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miércoles, 12 de abril de 2017

Capítulo 66 - Tercera Temporada

-¿Por qué Francia?

Su pregunta me sacó del trance donde hasta la gruñona voz de mi cabeza parecía estar adormecida. Su auto, su aroma, su cercanía… era el ambiente perfecto y aseguro que podría morir tranquila. La música era suave, como esa que pones cuando está en la bañera llena de burbujas y una copa de vino… no, nada de vino por un buen tiempo. Nada de alcohol, drogas, cafeína, nicotina, cosas extremas. Todo era calmo tanto en las calles como en el auto.

-Fue el primer vuelo disponible –murmuré con la frente apoyada en el vidrio.

-Pero no llevaste equipaje...

-Si lo hacía, me habrías alcanzado en el aeropuerto.

-¿No querías fugarte conmigo? –me miró un instante como analizando mi expresión antes de volver los ojos a un de las calles más transitadas de Berlín.

-¿Tan pronto quieres iniciar el interrogatorio?

-¿Y ese humor de perros? –soltó una carcajada y dobló a la derecha totalmente concentrado en el tráfico.

-Cualquiera se pondría de los mil demonios cuando te dejan con las ganas.

-¿No crees que tenemos algunas cosas que hablar antes de desvelarnos toda la noche en una cama?

Uy, eso me puso a mil por hora en un segundo.

-¿Nos desvelaremos Kaulitz? –sonreí ante la idea. Malditas hormonas de embarazada, les hablan de sexo y se encienden.

-Jajajá… ya lo veremos mi Invasora.

Se introdujo en un estacionamiento subterráneo que no contaba con muchos vehículos, bajó el vidrio y pasó una tarjeta por el lector que le dio automáticamente el acceso directo. Aparcó lejos, lo suficientemente lejos para que nadie viera la matrícula de su auto ni notara nuestra presencia. Apagó el motor, desabroché mi cinturón y quedamos en completo silencio mirándonos fijamente.

-Eres hermosa, Invasora…

Estaba a un paso de empezar a hiperventilar, de ver estrellitas, treparme a su asiento y follar como una amazona enfurecida. Pero me contuve, por el bien de mis hormonas y por el bien de Bill.

-Tengo hambre, Bill.

Me sonrojé en serio. Y mis tripas me delataron. Estallamos en risa, y las hormonas cachondas volvieron a dormirse. Nos bajamos del auto tomados de la mano e ingresamos al elevador más elegante que he visto.

-¿Un hotel?

-Ajá.

Nos detuvimos en la Recepción y no pude evitar pensar que no encajaba entre las flores frescas que adornaban cada mesón, los detalles dorados en las paredes, la gran escalera tallada, las delicadas esculturas, y las lámparas cristalizadas que colgaban en el techo. Era tan ostentoso, que no me sorprendía encontrarme con alguien de la mafia, por lo que oculté mi rostro tras mis lentes nuevamente y abracé a Bill. Sé que entendió el mensaje porque me correspondió y miró a todos lados, atento a las reacciones de otros.

-Es por prevenir –murmuré.

La recepcionista le entregó la tarjeta electrónica de la habitación y su tarjeta de crédito deseándonos una buena estadía. Caminamos de vuelta al ascensor abrazados como si fuésemos unos románticos totales. Bill marcó el piso 25 y alejó mi rostro de la cámara de seguridad. Nadie dijo nada, este no era terreno neutro. Las puertas se abrieron suavemente y salimos tomados de la mano, con mi rostro oculto tras mi bufanda roja.

-Esta es.

Pasó la tarjeta y abrió la puerta. No era nada del otro mundo. Una cama de sábanas blancas tras una sala de estar con muebles modernos, espejos y lámparas de cristales y un gran ramo de rosas en una mesa central. Cerró la puerta a mis espaldas. Dejé los lentes en un arrimo y tiré la bufanda a un sofá.

-¿Qué quieres comer? –preguntó con el comunicador en mano.

¿Qué quieres comer bebé? ¿Salado? No ¿Dulce? Mmm… sí.

-Té y pastel de chocolate.

-¿Pastel? –Sonrió completamente perplejo con la elección-. Pastel para mi (name) será.

