INVASORA
Con nuestro primer paso listo,
sólo necesitábamos ver las reacciones de Pantera. Él sabía que no me aparecería
sin una razón laboral en su mansión, y no esperaba hacerlo para confirmarle
cuán desesperada estaba por encontrar a mi hijo. Cada paso que daba, era
demasiado arriesgado y cada uno de nosotros lo sabíamos.
Y ahora, cansada de esperar
respuestas me encontraba golpeando contra la barra la cabeza del dueño del bar
donde se llevaron a Alexander. Sin cámaras, sin enemigos y sin la ayuda de
nadie. Soltó un gruñido primitivo, pero sus manos estaban lo suficientemente
amarradas para poder defenderse.
-No tengo mucho tiempo –le
advertí sacando una de las inyecciones calmantes que Andrea me consiguió.
-¡PERRA!
Al otro lado, veía la sonrisa
torcida que me ponía nerviosa y a Gaspard sujetando una daga lo suficientemente
afilada como para rajar doscientas gargantas y seguir cortando. Apuntó directo
a su cuello, específicamente a su yugular palpitante e hinchada. Giré su cabeza
para que viera mi sonrisa y se enterara que iba enserio.
-Mi compañero tiene un juguete
que quiere volver a utilizar, ¿realmente quieres ser su conejillo de indias o responderás
a mi pregunta?
Pude ver el debate en sus ojos
verdes y el sudor desesperado de su frente y mejillas. Estaba en un debate
interno, peleando entre su vida o su muerte. Y pese a saber la respuesta que me
daría, esperaba que fuera más inteligente y confesara todo en vez de escupir
palabrotas.
-Estaban detrás…
-¿Cuántos?
-No lo sé –apreté la presión de
mis dedos en su casco hasta que gimió como el perro que era y continuó-.
Amenazaron con matarme cuando fui a por una caja con cervezas… dijeron que debía
introducir un polvillo en el vaso del chico de la barra o me destriparían
delante de todos y quemarían el bar.
-¿Lo hiciste?
-¡No me quedó otra! Le dije a
Phill que lo distrajera para ponerlo... después aparecieron por la entrada y…
-¿Quién es Phill?
-El chiquillo que le sirvió la
cerveza. Mi ahijado.
-Ok, sigue.
-Me senté con los demás frente al
escenario. Vi que se tomaba la cerveza y algunos empezaron a molestarlo.
-¿Con qué? –preguntó Gaspard
frente a mí.
-En la televisión… él estaba
junto a uno de esos cantantes… ese de apellido Kaulitz. Él lo ignoró todo
porque realmente se veía fatal, ¿sabes? Después uno de los grandulones entró y
trató de golpearlo con una botella pero él lo esquivó.
-¿Cómo era el hombre?
-Pelo pincho… estaba furioso y
vestía de negro… qué se yo ¡realmente no recuerdo mucho!
-¿Qué pasó después?
-El polvillo hizo efecto y se
desmayó o algo así y ellos se lo llevaron. Dejaron un rollo de billetes y
volvieron a amenazarme antes de salir. Ya no sé más. Eso es todo, enserio nena.
No sé más de ellos ni de nadie. Juro que nunca me había pasado algo así y que
los papeles del negocio están al día. Te juro que hasta he dejado de beber y…
-¡Que no somos policías imbécil!
Golpeé su cabeza una última vez
antes de soltarlo e irnos hacia la salida. ¿Qué saco sabiendo lo que le
hicieron? ¡Lo drogaron! No es la mejor noticia que he tenido hasta el momento,
pero al menos ahora sé cómo sucedió el secuestro.
A penas cerré la puerta de la
camioneta arrendada y Erik la puso en marcha, me saqué la peluca negra y los
implantes faciales. Realmente me incomodaba usar estas cosas, pero no podía
arriesgarme siendo Bill quien me acompañaba pese a mis quejas. Sí, él presenció
todo bajo un camuflaje que tapaba casi todo su rostro. Era incómodo actuar
frente a él como una asesina, pero fue su elección verme así, como la Invasora.
