-¿Bill no te respondió el
teléfono?
-No lo llamé.
-¿Y por qué yo?
-¿Te molesta?
-Me sorprende.
-No deberías. Sabes que te
considero un amigo.
-¿Y Gaspard o Erik?
-Están vigilando a tu hermano.
-¿Y en qué viniste?
-En la camioneta.
-¿Qué hiciste con ella?
-La dejé abandonada en la
gasolinera.
-¿Era tuya?
-No, era robada.
-¿¡La robaste!?
-No, yo no. Es una especie de
negocio negro. Ellos roban autos y luego los trafican, arriendan o venden. En
este caso lo arrendé, pero como viene con GPS, uno de ellos la encontrará y
vendrá en su búsqueda.
-Inteligente negocio.
Tenía ganas de ducharme, dormir y
tomar uno de esos tés de Twinings. Pero no podía, y dudaba hacerlo en las
próximas veinticuatro horas. Llegaría a casa sólo para poner al día a los demás
y preparar algún plan que sirviera para sacar a Alexander de ahí y que fuera de
la mano con el que me mandarían mis nuevos aliados. Mi cuerpo dolía de lo tenso
que estuvo mientras solicitaba la ayuda de ellos, y tenía una sensación de
vacío en la boca del estómago, como una especie de fatiga post-estrés.
Era en estos momentos en el auto
de Thomas, que entraba en razón sobre el peso de las condiciones dadas por Abel
y Musa. Prácticamente me habían perdonado la vida a cambio de obtener los
bienes de Pantera y su cabeza en bandeja. Y no sólo eso, tendría que salir del
mapa en tiempo récord. ¿La invasora? Oh, ella estaría muerta después de esto.
Mi vida como una de las espías más peligrosas sería un recuerdo plasmado en
algún archivo o en la memoria colectiva de quienes pudieron conocerme o saber
de mí. Me convertiría en un simple recuerdo y luego, en nada más que un nombre
que se borraría con el tiempo. ¿No es eso lo que pasa con la gente que muere? Al principio todos recuerdan su
rostro, su voz y sus acciones, pero después todo eso queda en el olvido y pasa
a ser uno más del montón.
Si alguna vez quise la
oportunidad de rehacer mi vida como una simple mujer, ésta era mi opción de
cambiar el destino y ser simplemente… (name). No obstante, debía ser sincera
conmigo misma. Extrañaría esta vida de acción y enemigos, como si fuera un
superhéroe retirado en una ciudad perdida. Extrañaría ser la Invasora, dibujar
una sonrisa en mi cara cuando todos se mearan en los pantalones con sólo verme,
sentir la adrenalina propia de un combate cuerpo a cuerpo, e implorar respeto y
miedo con cada paso. Extrañaría la sensación de sentirme poderosa en un mundo
obscuro, pero ahora debía seguir con mi camino y pensar en el futuro que me
esperaba siendo la madre de Alexander y la pareja de Bill. Tendría una familia
tras muchos años sin una.
-Ya llegamos –anunció Tom
apagando el motor-. ¿Estás bien?
-Sólo cansada, pero nada que un
buen baño no solucione.
-¿Quieres que enjabone tu
espalda? –sonrió de la misma forma que siempre lo ha hecho. Abrimos nuestras
puertas y activó la alarma tras tomar mis cosas y cerrarlas.
-¿Quieres que te ayude llevando
ese bolso? Sé que pesa.
-¿Enjabonaré tu espalda?
-Claro que no, idiota.
-Entonces no quiero que me ayudes
con esto. Además, tengo músculos.
-¿Ah, sí? ¿Dónde?
-Ja-já. No es necesario que te
hagas la ciega.
-No tienes músculos.
Subimos al ascensor peleando
sobre músculos y el entrenamiento físico ideal, hasta que llegamos a la puerta
del departamento. No fue necesario que pusiera la llave en la cerradura, porque
se abrió de golpe exponiendo a un furioso Bill con cara de querer quemar mi
cabeza. A mi lado, Tom parecía resignado a oir los gritos más ensordecedores de
su gemelo cantante, sin embargo pasó por su lado tras una leve inclinación de
cabeza y saludando a los demás. Era yo la que no se salvaría de esos gritos, la
que terminaría con las orejas rojas y cansadas de tantos retos. Bill se cruzó
de brazos analizándome de pies a cabeza con completa seriedad.
-Bill, realmente no te podía
decir dónde…
-Cállate.
Vaya, ¿enserio éste es Bill?
-Pero…
Tomó mi brazo con tanta fuerza
que creí que terminaría azul, y me hizo entrar bajo la atenta mirada de todos
menos Andrea y Tom. Cerró la puerta con extremo cuidado y me condujo por el
pasillo en dirección a mi habitación. Aseguró la puerta con el pestillo y me
sentó a los pies de la cama sin mirarme si quiera un poco. Me sentía incómoda,
avergonzada y sin saber qué mierda decir para hacerle sentir mejor y eliminar
toda esa ira contenida que rogaba por ser expulsada a gritos y patadas.
