve
totalmente refrescada.
-¿Y te deja solo?
-Tengo tíos… y bueno, según esa
nota ahora tienes que hacerte cargo de mí.
No lo consideré un acto del todo
irresponsable. Ella había cuidado de nuestro hijo por años, y ahora era mi
deber hacerlo cuando ella no estuviera. Sonreí feliz de pasar un tiempo con
Alexander, e imaginé todas las cosas que podríamos hacer en solo un par de
segundos. Lo vi también en sus ojos, a él le agradaba la idea de estar conmigo.
Respecto a (name), la esperaría
solo una semana, tiempo que parecía ser razonable, y si no volvía iría a
buscarla donde sea que esté metida. Sin embargo, no planeaba quedarme de brazos
cruzados sin intentar dar con ella. Sentía que había un lado que desconocía de
ella, y que debía encontrar pronto.
INVASORA
Me sentía una mala madre, de esas
que abandonan a sus hijos al amparo de cualquiera. Mi niño… ni si quiera puedo
saber si está bien, si se alimenta o toma sus medicamentos. Sé que es injusta
la decisión que tomé tras no verlo en mucho tiempo y ver que su estado de salud
no ha sido el más óptimo. Pero debía arreglarme, debía pagar por mis errores y
perdonarme, recomponiendo a mi ser interior luego de presenciar la muerte de
Erik, Pantera, Ian, y todos aquellos que participaron en esta improvisada
misión suicida.
Sé que Alexander queda en buenas
manos con los Kaulitz y con Gaspard, y eso es lo único que me tranquiliza en
estos momentos. Porque a diferencia de mí, el jamás estará solo.
Caminé en silencio, con mi abrigo
oscuro y una bufanda roja tapando mi rostro del frío. Colmar podía lucir hermosa
con el amanecer, pero las temperaturas invernales calaban mis huesos. Era el
lugar perfecto para ser una simple turista y estar tranquila con mis
pensamientos, pero no me quedaría mucho tiempo.
Mi teléfono comenzó a sonar. Dudé
como todas estas veces, e imaginé lo peor. Miré la pantalla entre mis dedos y
observé extrañada el número.
-¿Pasa algo? –respondí sin
saludar.
-Soy Abel.
-Ah…
-A nombre de todo el equipo, queríamos agradecerte por la misión.
Creemos que ustedes fueron de gran ayuda con esto.
-No es a mí a quien deben agradecer, es a Uranio.
-Ya lo hicimos, y fue él quien nos dijo que te contactáramos. Tambien
lamentamos la pérdida de Erik.
-¿Algo más? –grazné parpadeando
fuertemente ante el recuerdo de mi compañero y amigo.
-Lamentamos que no hayas aceptado unirte con nosotros porque eres buena
con las armas y…
-Debo cortar. Estoy ocupada.
-Ningún problema. Nuevamente le agradezco a nombre de mi equipo.
Corté sin más y tiré el teléfono
a la primera fuente de agua que se cruzó por mi camino. No quería saber más de
ese mundo ni del otro, porque ahora mismo sentía que ambos eran letales para
mí. Quería ser simplemente yo, nadie más. Sólo (Name), una desconocida para
todos y una sombra más entre un millón. No me interesaba hacer amigos, entablar
conversaciones con franceses pícaros o buscar consejos entre humildes y
generosos vendedores.
Tiré el porro de marihuana entre
mis labios a una poza de agua, y observé los rayos del Sol avanzando y
reflejándose en las ventanas de cada casa hasta tener manchas en mi visión. Los
porros me relajaban, pero debía dejarlos por el bien del feto. ¿Feto? No, un
bebé.
Volví a la pequeña residencia
donde arrendaba una habitación, tenía el cuerpo frío y rogaba por una copa de
vino en una bañera. Me desnudé viendo avanzar la luz de un nuevo día, por el
desastre de habitación lleno de botellas, cigarrillos y vasos de cartón de café
por todas partes. Ya lo limpiaría. Ahora sólo tenía ganas de vino y agua
caliente.