-¿Alguna noticia de Andrea? –sí,
fui la primera en hablar en el silencio del auto.
-Está con Tom. Ya mató al último
proveedor y quemó los contratos de los empleados, incluyendo a las trabajadoras
sexuales. Sólo quedan los que están en la calle –la voz de Uranio se volvió
lineal, totalmente concentradísima en no ser seguidos por nadie ni nada.
-Dejemos que corran la voz –ya
bastantes vidas habíamos ultrajado por lo que dejarlos vivos era de poca
importancia.
-Tom me envió un mensaje –señaló
a mi lado Bill, quien seguía camuflado-. Dice que la noticia ya está en la
prensa.
-Bien, de ahora en adelante será
mejor que nos mantengamos en completo hermetismo.
-¿Hermetismo? Tengo una empresa
que dirigir y…
-Podrías tomarte unas vacaciones
y decir que irás a… no sé, ¿Las Vegas? –sugerí pese a mi incomodidad por dejar
que congele su trabajo por mí.
-Humm… lo arreglaré con mi
hermano, pero no puedo prometer nada.
-Está bien.
Si quería que se mantuviera con
vida y la prensa no sospechara, Bill tendría que seguir mis órdenes. Aparentaría
un viaje de negocios, vacaciones o lo que fuera que lo mantuviese fuera del ojo
público. Ahora que sabía cuán infiltrado estaba Pantera en el secuestro de mi
hijo, debía mantener lo más herméticamente refugiado a Bill de sus planes.
Pensar como Alphonse Solarin no
era una elección, era un deber. Debía adelantarme a sus pasos con astucia,
descontrolar las ramas que conectan su mafia al mundo y encaminar el miedo de
los suyos con cada uno de mis movimientos. No era fácil, y por ello esperaba
tener más ayuda de la que ya tenía. Gaspard lo sabía, pero no podía decirle a
Bill hasta que estuviera hecho.
Esperé a que todos se bajaran del
auto y a que subieran al ascensor, justificándome con ir en busca de mi abrigo
en el auto. Vi la sospecha en los ojos de Bill, pero con una sonrisa despistada
seguí mi camino lentamente hacia la camioneta. Cuando llegué a ésta, por suerte
las puertas se habían cerrado y no había nadie más que uno de los guardias en
la entrada dentro de la caseta de seguridad. Introduje las llaves hasta sentir
el ronroneo de la camioneta y conduje lo más rápido que pude fuera del
movimiento urbano y el tráfico, hasta una desolada bencinera junto a la
carretera.
Un Jeep alzó las luces delanteras
cuando me detuve junto a los baños rezando al Dios que me escuchara en esos
momentos para no terminar con la cabeza cortada. Controlé mi ventilación con
las manos en el volante mientras veía que dos hombres corpulentos salían del
Jeep negro y se acercaban con todas las de matar. Las únicas armas que tenía,
estaban en el asiento de atrás junto a mi ropa informal. Por primera vez, desde
que trabajo para Pantera, deseaba quitarme la insignia representativa de su
mafia para no ser un potencial enemigo frente a los ojos de quienes me
ayudarían… o eso esperaba. Bajé la ventanilla cuando estuvieron a menos de
cinco metros de distancia y esperé a por sus órdenes.
-Baja del auto –ordenó el de
cabello erizado y lentes oscuros.
Mordí mi lengua consciente que no
me convenía responderle a alguien que me consideraba peligrosa. Sí, también
odiaba ser quién soy en estos momentos. Separé ambas piernas y levantes mis
brazos con las palmas abiertas, ayudando
a mi revisión en busca de armas y explosivos.
