NARRAS TÚ
Yo: ¿Qué es este lugar?
Xxx: Una antigua oficina federal
cuyo uso es disfuncional.
Antes de ingresar, un gorila
calvo y vestido de negro de unos dos metros me toqueteó asegurándose de quitar
mi arma y dejarme limpia. El ambiente apestaba a aceite quemado y grasa, o
quizás como carne descompuesta. Los tipos de las camionetas me rodeaban tensos
y concentrados en cada uno de mis movimientos esperando a que atacara en
cualquier instante a uno de ellos. No lo haría, no ahora que soy una minoría y
quiero llegar al núcleo del asunto… además de ser un plan suicida. Avanzamos
por pasillos fríos y casi oscuros. Cada puerta estaba cerrada y las paredes
estaban manchadas con manos y tierra. Realmente era escalofriante, pero ya
estaba acostumbrada a escenarios así e incluso peores por lo que me dediqué a
hacer un mapa mental del pasillo por el que caminábamos.
Miles de preguntas surgían en mi
mente a borbotones con cada paso que daba; ¿Era este mi final? ¿Estará bien
Bill? ¿Irá todo bien? ¿Andy habrá avisado a Pantera? ¿Quién estaría detrás de
todo esto? ¿Qué me harán? ¿Cómo saldré de esto? ¿Qué quieren? ¿Acaso son de
alguna mafia enemiga? ¡Dios! Quería tener respuestas lo más pronto posible y
ver si tengo la opción de vivir o de luchar por seguir viva.
Xxx: Baja (ordenó uno de los
gorilas que me seguían).
Tenía puesta unas esposas para
pulgares y otras para muñecas, lo que era una completa exageración sabiendo que
no estaba armada y estaba completamente sola. ¿Acaso temían a que hiciera un
movimiento de defensa personal? Pues aún no planeaba ejecutar ningún truco
porque no sabía cuántos eran. Bajé el último peldaño de la escalera y otros
gorilas me tomaron de los brazos y me llevaron a un pasillo más estrecho e
iluminado que daba a una puerta gris de madera. La abrieron justo en el momento
en que mi mente pensaba en las cosas que podría tener a mi favor. Mi vista se
acostumbró a la lúgubre luz de un espacio caótico donde todo lo que veía era
un fierro de hierro cuyos extremos
estaban entre dos murallas paralelas sin arnés o cadenas, una mesa con su silla y otra puerta tras la
silla. Los gorilas que me seguían al llegar desaparecieron de mi vista y los
del subterráneo avisaron que yo estaba acá.
Esto dolería, no sé si sería una
muerte retorcidamente lenta, pero ya me imaginaba las próximas escenas.
La puerta frente a mí se abrió y
tras ella, dos mujeres salieron, siendo una de ellas una renovada y
maquiavélica versión de Lisbeth, la espía que se había ido a Argelia tras hacer
de mi vida un caos y separarme de Bill. Conocía esa mirada que avariciaba
sangre en sus ojos, esa mirada que reflejaba los deseos de una traidora y
envidiosa. Junto a ella, una mujer vestida de negro y mirada insegura se
avergonzaba de mirarme directamente a los ojos, era una sumisa por donde se le
viera, sin embargo no se me hacía familiar.
Lisbeth: ¡Tiempo sin vernos!
Yo: Pensé que ya habías muerto…
siempre fuiste la de menor resistencia.
Lisbeth: Si quieres justificar
tus deseos de matar a quien se pusiera frente a ti, lo estás haciendo mal.
Yo: No me estoy justificando, no
lo necesito hacer frente a ti. Sólo soy sincera porque es lo que dice tu
historial.
Lisbeth: Es ilegal el acceso a
los archivos de otro espía.
Yo: Pantera los expuso… está
creando una ley de transparencia… independiente.
Lisbeth: ¿Ley de transparencia?
(parecía sorprendida dentro de todas esa capas de maquillaje por lo que
aproveché la pequeña y casi inservible ventaja, a fin de cuentas lo que le
decía era verdad).
