BILL
Pateé, luché y pegué con todas
mis fuerzas a quienes me retenían a medida que avanzábamos, sin rendirme por
nada del mundo pese a tener los músculos agarrotados de tanto intentar zafarme
de su agarre. Tampoco distinguía mucho lo que pasaba a mí alrededor con un saco
negro sobre mi cabeza como los que se usan en los secuestros. Estaba
aterrorizado. Se habían llevado a la Invasora de mi lado totalmente
inconsciente como un saco sobre el hombro de un gorila. Luché, enserio que lo
hice, pero estos tipos parecen estar hechos de acero. ¿Dónde estaba el imbécil
de Gaspard cuando realmente necesitaba de su ayuda? ¿Y Erik con Rebbeca? ¿Qué
pasó con los putos mafiosos que se comprometieron con nuestra causa? Ninguno de
ellos figuraba ahora cuando más los necesitábamos. ¿Acaso esta era la mierda de
señal que Gaspard dijo que nos haría? Era de locos, y empezaba a sentirme tan
desquiciado y con los sesos a punto de reventar si no me soltaban de una puta
vez.
Abrieron una puerta con un
coordinado ritmo en el golpeteo de ésta. Todo se volvió silencio por un
momento, pero nunca el agarre cedió. Una patada en mi espina dorsal me empujó
hacia adentro y caí de rodillas jurando patear el culo del tipo que lo hizo
apenas tuviera la oportunidad. Un jadeo femenino, murmullos y una risa
estruendosa rompieron la calma. Serían por lo menos unas siete personas dentro
de este lugar. Recordé las instrucciones de Gaspard, Erik y Rebbeca para que me
defendiera ante posibles ataques que ellos no pudieran cubrir, el alambre
escondido en mi mano, el arma en mi pierna y la navaja en mis botas. Esperaba
que fuera suficiente para salir con vida de esto, recuperar a mi hijo y a
(name).
Cerré mis ojos ante el repentino
cambio de luz cuando me sacaron el saco de la cabeza. Frente a mí, tenía un par
de botas blancas con punta de plata y diseños bordados como los que usan los
vaqueros. Me vi reflejado en la punta e imaginé que una patada en las costillas
con eso debía doler. Miré a mi alrededor en busca que lo que realmente no esperaba
encontrar con tanta facilidad.
Mi estómago de contrajo
completamente cuando vi sangre esparcida en el piso, hombres inconsciente o
muertos tirados en él y junto a un pilar, (name) con la boca cubierta y sus
manos y pies encadenados. Me miró fijamente con lágrimas en los ojos mientras
luchaba por liberarse. Su mejilla tenía un color morado intenso y lucía como si
doliera con el tacto, en la frente tenía un corte que bañó parte un ojo y su
sien con sangre. Le habían hecho daño, la golpearon e hirieron. Quizás qué
otras lesiones me faltaban por descubrir en su cuerpo.
-Son unos animales –gruñí.
El terror en los ojos que alguna
vez lucieron dulces y atrevidos, se hizo palpable y los nervios se me pusieron
de punta con tal de liberarla y matar el imbécil que le hizo esto. Me hervía la
sangre, y mientras no tuviera a nadie detrás de mí, no podía intentar soltarme.
-Siéntalo.
Mi trasero se estampó contra una
silla de madera. Tiraron de mi pelo y un hombre completamente vestido de blanco
apareció en mi campo visual. No lo conocía, pero su aspecto me causó gracia y
escalofríos. Su pelo, completamente canoso, parecía haber sido víctima de una
rabieta del hombre y no estar en su lugar dentro de la firme cola que amenazaba
con flaquear con la siguiente rabieta. Sus cejas eran negras y a juzgar por sus
pómulos, llevaba operaciones en su rostro. Los ojos tenían un brillo frío y
descontrolado, como si algo salvaje estuviera a punto de removerse en él y
salir a la vida para tomar el control. Su perfecto traje blanco hecho a la
medida, estaba salpicado con sangre, pero a él no parecía importarle. Un grueso
anillo con un símbolo en él resaltaba en la mano que tenía sobre el bastón con
la figura de una… Pantera.
