Xxx: ¿Qué haces tan tarde y sola
en la cocina?
Me volteé viendo a Bill en el
umbral de la puerta de brazos cruzados y una hermosa sonrisa en el rostro.
Continué lavando la vajilla sucia, y botando los restos que quedaba en ella. La
verdad es que me divertí mucho con los amigos y familiares de Bill. Tom me
invitó a bailar luego de mi conversación con Bill, haciendo que mi libido se
enfriara. Andrea se entretuvo comentando cosas femeninas con las amigas de los
chicos y riendo a carcajadas con ellas. Georg, Andreas y Gustav retaban al
primero que se cruzaba a una carrera de autos, armamentos y matanza de zombis
en los videojuegos. Y Bill mantenía su puesto como el rey del tenis de mesa
cuando no me veía. Simone y Gordon se devolvieron a su hotel muy temprano a
pesar de las insistencias de los gemelos paea que se quedaran acá y no gastaran
dinero. Simone se despidió con un “hasta pronto” de mí sin borrar una sonrisa
triste de su rostro al saber que ésta sería la última vez que me vería con
Bill, tomó la mano de su hijo y la mía uniéndolas mientras murmuraba unas
frases en un alemán antiguo y casi extinto.
Sentí sus manos en mi cintura y
el calor de su cuerpo cubrir el mío por detrás. Traté de concentrarme en el
plato lleno de detergente entre mis manos, enjuagándolo con agua tibia, sin
embargo sus labios expertos jugaban con el lóbulo de mi oreja izquierdo,
haciéndome ronroneas inconscientemente. Un leve tirón en mi ingle me hizo
entrecerrar los ojos aferrándome al plato bajo el agua.
Bill: Lava eso mañana… cuando no
sea mi cumpleaños.
Yo: Ya no lo es, Bill. Son las 2
a.m. del 2 de septiembre (sonreí dejando el plato en el seca-vajilla y tomando
otro).
Bill: Aún no me has dado mi
regalo (canturreó dentro de un puchero apoyando su cabeza en mi hombro).
Yo: Todo a su tiempo, señor Bill
Kaulitz.
Bill: No me gusta esperar.
Yo: Pues tendrás que hacerlo.
Bill: ¿Te falta mucho? Eso lo
puedo hacer por la mañana.
Yo: ¿Por la mañana? Yo creo que
no te despertarás tan temprano (me reí y deposité un beso en su nariz).
Creo que esta es la peor parte de
las fiestas; ordenar y limpiar. Sin embargo, me servía para pensar en lo que
pasaría cuando Bill se quedase dormido. Me dolía el alma saber que lo vería por
última vez hasta un largo período de tiempo, pero todo esto lo hacía para que
no llegaran las amenazas a Andrea y los Kaulitz por parte de alguien que me
quería sólo a mí.
Bill esperó paciente sentado a
mis espaldas sobre la mesa de mármol en el centro de la cocina, cerré la llave
del agua caliente y me acerqué a él secando mis manos en sus pantalones
oscuros. Me sonrió y acarició mis manos con las suyas en silencio.
Yo: ¿En qué piensas? (susurré
observando las lagunas de sus ojos cafés).
Bill: En que me gustó mucho
tenerte en mi cumpleaños, en que me encanta ser tu primer cumpleañero tras lo
ocurrido con tu familia, en que luces bellísima con ese vestido, y en que quiero
abrir y desvestir mi regalo favorito.
Yo: ¡Eres más impaciente que un
niño! (reí ante su declaración final).
Bill: Espera (pestañeó rápido
observándome de pies a cabeza), ¿viniste en tu Harley?
Yo: Sí.
Bill: ¿¡Y con ese vestido tan
ajustad!? ¡Jesús, (Name)! ¿Estás loca?... un depravado debió observarte y
pasarse fantasías, ¡o peor! Un violador pudo asaltarte en un semáforo y…
Yo: Bill (sonreí conmocionada
ante tanta preocupación de su parte). Excedí los límites de velocidad, así
que dudo que alguien me hubiese notado a
esas horas de la noche.
Bill: (Suspiró pasando sus manos
por su pelo) No vuelvas a hacerlo, por favor.
Yo: Está bien (le dije sabiendo
que posiblemente no habría una segunda vez). Tu regalo está en tu habitación.
Bill: ¡Me sorprendes con tu
osadía! (murmuró recuperando su habitual sonrisa fuera de preocupaciones).
