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jueves, 28 de febrero de 2013

Capitulo 47 parte 2/2 (Segunda Temporada)


NARRAS TÚ

Yo: ¿Qué es este lugar?

Xxx: Una antigua oficina federal cuyo uso es disfuncional.

Antes de ingresar, un gorila calvo y vestido de negro de unos dos metros me toqueteó asegurándose de quitar mi arma y dejarme limpia. El ambiente apestaba a aceite quemado y grasa, o quizás como carne descompuesta. Los tipos de las camionetas me rodeaban tensos y concentrados en cada uno de mis movimientos esperando a que atacara en cualquier instante a uno de ellos. No lo haría, no ahora que soy una minoría y quiero llegar al núcleo del asunto… además de ser un plan suicida. Avanzamos por pasillos fríos y casi oscuros. Cada puerta estaba cerrada y las paredes estaban manchadas con manos y tierra. Realmente era escalofriante, pero ya estaba acostumbrada a escenarios así e incluso peores por lo que me dediqué a hacer un mapa mental del pasillo por el que caminábamos.

Miles de preguntas surgían en mi mente a borbotones con cada paso que daba; ¿Era este mi final? ¿Estará bien Bill? ¿Irá todo bien? ¿Andy habrá avisado a Pantera? ¿Quién estaría detrás de todo esto? ¿Qué me harán? ¿Cómo saldré de esto? ¿Qué quieren? ¿Acaso son de alguna mafia enemiga? ¡Dios! Quería tener respuestas lo más pronto posible y ver si tengo la opción de vivir o de luchar por seguir viva.

Xxx: Baja (ordenó uno de los gorilas que me seguían).

Tenía puesta unas esposas para pulgares y otras para muñecas, lo que era una completa exageración sabiendo que no estaba armada y estaba completamente sola. ¿Acaso temían a que hiciera un movimiento de defensa personal? Pues aún no planeaba ejecutar ningún truco porque no sabía cuántos eran. Bajé el último peldaño de la escalera y otros gorilas me tomaron de los brazos y me llevaron a un pasillo más estrecho e iluminado que daba a una puerta gris de madera. La abrieron justo en el momento en que mi mente pensaba en las cosas que podría tener a mi favor. Mi vista se acostumbró a la lúgubre luz de un espacio caótico donde todo lo que veía era un  fierro de hierro cuyos extremos estaban entre dos murallas paralelas sin arnés o cadenas,  una mesa con su silla y otra puerta tras la silla. Los gorilas que me seguían al llegar desaparecieron de mi vista y los del subterráneo avisaron que yo estaba acá.

Esto dolería, no sé si sería una muerte retorcidamente lenta, pero ya me imaginaba las próximas escenas.

La puerta frente a mí se abrió y tras ella, dos mujeres salieron, siendo una de ellas una renovada y maquiavélica versión de Lisbeth, la espía que se había ido a Argelia tras hacer de mi vida un caos y separarme de Bill. Conocía esa mirada que avariciaba sangre en sus ojos, esa mirada que reflejaba los deseos de una traidora y envidiosa. Junto a ella, una mujer vestida de negro y mirada insegura se avergonzaba de mirarme directamente a los ojos, era una sumisa por donde se le viera, sin embargo no se me hacía familiar.

Lisbeth: ¡Tiempo sin vernos!

Yo: Pensé que ya habías muerto… siempre fuiste la de menor resistencia.

Lisbeth: Si quieres justificar tus deseos de matar a quien se pusiera frente a ti, lo estás haciendo mal.

Yo: No me estoy justificando, no lo necesito hacer frente a ti. Sólo soy sincera porque es lo que dice tu historial.

Lisbeth: Es ilegal el acceso a los archivos de otro espía.

Yo: Pantera los expuso… está creando una ley de transparencia… independiente.

Lisbeth: ¿Ley de transparencia? (parecía sorprendida dentro de todas esa capas de maquillaje por lo que aproveché la pequeña y casi inservible ventaja, a fin de cuentas lo que le decía era verdad).

Yo: Claro. Es un método que usa para que todos nos conozcamos mencionando ventajas y desventajas posibles. Quizás es algo cruel pero realmente sirve para que los nuevos se esmeren. Y eso no es todo. Pantera quiso que fuese como una competencia por ser el mejor así que en vez de ordenarlos por apellido, los ordenó por logros y méritos alcanzados.

Lisbeth: Muy práctico para que los demás se fijaran metas.

Yo: Sí. A pesar de que algunos se destacan más por sus debilidades (sonreí burlándome de ella en su propia cara).

Lisbeth: Pues tú estás a un paso de marcar un punto a mi favor, (name). Seguramente en tu historial aparecerá como frase final “murió en manos de Lisbeth por débil”.

Yo: ¿”Débil”? Muchos saben -por no decir toda la mafia- que tú eres una traidora, una cobarde y enfermiza. Si muero, no quedaré mal ante nadie.

Lisbeth: Pues prepárate, entonces (sonrió a sus anchas y miró a la mujer que la acompañaba). Dina, ella fue quien mató a tu prometido, cariño. Ella es la Invasora, la más buscada por los aliados de tu prometido.

Dina. Así que así se llamaba  la mujer cuyos ojos huían de los míos, no obstante inesperadamente su mirada parda se posó en la mía derramando anchas lágrimas que fueron borradas con sus dedos en un frenético movimiento.



NARRA DINA

Ella era. Pero no parecía serlo. A juzgar por su rostro, debía tener unos diecinueve años, perfectamente podría ser mi hermana menor, sin embargo las imágenes del cuerpo desangrado de mi querido señor White se introducían en el agujero negro de mi pecho agarrándolo y haciendo que doliera demasiado. Aquella chiquilla de ojos marrones y cabellos largos fue quien me lo quitó de mis brazos, le arrebató la vida y… no, ella no tenía perdón de Dios.

Ella era la famosa Invasora que Lisbeth no ha parado de nombrar desde que me conoció y me encontró luego del funeral de mi amado Jeff. Pero se veía tan indefensa e inocente que costaba creer que tuviera sus manos salpicadas con la sangre de mi prometido, estaba indefensa y en cualquier momento podía enterrarle la daga oculta entre mis ropas, ¿soy capaz de matarla? Va contra mis creencias a pesar de las ganas de vengar la muerte del único hombre que me amó. Vi sus muñecas rojas y sus pulgares casi morados por la presión nata de las esposas, según Lisbeth, ella ha matado a demasiados inocentes incluyendo niños. Lo dudaba, mi subconsciente preguntaba por la verdadera historia tras esos ojos que dicen conocer demasiado.
Levanté nuevamente la mirada al escuchar el sonido de las cadenas en la barra de hierro y vi que los tipos que seguían a mi Jeff la elevaban lo suficiente como ser atadas de brazos a la cadena. Un movimiento más en sus brazos y el metal se enterraría en sus pulgares y muñecas. ¿Qué pasa que no forcejea como Lisbeth aseguró que haría? ¿Por qué no escapaba y huía de ésta mujer casi chillona? Su cuerpo se balanceaba y sus botas no tocaban el piso, miré nuevamente a los guardias de la entrada intimidándolos lo suficiente como para hacerlos retroceder.

Esto lo hago por ti, mi querido señor White.

Yo: Eres demasiado joven para matar, Invasora (ella me miró como si fuera algo nuevo en su vista, sequé un lágrima que caía por mi mejilla y volví a observar su rostro). ¿Cuál es tu verdadero nombre?