-Bill…
-Que te calles –gruñó esta vez
con más violencia.
Se dirigió al baño, y realmente
sentí que leyó mis pensamientos cuando abrió la llave de la bañera regulando su
temperatura antes de echarle algunos aceites y agitar el agua hasta crear
burbujas espesas y pomposas. Esperó lo que se me hizo una eternidad y luego
volvió al cuarto con la única luz del baño iluminado mi rostro y sus espaldas.
Mi corazón latía con tanta fuerza que creí que reventaría cuando se agachó y
vio mis rodillas peladas, al igual que la punta de mis botas. Parecía estar
realmente afectado, como si me odiara aún más por el sólo hecho de verme así.
Desató el cordón de cada bota, sacó mis calcetines de cada pie masajeando
suavemente cada pie y levantando mi lívido con ello. ¿Los pies? ¿Enserio? ¿Cómo
es posible que el simple tacto en ellos despierte las terminaciones nerviosas
de mi cuerpo haciendo que cada rincón en mí reviva hasta la última gota? Empezaba a sentir calor, a olvidar la tensión de mis músculos y…
-Bill…
Me levantó y tiró de mis
pantalones llevándose con ellos las bragas. Dio un toque en cada pie para que
saliera de ellos y yo obedecí como hipnotizada. Estaba furioso, pero su tacto
era de lo más dulce y por muy bizarro que sonara, amaba esa mezcla. Me quitó la
chaqueta y la camiseta negra de un solo tirón y desabrochó mi sostén antes de
tirarlo lejos del alcance de mis manos. Me daba igual, la ropa podía estar
arrugada y sobre la lámpara del techo si era posible. Me llevó hasta la bañera
y me ayudó a introducirme en ella. Dios, me sentía en el mismísimo Edén con el
contacto del agua aliviando mi cuerpo. Sentía que mi boca gemía a medida que me
recostaba, ignorando lo poco que el aceite de jazmín escocía sobre mis rodillas
peladas. Era como la séptima maravilla del mundo estar en esta bañera de agua
caliente aliviando todo músculo existente. Abrí los ojos totalmente extasiada
bajo la atenta mirada de Bill y luego recordé que estaba enojado.
-Tienes que dejarme hablar
–empecé tanteando su temperamento.
-Siéntate y date la vuelta.
-Bill –insistí pero su mirada
pudo contra mis palabras.
-Sólo hazlo.
Había envejecido por lo menos
diez años cuando me volvió a mirar, y eso dolió. Obedecí en silencio, dándole
la espalda. Arrastró una silla y escuché el leve crujido que dio al sentarse en
ella. Hizo mi pelo a un lado, tomó la esponja y le hecho un poco de gel de
baño, luego la deslizó con suavidad por mis omóplatos y gemí aún más si se
podía. Dios, él nunca me había bañado y cuidado de mí tanto como ahora. Me
sentía como una muñeca de porcelana siendo cuidada y cincelada por su dueño.
-Estoy furioso, (name).
-Lo sé.
-Me sacas de quicio. En un
segundo tengo todo bajo control en mi vida, y de repente llegas tú y destruyes
mi tranquilidad y todo lo que me empeño en construir para ambos.
-No podías acompañarme, Bill.
-¿Y si te pasaba algo? He tratado
de cuidarte desde que supe qué eras, pero me lo pones tan difícil. Necesito que
confíes en mí, que me dejes dirigir tu camino y protegerte con mi vida si es
necesario, (name).
-Esos tipos eran lo más peligroso
que he visto, y no podía dejar que supieran de ti. Entiendo que quieras
protegerme, pero no quiero que pierdas la vida en ello.
-¿No es eso amar?
-¿Qué?
-Amar es dar la vida por el otro
sin importar cómo ni cuándo. Es querer proteger de todo y de nada a quien se
quiere. Es desear ser su ángel guardián si es necesario para pasar todo el
tiempo posible con esa persona y no perderse ni un segundo de su vida. Es…
querer pasar el resto de mi vida contigo sea donde sea.
Me giré, sin palabras y con el
corazón derritiéndose en mi interior. Bill Kaulitz, el hombre que puso mi vida
patas arriba, me estaba dando una lección importante; el significado del amor.
¿Qué palabras podían describir lo que sentía más que amor por él? Estaba
enojado porque lo alejé de mí y él no pudo estar ahí para protegerme como
quiere hacer. Este hombre me ama, y yo no hago más que impedir que lo haga y
extienda sus alas contra mí como él desea. Sus ojos me mostraban cuán dolido
estaba con lo que acaba de hacer y tras ello, notaba el amor líquido del que
hablaba, materializándose en un hermoso y brillante iris.