Tras realizar el pedido a la Recepción, se acercó lentamente y retiró mi abrigo oscuro. No sonrió, simplemente miró cada parte de mí como si memorizara hasta los hilos de mi ropa. No había deseo en sus ojos, simplemente me miraba como su mujer. No hacían falta las palabras para saber lo que pasaba por su mente. Tomé su mano besando cada dedo y la puse en mi pecho bajo su atenta mirada.

-También te extrañé cariño –susurré rozando sus labios.

Habría avanzado a más de no ser por el golpeteo en la puerta. Bill besó la punta de mi nariz y abrió la puerta dejando pasar al chico de unos veinte y algo con un carrito lleno de mil delicias.

-Cárgalo a mi cuenta.

El chico deparó en mi presencia y se sonrojó asintiendo. Le sonreí y Bill gruñó algo mientras se acercaba a marcar su territorio con un golpe en mi trasero.

-¡Oye! –me quejé sintiendo la sangre subir.

El chico era listo, y entendió ese lenguaje primitivo. Apresuró su trabajo y tras una cordial despedida se marchó volviendo a cerrar la puerta. Miré a Bill, anonadada con su comportamiento tan temperamental. Una de la venas de su frente se marcó y se volvió a dejar su chaqueta y a ponerse un poco más cómodo.

-¿Y ahora te crees cavernícola? –me quejé sentándome en un sofá blanco con el trozo de pastel en mano. Se me hacía agua la boca y los pies dolían.

-Lo mío nadie más lo debe mirar –sonrió con ese aire egocéntrico que me volvía loca.

-No soy tuya, Bill Kaulitz.

-En media hora más lo serás –se apresuró y quitó mis zapatos poniéndolos en sus piernas al otro extremo del sofá-. Y esta vez no dirá que no escaparás.

Empezó a masajear la planta de mis pies y fue imposible no gemir de placer. ¡Oh Dios! Esto era el séptimo cielo. Tomó un control y bajó a intensidad de la luz y puso música. La bomba de chocolate en mi boca me hacía gemir y los dedos expertos de Bill aliviaban los pequeños calambres en mis pies.

Una imagen vino a mi cabeza. Yo con una panza del tamaño de un estadio de fútbol y el aliviando mis pies hinchados mientras cantaba dulces nanas para el renacuajo que crecía en mi interior… Si eso no era el Edén, nada se comparaba a ello.

-¿Cómo está Alexander? –me sentía culpable. Por haberlo dejado y por no preguntarle a Bill sobre él antes.

-Está ansioso por verte (name). Tomó tu partida como algo que ya esperaba, pero cuando empezaste a tardar aumentó su ansiedad… Creo que este tiempo con él sirvió para conocerlo más y aprender a ser su padre. Es… simplemente mágico.

Lo veía en su mirada, la dulzura reflejada y toda esa alegría parecía acaparar todos los astros. En dos semanas, había actuado como un padre ejemplar y eso me hinchaba el corazón de amor.

-No quiere conocer al hijo de Lily y Gaspard hasta que tú estés presente.

-Alexander es un chico muy dulce por mucho que se haga el duro. Creo que eso lo sacó de ti, Bill. Es tu viva imagen… lo extraño más que a mi vida.

-Y en cuanto a lo de mamá, no quiero que te preocupes. Ella tendrá que entender que ahora mi familia eres tú y Alexander, que mis prioridades cambiaron y que ella no puede hacer nada para cambiar el pasado.

-Ya no seguiré en esto de la mafia y las armas… perdí a Erik y no quiero más muertes a mí alrededor. Ella tenía razón al decir que soy un monstruo, expuse a mi hijo a un mundo insano y horrible, y otros pagaron las consecuencias.

-¿Por eso huiste?... ¿por eso escapaste a Francia?

Lo miré fijamente, viendo el dolor, la tristeza y la profundidad en su mirada. Sus manos ya no se movían, sino que todo el parecía estar atento a una imagen mental que se formaba en su mente y lejos de este espacio y tiempo.

-Necesitaba estar sola, Bill…

-Eso es egoísta y tú no eres así.

-Erik fue un verdadero hermano en un mundo donde destruyen familias… el caso es que necesitaba volver a ser yo, a procesar lo sucedido y a decidir lo que es mejor para mí y para… todos.