Invasora: ¿Acaso importa? (estaba a la defensiva, vi sus manos colgadas y en un corría un pequeño hilo de sangre). Todos me dicen como quieren así que no hay una diferencia entre mi nombre y…

Lisbeth: (Name), así se llama.

Name: Sigues igual, Lisbeth. Toda una zorrita.

Lisbeth: Lo sé y no lo niego… ¿Por qué he de cambiar?
Yo: (Ignoré los comentarios de la mujer que me trajo y me puse frente a ella) Es un lindo nombre, (name).

Name: ¿Por qué no haces preguntas en vez de comentarios? Es que me pones los pelos de punta y prefiero que empieces ya con…

Yo: ¿Por qué lo hiciste? (murmuré controlando el impulso de herirla).

Name: No te conozco y no sé quién era tu prometido.

Lisbeth: ¿Le refresco la memoria, Dina?

La observé quieta en el preciso momento en que uno de los hombres de la entrada le entregaba una fusta negra. (Name) no la vio ni reaccionó demasiado cuando rompieron con una cuchilla sus prendas, era como si ya estuviera lista para lo que venía, como si supiera que sería lastimada. ¿Cuán preparada podía estar una espía para el dolor? ¿Acaso conocía los límites de su propio cuerpo? Esperaba que suplicara que la liberaran, que la dejaran tranquila o que prometa obedecer todo lo que Lisbeth ordenara. Nunca he visto a nadie hacer esto, jamás asistí a las sesiones de torturas de la mafia de Jeff y mucho menos he visto la muerte con mis propios ojos. Mi prometido se encargó de cegarme de su mafia.

Retrocedí horrorizada al ver cómo Lisbeth separaba las ropas y le azotaba la espalda descubierta con la fusta delgada y firme. Sus ojos destellaban maldad y oscuras intenciones, una sed de venganza y rencor acumulado, el peor de los matices. (Name) no gritó pero su cara se contrajo lo suficiente como para saber cuánto había dolido. Sentí escalofríos recorriendo mi espina dorsal, unas enfermizas ganas de abandonar este lugar y hacer como si esto fuese un mal sueño. ¿Cómo podía hacer esto sin sentirse mal en lo absoluto? ¿no tenía cargo de consciencia? En cuanto Lisbeth se detuvo tras ocho latigazos, volví a ponerme frente a (name), quien me observaba con ojos vacíos, como si llevara un agotamiento intenso en su mente y cuerpo.

Yo: Jeff White… ¿te suena? (murmuré levantando la mirada).

Me observó detenidamente y su rostro se puso pálido de un instante a otro, sus labios se entreabrieron y emitieron un suspiro antes de sentir nuevamente la fusta contra sus músculos. En ningún momento dejó de  observarme sin importar cuánto le doliese. Levanté mi mano a los tres azotes indicándole a Lisbeth que parara y volví a armarme de valor.

Yo: Nos casaríamos al inicio de la primavera, (name). Y tú… me lo arrebataste sin razón alguna.

Name: Obedezco ordenes de mi superior, señora. Soy un simple peón más en la mafia.

Lisbeth: Sin embargo tenías ventaja ante Pantera y él decidió nombrarte su propia hija.

Name: No dependía de mí, Lisbeth. Era menor de edad y esos documentos ya caducaron.

Lisbeth: ¡Él se niega a nombrarme su hija por tú culpa!

La rabia cegaba la mente de Lisbeth y siguió estampando la fusta en su cuerpo. No sabía qué hacer o qué decirle para que se detuviera de una vez. Los hombres de la entrada observaban estáticos al igual que yo. Y a medida que se cansaba, (name) parecía estar aún más ausente por mucho que sus ojos observaban los míos. ¿Estaba muriéndose? No creo que alguien muera a base de latigazos. Observé el piso salpicado con su sangre y luego miré a Lisbeth, quien ahora lloraba a lágrima viva. Sí, se podía morir a latigazos.

Lisbeth: ¡Me arruinaste la vida! Argelia fue una completa tortura desde que me bajé del avión. ¿Por qué yo y no tú? Pantera me usó como intercambio con otra mafia en donde yo era la única mujer y ellos eran unos completos machistas. Le dije a Solarin de lo tuyo con Bill y él se encogió de hombros diciéndome que tú hacías lo que querías con tu vida sabiendo perfectamente que estabas rompiendo las normas al estar con alguien sin basarse en una alianza entre mafias. ¡Él te prefiere a ti antes que a muchos! Y… y por mucho que me esfuerce, tú… siempre estás sobre mí.

Dios santo. La Invasora no le había hecho nada malo a Lisbeth y aun así se dejaba lastimar por ella. Lisbeth la envidiaba por ser mejor que ella, por destacarse y ser la mejor espía. Ése era el comportamiento de una joven con estigmas sociales que poco a poco fueron tomando fuerza y la cegaron de todo. Sentía pena por ella, por ese rencor que cargaba y por solucionar las cosas de una manera totalmente errónea. Me senté en la única silla de la habitación viendo frente a mí a los guardias mirándome con preocupación y cansancio… quizás era porque llevábamos demasiado tiempo acá, torturándola. Ellos esperaban una orden que aún no salía de mis labios. Desde donde estaba, podía ver las gruesas líneas marcadas en la piel de la Invasora, algunas de ellas sangraban pero ninguna se veía lo suficientemente profunda, aún así, si yo fuera ella, estaría gritando a mares que me dejaran ir. ¿Realmente sentía dolor? Lisbeth paró alejándose un poco y esperando una acción mía. Suspiré agarrotada. Volví a pararme y ponerme frente a ella, quien ahora me miraba consciente y alerta, ya fuera de su reciente trance.

Yo: ¿Por qué lo hiciste?

Name: ¿Hacer… qué?

Yo: Matarlo (elevé la voz con firmeza prometiéndome no caer en su juego de palabras).

Name: Ah… él me mató en vida, Dina (susurró y sus ojos brillantes me atravesaron).
Yo: ¿A qué te refieres?

Name: ¿Tienes hijos… de él? (murmuró jadeando y noté cómo gotas de sudor caían por sus sienes debido a su autocontrol, era realmente impresionante).

Yo: Sólo uno (imité su tono de voz recordando la carita tan feliz de mi pequeño Constantine) ¿Por qué?

Name: Tú tienes lo que me quitó (sonrió débilmente con dulzura en su voz e ignorando el dolor mientras Lisbeth me miraba expectante).

Yo: ¿Un hijo?

Name: No. La capacidad de tenerlo.

Esto era demasiado y sobrepasaba todo lo que yo creía malo. Me estaba dirigiendo a una dimensión desconocida en la que no sabía si estaba bien adentrarse. En sus ojos marrones, no había ni una pizca de mentiras y a decir por la casi invisible lágrima que recorrió su mejilla y dio a parar al piso, el dolor que llevaba en ella era intenso. Eran palabras de decir y no creer, pero los instintos femeninos y maternos no engañaban. ¿Cómo era posible que un hombre tan encantador y preocupado dejase infértil a una muchacha? Mi Jeff, el Jeff que conocí no era capaz ni de matar una mosca. ¿Acaso no lo conocí bien en su faceta de mafioso? No, nunca me dejó indagar demasiado en sus asuntos personales o laborales.

Lisbeth: ¡Deber ser el Karma, querida! Nunca falla (se rió a carcajadas de algo que realmente no daba risa a nadie, ¿realmente estaba en sus cabales?). Si tuvieras un hijo yo lo mataría luego de encargarme de ti por supuesto.