Yo: Y a mí tu mente oscura (le
guiñé un ojo tomando su mano para llevarlo conmigo hasta su cuarto).
Tratando de despejar mis pensamientos
de una despedida, alenté a mis pies a continuar con lo que sería la última vez
junto a Bill, mi querido cable a Tierra. Subimos en silencio observando las
puertas cerradas a nuestro paso y la oscuridad velando por nuestros movimientos
siendo una observadora de lo terriblemente cruel que sería en las próximas
horas. El recuerdo de la primera vez que volví a verlo luego de estar con
Gaspard vino a mi mente, el rostro perlado de Bill debido a la fiebre y los
interminables susurros que exhalaba. Ésa vez, me dolió verlo así, y ahora me
dolerá mucho más no estar cuando se despierte. Cerró la puerta tras él y yo
tomé la pequeña caja negra entre mis manos algo nerviosa al no saber su era el
regalo perfecto o si le gustaría aunque sea un poco.
Bill: (Me miró sorprendido frente
a mí sin despegar sus ojos de los míos) No es necesario un presente para saber
que me amas.
Yo: Esta vez es diferente porque…
es tu cumpleaños.
Bill: ¿Y el tuyo cuándo es?
Yo: Da igual, no quiero que
arruines tu noche.
Bill: Tu nunca estropeas algo,
(name).
Tomó la caja de mis manos y tras
mirarme la abrió. Al principio pestañeó sorprendido por lo que veían sus ojos y
luego sonrió en mi dirección enseñándomelo como si yo no lo conociera. Lo sacó
de la pequeña caja que lo guardaba examinando su largo y cada detalle de él. Yo
ni si quiera sabía qué hacer mientras el no mencionara algo que calmasen mis
repentinas ansias.
Yo: Es un…
Bill: Crucifijo. Lo sé (dijo sin
despegar la mirada del movimiento ondulatorio del collar).
Yo: ¿Te… te gusta?
Bill: Es hermoso (y de repente
vio lo que tenía escrito en la parte trasera de la cruz) “Faith”.
Yo: Fue hecho en Roma, Bill. No
sé si está bendito pero…
Bill: ¿Por qué esa palabra?
Yo: La fe es la primera de las
tres virtudes en la religión católica. Pero más allá de las religiones, es lo
que mueve al mundo. Sabes bien que tras la muerte de mis padres dejé de creer
en un dios porque pensaba que él me había abandonado. Sin embargo, fue la fe de
ser libre la que me motivó a ser quien soy ahora.
Bill: ¿Qué me quieres decir con
esto?
Yo: (Suspiré tomando de sus manos
el crucifijo de oro blanco y lo miré directamente a los ojos) Quiero que tengas
fe en mi, Bill. Quiero que confíes en mi y que si cometo errores me ayudes a
levantarme y borrarlos.
Bill: (Name), yo…
Yo: No quiero que creas lo…
Bill: Te creo. Tengo fe en ti. Te
amo y siempre lo haré. Pase lo que pase (susurró en mi oído tomando mis manos
entre las suyas).
Yo: No quiero que lo prometas
porque puedes cambiar de opinión cuando desees. Simplemente quiero que confíes
y creas en cada palabra que te he dicho cuando estamos juntos.
Se puso el colla junto a los
demás que llevaba en su cuello ignorando mis insistencias por ayudarle. Besó la
palabra grabada en la cruz sin despegar su mirada de la mía. Tomó mi cintura y
nos meció al compás de una música imaginaria, puse mis manos en su pecho
sintiendo el latido tranquilo de su corazón bajo mis dedos.
Bill: ¿Y a mi hermano?
Yo: Un reloj Rolex, ¿está bien?
Bill: Claro que lo está, (name).
Bueno, y si no le gusta yo me quedaré con él.
Yo: ¿De verdad te gustó mi
regalo?
Bill: No suelo recibir cosas con
un sentido sentimental que me conmueve. Sin embargo es la primera vez que le
veo el verdadero sentido al crucifijo y a la palabra que lo acompaña… realmente
conmovió.
Yo: Es bueno saberlo (murmuré
apoyando mi cabeza en su pecho, cómoda por la recepción pacífica de sus
brazos).
Bill: Amo que seas sencilla,
(name).
Yo: Hmm… (Ronroneé cerrando los
ojos como un gato en los brazos de su amo).