Yo: Claro. Es un método que usa
para que todos nos conozcamos mencionando ventajas y desventajas posibles.
Quizás es algo cruel pero realmente sirve para que los nuevos se esmeren. Y eso
no es todo. Pantera quiso que fuese como una competencia por ser el mejor así
que en vez de ordenarlos por apellido, los ordenó por logros y méritos
alcanzados.
Lisbeth: Muy práctico para que
los demás se fijaran metas.
Yo: Sí. A pesar de que algunos se
destacan más por sus debilidades (sonreí burlándome de ella en su propia cara).
Lisbeth: Pues tú estás a un paso
de marcar un punto a mi favor, (name). Seguramente en tu historial aparecerá
como frase final “murió en manos de Lisbeth por débil”.
Yo: ¿”Débil”? Muchos saben -por
no decir toda la mafia- que tú eres una traidora, una cobarde y enfermiza. Si
muero, no quedaré mal ante nadie.
Lisbeth: Pues prepárate, entonces
(sonrió a sus anchas y miró a la mujer que la acompañaba). Dina, ella fue quien
mató a tu prometido, cariño. Ella es la Invasora, la más buscada por los
aliados de tu prometido.
Dina. Así que así se llamaba la mujer cuyos ojos huían de los míos, no
obstante inesperadamente su mirada parda se posó en la mía derramando anchas
lágrimas que fueron borradas con sus dedos en un frenético movimiento.
NARRA DINA
Ella era. Pero no parecía serlo.
A juzgar por su rostro, debía tener unos diecinueve años, perfectamente podría
ser mi hermana menor, sin embargo las imágenes del cuerpo desangrado de mi
querido señor White se introducían en el agujero negro de mi pecho agarrándolo
y haciendo que doliera demasiado. Aquella chiquilla de ojos marrones y cabellos
largos fue quien me lo quitó de mis brazos, le arrebató la vida y… no, ella no
tenía perdón de Dios.
Ella era la famosa Invasora que
Lisbeth no ha parado de nombrar desde que me conoció y me encontró luego del
funeral de mi amado Jeff. Pero se veía tan indefensa e inocente que costaba
creer que tuviera sus manos salpicadas con la sangre de mi prometido, estaba
indefensa y en cualquier momento podía enterrarle la daga oculta entre mis
ropas, ¿soy capaz de matarla? Va contra mis creencias a pesar de las ganas de
vengar la muerte del único hombre que me amó. Vi sus muñecas rojas y sus
pulgares casi morados por la presión nata de las esposas, según Lisbeth, ella
ha matado a demasiados inocentes incluyendo niños. Lo dudaba, mi subconsciente
preguntaba por la verdadera historia tras esos ojos que dicen conocer
demasiado.
Levanté nuevamente la mirada al
escuchar el sonido de las cadenas en la barra de hierro y vi que los tipos que
seguían a mi Jeff la elevaban lo suficiente como ser atadas de brazos a la
cadena. Un movimiento más en sus brazos y el metal se enterraría en sus pulgares
y muñecas. ¿Qué pasa que no forcejea como Lisbeth aseguró que haría? ¿Por qué
no escapaba y huía de ésta mujer casi chillona? Su cuerpo se balanceaba y sus
botas no tocaban el piso, miré nuevamente a los guardias de la entrada
intimidándolos lo suficiente como para hacerlos retroceder.
Esto lo hago por ti, mi querido señor White.
Yo: Eres demasiado joven para
matar, Invasora (ella me miró como si fuera algo nuevo en su vista, sequé un
lágrima que caía por mi mejilla y volví a observar su rostro). ¿Cuál es tu
verdadero nombre?
Invasora: ¿Acaso importa? (estaba
a la defensiva, vi sus manos colgadas y en un corría un pequeño hilo de
sangre). Todos me dicen como quieren así que no hay una diferencia entre mi
nombre y…
Lisbeth: (Name), así se llama.