Yo: (Avancé lentamente hasta la joven encadenada en el preciso momento en que Lisbeth pensaba retomar su venganza, pero esperó al verme nuevamente frente a ella) ¿Crees que fue muy justo acabar con su vida por dejarte infértil? ¿¡Quién te crees!? ¿¡Dios!? No tienes idea delo que es justo o no, (name). Tú puedes adoptar mientras yo cargo con el luto y le digo a mi hijo que su padre fue asesinado, ¿acaso esa es la justicia que buscas? Matas personas sin saber cuántas familias destruyes al hacerlo.

Name: (Me observó expandiendo las comisuras de su boca y mostrando sus dientes, sus ojos siendo ausentes y opacos dieron un aire casi de muerto en vida) Jeff White fue un hijo de puta conmigo. Me violó, torturó y tatuó sin tinta alguna… ¿acaso no fue así contigo? ¿No fuiste alguna vez lo que él llamaba “su musa”?

Yo: Tonterías (gruñí).

Name: De tonterías sé demasiado, pero no bromeo.

Yo: Ya sé que no juegas.

Name: Y si lo sabes bien, entonces no deberías indagar en territorio ajeno. Tú tienes tu vida y yo la mía. Tenemos diferentes cosas con las que cargar.

Yo: Tú fuiste la que te metiste en mi vida al matar a mi prometido.

Name: No. Fuiste tú al buscarme (sonrió aún más mostrando una sombra espeluznante en su mirada, la sonrisa de una asesina y de una espía)… ¿A que no sabías que tu prometido solía frecuentar prostíbulos?

Yo: ¡Mentiras!

Name: ¡No miento!... De hecho fue ahí donde me infiltré para mi misión.

Yo: ¿Qué…?

Name: Bastó una simple mirada inocentona y cayó como tonto.

Yo: ¡MIENTES!

Name: ¿Ah sí? Entonces cuéntame la verdad de sus visitas nocturnas.

De repente, toda esa compasión que llegué a sentir por la Invasora se esfumó. ¿Qué me aseguraba que dijera la verdad? Nada. No se notaban marcas en su cuerpo a pesar de empalidecer ante la primera mención del nombre de mi difunto prometido. Mi Jeff jamás sería capaz de violar o torturar a alguien aunque la haya dejado infértil. Las violaciones no dejan infértil, ni mucho menos las tortura. ¿A qué se refería con lo de “musa”? Debía estar igual de paranoica que Lisbeth a juzgar por su sonrisa ensombrecida y con una singular locura.

Name: El silencio otorga, Dina (presionó las heridas de sus muñecas y más sangre brotó de ellas, pero no se inmutó y su sonrisa siguió dibujada en su rostro). No deberías tratar con una neurótica, con una asesina ni con alguien que conoció el lado más oscuro de tu pareja. Él te prometió corazones y flores sobre sus manos y una pistola en la espalda… típico de locos.

Yo: ¡CÁLLATE!

Agarré la fusta de las manos de Lisbeth y descargué mi ira en ella, recordando el rostro de mi queridísimo Jeff y las noches llenas de lágrimas con cada azote. No me importó que le doliera, que me salpicara su sangre o que estuviera a pasos de una fulminante muerte. Ella no entendía nada, era una simple loca en el lugar equivocado y con una boca suelta y liberal. No me importaba cuán mala fuera cada acción que tomaba contra ella, necesitaba descargar mis rabias y frustraciones tras la muerte de él… necesitaba liberar la maldita carga que contengo día a día tras su muerte.

Cegada por la furia, no tomé importancia a los disparos tras la puerta o a los gritos de Lisbeth hasta que una mano desconocida detuvo mi brazo con fuerza y se adueñó de la fusta tirándola lejos de mi alcance. Observé su rostro sabiendo que era la persona equivocada y que venía a por la Invasora.

Xxx: Si das un solo paso, te mataré.

La amenaza fue directa y seria. Tajante. Me quedé quietísima y observé a mi alrededor con unas náuseas revolviéndose en mi garganta. ¿Este era el mundo de las mafias? ¿Así son sus guerras secretas? Todos, y cada uno de los que se encontraban ahí bajo mi explícita petición estaban tirados en el piso con una posa de sangre destilando de sus cuerpos y un agujero en sus frentes. Todos muertos. ¿Era éste el mundo que Jeff escondía de mí? Sí, lo era. Un mundo oscuro, lleno de pecados, de cadáveres y sangre en donde el dinero y el poder lo eran todo.

Xxx: ¡Hey! (me llamó el tipo y lo observé con ojos asustados) Las llaves de las esposas.

Yo: (Apunté con dedos tiritones a Lisbeth rogando para que mi voz saliera y así no terminar como los que me rodeaban) E-ella…

Xxx: Buena chica. Gracias. ¡Ah!  Si usas esa daga contra nosotros, también morirás.

Otra amenaza. Observé mis zapatos sucios con sangre mientras él pasaba a mi lado y sacaba las llaves que colgaban del cuello de Lisbeth. Me convenía obedecer si no quería dejar a Constantine sin su madre, a pesar de que mis piernas sólo pensaban en huir del lugar y volver a casa con mi hijo. El hombre tomó la silla poniéndola frente a (name) y arrastró la mesa hasta que los pies de ella alcanzaron la base. Se subió a la silla y la desposó. Pide notar una pistola bajo el porta armas de hombro que escondía su chaqueta de cuero oscuro. Ella se desplomó y él alcanzó a tomar su cintura para que no cayera al piso, bajó con cuidado de la silla sin soltarla y lentamente recostó a la Invasora en el piso boca abajo. ¿Estaba viva? ¡Dios mío! Jamás quise acabar con ella cuando me desquité con la fusta.

Xxx: ¡Tenías a todos preocupados! Me llamaron y tomé un vuelo privado desde Rusia además de sobornar al piloto para que se apresurara sin importar que rompiera la barrera del sonido.

Name: ¿Qué hora… es?

Xxx: Seis de la mañana.

El tipo le quitó cada prenda rota sin importale mi presencia e hizo una especie de vendaje alrededor de su espalda. Se quitó la chaqueta y se la puso tapando su torso completamente, luego la ayudó a pararse y subió el cierre de la prenda ocultando cualquier rastro de heridas. (Name) sonrió con sinceridad en sus ojos y murmuró algo en otro idioma, a lo que él también contestó y luego me miraron. Palidecí imaginándome lo peor. Ella de subió a sus espaldas y luego se acercaron. La Invasora sonrió relajada y con un tono de sinceridad en su expresión sin importarle el cansancio que delataba sus ojeras.

Yo: ¿Me… matarás?

Name: (Frunció el seño como si le hubiera dicho alguna tontería) No. No dejaría a un niño sin su madre por muy bestia que sea… acá ves el resultado si lo hiciera.

Oh… no tenía padres. Su sonrisa desapareció al ver la matanza a nuestro alrededor y luego me miró como si fuese la única persona en esta habitación. Sus ojos pestañearon denotando el cansancio tanto físico como mental y apoyó la mejilla en el hombro de quien la sostenía.

Name: Y para que sepas, yo no maté a Jeff White. Cuando lo mataron estaba inconsciente siendo trasladada a un hospital.

Alivio. Confusión. Ansiedad. Arrepentimiento. Culpabilidad. Suciedad.