Me enderecé dejando el plato ya sin pastel en la mesa de vidrio frente a mí. Probé un sorbo del té y me senté sobre las piernas de Bill. Estaba cansada, agotadísima física y mentalmente, sólo quería tomar un baño e irme a dormir, pero este hombre no se merecía esto después de dos semanas lejos.

Tomé su rostro entre mis manos y le hice mirarme. Memoricé cada detalle, cada lunar, cada expresión, cada línea en sus labios, cada pelusa en sus ojos. El tiempo parecía no pasar por el rostro de Bill, es como si se hubiese olvidado que tenía que envejecer.

-No quiero pelear, cariño. No quiero más peleas, más armas y más mafias.

-No eres un monstruo, (name). Eres perfecta para mí independiente de lo que otros digan. Te amo y nada más importa, tenlo claro.

Sus manos recobraron la vida y se posaron en mis caderas afirmándome en su suave prisión. Deposité un beso suave en la comisura de sus labios y sonreí a ese rostro que siempre me ha encantado.

-Sólo quiero una cosa… bueno en realidad son dos.

-¿Ah sí? –levantó una ceja y me miró atento y dulce como siempre.

-Quiero preocuparme de nosotros, Bill… quiero que seamos felices junto a nuestro hijo.

-Deseo concedido, hermosa… ¿Qué es lo segundo?

Moví mis caderas sugerentemente y acerqué su rostro al mío. Tenía su atención y su sonrisa parecía brillar más. Sus dedos aumentaron la presión y deslicé mis manos hasta su pecho en busca de un poquito de distancia.

-Te quiero a ti, ahora y siempre. Follar contigo, hacer el amor contigo, acostarme contigo, tener sexo contigo… llámalo como quieras, sólo quiero ser tuya Bill Kaulitz –susurré sin perderme detalles de la tormenta en sus ojos café y de la tensión en su garganta.

-No sabes lo mucho que esperé este momento Invasora –sus manos bajaron a mi trasero, marcando el ritmo y estrujando mi piel a través del pantalón.

-Sólo hay una condición –murmuré lo suficientemente excitada.

-¿Cuál? –se detuvo divertido y atento como un niño.

-No me vuelvas a dejar con las putas ganas.

Y esta vez  no hubo más distancias entre nosotros. La prisión de sus manos en mi trasero se hizo más fuerte y sentí su miembro crecer entre la tela. Tomé su boca y enredamos nuestras lenguas y labios en una batalla lujuriosa por el poder. Simplemente necesitaba más de él, y su boca sólo era el inicio de mi viaje por su cuerpo… mordió mis labios y un gemido se escapó de su boca mientras guiaba mis caderas.

-Bill… -gemí con las hormonas disparadas en fuego y sin más control.

Tomó mi cabello y lo soltó exponiendo mi cuello a sus dientes hambrientos de más piel. Todo era fuego entre nosotros. Aproveché de sacar su camiseta oscura y exponer toda esa piel para mí. Dios… tantos tatuajes. Las venas de sus brazos estaban marcadas y yo no hallaba la hora de ir hasta la cama y seguir con nuestro juego previo. Cada mordida suya, enviaba impulsos eléctricos a mis partes más íntimas, humedeciendo las bragas y haciendo palpitar mi clítoris para que rogasen por atención. Oh Dios, necesitaba sus manos ahí, jugando a darme placer.

-Dios, Bill…

Rasguñé su espalda y el soltó un siseo que pareció despertarlo del trance de mi cuello. Subió mi camiseta y vio mis pechos expuestos e hinchados con los pezones erectos en su dirección. Pareció sorprenderse aún más y no dudo en acariciarlos sin dejar de mirar mi rostro ni una vez. Mordí mis labios para contener un grito de placer, porque sólo él llegar a encenderme más.

-¿Y tu brasier? ¿Viajaste así? –me reprochó.

-Empiezan a sofocarme los pechos –me quejé avergonzada.

-Hmm… interesante concepto (name).

Si, un concepto extraño pero era lo que a fin de cuentas sentía. Quizás sea el embarazo, pero mis pechos parecían aliviarse más cuando rebotaban frente a todos. A forma de castigo, mordió un pezón tan fuerte que se me pusieron los ojos llorosos y el me guiñó un ojo divertido.

-Tus pechos son sólo míos, Invasora. No quiero que nadie más se imagine estos lindos pezones o que ni si quiera vea su forma.