-Odio que me mientas.
-Lo sé.
-Sin embargo sigues haciéndolo
–deslizó la esponja sobre mis brazos con lentitud y delicadeza.
-Fui en busca de más ayuda.
-¿Y la conseguiste?
-Sí. En unas horas se contactarán
conmigo para conocer el plan.
-¿Cuándo se realizará?
-En unas horas más.
-¿O sea que pronto veremos a
Sascha y estará a salvo con nosotros? –algo en su rostro de iluminó como un sol
radiante entre las nubes.
-Espero con todas mis fuerza eso.
Pero a cambio tuve que dar algo.
-¿Qué cosa? –dejó la esponja a un
lado y apoyó ambos brazos sobre sus piernas sin perderse ningún detalle de mi
rostro.
-Ya no puedo formar parte de las
mafias, debo presentar mi renuncia voluntaria. Ya no seré la Invasora, Bill.
-¿Te molesta?
-Me apena, pero creo que es una
nueva oportunidad para rehacer nuestra vida y quitar todo este drama que nos
rodea. Además, ya no me verías con las rodillas rasmilladas o con miles de
cicatrices nuevas.
-Pero volverás a ser normal y eso
creo que es bueno.
-¿Acaso hay algo normal en
nuestra vida?
-Si lo ves resumidamente, no hay
nada normal, pero…
-Con eso basta.
Tomé su camisa con mis manos
mojadas y acerqué su rostro al mío juntando nuestros labios en un beso duro e
intenso. ¿Cómo es posible sobrevivir sin él, sin su aroma, su voz y sus besos?
Pensé tantas veces en Bill cuando me alejé hace unas horas de él, que creí que
me volvería loca si no volvía a verlo otra vez. Siempre he necesitado de él y
seguirá siendo así hasta que tome todo de él y él de mí. Sé que nos
consumiremos juntos hasta hastiarnos del otro, pero mientras esto dure, lo
viviré y disfrutaré.
No pasamos a más. Fue un simple
beso con manos empapadas, mordeduras de labios y uno que otro combate lengua a
lengua por el espacio en nuestras bocas. No había tiempo de aumentar el grado
de contacto cuando debíamos crear un plan de escape para salir con Sascha sano
y salvo. Me vestí con unos jeans y un suéter oscuro, añorando la ropa cómoda y
holgada en vez de un traje demasiado apretado para mi gusto y con la insignia
de una mafia a la que ya no pertenecería nunca más. Bill secó mi pelo entre más
besos y bromas juguetonas, y luego volvimos con los demás como si nada hubiera
pasado.
Nos sentamos en una silla del
comedor –yo sobre sus piernas-, y les comencé a narrar todo lo que pasó de
principio a fin sin saltar detalles de nada. A juzgar por sus expresiones, no
parecían demasiados contentos cuando les conté que sabían de Bill y que a
cambio tendría que obrar como una traidora más, dándoles acceso a todo aquello
que Pantera robó, ganó y compró. Era nuestra única opción y todos lo sabíamos.
-No es necesario que vayan todos
–aseguré con tranquilidad tratando de no sonar asustada en lo absoluto.
-Sabes que iré –confirmó Bill a
mis espaldas con voz ronca y casi peligrosa.
-Sé que irás por mucho que no
deberías estar…
-Es nuestro hijo y es mi deber
estar ahí.
-Ok, papá –sonreí y noté la
sonrisa de Thomas junto a Andrea.
-Andrea se quedará conmigo a
cuidar a Lily. Empezaré a alistar las armas –asintió Gaspard sin antes darle un
beso a su amada hermana y novia.
-Gaspard no…
-Mujer, ¿es que no entiendes? Si
bien me retiré de la mafia, no alcancé a despedirme como quería de Pantera ya
que te negaste a renunciar. Este es mi momento y no está en mí renunciar a la
única oportunidad que tendré de cobrar mi venganza justamente con Solarin.
-Lily…
-Sé que estará bien, (name).
Tiene un bebé que criar y sabe que no planeo hacerlo sola, y que lo reviviré si
es necesario –sonrió sorprendentemente con toda calma, sin rastro de
preocupación alguna.
-Yo también iré –aseguró un Erik
sonriente-. Quiero recordar viejos tiempos.
-Bueno, si es así, creo que será
mejor que vaya también –se unió Rebbeca apretando la mano de su esposo-. No
vaya a ser que este hombre termine con lumbalgia por forzar sus músculos.
-Entonces seríamos seis.
-Ajá.
-Bien, ahora debemos esperar a
conocer el plan al que tenemos que adaptarnos. ¿Abel no te mencionó ninguna
hora específica?
-No.