-Lamento que nos hayamos conocido
en estas circunstancias, realmente esperaba conocerte en otro plano más
agradable –comenzó a dar vueltas de un lado a otro frente a mí con una leve
cojera que trataba de cubrir con una espalda recta-. Debo ser sincero contigo,
y reconocer que en mi mente llevaba su imagen como el chiquillo con melena de
león y ojos pintados. No esperaba encontrarme con un vocalista de apariencia
seria.
-Los tiempos camb…
-¡NO HE TEMRINADO!
Estampo su mano con el anillo en
mi rostro, con una certera palmada. Sentí sangre en mi mejilla y a lo lejos el
chillido de (name) al ver cómo me golpeó su enemigo. Quería devolvérsela, lo
juro, pero sabía que debía mantener la calma y dejar que terminara de hablar
para arremeter. Mientras volvía a sus vueltas, introduje el pequeño alambre
dentro de lo que parecía ser una cerradura a mis espaldas, cuidando de no mover
demasiado mis manos y brazos para no delatarme.
-Como te decía –continuó con una
voz extremadamente suave que no iba con el descontrolado grito que dio, lo
subestimé-, lo más seguro es que te habría dado una charla con amenazas
implícitas direccionadas a que cuidaras a mi mayor tesoro por aquellos tiempos.
Te habría hablado de valores que seguramente te harían un hombre correcto y un
padre ejemplar. Lástima que no fue así, Bill. Si hay algo que he aprendido
durante todos mis años de vida, es que los jóvenes de ahora sólo piensan en
ellos… ¿o no fue a así cuando dejaste a una mujer embarazada sin tu apoyo?
Otro golpe más en la misma
dirección, pero esta vez lo merecía. Lo último que dijo era verdad, y ahora
tanto la Invasora como mi hijo estaban pagando muy caro mi error. No, espera
¿mi error? ¡Ni si quiera sabía que estaba embarazada! Ella se fue de la noche a
la mañana sin ninguna señal de su ubicación. En ningún momento supe que
esperábamos un hijo. Miré directamente sus ojos ignorando la mirada inquisitiva
con venas marcadas y labios tensos. Él no jugaría con lo que siento por la
madre de mi hijo, no era quien para
hacerlo y yo no caería en su juego de palabras.
-No sabía de su embarazo y ella
lo puede asegurar –dije firmemente intentando con más fuerzas soltar las putas
esposas mientras miraba a (name)-. Se aseguró de que no lo supiera nadie de mi
círculo cercano porque trabajaba para ti y tu puta mafia.
-La puta mafia de la que hablas
es la misma que acogió a tu hijo.
Tercer golpe. Ya no aguantaría ni
un golpe más. El pequeño “clic” que se escuchó fue lo bastante certero en el
momento en que las esposas cayeron al piso y me levanté para devolverle la
paliza a Pantera. Un instinto animal corría por mis venas como un animal
cazando a su presa. La adrenalina recorría cada parte de mí como una carrera
contra el tiempo. No oí más que mi gruñido inhumano y el estallido de mis
nudillos en su rostro.
Sentí brazos forcejeando por
separarme del cuerpo del viejo, y de un momento a otro me vi con la cuchilla
antes oculta buscando cuerpos y brazos que intervinieran en mi cometido.
Alguien abrió la puerta y los brazos con los que luchaba se esfumaron y sólo
quedó frente a mí el desesperado y loco rostro del raptor de mi hijo.
-¿Dónde está? –le pregunté con la
punta de la cuchilla clavando su cuello.
-Déjalo, Bill.
Era Gaspard junto a Erik y
Rebbeca con armas en sus manos y sangre en sus rostros. Vi los cuerpos
alrededor de nosotros como si fueran simples maniquíes revueltos en un piso con
fluidos derramados. Lo dejé, obedeciendo sus órdenes al ver que éramos mayoría,
no sin antes patear su tórax asegurándome de tener por lo menos una costilla
rota.