Name: Sigues igual, Lisbeth. Toda
una zorrita.
Lisbeth: Lo sé y no lo niego…
¿Por qué he de cambiar?
Yo: (Ignoré los comentarios de la
mujer que me trajo y me puse frente a ella) Es un lindo nombre, (name).
Name: ¿Por qué no haces preguntas
en vez de comentarios? Es que me pones los pelos de punta y prefiero que
empieces ya con…
Yo: ¿Por qué lo hiciste? (murmuré
controlando el impulso de herirla).
Name: No te conozco y no sé quién
era tu prometido.
Lisbeth: ¿Le refresco la memoria,
Dina?
La observé quieta en el preciso
momento en que uno de los hombres de la entrada le entregaba una fusta negra.
(Name) no la vio ni reaccionó demasiado cuando rompieron con una cuchilla sus
prendas, era como si ya estuviera lista para lo que venía, como si supiera que
sería lastimada. ¿Cuán preparada podía estar una espía para el dolor? ¿Acaso
conocía los límites de su propio cuerpo? Esperaba que suplicara que la
liberaran, que la dejaran tranquila o que prometa obedecer todo lo que Lisbeth
ordenara. Nunca he visto a nadie hacer esto, jamás asistí a las sesiones de
torturas de la mafia de Jeff y mucho menos he visto la muerte con mis propios
ojos. Mi prometido se encargó de cegarme de su mafia.
Retrocedí horrorizada al ver cómo
Lisbeth separaba las ropas y le azotaba la espalda descubierta con la fusta
delgada y firme. Sus ojos destellaban maldad y oscuras intenciones, una sed de
venganza y rencor acumulado, el peor de los matices. (Name) no gritó pero su
cara se contrajo lo suficiente como para saber cuánto había dolido. Sentí
escalofríos recorriendo mi espina dorsal, unas enfermizas ganas de abandonar
este lugar y hacer como si esto fuese un mal sueño. ¿Cómo podía hacer esto sin
sentirse mal en lo absoluto? ¿no tenía cargo de consciencia? En cuanto Lisbeth
se detuvo tras ocho latigazos, volví a ponerme frente a (name), quien me
observaba con ojos vacíos, como si llevara un agotamiento intenso en su mente y
cuerpo.
Yo: Jeff White… ¿te suena?
(murmuré levantando la mirada).
Me observó detenidamente y su
rostro se puso pálido de un instante a otro, sus labios se entreabrieron y
emitieron un suspiro antes de sentir nuevamente la fusta contra sus músculos.
En ningún momento dejó de observarme sin
importar cuánto le doliese. Levanté mi mano a los tres azotes indicándole a
Lisbeth que parara y volví a armarme de valor.
Yo: Nos casaríamos al inicio de
la primavera, (name). Y tú… me lo arrebataste sin razón alguna.
Name: Obedezco ordenes de mi
superior, señora. Soy un simple peón más en la mafia.
Lisbeth: Sin embargo tenías
ventaja ante Pantera y él decidió nombrarte su propia hija.
Name: No dependía de mí, Lisbeth.
Era menor de edad y esos documentos ya caducaron.
Lisbeth: ¡Él se niega a nombrarme
su hija por tú culpa!
La rabia cegaba la mente de
Lisbeth y siguió estampando la fusta en su cuerpo. No sabía qué hacer o qué
decirle para que se detuviera de una vez. Los hombres de la entrada observaban
estáticos al igual que yo. Y a medida que se cansaba, (name) parecía estar aún
más ausente por mucho que sus ojos observaban los míos. ¿Estaba muriéndose? No
creo que alguien muera a base de latigazos. Observé el piso salpicado con su
sangre y luego miré a Lisbeth, quien ahora lloraba a lágrima viva. Sí, se podía
morir a latigazos.
Lisbeth: ¡Me arruinaste la vida!