Masajeó con sus pulgares y volvió a besarlos viendo cómo me retorcía de placer ante él. ¿Cuántas beses había soñado con este contacto tan caliente? Me sentía sofocada con su contacto, embriagada con cada roce de sus labios  e hipnotizada con su mirada. La electricidad en el ambiente era palpable y empecé a temer en derretirme sobre sus piernas como agua.

Me levantó con una fuerza impresionante enganchando mis piernas a sus caderas y me apoyó contra una pared besando mi boca a un ritmo bestial y caliente. Tiré de mis zapatos como pude y tiré de su corto cabello dirigiendo sus besos a mi cuello.

-Ni te imaginas cuántas veces te imaginé como ahora, Invasora. Así, caliente y gimiendo mí nombre. Sólo Dios sabe todo lo que te extrañé.

Sentí su miembro excitado aumentando la presión en mi vientre y gemí completamente ebria de sus palabras y movimientos. Necesitaba más, mis hormonas de embarazada querían más… más contacto, más piel, más humedad, más sudor, más Bill, más temperatura… más. Salí del enredo de mis piernas en sus caderas y mis manos volaron a la hebilla de su cinturón bajo la atenta mirara de sus ojos ardientes y su boca hambrienta como la de un lobo frente a su presa. Desabroché sus pantalones y el desplazó mis manos por las suyas.

-No te apures, aún nos queda toda la noche para hacerte mía.

-No me pidas eso, Bill. No con lo caliente que estoy.

-A sus órdenes jefa.

Desabroché mis pantalones y quedé sólo con las bragas puestas. Subí a la gran cama blanca probando la suavidad de las sábanas y observando la anatomía bien hecha del hombre frente a mí. Se quitó los zapatos con calma y sin mirarme en ningún momento. Bajó sus pantalones dejando al descubierto su gran y exquisita excitación tras los bóxer blancos, y como si quisiera alargar el momento se puso a ordenar nuestra ropa tirada por todas partes.

-¿Te divierte la vista? –bromeó dejando nuestra ropa un sofá junto a la cama.

-¿Te divierte saber que ya siento las bragas empapadas?

-La verdad sí.

-Tienes un culo que me muero por arañar –gemí acostándome de espaldas exponiendo mis pechos. Él me miró fijamente, sin moverse ni un poquito.

-¿Tan caliente estás?

-Tú me tienes así cariño, no sé por qué te sorprendes si siempre he sido así contigo.

-Supongo que –bajó la mirada a mis bragas que evidentemente estaban mojadas y sus ojos parecieron tornarse más oscuros-… Mierda.

Lo siguiente que vio debió dejarlo en coma a juzgar por su expresión. Abría aún más mis piernas exponiendo mis bragas húmedas sin ninguna vergüenza y empecé a bajar mis manos hacia él. Miré en todo momento su rostro, su excitación y la agitación de su pecho a medida que mis dedos se perdían en la tela de las bragas. Gemí y mordí mis labios cuando mis dedos hicieron contacto con mi sexo ya hinchado y con mi clítoris más que sensible. Mi espalda se arqueó y vi perlas de sudor en el pecho de mi hombre.

Estaba quieto, veía cómo me entretenía sola y disfrutaba de lo que sus ojos veían. No quería acabar, quería incitarlo a seguir, a imaginar el panorama bajo mis bragas. El deseo me inundaba pero lo necesitaba a él más de lo que necesitaba a mis dedos.

-Intenté hacer esto en Francia, cariño –murmuré con mi voz ronca-. Pero no pude.

-¿Por qué? –murmuró totalmente en trancé.

-Oh… porque me hacías falta.

-Mmm… ¿piensas acabar?

Aceleré el ritmo de mis dedos y gemí más fuerte para él. Cerré mis ojos dejándome llevar hasta que sentí un manotazo que sacó mis dedos de mi sexo. Los abrí y Bill rompió mis bragas y se ubicó entre mis piernas mirando con una sonrisa perversa lo que estaba frente a él. Me puse sobre mis codos, atenta a sus movimientos y él, como si intuyera lo que pasaba por mi mente, expuso su lengua y la pasó lentamente por mi vagina sin despegar su mirada de mi rostro. Creí desmayarme de placer al ver su boca empapada de mis fluidos.

-Deliciosa como siempre –susurró.

-¡Dios mío!