Me acerqué a (name), quien me
miraba con ojos empapados en lágrimas y con su cuerpo temblando. Quité la cinta
adhesiva de su boca y Erik me alcanzó un manojo de llaves. Escuché el mismo
“clic” tras cuatro intentos y solté sus muñecas de la presión del metal.
Mientras esperaba a que se recuperara, tomé las mismas esposas y las enganché a
las manos de Pantera ignorando sus risas.
-Con eso no me destruirás –se
carcajeó.
Tomé el otro par que yo tenía
puesto y lo anclé al mismo pilar donde estaba la Invasora. Ignoraría sus risas
y burlas, porque no estaba en condiciones de reírse mientras nosotros
estuviéramos vigilándolo. Me acerqué a (name), viendo sus manos magulladas y
una herida en su rostro que costaría unos cuantos puntos. Sus ojos seguían
siendo grandes pozos cristalinos, pero lo relacioné con lo que acababa de ver.
Este era un Bill que incluso yo desconocía en su totalidad, era uno donde sus
sentidos hablaban por él y no había temor en su mente.
-Estarás bien. Lo prometo.
-Yo… Bill… tú…
-Debemos buscar a Alexander –me
recordó Erik.
Un golpe a mis espaldas retumbó
entre las paredes que nos rodeaban. Como si se trataran de un vampiro, Rebbeca
apuntaba con una estaca creada de la silla donde minutos antes estaba sentado a
Pantera, con la fiereza de un felino sobre él. Erik parecía restarle
importancia a la valentía de su esposa, pero no despegaba los ojos del hombre
bajo ella, temiendo alguna sorpresa desagradable de su parte.
-O lo dices, o te la entierro.
-Drácula murió hace mucho,
querida.
-Pero las infecciones de un trozo
de madera apolillado y a punto de podrirse, dudo que salgan con facilidad de tu
torrente sanguíneo. Créeme. No quieres sabes cómo acaba una herida así.
La mueca descontenta en su
rostro, indicó que realmente no quería ceder pero si quería salir con vida,
debía seguir las ordenes de ella. El susurro del metal en la mano de Erik y
Gaspard, me indicó que era hora de volver a estar a la defensiva. Pasé la bala,
al igual que ellos, afirmando de la cintura a (name) sin estar seguro de que
tuviera suficientes fuerzas.
Nos observó como quien observa a
unos familiares detestables dentro de su hogar. Quizás eso éramos para él. Luego
miró a sus hombres como buscando una respuesta entre los cuerpos a nuestro
alrededor o alguien que lo defendiera de nosotros. La estaca de Rebbeca empezó
a lastimar firmemente un lado del cuello liberando un poco de sangre a lo que
Pantera hizo una mueca empezando a jadear con sólo sentir el dolor de la matera
insertándose en su piel con movimientos lentos, circulares y profundos. Gruñó
una vez más antes de liberar un grito frustrado en indicar hacia la puerta del
otro lado de la habitación.
-Necesitarás una llave, y yo no
la tengo.
-¿Dónde está? –preguntó Gaspard.
-Yo que sé. Debe estar entre los
cadáveres.
Rebbeca y Erik se quedaron
vigilando al viejo mientras yo y (name) avanzábamos entre los cuerpos
desplomados a nuestros pies. Podía oír su jadea en mi cuello, como si todo le
costara el doble. No cojeaba, y a juzgar por su espalda encorvada, el dolor
provenía en su estómago o costillas. Si de algo estaba seguro era que apenas
tuviera a mi hijo en mis brazos, cortaría la cabeza de Pantera a la primera
oportunidad que tuviera de hacerlo.
La puerta de un tono gris perla
frente a nosotros, sólo tenía una cerradura. (Name) tiró de la manilla y pateó
la puerta pero nada de ello la abría. Gaspard chocó contra la superficie de
madera pero nada de eso resultaba y la desesperación empezaba a invadir el
rostro de mi Invasora.