Bill: ¿Alguien te dijo algo?
Yo: ¿Algo como qué?
Bill: Me refiero a si te
molestaron.
Yo: No (negué observándolo
directamente a la cara). Simplemente parecían impresionados con tu declaración
frente a ellos.
Bill: Bueno, a veces no puedo
contener la alegría de ser afortunado al tenerte.
Yo: ¿Enserio?
Bill: Sí. No me quería separar de
ti cuando llegaste. Quería estar contigo a cada rato, pero no podía porque
debía saludar los demás.
Yo: Jajajajajaaa… Andreas
mencionó eso.
Bill: ¿A sí?
Yo: Dijo que eras capaz de
follarme sobre cada invitado si se pudiera.
Bill: (Se sonrojó sonriendo
adorablemente) Ese Andreas… no le hagas caso.
Yo: Lo sé, por eso no le tomé
demasiada importancia.
Bill: Aunque ahora que lo pienso…
quizás te habría follado frente a ellos, no encima de…
Yo: ¡Bill! (exclamé separándome
de él pero aún con sus brazos en mi cintura, tomé sus manos y me sorprendió
sentir cuán frías estaban) oye estás muy frío.
Bill: Sólo las manos, de a poco
se me calentarán.
Tomé sus manos entre las mías y
tras besar sus nudillos uno a uno, las puse en mi cuello, donde estarían
ocultas con mi cabello. Bill me miraba de una manera muy profunda como si
desnudara mi alma. Aún nos mecíamos pero ya no girábamos, besó mis sienes sin
mover sus manos de donde las dejé y luego mis labios antes de unir nuestras
frentes. Puse mis manos bajo su camiseta sintiendo la dura piel de su espalda
bajo mis dedos.
Bill: (Name), yo…
Yo: Feliz cumpleaños, Bill
(susurré memorizando cada milímetro de su rostro).
Bill: Mi cumpleaños es feliz
gracias a ti.
Yo: No, es gracias a todos los
que vinieron a festejarlo con ustedes.
Bill: No. Yo sé lo que digo… es
feliz porque estoy con la mujer que más amo en el mundo, no, en el universo
entero.
Las cosas se complicaban
demasiado con cada palabra que Bill me decía. Temía por la dimensión de la herida que se formaba en mi pecho, que
se volviera a abrir ese doloroso agujero y que alcanzara el doble de su tamaño
a penas me fuera de la vida de Bill, no, a penas desapareciera para siempre.
Esto lo hacía por él, debía recordarlo. Por él y su familia.
Besó mis labios cargando con
ellos sus propios sentimientos y felicidad. Sentía el calor de ellos derretir
los míos o simplemente prenderlos sensibilizando mi piel. Todo revivía en mí
cuando lo tenía cerca, y extrañamente sentía algo tomar vida en mi vientre como
si me diera más vitalidad de lo que ya tengo. Sus dientes mordieron mis labios
con malicia, hinchándolos y enrojeciéndolos. Acerqué su cuerpo al mío subiendo
mis manos en su espalda hasta que nuestros pechos estuvieron presionados y nuestros
pálpitos se hacían tangibles a través de nuestra piel.
Bill: Tú… eres… mi mejor… regalo
(dijo entre besos acercando sus manos a mis mejillas calientes).
Yo: Bill (susurré su nombre sin
abrir los ojos como si fuera un himno).
Su lengua delineó mis labios
abriéndose paso entre ellos, y aprovechando un suspiro de mi boca, se introdujo
en ella. Mi lengua fue a recibir la suya con movimientos lentos en comparación
con los suyos. Tragué la saliva que su lengua depositaba a medida que ésta
invadía el territorio de mi boca. Me aferré al borde de sus pantalones
enganchando el cinturón en mis dedos a medida que sus besos se hacían más
ardientes e incendiaban mi libido, más apasionados y menos suaves. Rindiéndome
ante Bill, jadeé en busca de aire frío y revitalizador, su boca se deslizó a mi
cuello, mordiéndolo con saña, lamiéndolo y depositando su aliento frío para
escandalizar mi piel ya sensible. Y lo lograba. Me sujeté en sus oblicuos
notando que no podía mantener mi equilibrio estable con sus labios sobre mi
piel.
