La brisa fresca que se colaba por
alguna parte de alguna ventana, me hizo cubrir completamente mi cuerpo sin
dejar la cabeza fuera de las sábanas. El aroma que me rodeaba era una mezcla
entre sudor y algún perfume varonil que… oh, ¿dónde estaba?
-Dime si es demasiado –mordió el lóbulo de mi oreja y mi cuerpo
reaccionó automáticamente con su voz y contacto-. Dime que pare si no me
quieres… ¿me entiendes?
Oh… vaya.
Tal y como supuse, seguía estando
desnuda entre las sábanas. ¿Qué hora será? Me sentía descansada y sin ánimos de
pegar un ojo en mucho tiempo, como si hubiera recuperado todas las energías que
me han faltado desde…
Alexander.
Dios, no me podía seguir
desconcentrando en la búsqueda de mi hijo, ni si quiera podía dormir demasiado
sin dejar de estar pendiente de Sascha. Necesitaba noticias, daba lo mismo de
quién, pero necesitaba un plan de búsqueda nuevo, seguro y rápido.
Estiré mi cuerpo antes de asomar
mis ojos entre las sábanas y notar que estaba completamente sola en la habitación.
Ahora que no estaba oscuro, podía notar cuan ordenado estaba todo. Los muebles
eran marrones o blancos, pero la sensación era extremadamente relajante. No
había fotografías ni algo que diera indicios de estar en el cuarto de Bill.
Busqué mi ropa hasta encontrarla a los pies de la cama, recordando que me
deshice de ella cuando comencé a sentirme acalorada.
Ya con mi ropa interior en mi
cuerpo y la camiseta gigante ocultando la mayoría de las cicatrices y heridas,
me planté en el baño más cercano con la esperanza de poder arreglar mi cabello y lograr que esté más presentable.
¿Qué le diría a Bill? Ni si quiera sabía cómo tratarlo después de que
durmiéramos juntos. Quizás la solución más rápida era hacer como si nada
hubiera pasado y simplemente desaparecer de su casa, pero era injusto y
totalmente innecesario huir de él. ¿Qué más daba lo terrible que me veía por
las mañanas? Espera, ¿parte del día era? Busqué algún reloj visible en el
cuarto, pero no había ni un rastro del tiempo.
Se escuchó un estruendo proveniente
de abajo. Asomé rápidamente la cabeza por el pasillo y lo siguiente fue la
maldición de una voz conocida. Era Bill. ¿Estábamos solos? Esperaba que así
fuese porque toda mi ropa estaba en la sala de estar y sería vergonzoso que
alguien me viera así. Esperé oír más voces, pero no había más. Seguíamos solos
en su casa, lo que en parte me aliviaba y por otro lado me ponía más nerviosa.
Tras bajar las escaleras, asomé
mi cabeza a la sala de estar donde había dejado mis cosas, pero no estaban. Por
suerte, la chimenea seguía encendida y el lugar estaba completamente temperado.
Un perro pasó junto a mí ignorándome completamente como si estuviera
concentrado en algo. ¿Acaso no se aburría en una casa tan grande?
-Tus cosas están en la habitación
frente a la mía.
Me giré dando un saltito del
susto como cuando un niño es sorprendido haciendo travesuras. Bill ya estaba
vestido, y la sonrisa torcida que se deslizó por su boca mientras me escaneaba
me puso los pelos de punta. Vale, al menos esto no empezó tan difícil, sin
embargo odiaba que mirara mis piernas ¡eran feas! Me sentía como la chica de
“The Nightmare Before Christmas”, toda una muñeca desarmada y llena de tajos.
-¿Lo arrastraste hasta el segundo
piso?
-¿Eh?
-Mi bolso. ¿Lo arrastraste?
-Tengo fuerza, no me subestimes.
Arrastrar cosas no es lo mío.
-Oh… vale. Ya vuelvo.
Pero antes de poder si quiera dar
un paso, él tomó mi mano y me guio hasta una cocina lo suficientemente grande
como para albergar a todo el vecindario. Nada ostentosa, sólo espaciosa. Me
senté en una de las sillas observando que uno de los perros corría por el
patio.