-Tienes que dispararle –dio
Gaspard -. La mía no tiene silenciador y no podemos llamar la atención mientras
Pantera esté vivo.
(Name) se apoyó junto a la puerta
para liberar mi brazo y tomar de forma correcta el arma en mis manos. Nunca
había disparado, ni si quiera mientras me enseñaban a usarla antes de venir.
Jamás tuve un arma real en mis manos. Y ahora sentía el peso del metal frío
entre mis dedos y la presión por hacer que la puta cerradura cediera de una
vez.
¿No te pasó durante la infancia
que un imbécil mayor que tú te empujó hasta hacerte caer en la tierra? ¿O que
luchaste por mantenerte firme tras un golpe en la cara? La sensación es
similar. Es una fuerza de gran magnitud que te empuja hacia atrás, obligándote
a doblar las rodillas para resistir un poco el impacto. Sientes el metal oscuro
calentándose entre tus dedos y el sonido de la bala saliendo. Puedes sentirlo
todo como si se tratara de una cámara lenta. Y luego enfocas la mirada hacia tu
objetivo.
-Demasiado bien para ser el
primero.
Miré a Gaspard, quien parecía
estar bastante asombrado con mi trabajo. A mi otro lado, (name) sonrió en mi
dirección con ojos brillantes y consternados ante lo que había visto. Pateé una
vez más la puerta, y el resultado de mi primer disparo se hizo tangible. La
puerta estaba abierta frente a nosotros como si jamás hubiese estado cerrada, a
excepción del agujero a la altura de la cerradura, claro está.
Una sensación escalofriante
recorrió mi espalda al dar el primer paso hasta el marco de la puerta,
evaluando el ambiente obscuro y gélido. Era un depósito lleno de cajas
marcadas. Algo se movió dentro del espacio confinado. Presioné el interruptor
junto a la puerta y cuando mis ojos se adaptaron a la resplandeciente luz, pude
escuchar el grito enmudecido de (name) a mis espaldas.
El viejo no mentía. Alexander, mi
hijo, estaba ahí. Evalué sus condiciones físicas visibles buscando un rastro de
su respiración y heridas gravísimas que pudieran complicar las cosas. No
parecía estar tan dañado. Tenía rastros de sangre en sus manos y rostro, una
mejilla morada y el labio inferior roto, pero dentro de su inconsciencia
parecía estar descansando de su realidad. Podía ver hasta la oscuridad bajo sus
ojos y las mejillas más hundidas de lo normal. Si bien no estaba grave, podría
estarlo.
El metal junto a su sien empeoró
todo. Sabía que era un tipo peligroso con sólo mirarlo, y si no recordaba mal
su rostro, era el mismo hombre con quien divisé a (name) acá, en Berlín. ¿Cómo
se llamaba? Ah, Ian. Lucía más pálido de lo normal, con ojos turbios y cuerpo
rígido. (Name) quería acercarse de Alexander, pero se lo impedí tomando su
brazo y posicionándola a mis espaldas. Algo iba mal. Ni si quiera Pantera
parecía estar del todo preocupado por lo que pasaba a su alrededor.
-¿Bill Kaulitz protegiéndote,
Invasora? ¿Qué tan extraña puede llegar a ser esta situación?
Su voz, que ya no mostraba la
misma normalidad cuando huyó con (name), era la de un depredador. Podía ver sus
armas reluciendo bajo su vestimenta, tan preparado como Gaspard o Rebbeca. Algo
iba mal, algo pasaba con él. (Name) tiritaba a mis espaldas y no sabía si era
por el frío ambiente o por el hombre frente a nosotros que amenazaba con acabar
con la vida de nuestro hijo.
-Ian Neville… ¿por qué no me
sorprende encontrarte acá? –comenzó Gaspard con la voz más fría, posicionándose
a mi lado, protegiendo a (name).