Tanteó por mi espalda hasta
encontrar el cierre de mi vestido y bajarlo a un paso que parecía
extremadamente perezoso. Me volteé para agilizarlo dejando tomo mi cabello a un
lado. Sus manos tocaron cada nueva piel que quedaba libre a sus ojos, ya no
estaban frías sino que ardían bajo su tacto. Besó en donde antes había
depositado mordeduras juguetonas logrando acabar con el viaje del cierre hasta
mi cola.
Bill: Invasora… (Murmuró con su
voz ronca y sus dientes en el lóbulo de mi oído).
Yo: ¿Hummm?
Bill: ¿Qué me has hecho?... me
tienes completamente hipnotizado.
Yo: ¿Hipnotizado? (murmuré
sonriendo ante su extraña elección de palabras).
Bill: Sí, me has cautivado desde
que te vi en Las Maldivas. Realmente me encantas, (name). Me fascinas cada días
más.
Bajó con suavidad mi vestido
hasta mi cintura, ahí, puse mis manos sobre las suyas y continué con el
tormentoso descenso hasta que el vestido cayó a mis pies dejando sus faldas
extendidas como una flor en donde yo era el centro. Escuché cómo se quitaba su
casaca de cuero y su camiseta, agitando los collares en su pecho, uno de ellos,
era el que le di. Me dio la media vuelta observándome en ropa interior negra,
contemplándome de pies a cabeza como yo a él.
Bill: Hermosa como sólo tú sabes,
(name). A tu propia manera (susurró acariciando cada palabra con sus labios y
lengua como si fuera una oda de Neruda).
Yo: Pero no quiero opacar al
cumpleañero (sonreí guiñándole un ojo).
Bill: Qué lamentable, ya lo
hiciste (hizo un puchero negando con la cabeza).
Yo: Es imposible opacar a una
estrella de rock, porque saben brillar como sólo ellos lo saben hacer, así que
no digas más que…
Interrumpió mi sermón empujando
su lengua a mi boca como una desesperada. Salí fuera de mis botines en un abrir
y cerrar de ojos volviéndome un poco más pequeña para él. Bill salió de sus
zapatillas grises y sus calcetines dándome una vista completamente sexy de toda
su anatomía perfecta, marcada y bronceada. Odiaba saber que tendría que
alejarme de su calidez, protección y contacto, pero odiaba aún más el saber que
seguramente encontraría a otra mujer a quien amar y entregarle su cuerpo con
más intensidad que a mí. Me destrozaría el alma verlo con otra persona, saber
que sus besos ya no me corresponden y que cada palabra no irá dirigida a mí.
Bill: ¿En qué piensas? Te vez muy
distraída (levantó mi barbilla para contemplarme con claridad).
Yo: Pienso en que seguramente
algún día te enamorarás de alguien más.
Bill: ¿Por qué piensas eso?
Yo: Simplemente pasó por mi
cabeza y…
Bill: Tonterías. Si me volviera a
enamorar, esa mujer tendría que ser mejor que tú y seguramente superar a la
Invasora. Y como dudo que exista alguien mejor para mí que tú, dudo enamorarme
de nuevo. Yo no olvido con facilidad, (name). Ten en cuenta eso antes de pensar
tonterías.
Yo: Pero crees en el amor a
primera vista y es tipo de amor se…
Bill: Oye (me interrumpió
sellando mis labios con un dedo), tú eres mi amor a primera vista. Nadie nunca
podrá serlo porque tú eres mis ojos. Entiéndelo.
Nos empujó a su cama abrazando mi
cintura y haciéndome soltar un gritito de sorpresa. Nos reímos más cuando noté
el peso del cuerpo de Bill sobre mí aplastando mi respiración y ocasionándome
cosquillas con la hebilla fría de su cinturón. Separé mis piernas a cada lado
de su cuerpo y Bill se enderezó equilibrando su peso con sus rodillas y codos.
Subiendo hasta dejar su rostro a la altura del mío. Callamos nuestras risas a
penas notamos nuestras miradas enlazadas y aprisionadas en las del otro, notaba
cada detalle y movimiento de sus pupilas e iris viendo que me mostraba en ellas
como un reflejo en el agua.
Bill: Odio necesitarte tanto,
(name).
Me dolió. Sus palabras fueron
como una flecha atravesando mis pulmones y mi corazón. Pero no me dio tiempo
para reaccionar bastante cuando su boca se encontró nuevamente junto a la mía
afirmando sus palabras con caricias rudas y profundas que erizaban mi piel.