Tod mezclado en un cuerpo, en el mío. Dejó que la azotaran por casi doce horas por algo que no hizo. Me descargué sobre una víctima como si fuese la culpable. Por primera vez, siento que he cometido el peor error en toda mi vida al dejarme llevar por terceros, por Lisbeth, quien ahora yacía sin vida atrás de mí.

Xxx: Tres cuadras al sur hay más tráfico. Ahí puedes tomar un taxi e irte de este lugar. Bota la fusta o entiérrala para que no aparezcan tus huellas digitales en la escena del crimen.

Por muy bestiales, monstruosos, asesinos y sanguinarios que parecieran, primero eran humanos.

martes, 26 de febrero de 2013

Capitulo 47 parte 1/2 (Segunda Temporada)


Bill: ¡(Name)!

Los tipos empezaron a disparar a todo el departamento, provocando que todo lo que había comprado para llevar una vida normal quedara completamente devastado. No me importaba mucho el valor material, sino el esfuerzo que hice para ganarme ese dinero ensuciando mi cuerpo y mis manos. Sin embargo, ahora sólo me importaba saber qué querían y sacar a Bill con vida y sin ningún rasguño. Corrí sin importarme ser disparada hasta mi cuarto, siendo seguida por disparos en las paredes y objetos. Por suerte las cortinas aún seguían cerradas desde la noche anterior, lo que me ayudó a no mostrar donde estaba. Podía escuchar a Bill llamándome desde la entrada, lo que significaba cierta presión por mantenerlo en el anonimato frente a los atacantes. Abrí las puertas de mi armario sacando dos pistolas y dos municiones para cada una, el GPS, una gorra y unos lentes. Le indiqué a Bill que se callara y así lo hizo sin dejar de verme con el miedo y la preocupación en sus ojos.

Gateé por el piso hasta el primer mueble más cercano en la sala de estar, y guiándome con el reflejo de los lentes vi que se encontraban en el edificio del frente a unos pisos sobre el mío. Tras observar los disparos durante unos momentos iba maniobrando un plan de salida en donde Bill saliera ileso, y cuando creía tener el correcto, aproveché un descuido de mis atacantes al ir a por más municiones y me asomé lo suficiente para contrarrestar. Sin pensar demasiado en dejarlos muertos o no, maté a uno de un tiro preciso en la cabeza y a los otros los dejé heridos en un hombro y el muslo. Con eso pastaría lo suficiente para correr done Bill, y así fue.

Bill: ¿Mataste a alguien? (dijo a penas tomó mi mano).

Yo: Es nuestra vida o la de ellos (farfullé tomando sus palabras). Ahora necesito que te pongas este gorro y estos lentes ya que seguramente te vieron.

Bill: Ok (tomó ambos accesorios y se los puso sin rechistar) ¿y tú?

Yo: Ya me conocen, Bill.

Bajamos por las escaleras hasta el subterráneo, sabiendo que dejarlo preocupado y con los nervios de punta sería la mejor opción para ambos. Nos dirigimos a su auto y a penas abrió la puerta pareció ver que algo cambiaría en su plan mental de mantenernos juntos. Negó con la cabeza y me empujó con su cuerpo al pilar más cercano. Sonreí tratando de calmarlo ya que al verse involucrado en un ataque directo hacia mí persona debía sentirse conmocionado. Puse en sus manos una de las pistolas, su munición y mis documentos.

Yo: Si alguien te sigue, no dudes en disparar ¿vale?

Bill: No puedo dejarte acá sabiendo que estás en peligro.

Yo: Debes hacerlo, Bill. Fui entrenada para esto y sé lo que hago.

Bill: Pero no eres de titanio.

Yo: Lo sé. Soy tan humana como tú y los que me están atacando.

Besé sus labios, consciente de que perdería más tiempo si no se iba. Él me devolvió el beso a sabiendas de que parecía una despedida forzada, y lo era. Lo abracé fuertemente y me solté a la fuerza de sus brazos para no hacer las cosas más difíciles. Subió al auto y bajó la ventana, me acerqué a darle las últimas indicaciones para resguardar su seguridad.

Yo: Saldré primero y después de cinco o siete minutos saldrás tú. Da vueltas por algunas calles poco concurridas si ves que te siguen y distráelos o elúdelos. Si ellos te atacan, usa el arma y trata de no fallar en la puntería, recuerda antes echar el gatillo atrás. Cuando te asegures de estar solo, ve a tu casa y dile a Andy lo sucedido.

Bill: Ok ¿y tú?

Yo: Necesito saber qué quieren y de dónde son (hice una mueca imaginando que no sería muy fácil).

Bill: No lo soltaban con facilidad.

Yo: Lo sé. Bill, si no vuelvo mañana al medio día, dile a Andy que llame a Gaspard.

Bill: ¿Gaspard… Ulliel?

Yo: Si. Nos vemos.

Tomé mi casco, guardé la pistola en mi pantalón y la munición en mi bota. Encendía el motor y partí sin mirar a Bill, como si fuésemos dos desconocidos en el mismo edificio. La luz me cegó por unos instantes y tras uno que otro pestañeo, mis ojos se acostumbraron. En una camioneta blanca seguida de una negra y otra plateada, se encontraban los tres encapuchados heridos, entre ellos el muerto. Claro, ellos me vieron y dieron señales de mi posición. Mi plan, a partir de ahora era improvisado… y viendo que detrás de mi había un tipo apuntándome desde la camioneta negra, estaba entregada a ellos. Un hombre de lentes oscuros se me acercó. Llevaba un chaleco antibalas y una barba falsa.

Xxx: No intente disparar o le irá peor. No trate de escapar porque en su motocicleta hay un rastreador recién adherido. Siga a la camioneta blanca. Si obedece nuestras órdenes, saldrá con vida

Su acento era lineal y muy común de acá. No tenía más alternativas así que asentí y me dispuse a seguir sus órdenes al pie de la letra por el bien de Bill.



NARRA BILL

La escoltaron, no sé dónde ni quiénes. Sólo sé que apenas un tipo se acercó a ella, las reglas del juego habían cambiado y ahora ella debía someterse por ser minoría. Tras verificar que por suerte nadie me seguía, retomé el camino a casa al límite de velocidad establecido, sin embargo con los nervios a flor de piel. Era la primera vez que veía a (name) en el verdadero papel de Invasora, en el rol de espía encubierta disparando a tipos y arriesgando su vida. Por mi mente sólo pasaba aquel día en donde lo nuestro terminó sin saber que estaba herida y se había escapado del hospital. Ahora, siendo más diferente la situación, sólo rogaba para que no se repitiera lo de Pantera, ni le hicieran algo peor.

Andy: Necesito que tomes agua, Bill (dijo señalando el vaso frente a mí cuyo contenido era agua con azúcar).

Por suerte al llegar a casa ambos se encontraban en la sala de estar viendo televisión. Tom a penas me vio supo que algo terrible había pasado y apagó el televisor para escucharme. Les conté con detalles la secuencia de hechos vivida hace unas horas, y como era de esperar, Andy se puso como loca y rompió en llanto. Yo, simplemente aún estaba nervioso y con ganas de recorrer toda California con tal de encontrarla. En cambio Tom, trató de conservar la calma en todo momento actuado como mi pilar y el de Andrea.

Andy: Un vuelo de Rusia hasta acá se demora mínimo unas diez horas, así que Gaspard tendrá que venir ahora en caso de que ella no vuelva a mediodía.