Cuando la bañera ya estaba lista,
me sumergí en el agua ignorando el chapoteo en las cerámicas. Cerré los ojos y
extendí mis piernas mientras mis pensamientos fluían. Qué delicia. Llevaba una
semana acá y seguía sin aburrirme de la sensación de mi cuerpo frío con el agua
caliente. Destapé la botella de vino de repostería francés y me llevé la boca a
los labios esperando aquella ardiente sensación del alcohol en mi garganta.
Había elegido Francia porque
amaba el acento acelerado de ellos y los bellos paisajes. No, mentira, fue el
primer vuelo más próximo a mi fuga del hospital. El primer día fue el peor.
Sólo me dediqué a llorar entre las sábanas hasta quedarme dormida… luego
despertaba y seguía llorando mientras pensaba en Erik y en mi hijo. Me sentía
lo peor del mundo.
Ahora ya era más soportable,
sosteniendo una rutina extraña donde dormía por el día y salía por las noches.
La dueña de la residencial no entrometió mucho su nariz en mis asuntos cuando
vio que en mi abrigo portaba un arma. No fue mi intención asustarla, de verdad,
pero necesitaba de algo que me hiciera sentir segura si se presentaba una mala
compañía.
Ya con más de la mitad del vino
recorriendo mis venas, toqueteé mis partes íntimas en busca de un consuelo que
sólo era efectivo cuando volvía al recuerdo de Bill. ¿Cuánto tiempo había
pasado desde aquella última vez que estuvimos juntos? Ah, sí. Antes de
encontrar a Sascha, en su casa. Esa noche, había notado mis cicatrices, cada
una de ellas como si fueran una especie de tatuaje en mi piel, y por primera
vez había dicho las palabras más sanadoras de mi mundo: Nuestro hijo. Había soñado tantas veces con ese contacto, rogado al
Cielo que por favor volviera a sentirlo aunque fuese sólo una vez más, que casi
me pareció irreal aquel momento. Todo fue perfecto y sin distracciones. Sólo
éramos nosotros dos siendo iluminados por una tormenta eléctrica. ¿Cuán idóneo
podía ser aquello?
Mi respiración empezó a
entrecortarse cuando mis pensamientos se volvieron más oscuros e íntimos. El
sabor salado de su piel, sus manos ásperas dirigiendo mis caderas a un ritmo
vertiginoso, su lengua fría con sus jadeos y gemidos, sus ojos penetrantes
buscando a los míos con ese instinto casi primitivo, su miembro llenando todo
espacio vacío de mi cuerpo y conectándonos más allá de lo físico. Mierda, no podía acabar tan fácilmente, ni si quiera
con mis dedos jugueteando. Esto es frustrante, y lo peor es que sólo él puede
inducirme a un orgasmo o un puto clímax. Era la tercera vez que lo intentaba y
ya empezaba a aburrirme de no conseguirlo. Me terminé la botella y la dejé
junto a las demás en el piso antes de salir de la bañera y envolverme en una
bata gruesa y blanca.
Prendí la TV buscando alguna
noticia que me llevara a la mansión o a Bill, pero al parecer las noticias de
Alemania sólo se quedaban allá. La apagué. Tiré de las sábanas y me recosté
cerrando los ojos con la voz de Bill en mis pensamientos siendo opacada por la
de Simone.
Soy un monstruo, ella lo dijo y
yo lo repito. Un monstruo que ahora mismo quiere volver a ser humana en la
soledad de Francia.
ALEXANDER
-¿Tampoco puedes dormir?
Me giré asombrándome con esa
sonrisa a la que todavía me acostumbraba y con un tazón de lo que parecía ser
té en cada mano. Se sentó a mi lado en el sofá más alejado de toda esa gran
casa. Su pelo rubio ya casi alcanzaba sus caderas y parecían hilos plateados
con la luz de la luna. Acepté una de los tazones y calenté mis manos mientras
esperaba a que se enfriara un poco.
No. Ya había pasado una semana y
sentía que esta vez ella realmente estaba mal. Nadie sabe dónde está, y esta
vez no se trata de una misión. No, ya no hay misiones. Ella simplemente no está
acá porque no quiere. Algo me decía que el tiempo que mamá se había dado para
ella sola, se prolongaría más de lo habitual.
Me habría gustado hablar con
ella, aclarar las preguntas en mi cabeza y reconfortarla cada vez que se
sintiera triste. La extrañaba porque no sabía muy bien cómo estaba.