Sentía algo encenderse dentro de mi cuerpo, una llama ardiendo quizás, pero me
vi obligada a aferrarme a él, al tatuaje de su costado y su espalda caliente, a
sus músculos tensos que evitaban aplastarme. Sus labios suaves y cálidos
devoraban mi boca como si fuera un oasis en medio de un desierto, bebían mi
saliva y adoraban los suaves movimientos de mi lengua cuando se juntaba con la
suya.
Sus manos bajaron hasta el broche
de mi sostén de encaje cuando levanté lo suficiente mi espalda para darles el
permiso que necesitaban. Sentí el casi mudo “clic” al desabrocharse y levanté
mis brazos lo suficiente para que deslizara los tirantes fuera de ellos. Jadeé
al sentir su suspiro frío sobre una de ellos y cerré los ojos notando que mi
piel parecía necesitar de aquel contacto que sólo él podía satisfacer. No me
dio tiempo suficiente para recomponerme cuando noté que enganchaba sus dedos en
las medias negras, bajándolas lentamente… pierna por pierna. Besó mis muslos
alargando la tortura de ser saciada y haciendo más intenso el doloroso pero
exquisito tirón en la parte baja de mi vientre. ¿Qué más quería? Estaba
totalmente húmeda, hadeante, excitada y adolorida por él. Bill sabía cómo
manejar cada partícula de mi cuerpo, dónde tocar y cómo, dónde besar y cuándo
sonreír, cómo hablar y dónde. Él era el titiritero y yo su simple juguete.
Deslizó su lengua y sus labios
donde mi rodilla izquierda hasta el empeine de mi pie deslizando (¡Por fin!) la
media fuera de él para luego repetir el proceso por el segundo. Tiró la fina
prenda detrás de él y abrió mis rodillas flectadas con una sonrisa que quemaría
hasta al mismísimo Sol.
Bill: Amo mi regalo de
cumpleaños, Invasora. Realmente lo estoy disfrutando al máximo.
Yo: Ah… (Jadeé poniendo mis
brazos sobre mi cabeza).
Bill: Creo que hasta las bragas
de encaje me encantan, en especial si tapan esa zona tan mía… y sólo mía.
No sé cómo se deshizo de ella,
porque me costaba mantener la vista atenta a sus movimientos. Escuché que se
quitaba sus pantalones y luego lo vi totalmente desnudo frente a mí… sobre mí.
Mis caderas se movieron involuntariamente al notar su miembro cerca de mi
entrada. Tomó mis manos en las suyas enlazando nuestros dedos sobre mi cabeza y
comenzó a besar mis mejillas, cuello y oídos, evitando mi boca que rogaba por
él entre suspiros ahogados. Mis pechos se aliviaron al sentir el contacto con
el suyo pero no duró lo suficiente ya que su boca se adueñó de ellos haciendo
que mi espalda se arqueara para recibirlo y que mis rodillas temblaran entre su
cuerpo. Un gemido de placer y dolor salió de mis labios cuando mordió duramente
uno de mis pezones estirándolo y retorciéndolo con malicia. Traté de alejarlo
pero sus manos sujetaron las mías con fuerza. Repitió lo mismo con el otro
sonrosando mis pechos e hinchándolos bajo su tacto.
Luego los besó, lamiéndolos
lentamente asegurándose que quedaran bien humectados con su saliva y volvió a
estirar uno de ellos con maldad y salvajismo. Luego lo sentí. Aquel intenso
tirón bajo mi vientre cubrió todo mi cuerpo cegándolo de sensaciones
indescriptibles para luego liberarse con un gemido que los labios de Bill
ahogaron. Notaba lágrimas contenidas desbordarse de mis ojos y mis músculos
como gelatina.
Bill: Nuevas experiencias para
empezar un nuevo año de vida (murmuró sonriendo satisfecho por lo que había
logrado en mí).
Yo: ¿Dónde… lo aprendiste? (jadeé
tras sentir las última réplicas).
Bill: No se aprende. Es instinto.
Yo: ¿Orgasmos en base al dolor?
Bill: Instinto suena mejor.
Yo: ¿Instintos?
Bill: Aunque no lo creas, estoy
tan sincronizado con tu cuerpo que sé lo que quiere y cómo dárselo.
Yo: Eso es nuevo (murmuré
impresionada ante su descubrimiento).