Argelia fue una completa tortura desde que me bajé del avión. ¿Por qué yo y no
tú? Pantera me usó como intercambio con otra mafia en donde yo era la única
mujer y ellos eran unos completos machistas. Le dije a Solarin de lo tuyo con
Bill y él se encogió de hombros diciéndome que tú hacías lo que querías con tu
vida sabiendo perfectamente que estabas rompiendo las normas al estar con
alguien sin basarse en una alianza entre mafias. ¡Él te prefiere a ti antes que
a muchos! Y… y por mucho que me esfuerce, tú… siempre estás sobre mí.
Dios santo. La Invasora no le
había hecho nada malo a Lisbeth y aun así se dejaba lastimar por ella. Lisbeth
la envidiaba por ser mejor que ella, por destacarse y ser la mejor espía. Ése
era el comportamiento de una joven con estigmas sociales que poco a poco fueron
tomando fuerza y la cegaron de todo. Sentía pena por ella, por ese rencor que
cargaba y por solucionar las cosas de una manera totalmente errónea. Me senté
en la única silla de la habitación viendo frente a mí a los guardias mirándome
con preocupación y cansancio… quizás era porque llevábamos demasiado tiempo
acá, torturándola. Ellos esperaban una orden que aún no salía de mis labios.
Desde donde estaba, podía ver las gruesas líneas marcadas en la piel de la
Invasora, algunas de ellas sangraban pero ninguna se veía lo suficientemente
profunda, aún así, si yo fuera ella, estaría gritando a mares que me dejaran
ir. ¿Realmente sentía dolor? Lisbeth paró alejándose un poco y esperando una
acción mía. Suspiré agarrotada. Volví a pararme y ponerme frente a ella, quien ahora
me miraba consciente y alerta, ya fuera de su reciente trance.
Yo: ¿Por qué lo hiciste?
Name: ¿Hacer… qué?
Yo: Matarlo (elevé la voz con
firmeza prometiéndome no caer en su juego de palabras).
Name: Ah… él me mató en vida,
Dina (susurró y sus ojos brillantes me atravesaron).
Yo: ¿A qué te refieres?
Name: ¿Tienes hijos… de él?
(murmuró jadeando y noté cómo gotas de sudor caían por sus sienes debido a su
autocontrol, era realmente impresionante).
Yo: Sólo uno (imité su tono de
voz recordando la carita tan feliz de mi pequeño Constantine) ¿Por qué?
Name: Tú tienes lo que me quitó
(sonrió débilmente con dulzura en su voz e ignorando el dolor mientras Lisbeth
me miraba expectante).
Yo: ¿Un hijo?
Name: No. La capacidad de
tenerlo.
Esto era demasiado y sobrepasaba
todo lo que yo creía malo. Me estaba dirigiendo a una dimensión desconocida en
la que no sabía si estaba bien adentrarse. En sus ojos marrones, no había ni
una pizca de mentiras y a decir por la casi invisible lágrima que recorrió su
mejilla y dio a parar al piso, el dolor que llevaba en ella era intenso. Eran
palabras de decir y no creer, pero los instintos femeninos y maternos no
engañaban. ¿Cómo era posible que un hombre tan encantador y preocupado dejase
infértil a una muchacha? Mi Jeff, el Jeff que conocí no era capaz ni de matar
una mosca. ¿Acaso no lo conocí bien en su faceta de mafioso? No, nunca me dejó
indagar demasiado en sus asuntos personales o laborales.
Lisbeth: ¡Deber ser el Karma,
querida! Nunca falla (se rió a carcajadas de algo que realmente no daba risa a
nadie, ¿realmente estaba en sus cabales?). Si tuvieras un hijo yo lo mataría
luego de encargarme de ti por supuesto.
Yo: (Avancé lentamente hasta la
joven encadenada en el preciso momento en que Lisbeth pensaba retomar su
venganza, pero esperó al verme nuevamente frente a ella) ¿Crees que fue muy
justo acabar con su vida por dejarte infértil? ¿¡Quién te crees!? ¿¡Dios!? No
tienes idea delo que es justo o no, (name). Tú puedes adoptar mientras yo cargo
con el luto y le digo a mi hijo que su padre fue asesinado, ¿acaso esa es la
justicia que buscas? Matas personas sin saber cuántas familias destruyes al
hacerlo.