No es que estuviera incómodo o
pasándolo mal en la casa de papá, al contrario, conocía más sobre mi familia,
los gustos y el carácter de mi padre, además de la relación que tenía con Tom,
no, el tío Tom. Era divertido ver cómo peleaban en la cena y cómo ambos
parecían coordinar sus movimientos y pensamientos cuando estaban en el estudio.
Papá me contaba historias de mamá, de sus encuentros y desencuentros, además de
escuchar cómo dieron conmigo. Dijo que eso los unió más, que mi secuestro les
sirvió a ambos para retomar lo que creían perdido y fortalecerlo para
encontrarme en cuanto antes.
Él trataba de no mostrar su
preocupación, pero a veces se quedaba pegado mirando al vacío con la frente
arrugada. Cuando el tío Gaspard venía a visitarme, porque claramente aún no
podía salir debido a mi estado de salud, siempre le preguntaba si sabía algo
nuevo y mi tío negaba con la cabeza con total incomodidad por no saber nada
nuevo de ella.
La tía Lily había dado a luz a un
varón, contra todos los pronósticos de que fuera una niña. Se llamaba Erik
Gael, y la tía Rebbeca no puso ninguna oposición de ser la madrina del bebé.
Aún no lo conozco, porque quiera esperar a la llegada de mamá para hacerlo.
-Oye…
Abrí los ojos, volviendo al
presente y probando un sorbo del té negro y dulce. Estaba delicioso. Miré a
Cassie esperando a que continuara.
-Tu mamá es la persona más fuerte
que he conocido en mi vida.
-Lo sé.
Nuestra relación era un poco
incómoda. En el hospital, habíamos acordado no hablar sobre el beso porque
claramente había sido un error. Sería como una especie de borrón y cuenta
nueva. Sin embargo, no sabía muy bien cómo tratarla sin que se sintiera
nerviosa o se ruborizaba. Y no quería molestar a Bianca con estos asuntos
porque no sabía cómo reaccionaría. No, no he hablado mucho con ella porque
trata de cuidar a su mamá y llenar todos los espacios vacíos que han salido a
la luz con la muerte del tío Erik, pese a que la tía Rebbeca intentaba animarla
para que volviera a su vida normal.
-Creo que ella necesita estar
sola un tiempo… ya sabes, estar en paz con ella misma totalmente alejada de
todo.
-Sí.
-Admiro la fortaleza de ella
cuando todos te estaban buscando. Ella jamás se rindió, Alexander. Admiro su
valentía porque…
-Cassie, deberías ir a dormir.
-Y tú también, pero estás acá
igual que el tío Bill –se levantó molesta-. Ambos son más tercos que una mula
y…
-¿Papá? Pensé que se había quedado
en la disquera.
-Tonto, llegó mientras dormías en
la tarde.
-Ve, tienes que dormir un poco
–le ordené-. Yo estaré bien.
-Sas…
-Cass, por favor –le rogué ya
hastiado de su terquedad.
-Buenas noches –susurró
llevándose ambos tazones ya vacíos.
En el silencio de la noche, sólo
se escucharon las pisadas de Cassie por las escaleras. Yo estaba usando uno de
los cuartos de invitados por mucho que papá insistiera en que me quedara con su
habitación. No quería interferir en el orden o rutina que tenían antes de mi
llegada. Mientras Cassie compartía con los que alguna vez fueron mis amigos en
el instituto, yo aún seguía con licencia médica por supuestas “secuelas
traumatizantes” ocasionadas por… bueno, el secuestro. Tampoco era como que me
animara verlos, porque harían preguntas hasta quedarse sin saliva y no quería
responder a nada ni a nadie.
Papá estaba en lo que parecía ser
una pequeña biblioteca llena de libros, sofás y un gran televisor. Estaba en su
laptop y me daba la espalda. Me acerqué sigilosamente para no interrumpir su
concentración. En la pantalla se veía a mamá embarazada de mí, sonriente y con
una flor entre sus manos. Usaba una especie de vestido blanco que no la ayudaba
a disimular la panza pero que la hacía resaltar entre lo que parecía ser un
jardín de flores.