-¿Aún te quedan esas ropas
viejas, Uranio? Pensé que la vida normal te quitaría preparación física.
-Bueno, siempre quise debutar una
última vez con una buena causa y esta es la ocasión perfecta.
-Debut y despedida –miró tras
nosotros, viendo la escena llena de cuerpos tirados y alzó las cejas-. ¿Quién iba
a decir que esto sería una verdadera matanza? Bueno, al menos dejaron a tu
padre con vida, (name).
-Los padres no matan a quienes
más quieres –murmuró y casi pude oír el rechinar de sus dientes-, ni te obligan
a matar personas o cumplir sus malvados deseos.
-Pero sigue siendo tu padre,
Invasora –movió la cabeza de Sascha con la pistola, cambiando su inclinación.
-No lo toques –le advertí dando
un paso adelante. Su mirada se dirigió a mí con una sonrisa burlona y el arma
rozó su pierna, alejándola del cuerpo de Alexander.
-¡El padre del año! Casi me
olvidaba de tu presencia, Bill. La estrella musical abre la boca, pero no hay
público que lo ovacione aquí. Hombre, te equivocaste de escenario.
-Por favor, Ian…
-¿¡Qué, ahora lo defiendes!? Fui
yo quien te borró a Bill de la cabeza, el que te cuidó de Pantera todo este
tiempo y el que te protegió en cada misión. Y ahora lo proteges como… como si
quisieras dar la vida por él.
Gruñó cada palabra,
intensificando las líneas de expresión en su frente como si cada palabra se
plasmara en su rostro. Él era peligroso, y apostaría a que sería capaz de decir
cualquier cosa con tal de realizar una locura que nos destruyera a todos. Por
algún extraño motivo, (name) pareció totalmente afectada por sus palabras,
retrocediendo y alejándose de mi cuerpo y el de Gaspard.
-¿Acaso ya no recuerdas cómo
follamos en Asís? ¿No recuerdas cómo te hice gritar y gemir? Te hice mía,
Invasora. Más veces que Bill y que cualquier otro hombre… nunca lo olvides.
Y la sonrisa con que la devoró con
la mirada fue el colmo. Adiós, autocontrol, fuiste bueno mientras duraste.
Escuché el gritó de horror a mis espaldas con mi nombre implantado en él. Las
pupilas de Ian estuvieron a centímetros de mi rostro y mi pistola se aplastó
contra su estómago. Mi otra mano rodeó su cuello y su cabeza terminó aplastada
contra el piso. Gaspard estaba forcejeando, murmurando cuán imbécil era al
acercarme así y que él era peligroso. Me dio igual. Me daba igual morir en
estos momentos, mientras él se fuera conmigo al infierno.
-¡Dispara Kaulitz, mátame como sé
que quieres hacerlo! Lo veo en tus ojos y lo leo en tus pensamientos, Bill.
Descubriste que puedes matar, que puedes disparar y tener la vida de otros en
tus manos. ¿Sientes el poder invadiendo cada fibra de tus músculos, la
adrenalina corriendo por tus venas y tus pensamientos trabajando a toda
máquina? Tienes el instinto de un asesino, y apostaría a que eso fue lo que la
Invasora vio en ti, porque ella no vio al cantante que todos admiran sino que a
su opuesto, al lado oscuro que nadie quiere conocer de uno mismo.
El hielo gélido en su mirada me
recordó a los inviernos llenos de preguntas que apuntaban a (name) junto a la venta, observando a las
ramas de los árboles y esperando un milagro que nunca llegó. Ian Neville era
cruel y disfrutaba siéndolo. Se ancló a la vida de (name) para lavar su cerebro
y conocer sus debilidades y fortalezas, aprovechándose de ellas para luego usar
sus actos en su contra. Era de cobardes hacerlo. Era de cobardes insultarla con
un arma en la sien de Alexander, aprovechándose de su punto débil.