-Identificación –pidió el otro,
que se encontraba a mis espaldas revisando mis botas en busca de navajas,
cuchillas y localizadores. Perdía su tiempo, realmente estaba desarmada y
vulnerable.
-Invasora, Mafia de Pantera Negra.
-¿Tú? ¿La Invasora? No nos
comunicaron que serías tú a quien vendríamos a buscar –se sorprendió uno
buscando todo indicio de armas en el auto, hasta que dio con el bolso-. ¿Y
esto?
-Es mi armamento. Cargo con él
porque estaba buscando información en una zona peligrosa de los barrios bajos.
-Fingiré que te creo.
-Sólo hay un botiquín de
emergencias, un extintor, los documentos del auto, el bolso y ropa –apareció el
otro, que debía tener casi la misma edad que mi hijo.
-Está bien. Deja todo ahí –puso
unas esposas en mis muñecas lo suficientemente apretadas para hacerme daño con
sólo mover las manos, las unió a una cadena y esposó mis pies obligándome a
mantener los brazos a mis lados-. La incomodidad es parte del proceso de
seguridad, Invasora.
-Tras el veredicto, serás
trasladada a este mismo punto.
Abrieron una de las puertas
traseras, invitándome a entrar y deslizarme a los asientos de cuero. Observé
cámaras de vigilancia a cada lado y lo siguiente fue el género de una tela
negra deslizándose por mi cabeza.
-Otra medida de seguridad –se
excusó uno de ellos.
-¿Qué hay de mi boca?
-Da igual si hablas o no. Incluso
si muerdes.
-No morderé.
-No confío en el enemigo.
Si no confiara en mí, taparía mi
boca o me adormecería lo suficiente para no seguir mentalmente las curvas en la
carretera y hacerme una idea de mi ubicación mental. ¿Por qué no se aseguraban
de no estar involucrados en una trampa de Pantera? Yo era su enemiga, y sin
embargo me trataban como un personaje neutro.
No fue muy confortable el viaje
y, entre canciones antiguas de Black Sabath que me ponían los pelos de punta y
las vueltas bruscas de quien iba conduciendo, empezaba a sentirme asfixiada y
mareada, con el estómago revuelto pese a sólo tener una taza de café en él y
los dedos acalambrados de tanto afirmarme al asiento tratando de no saltar
demasiado y pegarme con la cabeza. La boca me sabía a rayos y empezaba a
cuestionar mi decisión de recurrir a ellos como método desesperado. Si se
negaban, realmente no tendría a quién recurrir y lo más probable era que
terminaran acusándome de traición y sentenciarían mi muerte. En caso que
quisieran cooperar con el rescate de Sascha y el derrumbe del imperio de
Solarin, el precio no sería del todo gratis porque así eran las cosas en la
mafia. Tal vez querrían que me uniera a su equipo, tal vez querrían decapitarme
y exponer gigantografías con mi cabeza sangrante y sin color. Pero el precio no
sería para nada inolvidable. Por supuesto que no lo sería, estamos hablando de
hombres que mueven el mundo como si fuera una pelota saltarina, que manejan
vidas y son capaces de castrar a quien se les cruce.
Bill debía estar hecho una
bestia, y no era para menos. Le había mentido cuando él quería acompañarme en
esto. Gaspard me prometió no dejarlo ir tan fácilmente y aturdirlo si era
necesario para que se quedara quieto mientras yo iba en vías de una peligrosa
negociación. Realmente necesitaba tenerlo fuera de esto por ahora, en especial
cuando los programas de espectáculos sólo quieren una imagen de él explicando
lo que pasa en su vida privada.
El camino dejó de ser liso y
ahora estábamos entre piedras, montículos y curvas. ¿Es que no pudieron elegir
una mejor ubicación para esta reunión? Escuché gritos, movimiento de más autos
y un olor a eucaliptus llenó el auto. El tipo que conducía se detuvo mientras
el otro alistaba un arma, sin parar de silbar la última canción reproducida.