-¿Té, café, leche?
-Café.
-¿Tostadas?
-Ahora que lo pienso, nunca me
has preparado de desayuno.
-Claro que sí –repuso girando la
cabeza en mi dirección por un momento antes de volver a lo suyo con toda
seriedad-. Los Ángeles, tú departamento. Debo reconocer que fue un buen tiempo.
-Esa noche supiste que era infértil.
-Ajá.
-Hummm…
Me ofreció un tazón con
caricaturas sin sentido lleno de café. No había nada como empezar el día con
una buena dosis de cafeína antes de seguir con la búsqueda de mi hijo. En un
platillo de porcelana, puso tostadas calientes, y en otros había mermeladas.
-Llamó mi hermano y dijo que
Gaspard estaba en tu departamento.
-Oh, vale.
Vaya, qué incómodo empezar el día
sin tener mucho que decir con la persona con la que tuviste relaciones sexuales
hace unas horas.
-¿Te puedo preguntar algo?
Observé su rostro haciéndole una
clara señal con la mano para que preguntara. Realmente parecía haber esperado
una eternidad para que llegara a su lado. Tomó una tostada y la masticó con un
sorbo de lo que parecía ser té antes de preguntar.
-¿Qué fue lo que te trajo hasta
acá?
Vaya.
¿Cómo explicarle a Bill que
necesitaba un polvo anti estrés antes de seguir buscando a Alexander? No, eso
no era del todo cierto. Necesitaba de él como necesité el primer día que supe
que estaba esperando a Alexander, la única diferencia es que esta vez me armé
de valor para estar con él pese a saber que me odia por no decirle sobre
nuestro hijo.
-Te necesitaba.
-¿Para qué? Fuiste tú la que no
me necesitó durante todos estos años.
Observé sus ojos en busca de odio
y rencor, pero solo obtuve la profundidad de su mirada y la sonrisa torcida que
conocía tan bien.
-Te necesité muchas veces. Pero
ahora sabías la verdad y… tú eres su padre, por lo que quería sentir que por lo
menos estábamos unidos en un sentido.
-Vale, anoche sí que estuvimos
unidos como cien veces, yo diría.
Una sonrisa jugó en el borde de
mis comisuras con su comentario con respecto al multi-polvo. La desinhibición
iba bien con Bill cuando se ponía en plan seguro, era como presenciar al rey de
los galanes tratando de conquistarte con sus palabras sin censurar nada.
-Y que yo recuerde –agregó-,
cooperaste demasiado cuando te las diste de vaquera sobre mí mientras gemías…
-Ok, basta. Ya entendí tu punto.
Soltó una carcajada viva y sonora
que atrajo la mirada de uno de sus perros. ¿Es mi idea o hace un poco de calor
en esta cocina? Seguramente la calefacción está apagada.
-¿Ahora te cohíbes? Vaya, pensé
que seguías siendo la levanta pollas veinteañera en tu interior.
-¿Levanta… pollas? –ok, esto sí
que era extraño y gracioso.
-Bah, no niegues lo evidente.
-¿Evidente?
-Sí, lo evidente.
Tomó mi mano y la presionó entre
las suyas como si fuera un amuleto escondido entre sus dedos. Besó mis nudillos
y mordió uno de ellos, enviando un escalofrío a mi columna que terminó por elevar
mi ritmo cardíaco. Sonrió aún más, como si leyera mi lenguaje corporal o tal
vez era yo la muy notoria.
-Yo también te necesitaba,
Invasora. Más de lo que cualquier podría. Y lamento intentar golpearte cuando
confirmaste lo de Sascha, fui un imbécil al tratar de hacerlo y gracias a Dios
que no lo logré.
-Lo merecía, Bill. Sé que hice
mal escondiendo a Alexander de ti, pero me vi tan asustada que…
-Entendí hace tiempo que lo
hiciste por tu trabajo y el mío. No quiero que aparezcas en televisión cuando puede estar en riesgo tu vida, y lo mismo lo aplico a nuestro hijo porque no
estoy dispuesto a perderlos.