Tom: ¿Y el armamento?

Andy: Llamaré a Pantera para que ponga unas cuantas armas a mi nombre.

Yo: Pero no sabemos dónde está.

Andy: De eso se encargará Pantera y sus ratones tecnológicos.

Tom: Si buscan por las cámaras de seguridad de la casa de (name) podríamos saber quiénes están detrás de todo esto.

Dejé la billetera de (name) sobre la mesa más cercana sabiendo que probablemente esos documentos eran falsos y seguramente los habían hecho en su mafia para protegerla del departamento de seguridad nacional. Andrea llamó a Gaspard, y éste dijo que vendría inmediatamente en el primer vuelo que encontrara a Los Ángeles. No podíamos pedir ayuda a la policía porque cabía la posibilidad de llevarse a la Invasora con ellos e interrogarla sobre lo sucedido a o que la arrestasen por cometer delitos de alta gravedad.  Ahora Andy marcaba el número lleno de códigos internacionales y privados desde un pequeño aparato cuadrado casi del porte de una batería de celular, seguramente las mafias contaban con demasiada tecnología de punta.

Andy: Amatista desde Los Ángeles, California (dijo y presionó el altavoz para que escucháramos).

Xxx: ¡Vaya! Pensé que ya te habías olvidado de este viejo… ¡Qué sorpresa querida!

Andy: Sinceramente lo había hecho hasta que surgió un inconveniente.

Xxx: ¿Ah sí? Bueno, cuéntame y veré qué puedo hacer por ti.

Andy: Es sobre la Invasora, Pantera. No sobre mí.

Pantera: ¿Qué pasó con ella? El pago de la misión de Las Vegas está en su cuenta privada.

Andy: No es sobre dinero. Se la llevaron.

Pantera: ¿Quiénes? (su tono encantador de serpientes acabó y puso uno más gélido y venenoso).

Andy: No lo sé. Hubo un tiroteo en su departamento y ella por proteger a un amigo se entregó a los tipos.

Pantera: ¿Algún detalle?

Andy: Tres camionetas. Una plateada, negra y la otra blanca. Uranio viene en camino.

Pantera: Él se retiró. Ya no sirve.

Andy: Fue el mejor, y sabes que le tiene un cierto aprecio a ella.

Pantera: Registraré las cámaras d seguridad de su locación departamental. Y me contactaré con Stuart para que te envíe algún juguete. Cualquier cosa me llamas, querida.

Andy: Ídem.

Al menos la ayuda poco a poco aumentaba para saber donde se encontraba mi extraña conocida. Odiaba los escalofríos que rondaban por mi cuerpo al recordar las heridas de su última misión… nadie me asegura que no le hagan lo mismo nuevamente o que se desquiten con ella sin tener en cuenta cuán delicado es su cuerpo. No me gustaba quedarme acá esperando a que llegara, prefería ir a buscarla y salvarla de las manos sucias que puedan manchar su cuerpo como el Pintor… realmente necesitaba mantenerla más tiempo a mi lado, y así cuidarla como en todos estos años nadie lo ha hecho.


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Hallo Gurls! Tuve que dividir el capítulo en dos para que leyeran aunque sea un poco del capítulo ya que no alcancé a pasarlo por completo. Planeaba pasarme tooooda la tarde en el pc escribiendo el capítulo, pero surgieron ciertos problemas con el asunto de mis becas universitarias  y acabo de solucionar una parte de éstos.

Sé que no es excusa para no cumplir, pero debía ser sincera con ustedes. Trataré de subirles la segunda parte el martes o el miércoles a más tardar.


Además, he de decir que no quedan demasiados capítulos de ésta temporada, y espero no demorar mucho en los demás ;)


Kusses

Bye//Bye

viernes, 8 de febrero de 2013

Capitulo 46 (Segunda Temporada)


¿Era té? Hm… no. ¿Manzanilla? Esa es más suave que ésta… Daba igual, el olor era exquisito y lo declaraba culpable de hacer que mi estómago rugiera del hambre. Sentí que había dormido tan bien que me llegaba a dar flojera despegarme de las sábanas y preparar el desay… espera, ¿y ese olor? No recordaba haber dejado algo con ese olor en mi cocina o en… ¡Bill Kaulitz!

Giré mi cuerpo y no lo encontré, ni tampoco estaba su ropa o sus cosas. Mierda, sólo esperaba que no se hubiese ido. Mi subconsciente me reprendía diciendo (gritando para ser honestos) que la dueña de casa era quien debía despertar primero y no el invitado. Pero al sentir ruido proveniente de la cocina, supe que seguramente era Bill quien había provocado ese exquisito aroma en el aire, por lo que me apresuré en bañarme y vestirme para estar presentable para él. Me puse un vestido floreado y corto, dejé mi cabello suelto y mojado caer por mi espalda y caminé descalza por el pasillo sintiendo el imparable hambre en mi estómago.

A penas me asomé, vi su espalda lisa y desnuda a plena luz del día, siendo tocada por los rayos del sol de la ventana aún sin cortinas. Podía ver su cabello desordenado y húmedo, ¿tan profundo me dormí como para no escucharlo bañándose? Dios, me sentía como una simple mortal, no como la espía de la mafia que realmente soy. Por suerte aún tenía sus jeans puestos o realmente me daría un infarto y moriría ante su vista. Avancé con pasos lentos y tímidos al asiento más cercano a su vista observándolo de pies a cabeza frente a la cocina haciendo huevos revueltos en un sartén. Me miró a penas sintió que arrastraba la silla y sonrió dejándome observar su dentadura de comercial.

Yo: Buenos días, señor chef sexy y rockero.

Bill: Buenos días, mi amada Invasora. Luces adorable con ese vestido.

Yo: Es para no morir de calor (me excusé y él sonrió burlón sabiendo que no acostumbraba a recibir halagos por la mañana)… Tú también luces adorablemente follable con sólo pantalones ajustados, Bill.

Bill: ¿”Adorablemente follable”? ¿De dónde sacas esas combinaciones descriptivas, (name)?

Yo: De mí alocada cabeza.

Bill: Toma (dijo alcanzándome un tazón multicolor con café fresco).

Yo: ¡Ah! ¡Con que el café me despertó! (¡Claro! ¿Cómo no se me ocurrió antes?) Te juro que huele delicioso.

Bill: Gracias. Es una receta de mamá que perfeccioné a los diecisiete.

Yo: ¿Y desde cuándo sabes cocinar?

Bill: Esto lo puede hacer cualquiera, (name). Y aún no sé cocinar, pero sé hacer spaghettis.

Yo: Eso ya es algo.

Se sentó frente a mí, con su rostro fresco y sonriente como queriendo enamorarme nuevamente… bueno, de hecho ya lo logró desde que nos volvimos a ver. Era la primera vez que desayunaba algo tan delicioso (el cereal con leche, o el té con tostadas a veces aburre) y acompañada, pues las  mañanas solían ser silenciosas en mi departamento. Hablamos de todo; desde los tics nerviosos de la mujer que leía las noticias y que las cámaras trataban de ocultar agregando franjas con el tiempo y otras noticias internacionales, hasta de cómo los cines parecían moteles y lugares de reuniones de club de fanáticas por Twilight y The Lord of the Rings, liberando carcajadas con nuestras burlas y cambios de voces ridículos. Sin embargo, no esperaba que tocara el tema de la noche anterior en ningún momento, sino que lo di por olvidado.