No me dolió ver el rostro de
mamá, sino que la voz de quien grababa. Tío Erik. Su pérdida me había golpeado
en el peor momento, y no paraba de sentirme culpable por su muerte; Si no
hubiese huido, si no hubiese escuchado esa conversación de mis padres, nada de
esto habría pasado. Bianca seguiría su vida y la tía Rebbeca volvería a estar
tan sonriente como siempre… mamá estaría acá y yo estaría con ella.
-Incluso embarazada es hermosa,
¿no lo crees?
Parpadeé sorprendido. ¿Había
hecho ruido? No, simplemente había caminado sobre la alfombra acercándome un
poco entre las sombras. Uno de los perros a su lado me miró como diciendo
“niñato tonto, a mi amo no se las haces tan fácil”. Dejó la laptop en la mesita
frente a él con la imagen sonriente de mamá congelada. Me acerqué al sofá y me senté a su lado sin mirarle a los ojos.
Odiaba no pasar desapercibido.
-Te vi en el salón y sentí tu
respiración mientras te acercabas –confesó sonriéndome.
-Luces cansado.
-Lo estoy. ¿No podías dormir?
-Yo… -no quería reconocerlo, pero
él es mi papá y no quiero ocultarle lo que siento-. Extraño a mamá. Estoy
preocupado porque no sé dónde está o qué estará haciendo.
-Yo también la extraño, hijo.
Hijo. Seguía sin acostumbrarme a esa palabra, pero me gustaba oírla.
Me hacía sentir querido y llenaba el vacío que alguna vez sentí en mi corazón
por la ausencia de mi padre.
-¿Dónde conseguiste ese video?
-(Name) me los trajo cuando
estábamos buscándote. Trajo un montón de fotos, documentos y videos tuyos. Los
he visto todos y cada uno de ellos me ha emocionado.
-¿Ella… vino?
-Sí. Porque yo seguía molesto con
ella, y ella quiso recompensar mi furia regalándome todos los momentos
importantes para ella y para ti –había tristeza en su voz, pero más allá de
eso, había cierta añoranza en ella-. Quisiera haber estado en tu nacimiento,
Alexander.
-No es tu culpa –me encogí de
hombros restándole importancia-. Tú no lo sabías y…
-Algo me decía que ella tenía
algo de mí, Sascha. Sentía que algo me faltaba y que sólo ella lo tenía. Al
principio pensé que era porque la extrañaba y me había sorprendido que ya no
estuviera conmigo.
-¿Cómo?
-Tu madre desapareció de mi vida
de la noche a la mañana sin si quiera despedirse de mí o de mi familia. Nadie
supo nada de ella por un buen tiempo. Y cuando supe dónde se había ido, ya era
tarde porque no estaba ahí.
-Pensé que habían terminado o
peleado.
-No, ella se fue. Y más tarde
comprendí que mi familia había recibido amenazas por parte de su mafia, y que
ella sólo se había alejado para protegernos.
-Pero ahora… ustedes… ya sabes,
¿están juntos?
-Yo amo a tu madre, hijo. Nunca
la dejé de querer en todos estos años.
-Y yo creo que ella a ti, porque
nunca quiso rehacer completamente su vida. No ha tenido parejas ni nada de eso.
-Pero Ian fue su pareja… ¿o no?
-Ya ves como terminaron las cosas
con él –sonreí recordando al tío Gaspard diciéndome que al menos no se
arrepentía de una muerte que realmente valía la pena.
-¿Te puedo preguntar algo?
-Todo lo que quieras –sonrió
encantado de lo que parecía ser nuestra primera conversación tan profunda de
padre a hijo y viceversa.
-¿Cómo se conocieron?
Pareció sorprendido ante la
pregunta, pero su sonrisa volvió ante lo que parecían ser sus recuerdos de algo
que debió causarle mucha gracia. Mamá nunca lo dijo, y realmente quería oír la
versión de papá.
-Tom y yo estábamos de vacaciones
en Las Maldivas, una cadena de islas tropicales realmente hermosas donde puedes
olvidarte de todo el mundo. Habíamos decidido ir ya que nos habían recomendado
el clima y las condiciones climáticas en esa época del año. Tom y yo tomábamos
el sol, cada uno en su mundo hasta que Andrea, la mamá de Cassie, tropezó
intencionalmente con el pie de Tom.