Name: (Me observó expandiendo las
comisuras de su boca y mostrando sus dientes, sus ojos siendo ausentes y opacos
dieron un aire casi de muerto en vida) Jeff White fue un hijo de puta conmigo.
Me violó, torturó y tatuó sin tinta alguna… ¿acaso no fue así contigo? ¿No
fuiste alguna vez lo que él llamaba “su musa”?
Yo: Tonterías (gruñí).
Name: De tonterías sé demasiado,
pero no bromeo.
Yo: Ya sé que no juegas.
Name: Y si lo sabes bien,
entonces no deberías indagar en territorio ajeno. Tú tienes tu vida y yo la
mía. Tenemos diferentes cosas con las que cargar.
Yo: Tú fuiste la que te metiste
en mi vida al matar a mi prometido.
Name: No. Fuiste tú al buscarme
(sonrió aún más mostrando una sombra espeluznante en su mirada, la sonrisa de
una asesina y de una espía)… ¿A que no sabías que tu prometido solía frecuentar
prostíbulos?
Yo: ¡Mentiras!
Name: ¡No miento!... De hecho fue
ahí donde me infiltré para mi misión.
Yo: ¿Qué…?
Name: Bastó una simple mirada
inocentona y cayó como tonto.
Yo: ¡MIENTES!
Name: ¿Ah sí? Entonces cuéntame
la verdad de sus visitas nocturnas.
De repente, toda esa compasión
que llegué a sentir por la Invasora se esfumó. ¿Qué me aseguraba que dijera la
verdad? Nada. No se notaban marcas en su cuerpo a pesar de empalidecer ante la
primera mención del nombre de mi difunto prometido. Mi Jeff jamás sería capaz
de violar o torturar a alguien aunque la haya dejado infértil. Las violaciones
no dejan infértil, ni mucho menos las tortura. ¿A qué se refería con lo de
“musa”? Debía estar igual de paranoica que Lisbeth a juzgar por su sonrisa
ensombrecida y con una singular locura.
Name: El silencio otorga, Dina
(presionó las heridas de sus muñecas y más sangre brotó de ellas, pero no se
inmutó y su sonrisa siguió dibujada en su rostro). No deberías tratar con una
neurótica, con una asesina ni con alguien que conoció el lado más oscuro de tu
pareja. Él te prometió corazones y flores sobre sus manos y una pistola en la
espalda… típico de locos.
Yo: ¡CÁLLATE!
Agarré la fusta de las manos de
Lisbeth y descargué mi ira en ella, recordando el rostro de mi queridísimo Jeff
y las noches llenas de lágrimas con cada azote. No me importó que le doliera,
que me salpicara su sangre o que estuviera a pasos de una fulminante muerte.
Ella no entendía nada, era una simple loca en el lugar equivocado y con una
boca suelta y liberal. No me importaba cuán mala fuera cada acción que tomaba
contra ella, necesitaba descargar mis rabias y frustraciones tras la muerte de
él… necesitaba liberar la maldita carga que contengo día a día tras su muerte.
Cegada por la furia, no tomé
importancia a los disparos tras la puerta o a los gritos de Lisbeth hasta que
una mano desconocida detuvo mi brazo con fuerza y se adueñó de la fusta
tirándola lejos de mi alcance. Observé su rostro sabiendo que era la persona
equivocada y que venía a por la Invasora.
Xxx: Si das un solo paso, te
mataré.
La amenaza fue directa y seria.