Bill: (Name).

Yo: Dime (dije antes de dar un sorbo a mi café).

Bill: Respecto a lo de anoche yo…

Yo: Olvídalo (sugerí para mejor).

Bill: Simplemente quería decirte que haré todo lo posible para que en unos años más seamos padres. Quizás no ahora debido a que aún somos demasiados jóvenes y tenemos demasiados compromisos laborales… pero me gustaría formar una familia contigo en el futuro y estoy decidido a ello.

Mierda. Eso me dejó helada y con e café a medio terminar. Me conmovía enormemente que siguiera con la idea de la paternidad en la cabeza aún sabiendo que mi estado infértil complicaba las vías naturales y por ende normales. No me imaginaba con un bebé amamantando en mi pecho, pero la idea de ver a Bill con un pequeño humano entre sus brazos siendo balanceado como en las películas, debía ser adorable de ver… no, ¡una delicia para los ojos de cualquiera!

Bill: ¿Dirás algo?

Yo: (Pestañeé retomando mi café casi frío) ¿Algo como qué?

Bill: Refutarme, (name).

Yo: Ah… no lo había pensado.

Bill: ¿Eso quiere decir que aceptas?

Yo: Tarde o temprano terminarás haciendo de las tuyas en mí, señor Kaulitz.

Bill: ¿A sí? (se rió levantando una ceja).

Yo: Siempre logras lo que te propones.

Bill: Querer es poder.

Yo: Eso dicen (le guiñé el ojo pegándole suavemente con mi cuchara fría en el brazo).

Recogí ambas tasas vacías más toda la loza sucia mientras el guardaba el azúcar, la mermelada, etc. Era la primera vez que lo tenía en mi cocina dando vueltas y abriendo y cerrando las despensas preguntando curiosidades como un niño, o simplemente me observaba de lado escrutando cada uno de mis movimientos por más mínimos que fuesen. Al terminar de cerrar la llave, sequé mis manos en su torso desnudo haciendo que encogiera el estómago ante la sorpresa de mis manos frías.

Yo: Será mejor que te vistas si no quieres pescar un resfriado.

Bill: Estoy acostumbrado a L.A.

Yo: ¿Seguro?

Bill: Sí.

Yo: Que conste que te avisé, eh.

Bill: No me enfermaré, (name).

Yo: Ok.

Aún no despegaba las manos de su torso caliente, me sentía como un pedazo de metal atraída a un imán. Bill era mi imán. Delineé el largo y ya extra conocido tatuaje de sus costillas, y pellizqué pequeños pedazos de piel firme y bronceada. Nunca me ha importado el físico en los hombres porque nunca quise estar con uno, y ahora que veía a Bill dejándose toquetear en silencio por mis manos, parecía casi utópico estar con alguien tan perfecto y que me ama. Pienso que las cosas han dado un giro desde que nos conocimos en Las Maldivas, él me cambió y espero haberlo cambiado a él.

Bill: ¿Qué quiere hacer hoy? (susurró acercándose a mi cuerpo y tomando mi cintura).

Yo: (Pestañeé despabilándome de mis pensamientos y apoyé las frente en su pecho)Hm… no sé.

Bill: ¿Quieres salir?

Yo: No.

Bill: ¿Ir al cine?

Yo: No.

Bill: ¿Bailar? ¿Cantar? ¿Gritar? ¿Reír?

Yo: No te gusta bailar, Bill.

Bill: Pero he bailado contigo antes, ¿o no lo recuerdas?

Yo: Si lo recuerdo.

Bill: ¿Entonces qué quieres hacer?

Yo: Quiero hacer nada (dije pisando sus pies largos y descalzos con los míos).

Bill: ¿Nada?

Yo: Quiero “nadar” contigo.

Bill: ¿Nadar de nada? (se rió ante mi ocurrencia lingüística).

Yo: Ajá.

Bill: Vale ¿y cómo se hace eso?

Yo: Se necesita una cama, un televisor, un cantante sexy y alemán sólo con jeans y tatuajes, y… hm… helado.

Bill: ¿Helado? Me encantó la parte en la que tomo participación de algo importante como hacer nada, pero… ¿helado? Ya desayunaste, (name).

Yo: Me gusta ver películas con helado (sonreí o más bien hice una mueca).

Resignado ante mi extraña mezcla, sacó un bol lleno de helado y dos cucharas mientras yo los seguía de vuelta a mi cama. Ordené las sábanas a la rápida, abrí el ventanal para ventilar el cuarto pero dejando las cortinas cerradas y encendí el televisor indicándole dónde estaban las películas. Lo observé sentada desde el centro de la cama esperando su decisión y viendo las muecas extrañas que hacía ante cada película.

Bill: ¿Moulin Rouge?

Yo: Odio el final, siempre me lo salto. Pero es genial la película y sus musicales.

Bill: ¿Búsqueda Implacable?

Yo: Es muy parecida a las cosas que veo en las misiones y aporta ideas.

Bill: ¿Hairspray? Eso no aporta ideas.

Yo: Pero es mejor que High School Musical.

Bill: Cierto… ¿X-men? ¿Te gustan los superhéroes?

Yo: Si.

Bill: ¿Si pudieras tener un poder, cuál sería?

Yo: Creo que controlar el tiempo o leer mentes… ¿tú?

Bill: Volar. Así evitas el tráfico.

Yo: Ése debe ser genial (concordé con él sonriéndole a lo grande).

Bill: Ajá… ¿Piratas del Caribe?

Yo: Amo a Jack Sparrow.

Bill: ¡Agh! Chicas… espera, ¿Transformers? Creo que en esa  coincidimos.

Yo: Es muy buena, y las canciones de Linkin Park son intensas.

Bill: Una vez hablé con ellos.

Yo: ¡Pf! Ventajas de ser famoso.

Bill: Sí, y la verdad es que son muy amistosos y divertidos. El cantante, Chester, me contó que se tatuó su anillo de matrimonio porque en esa época no tenían dinero suficiente para uno de oro o plata.

Yo: Todo un rockero, eh.

Bill: Yo también lo haría si no tuviera suficiente dinero, (name). Y más si es por el amor de mi vida.

Auch, ésa fue una indirecta. ¡Ni si quiera he pensado en el matrimonio! ¡Por Dios, que tengo veinte años recién cumplidos hace medio año! No pretendía casarme tan pronto y pasar de señorita (tu apellido) a señora Kaulitz. Acabábamos de volver y ya hablábamos de lujos y matrimonio… ¡mierda!

Yo: Mañana iré a cortar mi cabello (dije sin pensarlo y observé mis puntas algo quemadas).

Bill: ¿Quieres que te acompañe?

Yo: ¿Te gustaría?

Bill: Conozco buenos peluqueros en L.A.

Yo: Me interesa uno que quite todo el cabello quemado que tenga.

Bill: Ok. Mañana iremos (sentenció un CD en el DVD).

Se recostó a mi lado derecho con el control listo para la selección del menú de la película. Pensé que sería terriblemente difícil cambiar de tema ante su confesión, sin embargo pareció no importarle demasiado. Inesperadamente me sacó del hilo de mis pensamientos mordiendo mi rodilla y haciéndome dar un saltito de la sorpresa, lo miré y sonrió alzando ambas cejas.

Bill: Respetaré tu decisión frente a casarnos, pero no te dejaré ir tan fácilmente (dijo con su inglés perfecto lamiendo sus labios y depositando un beso en donde antes mordió con ganas). No soy de los que dan el brazo a torcer frente a sus deseos.