Pero yo no caería tan fácilmente
teniendo a la prueba de nuestro amor a solo dos pasos de mí. Neville no se
equivocaba al describir el poder en mis venas y las ansias de matarlo, pero la
diferencia radica en que no soy un asesino y no pretendo serlo como él dice. No
hay un Bill opuesto ni un lado oscuro que nadie conozca, y él no es nadie para
hablar de mí como si fuera mi reflejo en un espejo. Somos diferentes,
totalmente opuestos. Presioné el gatillo justo donde quería en sólo un segundo
antes de que se escuchara el grito adolorido de Ian retorciéndose en la pared.
Otro disparo, sin silenciador cruzó mi oído y sentí mi costado ardiendo. No me
retorcí, no era tiempo para eso. Observé el muro tras él salpicado de sangre,
su sangre, y parte del hombro de Alexander manchado con el líquido rojo.
Jamás había disparado a alguien,
ni en mis sueños ni en mi imaginación, pero se había metido en mi territorio,
en mi zona y con los míos. No había sed de matar, sino de advertir. Sus pupilas
contraídas y su rostro invadido por la sorpresa me dieron a entender que no
consideró en ningún momento mi disparo y que se arrepentía de ello. Resbaló
junto a mi hijo viendo el gran agujero en su muslo, y yo, sin soltar el arma de
mis dedos, retrocedí tocando mi costado herido. La bala solo rozó mi piel, no
la perforó como yo lo hice en la suya.
-Mataré para proteger a mi
familia, no por darte el gusto.
Podía sentir la mirada de Gaspard
y (name) sobre mí, la sorpresa en sus pensamientos y sus respiraciones. Yo
también estaba sorprendido al igual que ellos, pero mi autocontrol era más
fuerte en estos momentos. Ulliel registró a Ian mientras yo no paraba de
apuntar directo a su cuello, en busca de todo objeto metálico o arma que pudiera
usar en nuestra contra. Afortunadamente, el sonido de un juego de llaves indicó
que podíamos sacar a Alexander de aquí.
-(Name), te necesito acá –ordenó
Gaspard.
-S-Sí.
Neville afirmaba su herida sin
parar de quejarse, viendo cómo lo despojaban de sus pertenencias. Las manos de
(name) temblaron cuando tuvo las llaves en ella. Se acercó por primera vez a
nuestro hijo tocando su mejilla pálida y sin obtener respuesta alguna. Probó
muchas llaves para las esposas de Alexander, hasta dar con una que hizo “clic”
en la cerradura sin esfuerzo alguno. Liberó sus manos y pies. Registró el pulso
repitiendo unas palabras en no sé qué idioma y besó su frente antes de volver
la mirada a mí. Algo iba mal, podía notarlo en sus ojos. Estaba preocupada y
parecía que no tenía las palabras correctas para definir lo que pasaba. ¿Por
qué seguía tan pálido e inconsciente?
-Un dulce –susurró volviéndose
hacia nuestro hijo, cuya cabeza descansaba en las piernas de su madre-. Está
débil y frío. Seguramente no comió nada y… ¡Dios necesito un dulce!
¿Cómo un espía podía estar
equipado hasta con un simple caramelo entre sus ropas? ¿Acaso formó parte del
entrenamiento de Gaspard tener caramelos en los bolsillos incluso aunque se
mezclen con las municiones de las armas? Era de locos, pero gracias a ello
podía mejorar la salud de Alexander. (Name) lo desenvolvió y lo introdujo en la
boca de su hijo con mucho cuidado, repitiendo lo que sonaba a un mantra u
oración en otro idioma.
-Proteges a tu hijo y apaleas a
tu padre… ¡qué bonito!
Me giré viendo que Pantera nos
observaba con molestia con dos armas apuntando firmemente su cabeza y dos pares
de ojos vigilando cada uno de sus movimientos. (Name) alejó el cuerpo de
Alexander de Ian, tratando de levantarlo en vano e ignorando las palabras de
Solarin. La alejé pasándole el arma en mis manos a ella, y tomé a mi hijo en
brazos como si fuese el pequeño bebé que nunca mecí ni alcancé a disfrutar. No
pesaba nada, y eso me preocupaba porque notaba la terrible desnutrición en él.