Sentía mis manos sudorosas, sin saber qué esperar al salir. Mi respiración era
un jadeo desequilibrado y mis ojos estaban abiertos en su totalidad en busca de
un poco de claridad. Voces se acercaron hablando en código haciendo sonar con
fuerza sus zapatos contra la gravilla. Abrieron la puerta de mi derecha y
tiraron de mí presionando con fuerza mi brazo hasta doler.
Escuché un coro de voces en un
idioma desconocido mientras era arrastrada sin piedad y mis rodillas terminaban
sin piel. Tomaron mi otro brazo con igual o peor fuerza y casi me sentí flotar
entre los hombres. Era humillante, y las risas no ayudaban a aliviar esa
sensación enfermiza que me abrumaba.
Sentí madera bajo mis pies y un
espeso aroma a inciensos, debía estar dentro del lugar porque sólo se
escuchaban voces susurrando a mí alrededor. Perdí la noción del tiempo y el
espacio con tantas vueltas y pasillos. ¿Una mansión? Lo dudaba. Un pie me pateó
la espalda y perdí todo contacto con quienes afirmaban mis brazos. Jadeé no por
cansancio, sino por miedo a lo desconocido, al siguiente movimiento.
La luz me abrumó a instante en
que quitaron el saco negro de mi cabeza. No quise ver a ningún lado, incluso
cuando noté sombras deslizándose en el piso junto a mis pies. Podía percibir
las armas apuntando directo a mi cabeza y un montón de rostros fijos en mí.
-Descansen.
Indicó una voz jovial y relajada.
Las armas que apuntaban hacia mí dejaron de hacerlo pero el escalofrío por mi
nuca ni cesaba. Si me movía, me mataban, y si miraba también. Eran los enemigos
de Pantera, los rivales de mi jefe y yo una simple escoria en terreno ajeno.
-No es necesario tanta rigidez,
no está armada –dijo otro en un acento casi español.
-Es la mejor de todas, Abel.
Incluso sin armas podría atacar a quien le plazca.
-Es minoría, no lo hará –insistió
el del acento español, Abel.
-Bien. Que se queden los de la
entrada, lo demás protejan en entorno mientras esto dure.
Y otro montón de pasos se deslizó
a cada lado como si yo fuera sólo una piedra en el camino. Se cerraron las
puertas y todo quedó en silencio. Levanté mi cabeza pese al riesgo de que me
volaran los sesos. No conocía a ninguno, y eran quince en total. Mujeres y
hombres, todos vestían la misma túnica negra hasta el piso que tapaban sus
características físicas, pero no sus rostros. Estaba en la boca de los lobos y
al más mínimo movimiento moriría.
-Párate y di tu nombre –dijo una
de las mujeres, que debía tener un poco más que yo.
Obedecí con dificultad y murmuré
mi nombre de batalla. Un murmuró se alzó y un montón de lápices empezaron a
escribir mientras otros tomaban agua en copas finas.
-Ese no, niña. Ese no cuenta a
partir de ahora –me corrigió sin expresión alguna en su rostro.
-(Name).
-Bien, (Name). Debes estar muy
desesperada para reunir a los enemigos de Solarin y no recurrir directamente a
él o a la policía como un civil corriente. Mi nombre es Musa.
-Imagino que estás al tanto de tu
falta contra la C.T.M.I., porque esto es completamente ilegal y podría ser
penado con tu muerte si nosotros decidiéramos notificarlo con las cámaras en
cada esquina del cuarto –habló otro de acento escocés y de cabello rubio
rizado.
-Lo estoy.
Los lápices cesaron alrededor de
la mesa de roble con forma de medialuna frente a mí. No había corrientes de
aire, ni más sonidos en la habitación. Las pinturas que decoraban las paredes
tapizadas eran frías y mostraban a personas de la alta alcurnia con perfiles
refinados y elegantes. Parecía un salón de reuniones, sólo que demasiado oscuro
y frío para sentirse cómoda.