Yo: Tengo una duda, señor decidido a todo (dije poniéndome sobre él con una pierna a cada lado. Oh…  esperaba no despertar aún a su miembro).

Bill: (Tomó mis caderas dando por olvidada la película) ¿Sobre qué? Porque si es algo sin sentido tú pagarás las consecuencias de sentarte sobre mí en el lugar equivocado.

Yo: Si tiene sentido (sonreí al observar cómo tragaba saliva y paseaba su mirada por mi cuerpo escaneándolo).

Bill: Entonces habla.

Yo: Bueno (comencé bajándome de su cuerpo y recostándome a su lado sin dejar de mirarlo), nunca hemos hablado directamente de lo que somos, y la verdad es que…

Bill: ¿Acaso no es obvio? Nos queremos, Invasora.

Yo: Los amigos también se quieren y no follan (puntualicé sonriéndole aún más).

Bill: ¿Tú me amas?

Yo: Si.

Bill: Y yo más, así que no somos amigos.

Yo: Pero tampoco e has preguntado si…

Bill: Para mí ya lo eres y los has sido desde que nos besamos por primera vez.

Yo: ¿Y qué pasó con las formalidades? 

Bill: No hacen falta cuando ya todos saben que somos más que amigos. Incluso los que fueron a la fiesta de ayer ya lo sabían.

 Yo: ¿Tan obvio somos?

Bill: Según Andy, mamá, Gus y Georg, somos demasiado obvios.

Yo: ¡Pero si ni si quiera nos han visto tomados de la mano!

Bill: La experiencia hace al maestro.

Yo: Eso lo que deberían decir Tom y Andy, no tú.

Bill: Pues cuando ya te has enamorado sabes distinguir el mismo brillo de tus ojos en otros.

Yo: ¿Ya lo sabes distinguir?

Bill: Ajá. Y tú también.

Yo: ¿Yo? Pues… (Recordé la mirada de Andy y Tom en la fiesta llena de sonrisas y oídos sordos) oh, verdad. Jamás lo noté.

Incluso estudiando psicología debería notar las facciones y conductas de una persona enamorada. Como mi conducta con Bill era demasiado natural y sin cerraduras de mi parte, supuse que en mí también debía haber rasgos propios de personas enamoradas, aunque no lo notara yo misma. Y aún más cegada por los encantos de Bill, no noté el cambio de sus ojos y el brillo característico de ellos cuando se está enamorado, quizás es porque yo estoy cegada ante su amor.

Bill: Tus ojos están brillando hermosamente, Invasora (susurró olvidando el control del DVD a un lado de la cama y subiéndome el vestido yendo por mis cuadros, gemí inconscientemente viendo su lengua deslizarse por sus dientes mientras hablaba). Realmente luces encantadora cuando te sonrojas por mí y para mí… te ves como una diosa en persona.

Yo: La película… (Murmuré recordando el plan inicial pero sin tener ganas de ejecutarlo).

Bill: Estamos en nuestro propio filme, (name). Y ésta es la parte en donde los amantes demuestras su amor uniéndose en una danza de embestidas.

Lo subió totalmente hasta removerlo por mis brazos y cabeza dejándome a su merced en ropa interior. Sus anos suaves y tibias jugaron con mi piel conquistando cada parte de ella y haciéndome suspirar. Podía sentir el calor invadirme descontroladamente sólo con su tacto, podía sentir mi garganta seca con mis jadeos imparables al sentir sus manos maestras ir por más de lo que esperaba. Se puso sobre mí sin recargar totalmente su cuerpo en el mío. Sentí la hebilla de su cinturón tan fría que me puso la piel de gallina causando que contrajera los músculos de mi vientre.

Bill: Estás despertando, mi querida diosa (murmuró delineando sus labios con su lengua traviesa).

Yo: B-bill… Ah… (Jadeé incoherentemente entrecerrando mis ojos ante las lenguas de placer que azotaban mi cuerpo.

Bill: Humm… quiero jugar contigo, (name)

Yo: ¿Ahora? (gemí cuando rasguñó con uno de sus dedos mi vientre).

Bill: Sí, debo aprovechar que el helado de fresa aún no se derrite (sonrió dejando ver un brillo astuto y singular en su mirada).

Lección número cinco: Bill es creativo en todos los ámbitos.

Me besó acallando un gemido, devorando e invadiendo mi boca con su dulce saliva en cada rincón existente. Traté de seguirle el paso mientras sus manos aprisionaban fuertemente las mías sobre mi cabeza. En un intento de acariciar su lengua con la mía, él la mordió y siguió besándome y comiéndome la boca sin dejarme devolverle el beso del todo, si es que se le podía llamar beso a su salvajismo excitante. Mordió fuertemente mi labio inferior dejándome una sensación de estar entre el límite del placer y el dolor, mis caderas se arquearon solas al igual que mi espalda buscando un contacto que aún no llegaba.

No entendía a mi cuerpo, Bill a penas me ha besado y tocado y ya quiere más de él. Me sentía confundida ante las aceleradas reacciones del placer que me inundaban sin que realmente pasara algo intenso como acostumbraba ser. Se separó de mi poniendo sus rodillas a cada lado de mi cuerpo y soltó mis manos. Tomó el colorido envase con helado de fresa y lo destapó al tiempo que enterraba una cuchara en el contenido.

Bill: Siempre quise hacer esto, solo que no en cualquier mujer… realmente te encantará, Invasora. Lo amarás jodidamente.

Así que Bill también tenía fantasías, eh. La mención de sus últimas palabras me hizo sonreír deslizando mis brazos a cada lado de mi cuerpo dándole un pase libre para que hiciera conmigo lo que quisiera. Cerré los ojos y me mordí el casi adolorido labio inferior tratando de controlar las oleadas de placer que me producía la situación. No me dejé llevar por mi audición, sino por lo que esperaba sentir sin importar si dolía o quemaba… confiaba demasiado en Bill. Sin embargo mi primera reacción al sentir el metal frío recorrer mi pecho fue soltar un chillido casi inaudible ante la sorpresa, Bill se rió sobre mí a carcajadas limpias retirando la cuchara.

Yo: ¡Bill! (chillé abriendo los ojos enormemente).

Volví a cerrar los ojos por petición suya y me dejé caer a su merced. Pasó la yema de sus dedos por mi torso en forma circular haciéndome suspirar y olvidar sus anteriores carcajadas. Dios mío. Sentí el contacto frío de su lengua lamiendo y mordiendo cada cierta distancia dejando un pequeño rastro  hasta acercarse a mi corpiño, lo bajó exponiendo mis pechos a su vista junto con el movimiento de mi respiración acelerada y deseosa de más.

Bill: Hermosos y perfectos (susurró haciendo que mi sangre subiera a mi cabeza y que cerrara con más fuerza mis ojos).

Gemí y contraje los músculos de mi vientre al sentir algo frío cubriendo mis pezones y endureciéndolos al instante. No era su lengua, ni sus manos o dientes… era helado. Helado rosa con sabor a fresas. Puso más en mi ombligo y entre mis costillas, haciéndome jadear de las puras ganas que tenía de sentirlo en mi interior. Si con  agua se apagaba un incendio, en mi caso las llamas parecían aumentar su ferocidad y derrotar al agua, si es que había en alguna parte de mí algo parecido a ésta. Podía escuchar su risita e imaginar su sonrisa entusiasmada ante mis reacciones físicas inhibidas con su juego, y temía derramar  helado de mi cuerpo con la temperatura corporal casi por los cuarenta grados por culpa de Bill.