Sus palabras eran parte de la
cura que mis cicatrices necesitaban, como un ungüento de hierbas sobre una
quemadura. Calmaban mi pesar tal anestesia fuesen. Pero seguía presente en mí
la inquietud de no tener a Alexander a mi lado, la desesperación de no saber si
está con vida o si está en problemas. Tenía una sensación inquietante en algún
lugar oscuro de mi mente, porque sinceramente el sexto sentido que tienen las
madres me gritaba que debía continuar buscando a mi hijo.
-Tenemos que encontrar a
Alexander, Bill –susurré con la angustia que me atormentaba al sentirme
incompleta sin mi hijo.
-Llamé a un investigador privado.
-¿¡Estás loco!? –Me paré como un
resorte de la silla, sintiéndome ansiosa y repentinamente sofocada con sus
palabras, era como si echara agua bendita a un vampiro y ya sabríamos quién es
quién-. Pensé que en tu cabeza estaba bien grabado que no podemos llamar a la
policía ni a nadie que ponga en peligro mi vida y la de mi hijo, Bill. Las
cosas no…
-¿Me dejaras hablar o no?
–Levantó una ceja con su rostro completamente serio, y cruzándose de brazos
continuó al ver que me quedaba muda-. Es un oficial retirado de la CIA.
-¿Americano?
-Ajá. Le expliqué a grandes
rasgos lo que sucedía con Alexander, no sin antes hacerle firmar un poder donde
prometía una completa confidencialidad sobre lo que hablaríamos.
-¿Cómo diste con él?
-Es amigo del padre de Andreas.
Me aconsejó rememorar conductas impulsivas anteriores, las últimas personas a
las que vio antes de lanzarle la gran bomba y los últimos lugares en los que
estuvo porque generalmente recuerdan a las últimas personas a las que vieron.
-Pero estuvo con todos nosotros.
-Eso le dije, que era su
cumpleaños y no había nadie de su círculo cercano, pero insistió en que
naturalmente recurriría a alguien que conociera sin importar su simpatía.
-Alexander no es de ese tipo. Sé
que sería capaz de drogarse, emborracharse o fumar cualquier cosa con tal de ir
en mi contra. Y creo que esta no es la excepción ¡hasta follaría si quisiera
desquitarse!
-¿Estás segura?
-Sí, él es extremista. Puede
estar en un lugar completamente vacío o en uno completamente lleno.
-¿Registraron los cementerios?
-¿Cementerios?
-Claro, generalmente todos
ignoran a todos ahí. Puede que esté durmiendo en algún rincón escondido.
-Hummm… no es su estilo.
-También me dijo que no
descartáramos a nadie, y creo que sabes lo que eso significa.
Mafia.
-Las mafias no se están moviendo
debido a los problemas de comunicación con la tormenta. Son muy pocas las que
siguen.
-¿Qué hay de la tuya?
¿Pantera? No, él ama a Alexander. Es imposible.
-No estoy al tanto de los
movimientos que desea Pantera, pero te puedo asegurar que no se meterían con Alexander por mucho que quisieran.
-¿Y qué los detiene?
-Yo.
-Pero ahora no estás en el juego.
-Claro que sí.
-Me refiero a que no estás allá
cada día.
-Bueno…
-¿Entiendes mi punto, (name)? ¿Qué
no te asegura que ellos quieren tu cabeza?
-No pueden hacerlo. Saben que no
se pueden meter conmigo porque mi juramento y contrato estipula que no pueden
cruzar la línea que separa mi vida privada de la…
-¿Y qué si Pantera lo hace?
Entendía por dónde quería ir,
pero la simple idea de continuar su hipótesis me hacía sentir enferma y casi
claustrofóbica en la cocina. Mi única seguridad era la fe que tenía en
encontrarlo a tiempo antes que otros por mucho que su paradero fuera
desconocido. Dios, esta debía ser la misión más difícil de mi vida porque no
tenía en quien apoyarme o en quien
tratar de conseguir información ¡hasta es más fácil encontrar a un gato
perdido!