-Estoy realmente intrigado,
Invasora. ¿Acaso es tanta tu valentía que osas hacernos frente como un puñado
de viejos amigos? –dijo Abel, quien tenía los ojos más verdes que he visto en
toda mi vida, y la mirada suave.
-Dinos tus motivos –habló otro
hombre de rasgos afroamericanos.
-Mi hijo de…
-No, tus motivos para querer ser
escuchada por nosotros. El por qué viniste hasta acá y cometer semejante acto
ilícito.
-Porque no puedo involucrar a la
policía en mi vida. Y Alphonse Solarin ya no es de mi confianza.
-¿A qué se debe esto último?
-Tiene a mi hijo cautivo.
Ningún susurro como esperaba,
sino que todos los rostros apuntando hacia el mío totalmente demacrado y sin
poder contener las emociones. Musa me observó tras la montura de sus lentes
levantado las cejas.
-¿Eres consciente de la gravedad
de la acusación que estás haciendo?
-Claro que sí.
-¿Cómo es que tienes un hijo?
–habló otra mujer de pelo oscuro y ojos sorprendentemente grandes… oh, era ciega.
-Con la autorización de Solarin.
-Si Alphonse te concedió el
permiso de maternidad, y secuestro a tu
hijo, ¿qué lógica tiene esto?
-Días antes de que Alexander, mi
hijo, cumpliera la mayoría de edad Solarin le propuso ingresar a su mafia. Él
se negó rotundamente.
-Tu hijo conoce a Pantera.
-Exacto.
-¿Y qué te hace pensar que fue
él?
-Su equipo de seguridad y muchos
espías están implicados en su secuestro. Créanme cuando les digo que son
personas que yo misma entrené a lo largo de mi carrera en la mafia y que muchas
de ellas no pudieron ascender bajo mi jurisdicción debido a que reprobaron los
exámenes psicológicos.
-¿Y el padre del chico?
Miré a Musa directamente a los
ojos, expresando la mayor sinceridad posible. Podía estar entre la espada y la
pared, pero no involucraría a Bill en esto.
-Es un civil.
-¿Y por qué no él?
-Porque no sabía que era el padre
de Alexander hasta el día en que mi hijo huyó de casa.
-Invasora, será mejor que
expliques de una vez por todas todo este enredo si quieres que recibamos tu
ayuda.
Respiré profundo y comencé a
narrarles cómo conocí a Bill, lo que pasó cuando se enteró de lo que era y todo
lo que me llevó a esconder mi embarazo de él y del mundo de las mafias, hasta
el último día que vi a Alexander. Dolía abrir heridas pasadas, pero esta era la
única forma de tener a mi Sascha de nuevo conmigo.
-… y tras buscar en cámaras de
seguridad de la ciudad, dimos con el cuerpo de mi hijo siendo trasladado hasta
la mansión de Pantera.
-Esto es ridículo. No podemos
hacernos cargo de tus errores como madre, (name). Que un chico perdido esté en
manos de Solarin no es de nuestra incumbencia, ¿qué ganaríamos nosotros
rescatando a un adolescente que ni si quiera conocemos o nos importa?
-Perfectamente podrías ir tú a
buscarlo, ¿no es por eso que te haces llamar la Invasora? –habló por primera
vez una mujer de rasgos asiáticos y de cabello corto.
-¿Qué planeas para solicitar
nuestra ayuda?
-Planeo acabar con Solarin.
El murmullo creció y todos
empezaron a hablar exasperadamente, siendo Abel el único que me observó con el
ceño fruncido. Quizás expuse mal mi solicitud, argumenté erróneamente o piensan
que estoy loca. Dios, estaba a un paso de mi propia muerte y no sabía cómo
ponerlos de mi parte. No les podía ofrecer mi vida porque era insignificante
para ellos al igual que el dinero. Es una locura, y estoy pensando en
recapacitar sobre mi cordura en estos momentos.