Bill: Simplemente lo conozco,
(name). He aprendido a conocerlo muy bien desde que te vi por primera vez.
Yo: Si lo conoces, ¿qué es lo que
te dice ahora?
Bill: No dice nada. Simplemente
me quiere a mí.
Nuevamente las sensaciones se
despertaron en mí como una serpiente ante la canción de su flautista. Fui a por
sus labios sintiendo una nueva llama en mi vientre expandiéndose a todo mi
cuerpo despertando intensas emociones y escalofríos. Soltó un gruñido cuando
sus besos se volvieron salvajes mordiendo mis labios y peleando con mi lengua
por él espacio de mi boca. Lo sentía cerca, su miembro rozaba mi entrada
convirtiendo la espera en una tortura exquisita. Deslicé mis manos a su pecho,
sintiendo cada relieve bajo la yema de sus dedos. Gimió dentro del beso y fui a
por sus glúteos apretándolos y subiendo a su espalda.
Bill: (Name).
Jadeó unas cuantas veces mi
nombre y me penetró con la suavidad de un suspiro. Era exquisito e
indescriptible, como si necesitaras llenar ese vacío para sentirte completa, un
vacío que sólo Bill podía llenar a la perfección. Nos observamos sin movernos
conectando nuestros pensamientos y mirando la piel escarchada del otro. Bill
tenía los labios rosados con tantos besos, mordidas y lamidas, quizás los míos
estaban igual que los suyos. Comenzó a moverse dentro de mi con movimientos
suaves que hacían ecos en el interior de mi vientre bajo y me hacían gemir,
luego salía y volvía a recibirlo con mis piernas a cada lado de él.
Hundí mis uñas en su espalda
cuando embestía y él siseaba algo inentendible sin detener el avance brusco y
agresivo de ellas por su piel. Tomó mis caderas entre sus manos levantándolas
cuando iba a por mí logrando mayores sensaciones para ambos. Mis manos se
resbalaban por su espalda notando el sudor entre mis dedos. Entrecerré los ojos
al notar su aliento en mi cuello cuando apoyó su cabeza a un lado de la mía.
Jadeaba, gemía, siseaba, gruñía y murmuraba con una voz extremadamente ronca mi
nombre.
Sólo de una cosa estaba segura;
me dolía el alma dejarlo ahora.
Mis ojos picaban de tan sólo
pensar en que debía guardar ésta noche como un tesoro muy valioso en mi
memoria. Las sensaciones crecían en mí al ritmo en que las embestidas se hacían
más fuertes y rápidas. Mis caderas se levantaban en contra de mi voluntad para recibirlo,
mis labios estaban secos de tanto gemir y lágrimas empapaban mis mejillas
mezclándose con el sudor de mis cabellos.
Bill: ¿Estás…? (gimió observando
con el café líquido y brillante en sus ojos).
Yo: Ah… sí.
Bill: Te… amo demasiado… (name).
Sus palabras finales fueron las
que derrumbaron mi torre de placer. Los escalofríos y corrientes eléctricas
corrieron por mi piel y todo lo que pude hacer para no desplomarme en aquel
abismo fue enganchar mis dedos en la espalda de él. Sentí el interior de mi
vientre lleno de la esencia de Bill y susurré su nombre antes de abrir los ojos
y notar que él también había alcanzado el orgasmo y ahora descansaba su cabeza
entre mis pechos. Enredé mis dedos entre sus cabellos húmedos al tiempo que
enredaba sus brazos en mi cintura y sus piernas con las mías. Sus ojos estaban
cerrados y su respiración poco a poco se calmaba.
Bill: Eres hermosa, (name). Jamás
me cansaré de ti ni me enamoraré de otra persona.
Yo: ¿Te gustó tu regalo de
cumpleaños?
Bill: Jamás me lo quitaré del
cuello, lo juro. Y me gustó más la segunda parte… creo que fue mi favorita.
Yo: Lo suponía.
Bill: Hmm… me quedaré dormido si
sigues jugando con mi cabello.
Yo: Antes lo tenías largo… ¿no lo
extrañas?
Bill: Planeo dejármelo crecer.
Yo: Ah…
Bill:¿No te gusta la idea?
Yo: Claro que me gusta, es sólo
que me cuesta imaginarte con el pelo largo.
Bill: Será igual que cuando tenía
dieciocho, sólo que rubio.
Yo: En ese caso, te verás muy
guapo, Kaulitz… ¿oye?