-Iré a cambiarme –murmuré más
para mí que para él, buscando un poco de silencio y paz.
-Te sigo en un segundo.
Mis pies me pararon como si
tuvieran goma de masca en cada dedo. Me sentía curiosa ante tanto acercamiento
de parte de Bill, pensé que sería un simple polvo y luego una especie de
tratado de paz mientras encontrábamos a nuestro hijo. En ningún momento me he
proyectado estar tanto tiempo alrededor de su eje porque pese a amarlo temía
lastimarlo. Y sin embargo, él parecía ser un maldito masoquista sin principios
para entender cuán lastimado seguiría saliendo conmigo. ¡Trabajo con mafiosos!
¿Acaso eso no es motivo suficiente para alejar a todo el mundo?
-¿Pasa algo? –pregunta al verme
estática y quizás con qué cara.
-Ya estás vestido –apunto a su
cuerpo.
-¿Esto? –se mira con ambas cejas
alzadas como si no entendiera mi punto.
-No, me refería a lo de tu oreja
–bromeo amargamente.
-Estaba en mi gimnasio.
-¿Gimnasio privado? ¿Acaso estoy
en el Laberinto del Fauno?
-¿Laberinto de… qué?
-Nada, es un cuento español.
-Oh, vale. Bueno, estaba en el
gimnasio gastando energías.
-Y yo que pensé que había quedado
muerta con el polvo de ayer.
Desaparezco y subo las escaleras
buscando el famoso baño donde estaba mi ropa. Díganme amargada. Pero lo que
realmente quería era encontrar a mi hijo y terminar con la tortura de no tener
a ese renacuajo cerca de mí. Sí, renacuajo. Es lo bastante pequeño bajo mi
mirada de madre. Para cuando encuentro mis cosas, noto que las armas están en
una mesa ordenadas limpiamente. ¿Qué significa esto? ¿Trajinó mis cosas? Bueno,
no tengo nada que esconder ni tampoco me molesta el hecho de que cargue con mis
cosas, simplemente siento curiosidad por ello. Entro en el baño llevando una
muda conmigo y cierro la puerta antes de desnudarme.
El agua es de lo más purificadora
en todos los sentidos posibles. Limpia mis manos cuando están llenas de maldad,
limpian mi piel cuando deseo quitar de mis recuerdos el roce que otros y limpia
mi rostro cuando las lágrimas lo inundan. Pero ahora era diferente porque sólo
necesitaba sentirla en mi piel para prepararme ante lo que vendría con mi
búsqueda. Puse el agua lo más caliente que puse sintiendo el vapor inundar mis
pulmones y mis poros chillar de lo caliente. Apoyé mis manos en las cerámicas
blancas y frías, dejando que el agua inundara mi espalda y piernas.
-Dios, ¿pretendes asarte?
Abrí los ojos y lo vi desde el
otro lado del cristal caminando entre el vapor y con sus brazos cruzados sobre
su caja torácica. No miraba mi cuerpo aún, simplemente estaba ahí viéndome con
ojos molestos y con toda la seguridad del mundo. Presioné el agua fría y casi
chillo de lo congelada que salió.
-¿Y ahora hipotermia?
-Bueno, ¿me quieres congelada o
asada?
Soltó una carcajada ruidosa y se
deshizo de sus ropas con la facilidad que toma un suspiro. Dios, ¿enserio me
perdí de esto durante años? Parecía un dios sacado del olimpo con esos músculos
y esa “v” que se formaba en la parte baja de su abdomen. La noche anterior no
pude apreciar nada con la oscuridad envolviéndonos, pero ahora era diferente y
realmente me impresionada verlo. Creo que he sido testigo de la metamorfosis
que ha sido su cuerpo y piel durante nuestros encuentros. En Las Maldivas sólo
tenía un par de tatuajes, piel blanca y un poco de músculos que iban acorde a
su edad; En Los Ángeles tenía más tatuajes en diferentes partes de su cuerpo,
su piel era más tostada y saludable, y sus músculos eran más notorios; Y ahora,
apostaría al decir que el 25% o más de
su piel estaba cubierta de tinta, y sus músculos igualaban a cualquier modelo
de revista. Entró con una sonrisa de suficiencia haciendo una mueca con el agua
fría hasta entibiarla y se paró frente a mí como todo el espectáculo andante
que era.