-¿Qué podemos ganar? –habló
fuerte y claro Abel, acabando con las discusiones y comentarios ensordecedores,
y haciendo que muchos volvieran a sus puestos -. ¿Qué nos asegura que no seas
como él?
Miré mis muñecas enrojecidas y
magulladas con la presión de las esposas. Si me inclinaba más, podría ver mis
rodillas palpitantes y aportar a que mi traje estaba roto en demasiadas partes.
¿Qué me hacía distinta a Pantera? Todo.
-Si mato personas es para
sobrevivir, no por placer propio. Si robo, lo hago porque debo acatar sus
órdenes, no porque quiera. Y si he decidido romper las reglas y poner mi vida
en sus manos, es porque necesito a mi hijo conmigo sano y salvo.
-Que lo hagas contra tu voluntad
no te hace menos culpable, (name) –sentenció Musa.
-Eres libre de dejar la mafia en
cualquier momento.
-Pero no estoy libre de mi
destino, de las venganzas y de los peligros que involucran a mi familia.
-¿Y qué te hace pensar que en
este mundo estarás más protegida que en el común y corriente?
-Esté donde esté, mi vida siempre
colgará de un hilo, Musa.
-Mark, lleva a la Invasora al
pasillo, por favor – ordenó Abel.
Y de la misma forma en que llegué
hasta acá, sólo que sin el saco en mi cabeza, terminé sentada en una banca
junto a la puerta con seis guardias que no paraban de verme y evaluar cada
movimiento. Tenía los músculos más tensos de lo que los he tenido a lo largo de
mi vida y dolían a tal punto de sentirme como una momia. Cerré los ojos y apoyé
la cabeza en la pared en busca de un poco de confort, pero era difícil sabiendo
que tu vida y la de tu hijo estaban en manos de personas que realmente no
parecían tener amor por otras personas, porque al igual que yo, ellos fueron
hechos para matar.
Ya me había acostumbrado al
intenso aroma del incienso y a las miradas asesinas de quienes me cuidaban en
puestos estratégicos, cuando abrieron la puerta y Abel junto a Musa salieron al
pasillo. Me puse de pie frente a ellos evaluando sus expresiones pero sin
obtener nada a cambio. Los guardias se retiraron dándonos espacio para la
privacidad pero sin despegar un ojo de mí.
-Hay tres condiciones para que te
ayudemos.
-Si acabaremos con Alphonse
Solarin, tendrás que darnos acceso a todo lo que nos ha robado, incluyendo sus
bienes inmuebles y cuentas bancarias, ¿entendido?
-Sí.
-Y las dos últimas constan de tu
renuncia obligatoria a las mafias, dejando todo esto en un estado de
confidencialidad. Firmarás un contrato de confidencialidad absoluta, en
especial sabiendo que el padre de tu hijo está en el mundo del espectáculo.
-¿Cómo lo…?
-Investigamos a cada persona que solicita
nuestra ayuda, (name). ¿Te opones a alguno de los anteriores términos?
-No.
-Bien, esta madrugada reuniremos
tropas e iniciaremos un plan de ataque al que te mantendremos informada en las
próximas horas.
A penas terminé de firmar el
acuerdo, entré en razón sobre lo que había acordado. Sería el fin de mi vida
como Invasora, el fin de una vida de manos manchadas y el comienzo de una
persona nueva. Ésta, sería mi última misión como Invasora y como (name)… la
última en mi entera vida y la más importante.
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Lamento haber desaparecido de la faz de la Tierra sin explicación alguna, pero durante mis cortas vacaciones aproveché de desconectarme un poco del mundo de internet porque realmente lo necesitaba. Ahora, he vuelto con todo y las espero dejando un comentario en el blog!
Atte. Nina :)