-Bueno, no importa. Igualmente
crearemos algo para cuando ellos nos contacten.
-¿Alguna idea? –preguntó Tom a
Gaspard, quien parecía ser el genio tras la operación.
-Bueno, matar a Pantera será lo
más didáctico y creativo, el problema es llegar a él y no salir herido en el
intento.
-Se supone que ellos quieren su
cabeza, así que trata de no dañar su cutis, ¿vale? –sonreí recordando las veces
en que las inyecciones de Botox lo hacía lucir terrible.
-Ellos también querrán matarlo
–habló Bill estrechándome aún más-. ¿No será correcto dejar que ellos hagan los
honores?
-¡Hey! ¡El plan! No nos desviemos
–intervino Lily.
-Vale. El plan. Yo…
Dos golpes firmes sonaron desde
la puerta, interrumpiendo mis palabras. Erik y Gaspard se levantaron al mismo a
la defensiva y agudizando sus oídos. Me acerqué sigilosamente, arrastrando a
Bill conmigo. Tomé uno de los paraguas de la entrada y abrí sigilosamente
tratando de no emitir sonido alguno, como en las películas de terror. No había
nadie, sólo un sobre blanco. Tenía mi nombre escrito a mano con finas líneas de
tinta china. Miré alrededor en busca de alguien, pero el pasillo estaba vacío,
las cortinas y ventanas del departamento estaban cerradas y la iluminación era
tenue.
-(Name) –murmuró Rebbeca.
-No hay nadie afuera. Sólo esto.
Tomé el sobre entre mis manos
ansiosas, imaginando amenazas, fotografías, palabras con significados secretos,
códigos… cualquier cosa que acelerara mi pulso más de lo que ya estaba. Todos
observaron el papel blanco con mi nombre, disponiéndome para abrirlo.
-¿Estás bien? –murmuró Bill.
-Sí.
Lo abrí por un lado y un micrófono
con su respectivo audífono se deslizó por la palma de mi mano. Una luz verde se
encendió de repente, esperando a ser usado. Había una carta dentro, pero le di
mayor preferencia al pequeño aparato, por lo que lo puse en mi oído.
-Se me haría más fácil comunicarme contigo si corrieras una cortina.
-¿Quién eres? –pregunté acercando
el pequeño micrófono a mi boca.
-Abel.
Oh…
-Las instrucciones generales están dentro del sobre.
-¿Y el audífono?
-Por si las cosas se salen de control.
Un escalofrío recorrió mi espalda
imaginándome lo peor de todo. Yo, Bill, Alexander, Gaspard, Rebbeca y Erik,
todos nosotros muertos. Abrí el papel doblado del sobre alejándome de Bill y
yendo hacia la ventana. Leí cada palabra perfectamente escrita, grabándola en
mi cabeza como hierro caliente sobre la piel.
Era algo demasiado arriesgado
pese a ser algo tan elaborado, fácilmente morirían unas veinte personas con
tanto armamento. Realmente había subestimado la caridad de esta gente, y me
atrevería a decir que siempre han estado más preparados que la misma mafia de
Pantera. Desplegué la segunda hoja que contenía el mapa de la mansión de
Pantera, con pasadizos y habitaciones secretas incluidas, además de la zona de
interrogaciones, donde estaba mi hijo. Estaba todo señalado y con un margen de
error muy inferior.
Si salvar a mi hijo estaba al
alcance de mi mano, era imposible dejar que la oportunidad de fuera de mi
vista. Era un plan codicioso, con alrededor de cien personas desplegadas en un
radio de dos kilómetros a la redonda y expertos en electricidad, gases y
equipos electrónicos facilitando todo acceso a la mansión.
-¿Alguna duda?
-¿La posibilidad de fracasar?
-No está en la mentalidad de mi equipo fracasar mientras la recompensa
sea mayor que el esfuerzo. Alístense. En dos horas más nos veremos en la
dirección del reverso del mapa.
-¿La policía?
-Ya hemos entablado redes de contacto que nos ayudarán a quitarle
importancia a lo que ocurra. Los esperamos.
La señal se cortó como si de un
teléfono se tratara. Era la hora de actuar, de volver a ser la Invasora por
última vez y salir victoriosa de la misión más importante de mi vida. A fin de
cuentas, fui entrenada para lo peor.
-Partimos en dos horas –avisé con
seguridad.
-¿Ese es el plan? –preguntó
Gaspard.
-Es mucho más que eso.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Lamento la demora, sigo estando ocupada. Este fin de semana fue mi primer descanso y creo que hasta estuve ebria (juro no volver a tocar un vaso de terremoto en un año más).
Les dejo el capítulo previo al rescate de Alexander, que estimo que durará dos capítulos largos.
Saludos!!
Atte. Nina.
PD: Girl got a gun es una canción perfecta para el fic ;-)