Se movía de entre mis piernas y abrió mis rodillas y las dobló dándole una vista en primera fila de mi culo completo. Paseó su nariz por la parte interior de mis muslos rozando también su barba de días. Gemí alto tomando un puñado de sábanas para que mi excitación no fuera tan bestial. Hizo mis bragas a un lado y me penetró de golpe mientras con el dedo pulgar acariciaba en círculos mi clítoris. Esto era demasiado, debía estar a un paso de evaporarme con tantas olas de calor recorriendo mi cuerpo una y otra vez de manera simultánea. Mis caderas se movían involuntariamente en busca de más contacto con sus manos expertas sin importarle el helado depositado en mi vientre y senos, mi cuerpo simplemente quería saciar su necesidad de goce.

Bill: Amo el helado derretido… en especial si es en tu cuerpo, (name). Mi queridísima Invasora.

Mientras seguía con la intrusión de sus dedos en mi cuerpo, lamía mi vientre pegajoso con helado derretido, lo que hacía aún más excitante cada una de sus falsas embestidas. Tenía la extraña sensación de que en cada lamida mi piel se purificaba completamente como si se tratara de agua bendita bañándome… ¿cómo mezclo la religión con el sexo? ¿Acaso es legal hacer eso? Cuando fue a por mis pechos, mis manos se movieron automáticamente a su cabello, masajeándolo y tirando de él casi al ritmo en el que mis caderas se movían involuntariamente rozando su miembro con mi femineidad. Oh, mi Dios, cuánto amaba a este hombre y cómo lo deseaba cerca de mí en todo momento. Me sentía poseída por él y su sonrisa maravillosa, me sentía engatusada por sus ojos castaños profundos en los que siempre me perdía.

Bill: (Name)… te amo más que a nadie (dijo deteniéndose y mirándome encendidamente a mis ojos entrecerrados).

Sólo sonreí extasiada con los látigos de placer que mi cuerpo soltaba de vez en cuando con solo sentirlo sobre mí bajo su merced. Quitó mis bragas sin despegar sus labios de los míos y devorarlos a su manera. Bajó sus pantalones lo suficiente como para sacar su miembro y puso mi mano en sus bóxers, a lo que yo respondí aliviando su erección. Gimió liberando mis labios y yendo a por mí cuello. Podría jurar que entre besos me hizo un chupón, pero lo dejé pasa ya que el placer de ambos era mi prioridad al igual que la de él. Abrí las piernas enredándolas en él no sin antes bajar sus bóxers negros y ahuecar su miembro en mi mano. Ahora que lo veía con claridad… ¡guau! Era jodidamente grande. Lo demás fue acto de él. Tomó la parte baja de mi espalda y me penetró fuerte, rudo y duro, haciéndome soltar un grito y cerrar los ojos de golpe… ¡Ah, fue tan intenso!

Bill: ¿Estás bien?

Yo: ¿Bromeas? Eso fue… ¡wow! Repítelo.

Me sonrió divertido mientras salía de mí y luego volvió a embestirme brutalmente obligando a que me aferre aún más a las sábanas. La sensación al no usar un preservativo era definitivamente más cálida e intensa, y como Bill parecía ya un experto en el arte de los polvos, todo parecía ir perfecto en nuestro nidito exclusivo de amor. Mis caderas se levantaban para recibir su embestida, mis pechos aún sobresalientes del corpiño rozaban su pecho y mis piernas se aferraban a él. Todo mi cuerpo estaba bajo su poder, todo mi cuerpo necesitaba de él como su fuera oxígeno o agua. Mis ojos lo observaban obligándose a no ser cerrados por las olas de lujuria… sus ojos eran tan profundos que aunque lo que hacíamos no era tan cursi como otras veces, sabía los sentimientos que irradiaba con ellos sin que los mencionara con su propia voz.

La exquisita sensación bajo mi vientre fue expandiéndose lentamente por todo mi cuerpo. Tomé los hombros de Bill hundiendo mis uñas en ellos y creo que con sólo ver mi expresión, supo que se trataba del final más exquisito… mi orgasmo. Madre mía. Esta vez fue demasiado fuerte e intenso, que no podía compararlo con polvos anteriores. Miles de corrientes se propagaban por todo mi cuerpo, poniendo mi mente en blanco y silenciando por un momento todo sonido que me rodeaba. Fue único, el mejor de todos. Bill se vino dentro de mí y sentí como una sustancia cálida bañaba mi interior, inundándolo todo y haciendo que me sintiera sobre las nubes. Arreglándose los bóxer y pantalones, se recostó a mi lado, y puso mi sostén en su lugar. Apoyó su cabeza en mi pecho y yo sólo atiné a quedarme quieta ya que aún sentía las últimas réplicas del orgasmo.

Bill: ¿Estás bien? (susurró después de un rato).

Yo: Hm (claro, debo agregar los efectos somníferos que me produjeron).

Bill: Fue realmente el mejor, (name).

Yo: Hm.

Bill: ¿No tienes algo que decir?

Yo: Hm.

Bill: ¡Vaya! Interesantes palabras (se burló a lo que contesté con una risita tonta).

Yo: Las palabras sobran. Bill.

Bill: ¡Ah! Tenías boca, lengua y voz, eh.

Yo: Fue… el mejor de todos.

Bill: También para mí, Invasora. Y aún más si fue contigo.

Luego de una serie de manoseos, cariños, besos, cosquillas y bromas, me bañé de nuevo y me puse unos jeans ajustados y gastados, una camisa a cuadros con una camiseta abajo, y unas botas estilo militar. Claro, Bill escogió el conjunto agregando que así me veía ruda y demasiado ardiente para él. Por su parte, Bill también se bañó y se puso la ropa del día anterior. Después de vestirnos, nos quedamos viendo televisión en la sala acompañados por una pizza tamaño familiar que prácticamente nos devoramos.

Bill: Nunca me ha gustado “el niño del pijama a rayas” (comentó cuando me detuve en un canal y la estaban dando, a penas lo dijo, seguí viendo la programación de otros canales).

Yo: ¿Por los alemanes?

Bill: Quizá. Pero creo que es porque fue una de las peores épocas del  mundo, y a decir verdad, nunca me ha gustado que relacionen a todos los alemanes con Hitler.

Yo: ¿Tu… familia…?

Bill: No lo sé, nunca ha salido el tema debido a los debates que trae. Es como hablar de deportes, política o religiones… es un tema conflictivo que genera peleas y discusiones

Yo: Ah…

Bill: ¿Sentiste eso? (dijo parándose y mirando en todas direcciones).

Yo: ¿Qué…?

Luego lo sentí. Conocía ese ruido mejor que nadie. Observé el ventanal viendo cómo poco a poco se trisaba y observé la dirección de la bala. Frente a mí, tres hombres camuflados apuntaban en mi dirección. Todo ruido se silenció a penas el vidrio se desplomó frente a mí. Tomé las llaves de su auto y de mi moto, mis documentos y la mano de Bill, sintiendo cómo mi pulso se aceleraba y una sensación de pánico recorría mis venas. Todo pasó en segundos, ni si quiera lentamente. Mi prioridad era cuidar a Bill y mantenerlo con vida, porque si le hacían algo yo…

Yo: ¡CORRE BILL!