Algo debió ir mal todo este tiempo con Alexander, y al parecer nadie lo notó.
Gaspard vigiló los movimientos de Ian mientras nosotros salíamos de aquel
espacio confinado en el que estaba mi hijo.
-No eres mi padre, entiéndelo de
una puta vez.
Escuché al gatillo deslizarse por
el pulgar de la mano derecha de (name) frente a mí. Si lo mataba, la apoyaría
al cien por cien porque estaba en todo su derecho de hacerlo pese a no ser
Dios. Si lo dejaba con vida en cambio, sólo esperaba que se alejara de nuestras
vidas para siempre y se olvidara de nuestra existencia.
-¡Pero claro que lo es! –se rio
como un desquiciado Ian-. ¿Quién crees que ayudó a mami a cumplir su sueño de
toda la vida?
-Neville… -comenzó Solarin
callando con su apellido y una sola mirada a Ian.
-¿A qué se refiere? –el pequeño
temblor en la voz de ella, detectó cierto nerviosismo ante las palabras que
creo que no quería escuchar.
Dios, juro que todos sabíamos a
qué se refería, pero no queríamos aceptarlo, ni oírlo o simplemente pensarlo.
¡Es que es absurdo hasta hilar las palabras! ¡Es vomitivo el sólo hecho de
imaginarlo, una idea totalmente descabellada! Todos nuestros rostros
empalidecieron, a excepción del de Ian y Solarin, que parecían haber invertido
el juego de un momento a otro.
-Realmente esperaba llevarme el
secreto a la tumba tal y como tu madre me obligó a jurar. Pero los muertos no
hablan, y Neville ya abrió su boca para decirlo antes de tiempo.
-¿Cómo lo sabe él? –lo señalé con
la cabeza, viendo cómo su rostro de contraía de la risa con sólo observarnos.
-Hay cosas que a veces deben
salir de tu boca por mucho que estés encerrado en la soledad de cuatro paredes.
Hice un trato con Pantera… un secreto a cambio de otro.
-¿Qué… secreto? –quería tapar los
oídos de (name), decirle que todo era una vil mentira creada por un mafioso,
decirle que no podía confiar en nadie más que yo.
¿Realmente se puede estar listo
para enfrentar algo que puede cambiar tu vida? Claro que no, porque por mucho
que te prepares para blindar tu mente de sentimientos y palabras nuevas, jamás
vas a estar lo suficientemente protegido de una herida. Lo sé yo, que hace menos
de un mes acabo de enterarme de un hijo cuya existencia jamás conocí hasta
ahora. Sé el golpe que será para (Name) escuchar lo que yo ya deduje.
-Tu madre, Invasora, quería ser
madre a toda costa. No era infértil pero tu padre sí, y ya estaban casados. Lo
que empezó siendo un deseo personal, acabó siendo un deseo de pareja. En esa
época tu padre ya tenía una deuda conmigo, y por supuesto que la agrandó aún
más cuando solicitó la ayuda necesaria para tener un hijo.
-No es verdad –susurró agarrando
con fuerza el arma.
Ya lo dije, si lo mataba o no, la
apoyaría de igual manera. Retrocedí observando el rostro de nuestro hijo en mis
brazos, cuya palidez parecía indicar que estaba muerto. Pero respiraba, lo
podía sentir a través de mi cuello respirando profundamente como si estuviera
dormido.
-Lo creas o no, es verdad. Tu
puto padre era un zángano infértil bueno para nada y yo fui quien cumplió con
los deseos de tu madre. ¿De dónde crees que vinieron los espermatozoides? ¿De
Dios? ¡Soy yo tu padre, Invasora! ¡Fuiste creada a cambio de ser devuelta a mí!
¡Todo tiene su precio y tú fuiste el pago de tus padres!