Su lengua me penetro, la sentí caliente, traviesa y resbalosa. Sus dedos hacían presión en mis piernas acercándome a él y evitando que me escabullera de la prisión de su boca. No aguantaría mucho ante esa imagen por lo que le supliqué que parara y él obedeció depositando un dulce beso en mí clítoris.

Subió su cuerpo poniéndolo a mi altura y volvió a devorar mi boca a besos dándome de probar de mis propios fluidos. Rodamos en la cama quedando yo encima de él. Besé las heridas que cicatrizaban en su cuerpo y cada tatuaje distribuido en su piel mientras el desordenaba mi cabello y acariciaba la piel a su alcancé. Bajé hasta su miembro, viéndolo con deseo e imaginando su cara a penas mi boca…

-No, para.

Lo miré fijamente impresionada por su petición. Se sentó y me acercó a él con una dulce sonrisa.

-Quiero mimarte, (name). No quiero que pongas mi miembro en tu boca.

-Pero yo…

-Shhh –me interrumpió depositando un dulce beso en la punta de mi nariz-. Déjame adorarte esta noche.

-Bill…

¿Cómo fue que pasamos de querer follar a querer hacer el amor? ¿De qué me perdí? ¿Qué fue lo que pasó? Su sonrisa, ese brillito mágico en sus ojos , fueron los encargado de convencerme y hacer que cediera sin chistar.

Volvió a dejarme en la cama con delicadeza. Se quitó los bóxer dejándome ver su fuerte, dura y gruesa excitación lista y dispuesta para entrar en mi interior. Fue imposible no impresionarme y quedar babeando con la boca abierta, vi en su rostro la burla y supe que mi cara debía estar para un monumento.

-Tranquila, mi hermosa Invasora –se burló con dulzura.

-Por favor Bill –supliqué ya a punto de explotar.

-Shhh… soy tuyo.

Tomó mis manos entrelazando nuestros dedos sobre mi cabeza y su rostro se puso a la misma altura que el mío. Abrí mis piernas y soltó una de sus manos sin perderse detalle de mi rostro. Sentí como tomaba su miembro y lo lubricaba con la humedad de mi vagina de arriba a abajo y gemí.

-Shhh… -repitió sin dejar de verme.

Mis caderas empezaron a revivir y mi pecho a subir y bajar con los jadeos hasta que introdujo lentamente su miembro en mi interior como tratando de no romperme. Ambos aguantamos la respiración ante ese contacto tan íntimo que nos unía una vez más a través de nuestras almas. Era una sensación sublime y que sólo he sentido con Bill. Es como si estuviéramos hechos el uno para el otro por más cliché que suene, nuestros cuerpos siempre han encajado como una pieza de puzle.

-Te quiero (name) –susurró subiendo su mano con las  mías.

-Yo más Bill.

Empujé mis caderas incentivando a que empezáramos con el vaivén de nuestros cuerpos. Besó mi boca ya con más tranquilidad, como si fuera lo más dulce que ha besado y apoyó su frente al lado de mi cabeza, respirando agitadamente en mi cuello. Salió lo suficiente con cuidado, y volvió a entrar en mi interior apretando mis manos. Abrí mis piernas aún más, y besé su hombro viendo las venas que se hinchaban y el suave vaivén de su trasero más abajo.

Estaba extasiada con su piel, su aroma y su cercanía, y si pudiera, me quedaría toda una eternidad con esta conexión. Gemía gustosa de sentirlo en mi interior, de sentir las gotitas de sudor caminar por su cuello y caer en mi pecho, de sentir cómo nuestros pulsos acelerados se mezclaban entre sí. Esto es hacer el amor… ir más allá de lo físico, más allá de idolatrar un cuerpo. Simplemente era amar a Bill. Eso era hacer el amor.

-Me encantas (Name) –suspiró.

Busqué su rostro con los ojos cerrados, depositando un beso en cada parte de su cara hasta dar con su fría boca. Sus manos me liberaron y una de ellas tomó mi pelo, acercando mi rostro al de él. Bebí cada suspiro, cada gemido ronco y cada gruñido emitido por su boca, y él bebió los míos. Nuestras lenguas jugaron embriagadas y con hambre de más a medida que el ritmo de sus embestidas aumentaban.