-Eh, no te cortes con mi
presencia. Ya sé que estoy bueno.
Desvío mi mirada evitando su
toque y su visión, a cambio tomo el jabón y lo pongo en la esponja celeste
hasta hacer la suficiente espuma. Si iba a tener a Bill a mis espaldas, era
mejor que me apresurara en salir del baño y vestirme si no quería terminar más húmeda de lo que ya me sentía.
Comencé a limpiar mis brazos y
pechos a sus espaldas, negándome a observar el espectáculo gratis que se
efectuaba a mis espaldas y que cualquiera pagaría infinitas cantidades de ceros
con tal de ver. Corrí mi cabello para un lado para abarcar mi piel con más
espuma y bajé la esponja hacia mis costillas.
Una de sus manos robó la esponja
de las mías y nuestros brazos chocaron como si no fuera suficiente la
electricidad a nuestro alrededor. Su cuerpo se acercó al mío y juraría que
escuché un gruñido casi primitivo salir de su boca. Observé su mano, que
aferraba la esponja como un puñado de arena haciendo que la espuma corriera por
mi torso en montones. La dispersó en mi cintura y caderas ayudando a mantener
mi cuerpo firme con su otro mano en mi abdomen. Ahí fue mi perdición.
Suspiros salieron de mi boca al
sentir sus dedos en mi piel acariciándola lentamente. Cerré mis ojos y tomé sus
manos en las mías mientras éstas no se detenían en ninguna curva. Su boca en mi
cuello lamía las gotitas de agua y besaban pausadamente la piel expuesta.
Descansé mi cabeza en su hombro y mi espalda en su torso, sintiéndome segura de
tenerlo a él junto a mí.
Bill despejaba mi cabeza de los
problemas, borraba las manchas que el agua no podía hacer desaparecer y
rearmaba los pedazos rotos de mi alma como si fuera una pieza de porcelana.
¿Cómo era posible seguir amándolo pese al paso del tiempo? Parecía ser mentira
la frase de “el tiempo lo cura todo”, porque por mucho que intenté olvidarlo,
seguían en mi memoria los recuerdos intactos de nuestros años de amor y
alegría.
-No me alejes de nuevo, Invasora.
Su voz fue clara y ronca,
enviando escalofríos por mis terminaciones nerviosas mientras una de sus manos
se detenía en mi pecho izquierdo. Abrí los ojos observando el movimiento
oscilatorio de sus dedos alrededor de mi pezón encendiendo mi interior con una
especie de calor insostenible y abrumador que sólo Bill podía crear en mí.
-No lo hagas ahora que te tengo
de nuevo a mi lado –siguió a medida en sus manos se volvían más bruscas en mi
sentible piel.
-Bill…
-Déjame protegerte y amarte… por
favor.
Me giró rápidamente y me apoyó
contra el vidrio que nos separaba del resto del baño. Apoyé las manos en sus
pectorales en busca de la estabilidad que mis piernas no pretendían darme.
Observé las gotas de agua que corrían con su piel y casi me sentí con la
necesidad de lamerlas porque me robaban su esencia. Subí lentamente la mirada a
sus ojos chocolate con pelusas de cálido oro nadando con intensidad. La
profundidad de sus ojos aceleró mi ritmo cardíaco y todo a mi alrededor
desapareció dejándome sólo a Bill frente a mí. Me presionó suavemente contra el
vidrio, notando su miembro rozar la parte baja de mi vientre, su pecho aplastar
el mío y sus brazos enredar mi cintura. Bajé la mirada a sus cercanos labios,
estaban separados y se me apetecían como si fueran el mejor de los manjares en
el mundo, ni si quiera las perforaciones de ellos parecían declinar su
atracción.