Bill: Dime.
Yo: ¿Qué dijo tu madre cuando se
despidió?
Bill: Ah… es una antigua
bendición familiar. Se les dice a las parejas para que estén siempre unidos por
el destino.
Yo: ¿Y qué te dijo?
Bill: (Me observó directamente a
los ojos y sonrió suavemente)”Benditos,
unidos, amados, protegidos… por siempre y más allá del para siempre”.
Yo: Oh…
Bill: Sí, “oh”… tus heridas ya
están sanando.
Yo: Sólo quedan unas costras que
pican.
Bill: No te las quites o volverá
a salir sangre.
Yo: No lo haré, papá.
Bill: Te quedarán cicatrices.
Yo: Son removibles con cremas o
tratamientos dérmicos.
Bill: ¿Segura?
Yo: Sí. Si no fuera así, me
verías como una muñeca de trapo.
Bill: ¿Ya no sientes dolor cuando
te lastimas?
Yo: Claro que sí lo siento. Pero
cuando estás en medio de una misión o frente a tu enemigo, no hay lugares ni
tiempo para sanarlas.
Bill: ¿Y no sería mejor que
usaras escudos o algo así para no terminar tajeada?
Yo: Necesito sentirme liviana
para ser más ágil.
Tras unos minutos, me puse de
boca abajo cerrando mis ojos y rogando para que cada segundo pasara lentamente
y evitar lo inevitable. Bill pesaba mi espalda y acariciaba las cicatrices con
la yema de sus dedos. Sentía su respiración chocar contra mi piel regándola de
su aroma suave. Las sabanas nos cubrían a ambos, nuestras piernas estaban
enredadas y nuestros cuerpos yacían juntos en nuestro último nido de amor.
Extrañaría su risa, sus suspiros,
su voz susurrando mi nombre, aquellos ojos quemando los míos y
empequeñeciéndome, sus labios rozando los míos y susurrando bajo mi piel mil
palabras hermosas, sus manos tocando mi cuerpo y llenándolo de sensaciones
maravillosas. Era como acabar con una primavera llena de mariposas, flores,
corazones y días soleados para cambiarla por un verano seco, caluroso y sin
agua.
-Te amo –murmuró.
Me obligué a sonreír tragando el
nudo en mi garganta. Me acurruqué a su lado poniendo una mano en su corazón y
sintiendo sus brazos enrollarse en mi cuerpo como si no me quisiera dejar ir.
Sabía que pronto se dormiría, sólo era cuestión de tiempo y luego podría irme y
dejarlo a salvo de mis fantasmas. Apoyé mi cabeza en su hombro inhalando del
aroma puro y adictivo concentrado en su cuello, simplemente quería guardarlo en
mi memoria para siempre o por el tiempo en que estuviera lejos de él. Su mano
cubrió la mía y se quedó inmóvil a mi lado. Cerré los ojos escuchando el suave
respirar y cada vez más lento, esperando la hora de abandonarlo. Debían ser
como las cinco de la madrugada, o seis… el vuelo salía a las nueve de la
mañana.
Pasadas unas horas y cuando su
respiración de volvió lenta y profunda, me separé de él vistiéndome en silencio
sin despegar mi mirada de su cuerpo. Saqué las pocas prendas que tenía en su
cuarto y las guardé en un bolso pequeño. Cogí un papel y un lápiz, escribiendo
mis últimas palabras… las últimas palabras para el amor de mi vida. Deposité la
nota en la mesita de noche y besé sus labios por última vez, dejando un último
rastro de mí en él. Obligué a mis ojos a despegarse de él, pero a cambio una
lágrima cayó en su mejilla haciendo que soltada un gemido dentro de sus sueños.
Tomé mis cosas en silencio, y caminé entre la oscuridad fuera de su cuarto.
Ya afuera, arrastré la moto
apagada hasta afuera de la casa, y lejos de la cuadra de la casa de los
Kaulitz. Sentía una mirada de lejos, sin embargo la ignoré sabiendo que podía
ser cualquier persona. Observé la hora. Seis treinta de la mañana. Encendí la
moto recobrando la compostura y repitiéndome que esto era para mejor y por el bien
de ellos.
Los mejor era que ellos siguieran
siendo músicos.
Lo mejor era que yo siguiera
siendo la Invasora.
...Lo mejor era que la vida
siguiera.