Lo empujé, sin poder resistir más la prisión de su cuerpo. Quería que me mirara, que viera lo mucho que lo quiero y deseo. Giramos sobre la cama y tomé el control de nuestro vertiginoso juego pasional. Sus manos se deslizaron a mis caderas y pellizcaron tiernamente la piel de ellas. Sonreí a Bill, no podía ser más feliz de lo que ya me hacía, y comencé a moverme sin perder detalle de su rostro, de sus ojos y de cada gota de sudor.

Suspiraba, su quijada se marcaba y gruñía. En ningún momento perdió detalle de mis  movimientos, acomodando mi ritmo a su placer y el mío. Sus caderas seguían a las mías y sus manos ásperas recorrían la piel a su alcance. Olas de fuego empezaron a lamer el interior de mi cuerpo, Bill volvió a ponerse sobre mí y acomodó mis piernas para que las embestidas fueran profundas. El fuego subió y me hacía gemir a medida que el ritmo aumentaba, hasta que mi vista se nubló, mis sentidos se callaron y lo único que pude distinguir entre todo ese placer fueron los ojos de mi amado. Sentí algo cálido en mi interior y su cuerpo aplastó el mío tras un último beso del que apenas fui consciente. No recuerdo la hora en que nos dormimos ni el momento… sólo sé que nuestros cuerpos ardían en la oscuridad, que las sábanas absorbieron nuestro sudor y que nuestros besos jamás perdieron la pasión. Fue la noche más dulce entre nosotros, y sabía que vendrían más en nuestras vidas.

Al despertar, lo primero que sentí fue la prisión de sus brazos en uno de mis pechos y en mi cintura. Sentía calor, la piel sudorosa y las náuseas subían de a poco en mi garganta.

-Diosss…

Me deshice como pude de sus manos y corrí al baño en busca de alivio, de la fría cerámica y de poder aliviar la peor parte del embarazo. Las arcadas no pararon y sentía mis mejillas arder con el esfuerzo, hasta que sentí unas manos frías recogiendo mi cabello y acariciando mi espalda. Vi los astros tras mis párpados, maldije a los dioses del vómito y cuando creía desvanecerme, pararon y me dejaron descansar. Tiré de la palanca  y Bill puso frente a mí un vaso con agua fresca y una toalla mojada en mi frente.

La escena era graciosa, yo apoyada en las cerámicas blancas del piso y la pared, con la cara verde y el estómago cubierto por mis manos. Él, dándome agua fresca, susurrando palabras bonitas y una cara de preocupación terrible. ¿Lo mejor? Los dos desnudos.

-¿Ya estás mejor?

-Ajá –asentí con el ardor en la garganta producto de la bilis.

-Debió tener algo ese pastel de chocolate.

-No creo…

-Pondré un reclamo formal y te traeré una bebida energética para que recuperes sal.

-Bill…

-No te preocupes cariño, te llevaré a casa y Andrea podría revisarte mejor.

-Dios Bill, cállate por un puto segundo.

Las hormonas me hacen maldecir más de lo normal, ¿es eso posible? Mi primer embarazo no fue tan terrible como este, y no estaba tan insoportablemente mal.
Bill me miró completamente descolocado con mis palabras. Me ayudó a levantarme y a lavar mis dientes, luego me acompañó a la cama e hice que se sentara en el borde. Ya no me sentía tan enferma, pero los nervios se volvían a adueñar de mi cuerpo y creía desvanecerme en cualquier momento.

-¿Pasa algo?

-Necesito que me escuches con toda la atención que puedas.

-Eso hago –se encogió de hombros con la preocupación todavía presente en su rostro.

Me acerqué, desnuda y sin perderme detalles de ese cuerpo lleno de tatuajes, de esos labios maravillosos y de esos ojos dulces. Tomé una de sus manos y la puse en mi vientre justo donde nacía el pequeño bulto casi imperceptible.

-Esto es lo que pasa Bill. Hay un pedacito de ti y de mí que me despierta en las mañanas y que me tiene acampando en el baño.

No fue lo más cursi, pero fue lo primero que salió por mi boca. Sus ojos cambiaron, la confusión invadió su cara y pestañeó rápido al tiempo que formulaba una pregunta que nunca salió por sus labios.

-Cariño estoy embarazada. Tendremos un bebé, papá.