De repente su boca chocó con la
mía con una voracidad que afectó a todas mis terminaciones nerviosas
poniéndolas casi al límite. Me aferré de su cabello con el fin de mantenerlo
pegado a mí… piel con piel. Su lengua lamió mi labio inferior pidiendo permiso
para ingresar a mi boca, no se lo negué y le abrí el paso hasta que ambas
pelearon con avaricia por el espacio. No era un beso salvaje, pero tampoco era
uno lleno de dulzura. Estaba cargado de la necesidad de todo este tiempo, como
si la noche anterior no fuera suficiente para reavivar nuestro reencuentro.
Una de sus manos levanta mi muslo
dándome la señal suficiente para aferrar mis piernas a sus caderas y soportar
todo mi peso con ayuda de la mampara de vidrio. La necesidad y el ardiente
deseo oscurece sus ojos y dilata sus pupilas mientras entierra sus dientes en
mi cuello y yo expulso un gemido ronco. Él conoce mis puntos débiles, cada
rincón de mi cuerpo y cada lunar de mi piel.
Mis caderas se mueven en su suave baile incitándolo a entrar en mi
cuerpo y conectarnos como nuestros instintos desean. Él gruñe y siento la
vibración en su pecho al hacerlo. Besa uno de mis pechos y mordisquea mi pezón
hasta dejarlo sonrosado y elevado a su boca.
-Bill… -me quejé queriendo pasar
a otro nivel, a uno más intenso y lleno de nuestros fluidos mezclados.
-Pídemelo murmura mordiendo mi
labio inferior con saña rastrillando sus dientes en él antes de dejarlo ir.
-Por favor… por favor, Bill –gimo
frente a su boca tratando de mantener mis ojos abiertos pero fallando en el
intento.
Eso bastó para hacerlo gruñir
profundamente en su pecho y agarrar mis caderas con sus dedos fuertes. Juraría
que al día siguiente las yemas de sus dedos quedarían como cardenales ahí.
Hundo mis dientes en mi labio inferior ignorando el dolor, mientras Bill golpea
todo el camino a mi interior, haciéndome tomarlo por completo con una profunda
embestida. No tenía aire suficiente en mis pulmones, y los jadeos eran cada vez
más fuertes mezclándose con los gemidos. Cuando me llena por completo, el aire
sale silbando de mi garganta y olvido respirar por un segundo. Sus manos me
aprietan cuando gime mi nombre con su voz adictiva y ronca. Cada embestida,
llena mi núcleo caliente con su longitud y mi cuerpo se retuerce por más contra
la pared detrás de mí. Sé que mis gemidos acalorados incitan a Bill a seguir a
un ritmo intenso y profundo, golpeando dentro de mí con una fuerza
increíblemente deliciosa.
-Siempre serás mía –murmura y no
estoy segura si es para mí o para él mismo-. Joder, juro por mi puta vida que
siempre lo serás.
Me muerdo el labio y gimo
asintiendo a sus palabras sin nada más que acotar. Mi cabeza da mil vueltas, y
empiezo a pensar que esto es un sueño, que voy a desertar y estaré aún sentada
en mi sofá frente a todos los computadores dispuestos para observar las cámaras
de seguridad de Berlín, pero cuando veo sus ojos abrasadores sobre los míos y
su sonrisa endemoniadamente sexy, sé que no hay forme de hacer de esto un sueño
porque es real, y él se siente tan infinitamente real que me parece de lo más
alucinante.
Envuelvo mis dedos en su cabello
y gime cuando tiro de algunos mechones. Su lengua se introduce como una
serpiente en mi boca, retomando el control de ella y robando mi saliva.
Los movimientos de Bill se
aceleran a un frenético paso y puedo oírle gruñir y refunfuñar palabras
inentendibles bajo su pecho, suplicándome su liberación. Estoy tan cerca, que
ya siento el calor acumularse en mi cuerpo y comienzo a tirar de su cabello
cuando subo más alto a mi cima. Estoy cayendo sin parar, esperando a que algo
explote dentro de mí y consuma mi cuerpo en su totalidad, pero no quiero
terminar aún. Quiero quedarme aquí con él en el borde de esta loca euforia.