El eco en las paredes, fue todo
lo que se escuchó. Las rodillas de (name) se estamparon en el piso con un golpe
sordo y no pude ver más que su cabellera tapando su rostro y la pistola aún en
su mano como si fuese parte de ella. Estaba tiritando, sus músculos estaban
tensos y temí verla desfallecer.
La frase formada en mi mente se
intensificó hasta borrar los demás pensamientos. Tenía razón. Mi deducción fue
cruelmente correcta y ya no había vuelta atrás. Vinimos a por Alexander, y
ahora saldríamos con una verdad horrorosa que nadie imaginó jamás.
-Estaba en mí derecho permanecer
con mi nieto y recuperar el tiempo perdido que tu jamás me quisiste dar. Te
mataría a ti y yo me quedaría con él tal y como hice contigo.
-Todas las personas con las que
te has enfrentado, todas las misiones a las que te derivé desde que mataste por
primera vez, era porque sabían quién eras. Porque llegaron hasta el Contrato de Confidencialidad que hice con tu madre. ¿Qué mejor que matarlas?
-¡MIENTES!
Gritó como si transmitiera todo
el dolor de toda su vida, llena de cruces que cargar y sin ninguna luz que
alumbrara su caminar. Acerqué el cuerpo de Alexander a mí, viendo cómo los brazos de (name) se alzaban y
disparaban certeramente en el estómago de Pantera, tres tiros certeros, que lo
tiraron en el piso sin si quiera matarlo. Su traje blanco se tiño de rojo, al
igual que sus manos. El humo salió de la pistola en un fino diseño de espirales
mientras (name) obligaba a calmar su respiración. Casi podía oír el pestañeo
contante de sus ojos y las lágrimas saliendo a borbotones de ellos.
Nadie pudo mantenerse en
silencio, porque lo siguiente fue un tiro direccionado a (name), que resultó
fallido y que culminó en quien menos merecía ser herida. Nadie lo vio venir,
porque estábamos consternados con los disparos de (name). Mis piernas se
derrumbaron en el piso, sin dejar de sostener el cuerpo de mi hijo.
El grito de Rebbeca fue ensordecedor
al igual que las carcajadas altaneras de Ian. Ni Gaspard lo pudo detener, lo
pudo prever y evitar. Todo fue muy rápido e incontrolable. Podía sentir mi
corazón palpitar con fuerza mientras repetía en mi mente que él no lo merecía.
Nada de esto tenía que ver con él. Erik sólo quería ayudarnos a rescatar
Alexander.
Pero la justicia no tardó en
llegar cuando Gaspard Ulliel reventó a disparos a quien mató a su primo. (Name)
se acercó a él tratando de quitarle el arma de las manos, cosa que no fue posible
hasta que el cargador quedó vacío y él tiró el arma junto al cuerpo cubierto de
sangre. Su grito fue oprimido por los sollozos de su garganta al momento en el
ella lo abrazó con fuerza.
Erik no
merecía esto. Él sólo trataba de ayudarnos.
Dos últimos
disparos se escucharon en el cuarto lleno de cadáveres. Vi en mis piernas,
totalmente impresionado, que Alexander sostenía un arma y acababa de dispararle
a Pantera en la cabeza. Pero Solarin había disparado antes, tenía un arma en la
mano que al igual que la de (name), emanaba el humo característico de un
disparo reciente. Seguí la dirección de su mano, y si la vida no podía destrozarnos más, vi a (name) con un disparo certero en su hombro izquierdo.
Quise
sostenerla antes de desplomarse, quise evitar el disparo, consolarla y decirle
que todo iría bien mientras sangraba. Pero nada en mí respondió por un momento,
sólo mis memorias con ella avanzaron en mis ojos como un rollo fotográfico.
Alexander se movió y gritó por su madre como un niño
pequeño totalmente desconsolado. Y eso fue lo que me hizo reaccionar y volver de nuevo a la realidad.
Ya había perdido a un amigo, y no estaba dispuesto a perder a (name) nunca más.
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Espero que valga la pena tanta espera :)