Si pudiera describir el inmenso arcoíris  que vi pasar por sus ojos, las palabras no serían suficientes para cubrirlo. Mis ojos se llenaron de lágrimas y su mano empezó a acariciar mi vientre siendo consciente de la pequeña vida que crecía dentro de mí. Me acercó a él y besó mi vientre, humedeciendo mi piel con las lágrimas de sus ojos.

-Gracias, (name). Es lo más hermoso que me puedes decir –murmuró.

Me senté en sus piernas y lo abracé con todas mis fuerzas, celebrando la alegría de poder decírselo a él antes que a nadie.

-Pero anoche tuvimos…

-No le hará daño al bebé, está lo suficientemente protegido como para que le hagas daño.

-Mmm… dicen que aumenta el libido con el embarazo –besó mi hombro y continuó el camino hasta mi boca-, pero no quiero hacerle daño a nuestro hijo.

-Oh, Bill… ni te imaginas las ganas que he tenido de tener sexo hasta en un baño –me reí de mis propios pensamientos-. El embarazo me pone más caliente que nunca.

-Uff… tendré que ir al gimnasio y estar en forma para ti. Pero el bebé…

-Estará bien.

Besé sus labios apasionadamente, refregando nuestros cuerpos hasta sentir la respuesta de su erección caliente en mi vientre. Vi en sus ojos el deseo, pero más allá vi la felicidad de empezar el día con una noticia diferente, nueva y que nos uniría más como pareja, y como familia.

Introduje su miemro en mi interior, sin su permiso, y comencé a moverme despacio sobre él, dejando que sus manos controlaran el ritmo e hicieran de mi piel su mayor encanto.

-Seremos los mejores papis del mundo –susurró con voz ronca.

-Ya lo somos, cariño.



*                       *                     *


-Esperen… ¿un hermano?

-Todavía no sabemos lo que es Sascha, es demasiado pronto.

-¡FELICIDADES! –gritó Andrea.

-Por fin tendremos el honor de verte en cinta, Invasora – se rio Tom abrazándome.

Todos los presentes parecían encantados con la noticia de un nuevo miembro en la familia, pero me importaba más la reacción de Alexander. Después de hacer el amor luego de la noticia, nos duchamos y comimos en nuestro nido de amor. Todo fue alegrías, amor y cariño, pero la realidad nos esperaba y volvimos a casa lo antes posible. Bill notó el libro sobre embarazos que estaba en mi bolso y prometió ser el mejor padre. Al llegar a casa, nuestro hijo nos recibió con la sonrisa más hermosa del mundo y el abrazo más acogedor que podía recibir, pero ahora… ahora su carita había cambiado.

Los demás notaron la tensión en el ambiente y se excusaron yendo a la cocina para ayudar preparar la cena o ir al pequeño estudio del final del pasillo o a comprar. Tomé el brazo de mi hijo y lo atraje a mi lado. Dios, ¿en qué momento había crecido tanto el pequeño niño que se escondía entre las sábanas de mi cama en las noches de tormenta? Miré a Bill y por primera vez pude ver en calma el parecido en ambos. Era una versión joven de quien un día conquistó mi corazón, con cabello rubio oscuro y ojos más despiertos.

-Sascha no quiero que pienses que…

-¿Qué me dejarán de lado ahora que somos una familia? –me interrumpió con la franqueza de siempre.

Miré de nuevo a Bill, pero el también parecía estar obnubilado con el hecho de encontrarnos todos reunidos. Era una imagen sacada de un sueño, y quise tirar de mi piel para ver si soñaba.

-No es eso lo que pienso, ma –sonrió débilmente y enganché su mano con la mía, pues no lo quería dejar ir de mi lado-. Creo que es algo arriesgado pensar en agrandar la familia ahora que la prensa parece estar dispuesta a atravesar paredes. No ha pasado mucho desde lo que pasó con Pantera y esto me parece muy… precipitado.

-Si es por la prensa, no te deberías preocupar, hijo. Reforzaremos el equipo de seguridad y, si quieres, podemos mudarnos a una casa lejos de todo el ajetreo y los flashes –dijo Bill, aún sin parar de sonreír después de la gran noticia de esta mañana.

-Y yo me alejaré de las mafias, desapareceré y puede que hasta crean que fallecí ese día. Son muy pocos los que saben que yo estuve involucrada.