Bill agarra la base de mis muslos y empuja largo y rápidos golpes.
-Sí –siseo apretando el agarre de
mis piernas en él.
Mi boca y mi cerebro están
completamente desconectados. La primera pide por más y gime ruidosamente,
mientras que el segundo ruega por más aguante. Cuando jadeo por más aire, su
boca se desliza por mi cuello y esta vez muerde el lado opuesto, succionando
con fiereza. Libera mi piel casi al instante, dándose cuenta de la fuerza de
sus dientes y en cambio recorre su lengua sobre el punto que succionó para
consolar mi piel. Mis manos acarician sus brazos y su pecho, mi boca mordisquea
y lame cada sección de carne expuesta disponible para mí.
-Bill… Oh…
Gime profundo y ronco, y vibra en
cada parte sensitiva de mi cuerpo acrecentando mi placer mucho más. Mi cuerpo
se contrae cuando las sensaciones empiezan a aumentar en mí, obligándome a
jadear fuerte y pesadamente. Intento aguantar el clímax aproximándose por mis
venas, esperando prolongar esta sensación y este momento, pero tan pronto como
Bill desciende entre nosotros y golpea su duro y frío dedo sobre mi sensitivo
bulto de nervios, todos mis esfuerzos se derrumban. Giro en un torbellino sin
fin, flotando sobre mi cuerpo. Él está maldiciendo bajo su respiración cuando
mis músculos se contraen dolorosamente a su alrededor y le estoy ordenando más
y más profundo dentro de mí.
Me agarro a sus hombros cuando la
fricción de sus golpes en mí se convierte en demasiado y casi temo por romper
la mampara a mis espaldas con nuestros movimientos.
-Grita –ordena con su voz ronca y
jadeante-. Grita para mí.
Bill me frota más fuerte,
golpeando más profundo. Retoma la mordedura de mi labio inferior y la sensación
de su lengua, sus rientes rastrillando mi piel, el calor d su respiración, el
movimiento de sus dedos en mi clítoris, su mirada de café-dorado líquido sobre
mis ojos, todo eso es demasiado para mí y el torbellino se convierte en un
verdadero huracán que se despliega de mi estómago azotando a su paso todo
dentro de mí, destrozando el autocontrol y rompiéndome en mil pedacitos. Hundo
mis uñas en sus hombros y grito cuando ola tras ola del orgasmo más intenso de
mi vida desgarra a través de tomo mi cuerpo, contrayendo mis músculos y
debilitando mi respiración. Las caderas de Bill se conducen más fuertes y más
rápidas cuando me sobrepongo a la explosión, pero sus ojos se mantienen
completamente pegados a los míos.
Nuestras respiraciones se unen en
un pesado jadeo y nuestros labios a penas se rozan. Sus embestidas se hacen
rápidas y descoordinadas, sus ojos me miran entrecerrados y llenos de lujuria.
Ni un segundo después, él fuerza su lengua en mi boca y absorbo todos sus
gemido en la punta de mi lengua cuando la calidez se extiende a través de mi
útero. Después de que lo siento ablandarse, continúa besándome despacio con un
ritmo relajado y perezoso mientras nos saboreamos con nuestros labios. Me
siente derretida y él está soportando la mayor parte de mi peso.
-Eso estuvo muy bien –sonríe
perezosamente y yo le devuelvo la acción.
Ya no hay palabras que describan
mis sensaciones cuando estoy con Bill. Y sólo califica a este como el mejor
polvo de mi vida…
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Bueno, creo que con este capítulo quedamos a mano con todo el tiemo que tarde en publicar ;-)
Lamento la tardanza, pero realmente estoy completamente llena de trabajos y exámenes, estoy completamente estresada y con suerte el 5% del tiempo libre, avanzo un poco del fic. Realmente me siento mal por mantenerlas esperando porque sé lo que se siente esperar a que la autora de un fan-fic suba capítulos y tarde mil meses en ello.
Atte. Nina.
Kusses!!