Tajante. Me quedé quietísima y observé a mi alrededor con unas náuseas
revolviéndose en mi garganta. ¿Este era el mundo de las mafias? ¿Así son sus
guerras secretas? Todos, y cada uno de los que se encontraban ahí bajo mi
explícita petición estaban tirados en el piso con una posa de sangre destilando
de sus cuerpos y un agujero en sus frentes. Todos muertos. ¿Era éste el mundo
que Jeff escondía de mí? Sí, lo era. Un mundo oscuro, lleno de pecados, de
cadáveres y sangre en donde el dinero y el poder lo eran todo.
Xxx: ¡Hey! (me llamó el tipo y lo
observé con ojos asustados) Las llaves de las esposas.
Yo: (Apunté con dedos tiritones a
Lisbeth rogando para que mi voz saliera y así no terminar como los que me
rodeaban) E-ella…
Xxx: Buena chica. Gracias.
¡Ah! Si usas esa daga contra nosotros,
también morirás.
Otra amenaza. Observé mis zapatos
sucios con sangre mientras él pasaba a mi lado y sacaba las llaves que colgaban
del cuello de Lisbeth. Me convenía obedecer si no quería dejar a Constantine
sin su madre, a pesar de que mis piernas sólo pensaban en huir del lugar y
volver a casa con mi hijo. El hombre tomó la silla poniéndola frente a (name) y
arrastró la mesa hasta que los pies de ella alcanzaron la base. Se subió a la
silla y la desposó. Pide notar una pistola bajo el porta armas de hombro que
escondía su chaqueta de cuero oscuro. Ella se desplomó y él alcanzó a tomar su
cintura para que no cayera al piso, bajó con cuidado de la silla sin soltarla y
lentamente recostó a la Invasora en el piso boca abajo. ¿Estaba viva? ¡Dios mío!
Jamás quise acabar con ella cuando me desquité con la fusta.
Xxx: ¡Tenías a todos preocupados!
Me llamaron y tomé un vuelo privado desde Rusia además de sobornar al piloto
para que se apresurara sin importar que rompiera la barrera del sonido.
Name: ¿Qué hora… es?
Xxx: Seis de la mañana.
El tipo le quitó cada prenda rota
sin importale mi presencia e hizo una especie de vendaje alrededor de su
espalda. Se quitó la chaqueta y se la puso tapando su torso completamente,
luego la ayudó a pararse y subió el cierre de la prenda ocultando cualquier
rastro de heridas. (Name) sonrió con sinceridad en sus ojos y murmuró algo en
otro idioma, a lo que él también contestó y luego me miraron. Palidecí
imaginándome lo peor. Ella de subió a sus espaldas y luego se acercaron. La
Invasora sonrió relajada y con un tono de sinceridad en su expresión sin
importarle el cansancio que delataba sus ojeras.
Yo: ¿Me… matarás?
Name: (Frunció el seño como si le
hubiera dicho alguna tontería) No. No dejaría a un niño sin su madre por muy
bestia que sea… acá ves el resultado si lo hiciera.
Oh… no tenía padres. Su sonrisa
desapareció al ver la matanza a nuestro alrededor y luego me miró como si fuese
la única persona en esta habitación. Sus ojos pestañearon denotando el cansancio
tanto físico como mental y apoyó la mejilla en el hombro de quien la sostenía.
Name: Y para que sepas, yo no
maté a Jeff White. Cuando lo mataron estaba inconsciente siendo trasladada a un
hospital.
Alivio. Confusión. Ansiedad.
Arrepentimiento. Culpabilidad. Suciedad.
Tod mezclado en un cuerpo, en el
mío. Dejó que la azotaran por casi doce horas por algo que no hizo. Me
descargué sobre una víctima como si fuese la culpable. Por primera vez, siento
que he cometido el peor error en toda mi vida al dejarme llevar por terceros,
por Lisbeth, quien ahora yacía sin vida atrás de mí.
Xxx: Tres cuadras al sur hay más
tráfico. Ahí puedes tomar un taxi e irte de este lugar. Bota la fusta o
entiérrala para que no aparezcan tus huellas digitales en la escena del crimen.
Por muy bestiales, monstruosos,
asesinos y sanguinarios que parecieran, primero eran humanos.