-Pero no hace mucho estabas de misión en misión. Mamá, no eres cualquier persona, eres la Invasora.

-Pues a partir de ahora la Invasora morirá en nuestras vidas. Si tengo que pasar una temporada con pelucas, o encerrada en nuestra casa, lo haré. Pero a partir de ahora seré tu madre, no una espía de tiempo completo.

-Lo siento ma, pero después de todo lo que hemos pasado, no creo justo confiarnos de todo. Lo del tío Erik… y todas esas personas que murieron… yo…

-Les propongo algo –dijo Tom, apareciendo y sentándose junto a Bill, frente a nosotros-. Permanecerán acá hasta que el bebé nazca. Si (name) quiere salir, usará pelucas, lentes de sol y cosas que cubran su rostro. Pero sería bueno que compartiéramos en familia, que ustedes aprendan a convivir como familia y ya cuando nazca mi futura sobrina deciden estar acá o comprar una casa a las afueras de la ciudad… ¿les parece?

Era una propuesta cuerda. La casa de por sí ya era grande y ante cualquier emergencia podía contar con Andy, Rebbeca y Lily.  Bill podría estar tranquilo, Alexander compartiría con su prima y Bianca, además de compartir en calma todo el tiempo que no estuvo con ninguno de los Kaulitz. Ahora debía pensar por mi familia, no por mí. Y esto era lo mejor para todos ellos.

-¿Cómo sabes que será niña? –pregunté sonriendo.

-Mi intuición nunca falla.

-Pues yo digo que será un niño, una versión pequeña y traviesa de Alexander.

-¿Quieres apostar hermanito?

-Cien euros.

-¿Ciento cincuenta?

-Hecho.

-Así que… seré hermano mayor. Guau… ma, ya quiero ver cómo te llenas de arrugas con tantos pañales y más preocupaciones.

-¿Te agrada la idea de tener un hermano? –murmuré ansiosa ya de abrazarlo.

-Claro que sí. Creo que llega en el momento justo para unir a nuestra familia y levantar los ánimos.

No aguanté más, abracé a mi hijo o mejor dicho, lo estrangulé sin importarme sus quejidos. Me alegraba tanto ver cuánto había madurado y lo bien que había recibido la noticia. Había pasado por tanto en tan poco tiempo que parecía increíble la calma con la que se había tomado todo. Las lágrimas saltaron solas, y mis hormonas hicieron que el llanto fuera más fuerte. Bill se rio y murmuró “son las hormonas” y lo que sólo me puse a llorar en el hombro de mi amado hijo.

-¡Mierda no respiro! –se quejó.

-No maldigas Alexander Kaulitz –lo reté sin parar de sonreír, con las lágrimas en los ojos.

A partir de hoy, los días serían cada vez más felices. Llenos de sonrisas y llenas de alegrías para todos. Todo era como siempre debió ser, y es que a veces debías pasar por toda la tormenta para poder apreciar el sol en tu vida.


No cambio nada en mi vida. Los golpes, las torturas, las balas, las heridas, el sufrimiento, los momentos de terror, la pérdida de mis amigos y mis padres. La vida es una contante caja de pandora, que nos enseña a ser más fuertes, a resistir los golpes y superar todo obstáculo que nos pone, ¿acaso no sería lo suficientemente aburrida si todo fuera como un arcoíris?. Todo tiene su razón de ser, incluso la muerte de aquellos inocentes. Cada día está lleno de altos y bajos, lo importante es jamás darse por vencido, salir a flote, ver el pasado con una sonrisa y mirar siempre al futuro lleno de días diferentes con personas por conocer, situaciones por vivir, risas, llantos y por sobre todo, amor. La vida no está hecha para sobrevivir, sino para amarla.



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Más de un año sin publica, pero les prometí finalizar esta historia. Agradezco a quienes me han buscado en mis redes sociales, a quienes me contactaron para contarme sus experiencias con lo que creí que sería una simple historia que de cierta forma se asemeja a la mía. 

Este no es el final, aún me queda la última publicación. La historia, este fic, fan fic, o como deseen llamarles, es DE USTEDES. 

Ya con 22 años, titulada de Ingeniería, y con otras metas en la cabeza, les agradezco cada comentario. Y espero que disfruten este capítulo accidentado y tardío.

Gracias eternas por leer y espero que disfruten.

Nina