-Espera, ¿qué tiene que ver en
esto la mamá de Cassandra?
-Ella y (name) se conocieron en
la mafia y han sido amigas desde mucho antes que yo conociera a tu madre.
Mierda… ¿de tanto me he perdido?
-Tom se enfureció, pero quedó
colado inmediatamente de Andrea porque tenía una actitud extrovertida que a él
le encantó… ¡ni si quiera fue necesario que me lo dijera! Yo en cambio, vi a tu
madre como la chica más hermosa en toda la playa. Había una especie de misterio
en ella que me atraía, y realmente me enloqueció desde el momento en que la vi.
-Pero no sabías que ella…
-No, lo supe mucho después –se
volvió a acomodar entre los cojines y se perdió en el tiempo y en el espacio -.
Había una chica, Lisbeth, ella me dijo delante de (name) que trabajaba para la
mafia, que era una asesina y que sólo jugaba conmigo.
-Supongo que no le creíste.
-Le creí, me enfurecí con tu
madre y cometí demasiados errores cuando ella sólo quería protegerme y sentirse
normal. Entonces la perdí.
-¿Se separaron?
-Sí. Pero la volví a ver en Los
Ángeles.
-Espera, ¿Estados Unidos?
¿Viviste ahí?
-Tom y yo necesitábamos sentirnos
normales y estar fuera de las cámaras. En Estados Unidos no éramos conocidos
del todo, y en Los Ángeles podíamos ser personas normales.
-Ah… es contradictorio ya que ahí
vive toda la gente famosa.
-Sí, pero milagrosamente resultó.
La volví a ver y pude entenderlo todo. Volvimos a estar juntos sabiendo de sus
misiones y de su arriesgado trabajo. Además, estudiaba psicología. Recuerdo que
una vez llegó muy herida de una misión, y me molestó verla así, pero me agradó
sanarle las heridas y saber que a pesar de todo sigue siendo vulnerable y… un
ser humano común y corriente.
-Desde niño he limpiado heridas
de sus misiones, así que comprendo cómo te sientes.
-Supongo que debes estar
acostumbrado a que (name) esté herida.
-No, nunca me acostumbraría a ver
a mamá así. La mayoría de las veces trataba de acompañarla a los lugares donde
debía… ir de caza. Ella siempre me dejaba en hoteles con chucherías y alguien
haciéndome compañía. Después de los diez años, me quedaba solo y asistía a mi
madre cuando necesitaba limpiar heridas. Pero siempre me ha asustado la idea de
perderla para siempre.
-No quiero que estés preocupado
por ella, Alexander. Tu madre jamás se olvidaría de nosotros y sé que va a
volver muy pronto porque ya debe estar extrañándonos.
-Mamá es terca y…
-Lo sé, pero debemos ser
pacientes y tú te debes recuperar bien, muchacho.
-Entonces tampoco te preocupes,
papá. Y debería tratar de dormir porque tienes unas ojeras de puta madre
–sonreí y él también.
Se sentía bien estar con papá,
hablar con él como si no hubiésemos pasado toda una vida separados. Me sentía
en casa cuando estaba con él, pero mamá… ella era la única que podía llenar
este vacío que yo y papá sentíamos sin su compañía. ¿Dónde estás mamá?
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Hola! Bien, lo prometido es deuda y creo que con este capítulo reanudó mi vuelta al fic. Sí, sigo viva y trato de escribir lo que más puedo para recompensar le tiempo perdido. Espero que les guste el cap. y que me perdonen si hay algo que se repite o si hay errores de redacción. Tuve que releer mi fic (que vergüenza!!!) para poder escribir todo bien y volver a recordar todo. Saludos y comenten si siguen vivas!!
Me encanto, de verdad extrañe mucho esta historia Nina, pero que bueno que hayas publicado un nuevo cap, ojala La Invasora regrese pronto con Sascha y Bill para que xfin pueda ser una familia tranquila y feliz.. espero el próximo cap!!!
ResponderEliminarOh dios mío, ya extrañaba leerte, siempre revisaba para ver si había noticias de la historia...
ResponderEliminarespero subas pronto...
Estoy ansiosa *o*
oh sii ya extrañaba esta historia :)
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